ESPAÑOL 1
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El Sumi, la tinta, está demasiado cerca de mi vida Y aun así siempre ha sido una criatura muy fascinante Porque ha seguido siendo enigmática. Por favor, goza del mundo mágico de la tinta Con cuatro historias maravillosas.
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‘Magical Ink’ ~Tinta mágica~
Sachiyo Kaneko
Traducción al castellano de Adrià Oltra Anotaciones de Sachiyo Kaneko
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Índice Tinta mágica p,6 El guardián de un antiguo castillo p.11 Jaula p.21 Amigas p.30 Reseña del libro p.38
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Tinta mágica
— Hola. ¿Es tu primera visita a esta ciudad? ¿Puedo ayudarte? — Sí… eh… No sé. La atmósfera de esta tienda me atrajo. Perdone. Ya salgo. — No, no. No te vayas. Por favor, tómate tu tiempo. Mira, no hay más clientes a parte de ti. —… — Te vi mirando el escaparate desde fuera. — Ah, sí, porque tiene muchos tipos de plumas estilográficas extraordinarias. — ¿Te gustan las plumas estilográficas? — Sí, aunque no tengo ninguna. Sueño en tener una algún día y siempre me detengo cuando encuentro alguna en una tienda. — No es demasiado pronto para que tengas una. — No, no. No me lo puedo permitir. — Entiendo, eres joven. ¿Qué tal si pruebas una? Tal vez sea el destino lo que te ha hecho encontrar hoy mi tienda. — Pero no puedo. Son demasiado buenas para mí. — No te preocupes. Coge la que te guste, por favor. Doradas, plateadas, largas, cortas, gruesas, finas… Cada pluma tiene un diseño exquisito y no hay dos iguales. — Todas estas plumas parecen tener cada una su propia historia. Me siento como si disfrutara de cuentos ilustrados. El dueño esboza una sonrisa. — Esta. La que sin querer tengo en mi mano tiene un rubí en el cierre y pesa un poco. — ¿Como la notas? — Yo… no me siento como si la tuviese por primera vez. Se adapta a mi mano de forma natural. —Vaya, vaya. Te sienta muy bien. — ¿Me sienta? — Sí. Mírate en este espejo.
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Me mostró un espejo muy antiguo con unas curvas complejas y preciosas. Parecía un poco más madura de lo que creía ser en el espejo. — Como puede ver, le queda bien, ¿verdad? — No sé. Me sonrojé y le respondí torpemente. — ¿Por qué no te quedas un día con ella? — ¿Cómo? — Pruébala. Pruébala y mira si es compatible contigo. — Pero debo insistir en que no puedo permitirme algo tan caro. —No te preocupes. Sólo tienes que volver aquí de nuevo y devolverla. —… — Has cogido esta. Una estilográfica también elige a una persona. Has podido cogerla con la mano. Eso significa que la pluma te permitió hacerlo. Por favor te lo pido. Te estaré esperando aquí mañana. Decididamente no podía decir ‘no’ y me encontré fuera de la tienda. La puerta estaba cerrada con fuerza y sentí que era imposible abrirla fácilmente como había hecho la primera vez que entré a la tienda. Mi mano sostenía la pluma firmemente. Mirando el rubí rosa, empecé a sentir como que pasaríamos aquel día juntos. Podía ser una mera fantasía, pero sentía que todo el mundo que pasaba se giraba a mirarme. Yo les sonreía. Aquello era distinto de lo habitual. — ¿Qué hay? — Ay… No sabría explicarlo, pero desde ayer me he sentido de muy buen humor. Esta mañana he entrado en una tienda de ropa distinta, a la que nunca había ido, y me he comprado un tipo distinto de vestido. — ¿Llevas el vestido ahora? Hoy estás más guapa. — No, no creo. — Sí, te queda bien. — Gracias. El dueño sonríe. — Normalmente soy muy vergonzosa y me entran ganas de huir cuando recibo piropos
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como el suyo, pero hoy… ¿por qué será? Caray, me da vergüenza. No recibo elogios a menudo. Disculpe. —… — Ay, tengo que devolver esto. Aquí lo tiene. — Bien, gracias. Esta iba bien contigo. — Sí, me he sentido bien con ella. La estuve observando en mi cuarto durante mucho rato. Sentí que seguía hablándome. — Puedes oír la historia de esta pluma, ¿verdad? — Emm… bueno… — ¿No te gustaría quedarte con esta pluma? No tienes por qué pagarla. Esta pluma está contenta contigo. Yo estoy contento si esta pluma está contenta. Pero recuerda, debes volver aquí cuando necesites ayuda, ¿de acuerdo? Sentía que lo que el dueño de la tienda había dicho era cierto. Parecía que me estaban pasando cosas buenas más a menudo que antes. Parecía mentira que antes siempre dudara para hacer cualquier cosa. Las cosas que nunca habián sucedido cuando me echaba atrás ahora ocurrían una tras otra. Pero, al final, he sufrido un dolor que no había tenido que experimentar cuando no me atrevía a nada. — Hola. ¿Puedo ayudarte? El dueño de la tienda aún estaba allí. Todo parecía igual. — ¿Qué puedo hacer por ti? — No sé. He llegado de casualidad. — Bienvenida. Recordabas haber estado aquí. Siéntate, por favor. — Eh… Yo… El dueño sonríe como las otras veces. — ¿Usaste la pluma después de salir de aquí? — De hecho… no. — ¿No has cargado la pluma? — No. Era demasiado buena para mí para hacerlo. Pero me ha ayudado mucho. Podía ser valiente sólo con tenerla en mi bolso. — Vaya. Pero me sabe mal. Quería que escribieras con ella. No me había fijado cuando vine la última vez, estaba sorprendida de ver muchos tipos
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de frascos de tinta sobre el mostrador brillando a la luz del atardecer. — ¿Todos estos frascos están llenos de tinta? — Sí. Todos los colores son especiales y originales. Están mezclados aquí. Recomiendo uno u otro según las necesidades del cliente. — ¿Necesidades? — Sí, eso es. He dicho necesidades. Las cartas tienen poder por sí mismas, pero mi tinta les añade un poco más de poder. — ¿Poder? — Ven. Sostén la pluma. Ahora prueba varios colores. Eligió varios frascos de la estantería detrás de él y los puso sobre el mostrador. — ¿Cuál te gustaría probar primero? Empezó a abrir frascos. Vi el líquido de color profundo, oscuro, oscilando en el frasco. — No sé cómo elegir. Empiece por ese extremo, por favor. — De acuerdo. Moja la pluma en la tinta y dibuja algo aquí. Tracé una línea. La tinta del primer frasco era como un rubí en la pluma. — ¿Qué está pasando? Hoy no me sentía bien, pero siento mi corazón más ligero. — Prueba con el siguiente. — Nunca había visto este tipo de azul. Ahora me siento un poco triste. Cada tinta era de un color precioso que nunca había visto. Cada vez que cambiaba de tinta, mis sensaciones cambiaban poco a poco. — Lo has entendido, como esperaba. Sí, todo esto es tinta mágica. Sólo has probado los tipos simples. Pero puedo ayudarte con casi todo con mi tinta, si quieres. — No puedo… Pero me creí sus palabras antes de poder contradecirlo. — Entonces, señorita, ¿qué te ha traído aquí? El dueño me observó y recordé los lugares por los que yo había pasado antes de llegar allí. — Sinceramente… Costaba decirlo: — Venganza.
