III Correspondencias entre ciencia y arte Conversaciones entre François Bucher y Rupert Sheldrake
se ve similar a la sección de un tronco de árbol, y nuestra forma-en-eltiempo se convierte en una imagen que contiene muchos tiempos. Como los fragmentos holográficos que somos de ese animal gigante que es la conciencia planetaria, tenemos mayor o menor acceso a las escalas de ese mapa hiperdimensional del tiempo, según nos desindividualizamos.
El tiempo tiene una forma. Y nosotros tenemos la forma de ese tiempo. Yo me inclino a pensar que la conciencia y lo que hemos llamado biología pueden pensarse en términos similares. Somos capaces de ver el ciclo de los 365 días del año y observar cómo en ese ciclo hay tránsitos de la naturaleza, en el hemisferio norte, desde el invierno, cuando todo está muerto, a la primavera, cuando la vida ha resucitado. Pero lo que constituye un tabú, según el dogma de la homogeneidad del tiempo, es pensar que nuestra conciencia pueda estar involucrada en un macrociclo, que también tiene «estaciones». Pensar en términos de astrólogos (en vez de astrónomos), o sea, pensar que planetas, estrellas, centros de galaxia, etc., actúan sobre el cuerpo: ese es el punto. El pensamiento astrólogos es todo aquello que antes se expresó en la mitología: los dioses eran, entre otras cosas, fuerzas elementales o frecuencias planetarias. ¿Por qué en la mitología? Por una simple razón: una fuerza inmaterial necesita ser expresada mediante una animación, una narrativa, una metáfora viva; en pocas palabras, por medio del arte. Dicho esto podemos intuir que bien podemos haber estado atravesando un macroinvierno de 2000 años en esta era de Piscis, dentro del ciclo del año largo, en este compás —inabarcable para nuestro estado de conciencia actual— de la «precesión de los equinoccios»; atravesando una sección del ciclo de la espiral de la conciencia que está nombrada en la mnemotecnia más antigua inventada por el hombre: el zodíaco. ¿Qué es el zodíaco? Una serie de animales dibujados en la eclíptica para delimitar sectores de influencia. En este sentido, una era del ciclo precesional podría ser como un marcador de la duración necesaria para que un proceso se lleve a cabo hasta su completitud; similar al tiempo de la oruga en la oscuridad del capullo antes de la emergencia de la mariposa, si se quiere usar la analogía más trillada con lo biológico… Tomar esto en serio causaría que cualquier experimento
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