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inquietudes), lo cultural y lo artístico. Pero al mismo tiempo, inconscientemente primero y poco a poco de manera consciente, se fueron dando cuenta del “uno” y de sus diferencias, lo cual les ayudó a conformar su identidad, su cubanidad, su dominicanidad, su puertorriqueñidad o su mexicanidad. Quizá se fueron apropiando técnicas visuales o formales del “otro”, pero las adaptaron a su propia sensibilidad y a su propio contexto. Este encuentro se caracteriza por dos momentos claves: la percepción de su diferencia y una apropiación que pasó por una fusión, y no por una posesión. Dos momentos que se dan de distintas maneras para cada cual. Este proceso participa de la “relación”. Dicho encuentro de las diferencias constituyó uno de los procesos que acarrearon “la Modernidad”, término que necesitaría una aclaración, ya que esta palabra cobra un sentido distinto en Europa o en el Caribe, y se ha de considerar sin jerarquía de uno más que otro. Otro ejemplo puede ser el de los artistas españoles que, huyendo de la Guerra Civil española, llegaron al Caribe. La crítica de arte —española— los ha convertido en los modelos que llevaron el surrealismo a Guatemala, Puerto Rico o Santo Domingo, cuando ni siquiera, como Eugenio Granell, se dedicaban a las artes visuales (era músico). Creo que sería pertinente enfocar las relaciones que se establecieron entre ellos y la cultura del Caribe insular y continental: el encuentro de un aire del tiempo europeo surrealista con el realismo mágico del Caribe. Como lo subraya Glissant: […] la criollización no se propone convertirse en sopa… sino que se necesita definir el lugar y la identidad, y en seguida después de esto se necesita abrirlo… Puedo cambiar intercambiando con el otro sin perderme ni desnaturalizarme2.
Otro ejemplo significativo es el caso de Wifredo Lam. Durante mucho tiempo se ha considerado que Picasso había ejercido una influencia notable sobre él. Mencionar a Lam es dar cuenta de la criollización caribeña que asentó una modernidad que había surgido con la generación anterior. Con él se invierten los paradigmas reconocidos y sistematizados por el arte occidental. Lam marca un hito en el arte del Caribe, no solo como paradigma pictórico, sino también por su estrategia artística, su manera de insertar su discurso en los discursos hegemónicos —el arte como acto de descolonización— y su nueva concepción cultural que se apoya en “espacios sintetizadores de culturas diversas”, como es Martinica, Haití y Cuba, según lo apunta Corina Matamoros3. No solo abrió un nuevo camino para la Modernidad, sino también para la Posmodernidad en el Caribe. Con él empiezan a borrarse las nociones de “centro” y “periferia” de las que tanto se habló a finales del siglo XX. 2 Édouard Glissant, Entretiens avec Lise Chauvin, L’imaginaire des langues, París, Ediyions Gallimard, 2010, pp. 78 y 81. 3 Corina Matamoros, “Wifredo Lam y el arte contemporáneo cubano”, en La Caraïbe, culture et paradigmas bajo la dirección de Michèle Dalmace, París, Editions L’Harmattan, 2009.