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— ¡Caray! Eso es serio. Pero se trata de ti. Estoy dispuesto a ayudarte. Veamos… ¿qué tal estas? Antes de que me diera cuenta, había muchos frascos puestos sobre el mostrador. Pero me sentía fuertemente atraída por un frasco detrás del dueño de la tienda. — ¿No te gusta ninguno de estos? — Ay, perdóneme… Me ha enseñado muchos pero, ¿me enseñaría ese quinto frasco desde la izquierda? — Claro. Pero no creo que vaya bien con tus necesidades. — ¿Qué tipo de poder tiene? Tracé una línea mientras escuchaba la explicación del dueño. El color era muy parecido al turquesa claro. Precioso. Combinaba bien con mis sentimientos. — Es este. — Pero no creo… — Lo sé. No tengo que herirle, en realidad. Le escribiré con esta tinta. Al día siguiente, envié la carta escrita con esa tinta. Ahora cada vez que se encuentre ese color es su vida, le recordará a mí del mismo modo en que muchas cosas me siguen recordando a él. ¿Existe algo más doloroso que no poder olvidar nunca? Ese mismo día, también recibí una postal. Encontré una letra muy familiar en ella con el mismo color azul. La letra trazaba una sola frase: — Te echo de menos.
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El guardián de un antiguo castillo
— Mira, ¿qué es ese edificio? —preguntó el niño. — ¿Cuál? —preguntó la niña. — Aquél de allí detrás de la colina —dijo él. — ¿Ése? —preguntó ella. — No, ese edificio con una cúpula es una mezquita. Es el que está un poco a la derecha. — Aquél marrón. —dijo ella. — Sí, ¡exacto! —exclamó él. — ¿Es un castillo? —preguntó ella. — Quizá. —le respondió él. — ¡Hala! ¡Quiero ir! —dijo ella. — ¿Cómo se llegará allí? ―se preguntó el niño. — Mira, allí hay un puente. —dijo ella señalándolo. — Vamos. Los dos niños pequeños empezaron a correr, agarrados de la mano. Había un puente cerca de la desembocadura de un río. Desde la base del puente, el río parecía tan ancho que era difícil discernir entre el río y el mar. Había pequeñas montañas al otro lado del río y se podía ver una cúpula de una mezquita en la cima de cada montaña. Había muchos barcos yendo y viniendo por el río. Había un mercado de pescado y varias pequeñas tiendas se alineaban a los pies del puente al otro lado del río. Después de cruzar el puente, subieron un poco la cuesta y se pararon para mirar atrás. Descubrieron que el lugar donde estaban antes era una pequeña montaña, y también había pequeñas montañas detrás de aquella. — ¿Dónde está nuestro hotel? —preguntó ella. — Ahora no podemos verlo. —respondió él. — Vi ese tejado rojo desde la ventana de mi cuarto. Así que nuestro hotel está detrás de aquel tejado, creo. —añadió ella. — Entonces hemos andado mucho. — ¿Nos estarán buscando? continuó la niña.
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— No lo creo. Para mí esto es normal. Voy a muchos países con mis padres pero siempre estoy solo durante el día. A nadie le importa dónde estoy mientras esté en la mesa a la hora de cenar. — Ah… yo igual. —dijo la niña mientras enrollaba su largo cabello en su dedo índice. — Mi papá está siempre ocupado y nunca tiene tiempo para disfrutar de los distintos países. Sólo trabaja cada día y se va a la cama. — ¿Y tu mamá? —preguntó él. — No sé. —respondió ella. — ¿Qué quieres decir? — Creo que no la reconocería aunque me la encontrase —contestó ella con un suspiro. — Humm… La niña miró alrededor mientras estiraba los brazos y dijo con voz alegre para cambiar de humor. — Oye, creo que fuera del hotel se está bastante distinto que dentro. —Sí, también lo creo. Los hoteles siempre son iguales en distintos países, pero cada ciudad tiene su propia apariencia. No hay gente arreglada, pero… está… umm… ¡viva! — Hm, —afirmó él. Empezaron a caminar de nuevo por la cuesta. Había casas extraordinarias de madera a ambos lados de la estrecha carretera. El segundo piso resaltaba más que el primero. Había árboles alrededor de esas casas, que hacían de vallas. Las ramas estaban llenas de hojas. El niño y la niña iban andando por la sombra. — ¡Mira! Hay un gato. —dijo ella señalándolo. — Esta ciudad está llena de gatos. — Sí, creo que está llena de gatos preciosos. —añadió ella. — Cierto. Pero sólo son gatos callejeros. No me había fijado hasta que lo has dicho. — Ninguno me mira airadamente. —comentó ella. — Cierto. — Parece que se están divirtiendo. — Sí. ¡Eh, mira! —dijo el niño. — ¿Qué? El niño estaba señalando un gato extraordinariamente bonito. — Es totalmente negro. —dijo con asombro. — Sí, todo negro. — Sólo los ojos son azules. —se dio cuenta ella.
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— ¿En serio? No puedo vérselos. Venga. ¡Vamos a comprobarlo! Empezaron a correr hacia el gato negro. El gato parecía no tenerles miedo y saltó sigilosamente al tejado de la casa de al lado y desapareció. — Se fue. —dijo él. — Deberíamos haber ido más sigilosamente, ¿verdad? El niño respondió: —Seamos más cuidadosos la próxima vez. — Sí. Bueno, ¿dónde estará el castillo? — Oh, no consigo encontrarlo. —respondió el niño. — ¿Quieres volver al hotel? —preguntó ella. — No… Quiero subir un poco más. Si giramos por esa esquina, quizá veamos el castillo. — Tienes razón. Entonces andemos un poco más. —dijo ella animada. Empezaron a andar de nuevo. — Está allí. — ¿El qué? —preguntó la niña. — Mira. Es el mismo gato negro, creo. La niña también lo había detectado: —Sí. Nos está mirando. —Ha girado por esa esquina. Siguieron al gato y continuaron por el camino. — ¿Dónde ha ido? —preguntó el niño. — Emm… ¡ahí! Esa esquina. —dijo ella. — Que no se nos escape esta vez. Corrieron detrás del gato con todas sus fuerzas. Pronto encontraron el tejado del castillo un poco más allá. — ¡He encontrado el castillo! —exclamó el niño. La niña llegó hasta él: — ¡Sí! Mientras estaban distraídos con el castillo, el gato había desaparecido de su vista. El niño dijo: — ¡Ups! Lo hemos perdido otra vez. — Oh, bueno. Por cierto, ¿no tienes hambre? —preguntó ella. — Oh… umm… tengo sed. — ¿Tienes dinero? — Tengo un poco en el bolsillo. Compremos galletas en aquella tienda. —propuso el niño. Pero la niña dijo: —No, gracias. Tengo caramelos. Pero cómprate agua para ti. Entraron juntos a la pequeña tienda. Apareció una anciana regordeta. Se acercó a ellos,
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sonriente. — ¿Puedo ayudaros? El niño dijo: —Hola, podría darme un poco de agua por favor. — Toma. Al recibir una botella, el niño le dio unas monedas. — Gracias. No sois de por aquí, ¿verdad? —preguntó la mujer. — No. Hemos venido aquí para visitar ese castillo. —Vaya. —dijo ella. — ¿Podemos entrar al castillo? —preguntó él. — Sí, si tenéis suerte. — ¿Qué quiere decir? —prosiguió él. — Preguntad al Viejo Shred, un antiguo guardián del castillo, si podéis encontrarlo. Pero nadie sabe cuándo aparece, respondió ella. — Oh… Les animó diciendo: —Intentadlo. Quizá lo encontréis a esta hora. — ¿En serio? — Id por aquí. Es un atajo. —les aconsejó la mujer. — Oh, gracias. — Gracias, susurró la niña. Salieron de la tienda y dieron la vuelta por detrás y encontraron las escaleras. Al subirlas, el castillo apareció frente a ellos. — ¡Hala!! La niña exclamó: — ¡Precioso!’ — Espero que podamos entrar. —comentó el niño. Ella le respondió: — Sí. Empezaron a correr. En realidad, el castillo no era muy grande. Parecía más grande porque estaba en la cima de la montaña. Parecía muy antiguo. No había ni rejas, ni murallas. Algunos adornos y los marcos de algunas ventanas estaban dañados por varios sitios. — Esto es la entrada, ¿no? Había una puerta de madera inmensa en medio del edificio de piedra. Tenía una llave de apariencia sólida, que parecía proteger la historia del castillo. Llamaron a la puerta, pero no sonó mucho y sólo se hicieron daño en la mano.
