Hopper en el techo de Saltillo (parte 1)

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VANGUARDIA Domingo 22 de julio de 2012

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Calles. El fotógrafo Federico Jordán tomó años atrás esta fotografía, desde la casa de un saltillense hoy fallecido que le contó que su padre Gabriel Ochoa se hizo amigo de Hopper; arriba, ‘Sierra Madre at Saltillo’.

Texto: Livio Ávila Fotos: Federico Jordán

S

olitario, antisocial y unido a su esposa como si fueran hermanos mellizos —ella era su agente y cómplice artístico—, Edward Hopper, llegó a Saltillo como uno de tantos “gringos”, en 1943. Con Josephine, la mujer de su vida y la modelo de gran parte de sus pinturas. El legendario Hopper y “Jo” (como la llamaba) dejaron su impronta en la plástica de todos los tiempos; él de forma más acentuada; ella, como la sombra de su marido, si bien su trabajo artístico tiene un valor no menos importante, como considera Gail Levin, la biógrafa principal del artista y gran admiradora de la pareja. Sus maletas las instalaron en el Saltillo de los años 40, cuando el Cine Palacio era el más espectacular y moderno en la ciudad; hoy reliquia afortunadamente viva. Y la poesía surgió: Hopper decidió instalarse en azoteas y poner frente a sí un lienzo; con acuarelas plasmó, desde edificios, siete paisajes, hoy ventanas hacia un pasado congelado que su maestría transformó en piezas valiosísimas. Saltillo tiene el honor —junto a Monterrey, Guanajuato y Oaxaca— de ser uno de los escenario de este pintor, quien exploró exhaustivamente la soledad. Sus escenas con personas tienen un aliento de ausencia, de una modernidad que no alcanza a llenar al espíritu, de visiones que poseen—valga la paradoja— una gran orquesta de silencio diseñada por sus colores. De Saltillo, que visitó tres veces, retrató paisajes desde techos. VANGUARDIA visitó los luga res donde el neoyorqu i no (1882-1967) pintó los cuadros que hoy son una ventana a Saltillo en museos como el Whitney Museum of American Art o el Metropolitan Museum of Art, los dos en Nueva York. El motivo: su 130 aniversario, que se celebra hoy, 22 de julio. Y, mientras, el cielo es el mismo, el paisaje es notablemente diferente. El cómplice en este viaje es el ilustrador y fotógrafo de VANGUARDIA, el torreonense Federico Jordán, uno de los admiradores de Hopper y que antes había hecho este trabajo (o placer) de ver en vivo las perspectivas que utilizó el artista y que eligió para pintar obras como “El Palacio” (1946) o “Church of San Esteban” (“Iglesia de San Esteban”, 1946). Él hizo el mismo trabajo que la investigadora estadounidense Gail Levin realizó en su libro “Hopper Places” (1998), quien vino a Saltillo y tomó fotografías comparativas. Ahora lo repetimos, hicimos lo mismo, pues además de ser una gran idea, la empresa está bañada de orgullo y nostalgia.

