La Lagartija © 2021 Panamericana Editorial

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Luisa Noguera Lala es una niña muy particular. Su papá, el señor Gartija, habita en un marco de madera, pero también en la afición de Lala por los insectos. Además está el señor Garzón, su otro papá, con quien vive ahora. Y su mamá y sus hermanas.

Acompaña a Lala a vivir esta historia que incluye niños fastidiosos, niñas creídas, un proyecto de pantera y una lagartija.

Lagartija Luisa Noguera

La Lagartija

Lala siente que no encaja en su familia, tampoco en el colegio, donde todos la ignoran o se burlan secretamente de ella.

La

Ilustraciones de

Israel Barrón

www.panamericanaeditorial.com ISBN 978-958-30-6292-6

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La

Lagartija Luisa Noguera

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Israel Barrón



VIII

El peaje Arreglar a tres niñas y salir con tiempo suficiente para llegar al colegio antes del primer timbre no era una tarea fácil. Lala miraba detenidamente a Sol, mientras su mamá luchaba con el cabello rebelde de su hermana. Era muy blanca, tal como Lala, pero al fijarse con cuidado no encontró ningún otro parecido con ella. Los ojos de Sol eran verdes, grandes, redondos y pegaditos a su diminuta nariz; los de Lala, aunque grandes también, eran negros y alargados, casi tanto como los de una niña oriental, estirados hacia los extremos de su rostro. El cabello de Lala era lacio y largo, de color marrón; el de Sol —el padecimiento de su madre— era fino, rojizo, ensortijado e imposible de domar. 43


Alba, la menor de las tres, parecía una copia de Sol, pero con el cabello liso y de color dorado, casi blanco. Lala nunca había reparado en cuán distinta era de sus dos hermanas, pero esa mañana, al ver los rostros de las tres reflejados en el espejo del baño, se despertó su curiosidad. En silencio estudió cada rostro, incluido el suyo, y al ver a su mamá, descubrió en su mirada lo mismo que veía en las de sus hermanas: una chispa brillante, risueña; no sabía explicar qué era, pero, definitivamente eso, fuera lo que fuese, no estaba en la suya. Afanosamente trató de encontrar un parecido con su madre, miró su nariz, sus cejas, sus manos, la forma de sus uñas, y aunque no había un parecido evidente, se consoló al ver el caoba brillante de su propio pelo en la larga trenza de la señora Realpe. Esa mañana, Lala salió de su casa confundida y el sentimiento de no pertenecer a aquel clan cobró fuerza. 44


Al salir al primer descanso encontró entre el prado a una pequeña lagartija que, al sentir sus pasos, se escabulló deprisa; la niña la siguió con sigilo y se sentó muy cerca de donde el animalito se había ocultado. Pasó inmóvil los treinta minutos del recreo, mirando de reojo el matorral, atenta a cualquier movimiento o ruido. Poco antes de que sonara la campana para regresar a clases, la lagartija se asomó. Lentamente se acercó a la niña olisqueándola, o al menos eso parecía. Lala la detalló extasiada: era larga y delgada, con un hermoso diseño de manchitas blancas y amarillas por todo su cuerpo de color chocolate, que se extendían desde la cabeza hasta el final de su larga cola, que se iba adelgazando hacia la punta. Estaba cubierta de finas escamas que brillaban con la luz, dando tonos verdosos y ocres. La lagartija se quedó completamente quieta, paralizada, quizá mirando a Lala, quizá adormecida por el sol que se había abierto paso entre las finas nubes de las 45



diez de la mañana. El calor iba en aumento y la lagartija parecía en trance, bañándose de luz. El timbre de la campana sobresaltó a la niña, haciendo que la lagartija partiera de nuevo hacia los matorrales en veloz carrera. Decepcionada, se levantó para volver a su salón; en la puerta, León, uno de sus compañeros, le impidió la entrada. —Dame los bichos que traigas o no te dejo pasar —susurró. Lala simuló no haber oído y lo apartó suavemente con su brazo. —Sé que recoges bichos en el recreo —insistió León metiendo su mano en el bolsillo del delantal de la niña, donde solo encontró briznas de pasto y hojitas secas. —Ellos ya no están ahí —respondió Lala caminando hacia su pupitre. León la miró con rencor, 47


Luisa Noguera Lala es una niña muy particular. Su papá, el señor Gartija, habita en un marco de madera, pero también en la afición de Lala por los insectos. Además está el señor Garzón, su otro papá, con quien vive ahora. Y su mamá y sus hermanas.

Acompaña a Lala a vivir esta historia que incluye niños fastidiosos, niñas creídas, un proyecto de pantera y una lagartija.

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Lala siente que no encaja en su familia, tampoco en el colegio, donde todos la ignoran o se burlan secretamente de ella.

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