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— No puede oírnos llamar a la puerta. — La puerta está cerrada con llave. —comentó la niña. — Entonces no estará aquí. — ¿Quizá sea su día libre? —supuso ella. — Quizá. — Demos una vuelta al castillo antes de irnos. —propuso. — Sí, vamos. Cuando se cansaron de llamar, oyeron una voz: — ¿Queréis ver el castillo, chicos? Se giraron hacia la voz, y vieron un anciano alto con una larga barba blanca. Sin esperar su respuesta, puso la gran llave en el agujero. — Entrad. Abrió la puerta de entrada, invitándoles. — ¡Hala! Entraron corriendo en el edificio detrás del anciano. Pero se detuvieron sin querer cuando se dieron cuenta que hacía frío dentro. La luz de la ventana apenas matizaba el vestíbulo. — Parece antiguo. — Sí. —añadió ella. El vestíbulo estaba vacío. No había electricidad, ni ningún candelabro. Ni mesas, ni baúles. Las paredes estaban rotas por varios sitios y había montones de basura. Si no fuera por las vidrieras en las ventanas, aquello parecía una cárcel. No se sintieron mal estando allí aunque no sabían porqué. — Eh, señor, ¿cuántos años tiene este castillo? — Bueno, unos 500 años. — Es muy antiguo. — ¿Por qué está tan destartalado? —preguntó ella. — Hay varios motivos. — ¿Y bien?? — ¿Estáis aburridos? — No. Quiero volver aquí. ¿Podríamos? — Claro que podéis. — ¡Hala! — Realmente tenemos que volver aquí. ¿Verdad? —dijo él.
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— Sí. ¿Estará usted aquí mañana, señor? Desde aquel día, el castillo se convirtió en su hogar. A la hora de comer, el señor Shred fue a su casa para traer pan caliente y una tetera, y disfrutaron de la comida en la única alfombra del castillo. El único fuerte de aquel castillo era su antigüedad, y pocos turistas pensaban que mereciera la pena visitarlo. Desde que los dos niños empezaron a ir, eran prácticamente los únicos visitantes del castillo, excepto uno, que llamó para pedir una dirección. El niño y la niña exploraban una habitación cada día y cuando acababan, pasaban el resto del tiempo en la alfombra. A veces le enseñaban al anciano sus fotografías de otros países y le hacían reír hablando de gente graciosa que habían visto en su hotel. Un día mientras hablaban en la alfombra como de costumbre, los dos encontraron un estampado extraño en la alfombra. No era un estampado distinto pero tenía algo que fallaba. — ¡Eh! Quizá este no era el castillo de un rey. Ella preguntó: — ¿Qué problema hay? — Mira. ¿No crees que esto de aquí es raro? — Déjame ver. Sí. Es diferente. —asintió ella. — ¿Ves? ¿Es una alfombra defectuosa? — Eso suena raro. ¿No pertenece al castillo? ¿La trajo el anciano más tarde de algún lado? —se preguntó ella. — Oh, ya vuelve. Preguntémosle. Empezaron a preguntarle al anciano mientras él intentaba sentarse: — Señor, ¿esta alfombra es nueva? —preguntó el niño. — No. ¿Qué pasa? — Bueno, creo que el rey usa las mejores cosas del país, ¿no? Pero esta alfombra es un desecho. — ¿En serio? — ¡Es verdad! Mire esto de aquí. — Espera un segundo. El anciano se levantó lentamente y se sentó de nuevo más cerca de los niños. — Mire aquí. No es el mismo estampado. — ¿Dónde? — Aquí. — Aquí. —la niña también indicó el lugar. El niño y la niña señalaron el espacio vacío simultáneamente. Sus dedos índices
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chocaron el uno contra el otro y retiraron sus manos rápidamente. — Jajajaja, no vayáis tan rápido. No se trata de una alfombra voladora, así que no se escapará. Los niños rieron. — Olvidadlo. Mirad aquí, por favor. El anciano sonrió y dijo: —Lo sabía. — ¿El qué? — Ya veo. — No entiendo. —dijo el niño. — Usted compró esto, señor. —supuso la niña. — No, no. Esto perteneció realmente a un rey. El último rey de este castillo la utilizó y fue un milagro que esta alfombra sobreviviera a la última guerra. — Pero esto… — ¿Sabéis cómo hacer una alfombra, chicos? — No. — Creo que solo se pueden hacer en una fábrica. —respondió ella. — Bueno. Quizá eso sea cierto en tu país. — ¿Así que en su país no es cierto, quiere decir? — No, todas se hacen a mano. Se tarda mucho, mucho tiempo, año tras año, para terminar una alfombra. Requiere los dedos finos y los buenos ojos de las chicas jóvenes. También necesitan esfuerzo. Así que una chica no puede hacer más de una alfombra de este tamaño en toda su vida. Así que las chicas se entregan de todo corazón a tejer alfombras. Porque las alfombras son tan importantes en la vida de las chicas que a veces no pueden tejerlas correctamente cuando pasa algo muy grave. Pueden estar tan deprimidas que se dejan estampados o tejen diseños distintos. La alfombra está llena de la vida de la chica. Ahora entendéis que ésta no es una mala alfombra. Hay muchos coleccionistas que buscan estas alfombras con dramas preciosos. El anciano alisó cuidadosamente la alfombra y dijo: —Raramente encontraréis una alfombra tan buena, que esté tan cuidada en el dobladillo. —… El niño y la niña miraron la alfombra de nuevo callados, repitiendo mentalmente la historia del anciano. — Entonces quizá le pasó algo cuando se puso con este diseño. —dijo ella. — Me pregunto qué debió pasar.