En 1943, el pintor de la soledad y el silencio visitó Saltillo con su esposa Josephine, y regresó en varias ocasiones; desde sus azoteas, plasmó en acuarelas nuestros paisajes y hoy, a 130 años de que nació el artista, el paso del tiempo es notorio, como atestigua VANGUARDIA en la visita a los lugares en los que se sentó a pintar obras que hoy valen millones; Gail Levin, su principal biógrafa, habla de ello en entrevista El pasado dice presente José Luis Rodríguez, actual administrador del Hotel Arizpe, nos da permiso de subir a la azotea y nos guía por este edificio ubicado en la calle Victoria del Centro Histórico. Mientras nos conduce al techo, entre los pasillos se nota un aire majestuoso de vacío. En las escaleras el eco de nuestros pasos se hacen presentes en donde en 1946 se hosperada el matrimonio Hopper. Hoy el Hotel Arizpe convirtió las dos partes de su fachada que da vista a la calle de Victoria, en locales de venta de artículos diversos de belleza y prendas de vestir —antes uno de ellos fue el local de la Librería Julio Torri—, pero los múltiples cuartos y salones adentro, y sus tres plantas, respiran del abandono de lo que también alguna vez fuera sede de la Secretaría de Educación Pública. Aun y todo, en buenas condiciones. Llegamos a lo que dice Federico Jordán fue el cuarto que tuvieron los Hopper, ubicado justo en la azotea. “Pidieron acceso al techo y un lugar cercano”, dice, pues el artista quería pintar desde allí. Tras pasar una puerta al lado de una pequeña chimenea, el sol nos da en la cara e ilumina el lugar buscado. Fue en el techo del Hotel Arizpe donde Hopper pintó cuatro de sus acuarelas, entre ellas, “Church of San Esteban” (Metropolitan Museum of Art, NY) y “El Palacio” (Whitney Museum of American Art). Primero volteamos la vista hacia el famoso Cine Palacio, que da título a su pintura. Si-

Hopper en

de Saltillo gue presente el edificio y la cúpula del centro metodista un poco más allá; las montañas cortan el cielo casi exactamente como en la pintura. Estar aquí es un privilegio. “Fue justo aquí”, dice Jordán, quien saca su cámara y salta unos tubos para poder instalarse en la orilla. “No queremos recoger lo que quede de ustedes”, nos dice José Luis Rodríguez bromeando. Lo dice por la altura y porque ahora el techo tiene dos secciones con malla ciclónica que encierran maquinarias eléctricas de alta tensión. Caminamos cerca de una de ellas y damos al noreste de la ciudad. Vemos aquí otro de los paisajes, o lo que podemos ver de él... Se asoma la cúpula del Teatro García Carrillo (hoy centro cultural del Instituto Municipal de Cultura) que retrató en “Construction in Mexico” (1946), pero apenas se asoma, pues el Hotel Hidalgo, ubicado en el callejón Padre Flores, cubre, desde aquí, casi por completo a este inmueble centenario. A fin de cuentas, estamos desde la perspectiva donde pintó otra de sus

Símbolos. ‘Church of San Esteban’ (1946) hoy se exhibe en The Metropolitan Museum of Art de Nueva York; forma parte del Fondo George A. Hearn; exhibe las cúpula de San Esteban y de Catedral, y la torre de ésta, que se ven desde el Hotel Arizpe.

Modernidad. La ‘Casa Guahrado’ hoy no existe y en su lugar se halla un edificio de oficinas; desde su techo pintó ‘Saltillo Palms’ (arriba, izq.), ‘Saltillo Mansion’ (arriba, der.) y ‘Sierra Madre at Saltillo’, todas en 1943.

acuarelas, la que justo este año ofrecía en subasta la casa Sotheby’s en Nueva York, en una suma estimada entre 800 mil y 1,2 millones de dólares. Así que vale en oro ver este espacio, con todo y obstáculos, ¿no? Giramos hacia la derecha y se nos aparece la máquina de alta tensión. Este aparato nos impide posicionarnos en el sitio exacto donde Hopper puso su lienzo para pintar “Church of San Esteban”. Así que nos ponemos

frente a ella, atravesando tuberías, y en la orilla, a nuestra derecha, aparece la “cajita” —como la llama Jordán— construida en una esquina del techo, la cual se ve en el cuadro, con su abertura. Quizá es un escape de aire. Se nos aparece así el templo más antiguo de Saltillo, hoy en rojo intenso, y su cúpula con cruces en azulejos tan representativa en azul y amarillo. Un nuevo edificio moderno, a la izquierda, al lado de Catedral —que se ve más

Valioso. ‘Construction in Mexico’ (1946) fue lanzada en subasta en diciembre de 20 por la casa Sotheby’s de Nueva York, aunque no obtuvo comprador; la cúpula se apre


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