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La niña preguntó: — ¿Sabe la historia, señor? Él abrió la boca al cabo de un rato: — Oh… emm… es… hora de irse a casa. El sol se está poniendo. Chicos, dejémoslo por hoy. El anciano echó al niño y la niña del castillo. Aunque no era tan tarde, cerró con llave y desapareció. — Se fue. —dijo él. — Se fue. —dijo ella. Empezaron a andar. Aunque ella había detectado lágrimas en sus ojos, no lo mencionaron. Sin embargo desde entonces fueron al castillo cada día y comieron con el anciano en la alfombra. Pero nadie habló de la alfombra. En algún momento más adelante, el gato negro que los trajo al castillo empezó a acompañarles para comer. El anciano trajo leche además del pan y del té. Mientras tanto, un largo verano se acababa. — El anciano estará otra vez solo. — Tienes razón. —afirmó ella. — Quiero quedarme aquí. — Yo también. ¿Nos volveremos a ver? —preguntó. —… — ¿Cuándo te vas? — Me voy el domingo. —respondió el niño. — Yo me voy el lunes. Bueno… tengo un plan. Haremos una fiesta de despedida en el castillo el sábado. —propuso la niña. — Suena muy bien. ¿Qué tal si invitásemos al anciano esta vez? — Es una buena idea. Llevémosle la cena. —aceptó ella. — Y vino también. — ¡Excelente! Ese sábado se dirigieron hacia el castillo sudando, arrastrando una gran cesta llena de pasteles y vino. — Oh, ¿qué es esto? ¿Me invitaréis a cenar hoy? Me siento como un rey hoy. Entrad, entrad. El anciano vació una copa de vino jovialmente. — ¡Delicioso!
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— Oh, te gusta… —... — ¿Qué os pasa? — No quiero dejarte solo. Quiero estar contigo cada día. — Eh pequeño, tú quieres estar con ella y no conmigo. Mira, tengo a un buen amigo aquí. — Miau. El gato negro maulló orgulloso. — Pero no creo que nos volvamos a ver de nuevo. — ¿Quieres verla a ella? — Pero… — Tienes que verla. La voz del anciano fue inusualmente estricta. — Tienes que estar con tu chica. La niña también estaba sorprendida de su tono y se lo quedó mirando. — El espacio vacío en esta alfombra de aquí, —señaló el estampado que faltaba, donde lo habían encontrado antes— fue cuando fui a la guerra. Me costó mucho tiempo volver aquí. Todo el mundo me daba por muerto. Finalmente cuando volví, todo había desaparecido, incluso mi verdadero amor. Pero ella era la mejor tejedora de alfombras y su última obra fue elegida por el rey y se quedó aquí. Nunca la volví a ver después de aquello aunque he vivido mucho. Así que quiero quedarme aquí y vigilar este castillo. A veces pienso que quizá volverá si la espero aquí. No quiero que sintáis una pena tan grande, ¿entendéis? — …Lo siento. —se disculpó ella. — Yo tampoco quiero dejarla. —dijo el niño. — Pero ¿cómo…? El niño y la niña se sentaron a pensar. El gato negro parecía no poder esperar su respuesta, se estiró y se fue lentamente a la habitación de al lado. — ¡Lo tengo! El tiempo que nos queda hasta que tengamos 18 es más corto que el tiempo que el anciano ha estado esperando a su amor aquí, ¿verdad? — Sí. —respondió ella. — Volveré aquí a verle a los 18. La cara de la niña se iluminó. — También vendré, lo prometo. Sí. Sólo tenemos que esperar un poco hasta poder venir
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por nuestra cuenta. — Sí. —respondió el niño. — De acuerdo. Os invitaré al mejor de los vinos la próxima vez. —dijo el anciano. Al atardecer, el anciano se quedó mirando sus largas sombras durante un buen rato. Incluso después de que giraran la esquina y desaparecieran, miró hacia el puente donde pasarían. El último brillo del sol iluminó silenciosamente la cara amable del anciano. Y se hundió en el mar.
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Jaula
Oh, se está bien. Acabo de hablar, sintiendo el frío de una sábana en mis brazos y mis piernas desnudos. Mi cuerpo aún está caliente de la ducha. Mientras miraba al techo y estiraba los brazos y las piernas, la sábana blanca ha hecho un ruido sibilante. ¿Cuándo fue la última vez
que me desperecé así completamente en la cama? Todavía hay sitio en la cama. Entretanto, las sábanas del hotel son cómodas. No necesito pijama. Hoy dormiré así. He corrido el cubrecama blanco como las sábanas hasta el cuello y mi cuerpo seha envuelto al un frío cómodo. Me he puesto a dormir sin apagar la luz de la habitación. Este es un hotel en alguna ciudad. Vine sola a esta ciudad desconocida por primera vez. No tengo ninguna reserva ni ningún plan de volver. No recuerdo bien por qué elegí esta ciudad. De algún modo fui al aeropuerto y elegí este hotel de forma imprecisa. No encontré a nadie equipado con una maleta tan pequeña como la mía en el aeropuerto. Tenía miedo de parecer muy rara ante los demás. Llegué a un cierto aeropuerto y cogí un taxi hacia el hotel, que elegí en el mostrador de información. El hotel era viejo y parecía una antigua casa de muñecas. Había un pequeño vestíbulo al otro lado de las puertas giratorias. La luz cálida indirecta convertía el sitio en muy acogedor. Había otros clientes que acababan de llegar y hacían cola en la recepción. Todo el mundo parecía tener una larga estancia con una gran maleta y más equipaje. Me sentía incómoda esperando en la cola. Pero me sentí aliviada porque la cola llenaba mi programa vacío. Me llevaron a una habitación inesperadamente grande. Quizá fuese tan grande como la habitación que siempre utilizo, pero sentí que era más grande. Me quité los calcetines y me senté en una silla tan pronto como el botones salió de la habitación. ¿Cómo pasaré el tiempo? Una vez salí del hotel, pero volví antes de ir demasiado lejos y me duché. Estaba agotada. Viajar sola quizá me había puesto tensa. Abrí el grifo del todo de un modo que nunca hago. Vacié la mente tirándome agua caliente encima. He dormido bien. Me he despertado sintiéndome bien. Tenía hambre. Hacía mucho
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tiempo que eso no me pasaba. No sé cuándo dormir se hizo difícil. Normalmente holgazaneaba toda la mañana. Pero hoy ha sido distinto. He disfrutado vistiéndome y maquillándome. Estaba preparada para bajar a por el desayuno incluso sin tener ninguna cita. El buffet del desayuno estaba puesto en el vestíbulo. No estaba allí ayer por la noche. La mesa larga estaba llena de todo tipo de pan y queso. Parecían muy coloridos. Yo nunca puedo preparar tal variedad. De entrada, nunca quiero comida por la mañana. He disfrutado eligiendo la comida y mi mesa ha acabado llena de platos.
¿Me he servido demasiado? Mi mesa parece como para dos personas. Cogí el tenedor y el cuchillo. Todo estaba bueno. ¡Qué bueno puede estar el desayuno sin ir con prisas! El buen desayuno me ha levantado el ánimo. He empezado a hacer los planes de hoy mirando un mapa. Oh, tengo que encontrar una zapatería. Necesito zapatos nuevos y
cómodos para andar mucho. — ¿Estás sola? Un chico me habló desde la otra mesa. No me había fijado en que el restaurante estaba lleno. Hoy he salido del hotel y me he paseado por la ciudad, pero he decidido volver al hotel para cenar. Hacía mucho tiempo que no me servían el postre y el café. Pequeñas gotas de café han hecho un círculo marrón seco en el fondo de mi taza. Había estado hojeando una revista de moda, que había cogido en el vestíbulo. Aunque ya me había aburrido de ella, pensaba que era demasiado pronto para ir a mi habitación y no se me ocurría nada mejor. — Vamos a jugar a cartas, pero el juego será más apasionante con otro jugador. ¿Por qué no se une a nosotros? — ¿? — ¿Has visto una habitación que parece un estudio al lado del vestíbulo, verdad? — Oh, había un montón de libros. El chico estaba cenando con tres personas. Sonaba raro que me pidieran que me uniera a ellos, porque creía que cuatro era suficiente para jugar a cartas. Pero le respondí a mí pesar. — ¿Vienes o no? — Bueno… — No tienes ningún otro plan, ¿no? Venga! Su actitud jovial me hizo levantarme. La habitación que parecía un estudio estaba camino del mueble-bar. Podía ver la
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barandilla al lado de un escritorio al fondo del estudio-habitación. Había unas escaleras que conducían a una habitación subterránea al otro lado de la barandilla. El mueblebar estaba al final de las escaleras, pero parecía que no había clientes. El estudio estaba envuelto de estanterías en las paredes. Las estanterías no estaban ahí de adorno, sino que contenían novelas extranjeras, álbumes de fotografías y guías de viajes, una buena colección para pasar un rato relajante. Había una mesa en el medio y tres sofás estaban colocados alrededor. La habitación parecía el salón de alguien. Pensé que era el sitio perfecto para jugar. Había cinco personas, incluyéndome, sentadas en los sofás. Me dejaron sentarme en el sofá del medio. Dos se sentaron en el sofá de la izquierda y el resto en el sofá de la derecha. El chico que había hablado conmigo estaba sentado a mi izquierda. — Entonces, ¿conoces Napoleón? Empezó a hablar. — ¿? — ¿Has oído hablar del juego llamado Napoleón? — No. — De acuerdo. Te lo explicaré. Juegan cinco personas. En este juego hay dos equipos. Las fuerzas de Napoleón contra las fuerzas Aliadas. El que tiene el as de espadas se convierte en Napoleón. El que tiene la jota de espadas se convierte en un ayudante. Los tres jugadores restantes forman las fuerzas Aliadas. Parece fácil ganar para las fuerzas Aliadas porque tienen una persona más, pero no es tan fácil. Napoleón tiene que dar su nombre enseñando su as de espadas, pero el ayudante no revela quién es. Nadie excepto el ayudante mismo sabe quién está en el mismo bando. Necesitan cooperar entre ellos, pero sólo pueden adivinar quién hay en el mismo equipo. Al principio, todo el mundo debería ser muy cuidadoso. Se trata de una contienda psicológica. Esa es la mejor parte de este juego. — Eh, no deberías explicarlo todo de golpe. ―lo criticó su amigo. — Tienes razón. ¿Lo entiendes? — Lamentablemente, no, no lo entiendo. Suena difícil. ―respondí sinceramente. — No digas eso. Créeme. Te gustará. Era un poco arrogante, pero agradable. — Entonces, te lo explicaré mientras jugamos. — Eso es una buena idea.―dijo su amigo del sofá de la derecha.
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— De acuerdo. Reparto las cartas. El hombre tranquilo que parecía estar pensando en otras cosas mientras mezclaba las cartas, empezó a repartir cartas rápidamente. En realidad, el juego Napoleón era tan apasionante como el hombre había dicho. No conocía dicho juego y estaba absorta. Era sorprendente que cuatro hombres estuvieran también absortos en el juego sin beber aunque no era ninguna apuesta. Es apasionante.
¿Conocerá B. este juego? Se lo explicaré, sin duda. Pero necesitamos cinco personas. — ¿Qué hay? Es tu turno. Preguntó el hombre de mi lado, acabando con mis ensoñaciones. — No. Nada. Sonreí y tiré la siguiente carta. ¡Bong! De repente un reloj en la pared hizo un sonido. Todo el mundo levantó los hombros y todas las manos se pararon por un momento, pero una voz les hizo reír. — Tiene gracia. Sólo ha sonado una vez. Estaba en lo cierto. Ninguno de nosotros había detectado que había un reloj en la habitación hasta entonces. Eran las doce. Este reloj no suena cada hora. Sólo suena a
las doce. — Caray. Es tarde. Comprobé mi reloj después de oír el reloj y hablé sin querer. Estaba sorprendida de cómo había pasado el tiempo. Era al inicio del anochecer cuando hemos empezado el juego. — ¿Vas a volver a tu habitación? El hombre que se sentaba a mi lado me miró a la cara de modo reservado. Quería continuar, pero mis palabras dijeron otra cosa. — Sí. Es hora de decir buenas noches. — Vaya… No intentó pararme, aunque aparentemente estaba decepcionado. Cogí mi bolso y me puse de pie. — Gracias. He disfrutado mucho del juego. Buenas noches. —Buenas noches. — Buenas noches. — Gracias.
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Los chicos se despidieron y recogieron las cartas de la mesa y las mezclaron. El hombre que estaba sentado a mi derecha se movió al sofá donde yo estaba sentada. El hombre que había mezclado al principio empezó a repartir de nuevo. Volví a mi habitación. Me sentía cómodamente cansada. Metomaría un baño largo esta noche. Fui al baño y llené la bañera de agua caliente. Mientras me bañaba, recordé la escena en el estudio. ¿Desde cuándo no disfrutaba de un juego así? Todo el mundo era tan amable. Dibujé cada cara en mi cabeza. Él era alto. No, eso es demasiado alto. Era guapo y adorable. No, eso es demasiado flaco. Su corte de pelo era moderno. No, El pelo de B. es demasiado suave para hacer eso. Pero si pudiera, combinaría con la camisa que me he comprado hoy. Él, sentado allí, era interesante. A B. le gustaría. ¿De qué hablarían si se conocieran? … Descubrí que estaba comparando esos chicos con B. todo el rato. B…
¿Qué estará haciendo ahora? Ayer por la mañana, me marché de nuestro piso de golpe. Huí de la vida con B. No sé qué me hizo hacer tal cosa. Mientras miraba la cara de B. durmiendo, lo decidí de golpe. Me escabullí y vine a esta ciudad desconocida. Estuve de pie un largo rato después de llegar a la estación. No sabía qué hacer sola, aunque quería estar sola. Sentí que mi maleta pesaba. B. siempre llevaba mi equipaje. Pero la maleta pesada me hizo sentir fuerte. Me sentí independiente y mi espalda se enderezó. Y entonces tuve la idea de coger un taxi hacia el aeropuerto. Después de llegar a esta ciudad y acostumbrarme a esta falta de ayuda, ahí estaba yo pensando en B. todo el rato. Mientras compraba, mis ojos se fijaron en vestidos imaginando que B. los llevaba. Cuando comí algo delicioso, quería que B. también lo probase. Quería ver todos los sitios bonitos con él. La mañana siguiente, bajé al vestíbulo para el desayuno. Los chicos no estaban ahí. Había poca gente en las mesas. Me tomé mi tiempo con el desayuno y fui al estudio de nuevo. Retiré algunos álbumes de fotografías y los extendí sobre la mesa. Sorbí un café que trajo el camarero y empecé a mirar las fotografías. — Buenos días. ¡Te despiertas pronto! Allí estaba un chico que había repartido las cartas anoche. — Oh. Buenos días. Gracias por lo de anoche. — No. Nosotros tenemos que darte las gracias. Perdón por haber sido tan insistentes.
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— No importa. Me lo pasé bien. — Me alegro de oírte decir eso. — ¿Dónde están tus amigos? — Todavía están entre sueños. — Es un privilegio para la gente joven. — Debes estar de broma. Suena como si tú ya no fueras joven. No soy tan joven como tú, estuve a punto de decir. Pero me paré para sentir la juventud durante sólo un poquito más. Pero, el chico me cortó. — ¿Hasta cuándo estarás aquí, hermana? — Oh, ya sabes. — ¿Qué sé? — Sabes que soy mayor que tú. — Oh. Mis amigos pensaban que tenías la misma edad que nosotros, pero ya noté que eras mayor. No sé por qué. Quizá sea porqué tengo una hermana mayor. No les dije nada de esto. C. parecía contento de conocerte ayer. — Eso suena bien. Bueno, recuerdo el modo en que mezclaste las cartas, era muy bonito. — ¿De veras? Estudié algo de magia. Si tus halagos van en serio, lo practicaré más seriamente. Eh, ¿te interesa la adivinación? — ¿Me interesa la adivinación? — No tiene nada que ver con la magia. Pero tengo las cartas ahora. — ¿Adivinación, eh? — ¿No crees en ello? — Normalmente no, pero hoy es especial. Te preguntaré. Esto sorprenderá a B. Me permito sentirme distinta cuando viajo. Había cartas en una disposición bonita en la mesa. — Entonces, elige una carta de donde te guste, por favor. Escogí una. — Ahora, ponla aquí por favor. ¿Cuándo es tu cumpleaños? No sabía cómo las cartas le estaban hablando de mi destino, pero movió las cartas una a una de un modo bonito. — Oh, tienes un hombre especial de quien te enamoraste. — ¿Un hombre que quiero, eh?
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— Sí, le quieres. Me avergoncé por la palabra “querer”. La palabra me recordó a B., sin embargo. — No sé. — No tienes que decir que sí. Mis cartas me lo cuentan. — Tus cartas te lo cuentan, ¿sí? — Eso es. Solté una risita. — ¿Cómo es él? — ¿No te lo dicen tus cartas? — No. — Qué puedo decir… tiene dedos bonitos. — Oh… — ¿Es suficiente mi respuesta? — Bueno, no me podía imaginar una respuesta así previamente, pero está bien porque parecías muy risueña mientras pensabas en él.’ — No te rías de tus mayores. Se rio por lo bajo como un niño durante un momento. — Y la mejor parte es el próximo paso. ¿Quieres descubrir si él y tú haréis una pareja feliz? — Hacer una pareja feliz, ¿eh? — Creo que no lo necesitas. — Yo no he dicho eso. — Lo sé. Vas a volver a él ahora mismo. Tendré que consolar a mi amigo, pero se lo pasó bien ayer. Pasó un buen rato contigo. Yo también. Voy a volver a mi habitación. Es hora de que se despierten. ¡Sé feliz! Adiós. Habló sin pararse. Pero pensé que ya había decidido volver con B. antes de llegar a esa habitación. Dejé nuestro piso anteayer. Sólo dos días. Pero no lo había dejado tanto tiempo desde que empecé a vivir con B. ¿Qué estará pensando ahora? Parecía muy
cansado, así que debió dormir mucho ayer. Mientras estaba pensando en estas cosas el hombre que me leyó la suerte apareció de golpe. — Olvidé algo. Estos regalos son para ti. Hasta pronto. Me alargó un conjunto de cartas para jugar, las que dijeron que estaba enamorada. Quizá practicaba magia con esas cartas. Gracias. Se lo agradecí en mi mente aunque él ya estaba fuera de mi vista.
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No consigo recordar qué he hecho después de dejar el hotel. Ha sido muy fácil volver a mi ciudad esta vez aunque he sentido que viajaba muy lejos. Me preguntaba por qué me he sentido libre del estrés que sentía mientras viajaba aunque estaba rodeada de extraños incluso en mi ciudad. ¿Había viajado? No, una huida es el término correcto porque me había escabullido de nuestro piso sin decírselo. Quería que se preocupase por mí. Quería que me regañara. Sé que está en casa hoy pero puede que esté fuera buscándome. ¿Qué debería hacer hasta que él llegue a casa? Si digo hola como de
costumbre mientras sorbo un té, ¿estará decepcionado, o contento? Cuando he llegado frente a la puerta de nuestro piso, la luz fuera de la puerta todavía estaba encendida, aunque ya era de día. Me he sentido desconcertada, pero he llamado al timbre. Nadie ha contestado. He pensado que él estaba fuera y he abierto la puerta con mis llaves. Estaba silencioso. Pero había zapatos en el recibidor. Eran los zapatos de B. He dejado mi maleta en el suelo, me he quitado los zapatos y me he dirigido a la sala de estar. Ahí no había nadie. Después he ido a su taller. Podía ver que las cortinas estaban medio abiertas a través del cristal de la puerta. He abierto la puerta. B. estaba tumbado. ¿Esta camiseta…? Había un poco de vino en el vaso sobre la mesa. Todo estaba igual como lo vi hacía tres días. He girado la vista hacia sus obras. No había ningún progreso. He mirado la cara de B. y finalmente me he dado cuenta. Nunca había estado nervioso por mí. Eso era imposible. Había estado durmiendo durante los tres días enteros aquí. —… Estaba decepcionada. Estaba demasiado decepcionada y me he enfadado. Era muy complicado para mí respirar. He sufrido. De algún modo respiraba con mis hombros y toda mi fuerza se había ido.
No sabe nada. ¿Con qué propósito he hecho lo que he hecho? Salió la risotada triste. Entiendo. Sólo era un sueño.
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He cambiado de opinión para creer que todo era un sueño. Un sueño que sólo yo conozco. Esta vez he empezado a reírme fuerte. Mi voz ha despertado a B. — Ei L. Buenos días. Oh? ¡Saldrás hoy? — Buenos días. Planeé salir pero he cambiado de opinión. — Ya veo. B. reposó la cabeza de nuevo en la almohada con sus bonitos dedos en mi mano. Su cara parecía muy tranquila. Le he acariciado el pelo suavemente con la otra mano y he empezado a contarle una historia. — Hace mucho tiempo, había un príncipe muy despreocupado. — Mmm, ¿qué historia es esa? — Es una nueva historia que he oído recientemente. Es un cuento de un príncipe que duerme más de 200 años en el bosque. — Hala... B. se durmió como si estuviera realmente bajo un conjuro de dormir. Sé feliz, eh. Cogí la otra almohada y me tumbé cuidadosamente a su lado.
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Amigas
Ding-dong, ding-dong Hubo unos golpes fuertes y contundentes. — ¿Qué es eso? — ¡Deprisa! — ¿Hay alguien ahí? — Caray, fíjate. Tengo un huésped a tan altas horas de la noche. La señora M se alzó lentamente y se puso su bata. Ding-Dong — Un segundo. Ya voy. Corrió el pestillo y abrió un poco la puerta de madera. Allí había una señorita en la oscuridad. — Ya estaba en la cama, así que siento mucho decir esto pero no puedo recibirla esta noche. ¿Podría usted volver mañana, por favor? — Perdóneme. ¿Me permitiría entrar por favor? — Oh, ¿insiste usted en entrar ahora? ¿Qué puedo decir? — ¡Déjeme entrar! La joven entró violentamente en la casa y cerró la puerta. — Lo siento mucho a estas horas de la noche. —Uff, —suspiró. —Debo disculparme
también por su familia. Siento molestarla, pero gracias por abrir la puerta. — Perdone. ¿Qué está diciendo? ¿Usted no habla español? Oh, hace un momento hablaba en español. No entiendo lo que dice. ¿Podría volver al español? — ¡Oh, Dios mío! ¡Lo siento! Bueno, gracias por abrir la puerta. — Ahora sí que entiendo lo que dice. Habla un español muy bonito. Pero no parece ser mi huésped. De todos modos ahora estoy completamente desvelada. ¿Por qué no se queda a tomar un poco de té? La señora M empezó a caminar hacia la cocina antes de que la joven tuviera tiempo de
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responder. Llenó la tetera de agua y la puso al fuego. Eligió dos tazas de té. La joven todavía permanecía delante de la puerta del recibidor. Miraba a su alrededor inquieta. — ¡Venga! Hace frío ahí fuera, ¿verdad? No te preocupes. Vivo sola aquí. No pasa nada. La joven al final se acercó a la mesa después de pensárselo un rato. — ¿Le gusta el té negro? Lamento no tener té de su país. Este es mi favorito. Espero que le guste. La joven se puso detrás de una silla y contempló como la señora M. medía alegremente las hojas de té en una olla. — Bueno, bueno, siéntese aquí por favor. —dijo la señora M. amigablemente a la joven. La señora M llevó la tetera y las tazas, y se sentó en el lado opuesto al de la joven dama. — Solía tomar sólo café cada día. Pero cuando me mudé aquí mis gustos cambiaron. Ahora me encanta el té negro. He estado coleccionando distintos tipos de té. Muy bien, me parece que ya está bien. Aquí tiene. — Gracias. La joven cogió su taza de té y se lo agradeció. Sin dar ni un sorbo al té, la joven empezó a preguntar a su atenta anfitriona, — Usted me ha dejado entrar en su casa tan tarde y me ha hecho té aunque haya llegado casi por sorpresa. ¿Por qué no me pregunta por el motivo que me ha traído aquí? — Oh, ahora caigo,’ respondió la señora M. con una sonrisa. Estoy contenta porque tengo la ocasión de tomar té con una jovencita de un país bastante distinto al mío. Y no parece una ladrona. — Así es. — ¿Está usted de viaje? — Sí. Hoy es el tercer día. Estaba mirando hacia fuera de la habitación del hotel. Hoy la luna estaba preciosa. Pensé que la luna podía inspirarme si daba un paseo. ´Me ha gustado andar pero me he perdido y me he encontrado con perros salvajes. Tenía tanto miedo! Me ha salvado usted. Muchas gracias. — Oh, qué horrible! No se preocupe más, por favor. Aquí está a salvo. Tome un poco de té por favor. — Gracias. Oh, está bueno. — Bueno... La joven parecía haberse calmado. — ¿Qué piensa de esta ciudad?
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— Me gusta esto. Parece un buen sitio. Esta ciudad no estaba en mi guía pero estoy contenta de haber llegado aquí. — Me alegra mucho oír eso. También me gusta esta ciudad. ¿De dónde es usted? — De Japón. — Oh, eso está muy lejos de aquí. — Sí. Es el viaje más largo que he hecho. El mejor viaje que he hecho en mi vida. — Bien. Entonces, ¿cuánto tiempo se quedará aquí? — Una semana más. — Oh. Espero que se pueda quedar más tiempo. Creo que cuanto más tiempo se quede aquí, más cosas buenas encontrá. Dijo la señora M. mientras vertía más té en las tazas. Ding-dong Volvían a llamar a la puerta. Aunque no parecía que hubiera nadie. Al cabo de un rato oyeron que la lluvia golpeaba las ventanas. — Suena como si estuviera empezando a llover. Dijo la joven, —Oh, qué pena. Creo que será difícil encontrar un taxi a estas horas. — Sí, tiene razón. No tenemos muchos taxis, ni tan siquiera de día en esta ciudad,’ respondió la señora M. — ¿En serio? — Eh, ¿por qué no nos quedamos simplemente hablando toda la noche? ¿Tiene planes para mañana? — No, decidí no marcarme ningún programa fijo durante este viaje, pero no quiero molestarla. —No importa. Estoy encantada con una oportunidad así. ¡Será divertido! Oh, ¿le gustaría ver mis obras de arte? — Oh, recuerdo que mencionó que ahora no estaba abierto, o algo así al abrirme. ¿Qué quería decir? — Estaba demasiado oscuro para ver el cartel de la puerta. Esto es una galería de arte. Toda la casa es una galería. Este tipo de galería es bastante popular en esta ciudad. Hay complementos y adornos de pared en la habitación al fondo del vestíbulo, pero puede ver cuadros en todas las habitaciones. Puede disfrutar de la armonía de mis
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cuadros y sus marcos. Así que dejo que mis visitas deambulen por todas partes para disfrutar de la propia casa así como de mi arte. Entonces la señora M. encendió la luz en la siguiente sala. La sala era bastante distinta de la cocina donde habían tomado té hacía un rato. Había un cuadro inmenso en una pared azul y un gran sofá y una pequeña mesa. Había flores muy pequeñas y hojas pintadas directamente en la pared alrededor de la puerta. Había el mismo tipo de dibujos alrededor de la ventana, pero se detenían en la mitad del marco de la ventana. — Esto está a medio terminar. Quiero cambiarlo un poco desde la ventana de al lado de la puerta. La ventana de la siguiente sala sí que está terminada y me gusta mucho. Échele un vistazo. Ding-dong El extraño sonido vino de la habitación de al lado, donde estaban a punto de entrar — ¿Ha oído algo? — Creo que es el viento. Eche un vistazo por favor. La señora M. encendió la luz y encontraron una pierna en el marco de la ventana. ¿Es un ladrón? Un hombre estaba a punto de entrar en la habitación a través de la ventana. — Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!#$%&()=~|~&%$%&#$%& !!! La mujer pegó un grito en una voz increíblemente alta. Dong! Algo pesado parecía haber caído. Se oyeron unos pasos huyendo a través de la lluvia y las dos mujeres oyeron encenderse el motor de un coche. La señora M. estaba ahí quieta, su pequeño cuerpo temblaba. La joven estaba en el suelo, sentada sobre sus débiles piernas. El fuerte viento agitó las cortinas violentamente. La lluvia entró en la habitación y algunas gotas de lluvia les salpicaron en la cara. — Oh, entrará la lluvia. La señora M. cerró la ventana. — Tengo que cerrar las ventanas. Tengo que tener cuidado con los robos. ¡Eh! ¿Ha visto al ladrón ahora?
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— ¿Cómo? ¿Ladrón? Vaya, nunca he pensado en algo así desde que me mudé aquí. Eh, sea fuerte. ¿Está bien? La mujer estaba todavía sentada en el suelo en la misma posición. — Gracias. Le debo una. — Eh, ¿puede ponerse en pie? El ladrón ha huído gracias a usted. Ha sido muy valiente. Oiga, ¿qué le gritó? — Oh. La chica miró a la señora M. como si se acabara de despertar, pero parecía haber perdido todas sus fuerzas de repente. — Tenía tanto miedo… — Ay, todo va bien ahora. También he cerrado la ventana. Oiga, tomemos más té en la cocina y relajémonos. Después de llevar a la chica a la cocina, la señora M. volvió a la habitación de al lado y empezó a comprobar todas las ventanas. La señora M. hirvió agua e hizo té. Se lo bebieron mirándose a la cara. — Quiero agradecerle verdaderamente lo de antes. He tenido mucha suerte de tenerla conmigo. ¡Ha sido tan valiente! Nunca habría pensado en gritar cuando volví a Estados Unidos. — Vaya. Ya veo que he hecho algo muy peligroso. Pero recordé que alguien me había dicho que cuando un perro te ladra, tienes que chillar, y eso calmará al perro. — ¿Un perro? Bueno, pero me ha ayudado. — Que bien que no haya pasado nada. — De hecho, —afirmó la señora M.— En fin, ¿qué decía antes? — Ay, ¿he hablado en japonés otra vez? Sólo dije: “¡No vengas! ¡Vete!” Suena como lo que uno le diría a un perro en realidad. — Jujujuju —se río la señora M.. —Realmente, sí. Pero entonces, ¿por qué no gritó a los perros salvajes que se ha encontrado antes de venir aquí? — Oh… — Jajaja Estallaron en una carcajada. — Ei. Tengo hambre. Comamos galletas —dijo la señora M. y abrió el armario. Pero se decepcionó y lo cerró. — Lo siento. Ya no me quedan galletas. — No pasa nada. Quizá podamos hacerlas juntas.
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— ¡Eso es una idea estupenda! Tamizaron harina, la mezclaron con mantequilla… hicieron formas a su antojo y pusieron las galletas en el horno. — ¡Es usted buena! — No. Sólo he hecho formas al azar. — Ha hecho formas realmente únicas. Eso es fantástico. — No puedo hacer las mismas formas una y otra vez. Me aburro. — No tiene que hacer las mismas formas. Me ha hecho muy feliz. Es maravilloso hacer que la gente sea feliz sólo observando. ¡Genial!’ La señora M. se puso las manoplas y abrió el horno. Las galletas de formas variadas habían quedado preciosas. — ¡Probemos alguna! La señora M. empezó a coger galletas del plato. — ¿Qué es esto?’ — Es Kanji, Caracteres chinos. — Ah, son caracteres chinos. ¿Los japoneses también usan caracteres chinos? ¿Qué significa esto? — Oh, Sólo elegí algunos caracteres que suenan como su nombre, que encontré en su cuadro en la habitación de al lado. — Ya veo. ¿Con sólo esta letra ya se puede pronunciar mí nombre? — Sí. — Enigmático. Es interesante. Entonces, ¿esto qué es? — No es nada. Sólo me lo inventé. — Es bonito. Cogeré esta. ¡Está riquísima! — Ya, claro, es su receta. — Creo que están más sabrosas hoy que cuando me las hago para mí. Sonriendo, la señora M. se puso otra galleta en la boca. Cuando ya estuvieron llenas, se durmieron sin darse cuenta con la cara encima. Les despertó el piar de los pájaros. — ¿Ya es de día? Eh, despierte. Es de día. — Oh, buenos días. La mujer se levantó y se inclinó rápidamente. — Gracias por anoche. Y he pasado la noche aquí. No sé qué decir. Bueno… Ahora tengo que irme.
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— No, no, no se preocupe, por favor. Quiero decir que me lo pasé genial anoche. Por favor, siéntase como en casa. ¡Sí! Oiga, estoy planeando acabar ese cuadro de la pared que le enseñé anoche. ¿Le gustaría hacerme compañía? Enséñeme sus ideas como hizo con sus galletas, por favor. — Eso de ideas suena un poco exagerado. Me da vergüenza, pero suena interesante. Siempre he querido pintar paredes. — ¡Es un reto!’ Tan pronto como se lavaron la cara y tomaron el desayuno, fueron a la habitación de al lado y empezaron a pintar con brocha. — Ummm… ¿Es usted de Estados Unidos? — Sí, Soy americana. Vine aquí hace cinco años. — ¿Volverá a Estados Unidos algún día? — No. Nunca volveré. Me quedaré aquí tanto tiempo como pueda. — Humm. ¿Qué le trajo aquí? —Es una buena pregunta. La señora M. añadió una hoja con pintura azul. — Eh, sus hojas son todas distintas. Bien. Todas las líneas están vivas. Nunca dibuja la misma hoja de nuevo, igual que sus galletas. — No me había fijado. — ¿A qué se dedica en Japón? — Me atrevería a decir que soy una artista, bueno, en proceso, de algún modo. — Eso es magnífico. Así que por eso vino a esta ciudad. — No sé. — Sí. Esta ciudad está llena de arte. Estoy segura que puede ser artista. Cuando veo su forma de dibujar, siento como si me viera a mí misma cuando era joven. La señora M. miró hacia el infinito y esta vez hundió su pincel en la pintura naranja. — Yo era mayor que usted. Visité esta ciudad sola. Sólo traía el conjunto de pintar en mí maleta. Dibujé y dibujé, día tras día. Estaba completamente fascinada con esta ciudad y decidí que volvería aquí otra vez. Me declaré a mi marido, sí, estaba casada y tenía hijos, también, unos niños muy monos. Proclamé que volvería a esta ciudad 20 años después. Y de hecho volví aquí, con apenas una maleta. — ¡Es usted muy valiente! — No fue valentía. Para mí fue algo muy natural. Sinceramente, Tengo que admitir que quizá me he deshecho de muchas cosas pero que ahora soy feliz. Aquello fue un
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compromiso. Hoy paso unos días fantásticos. Creo que estos días fantásticos le esperan en el futuro. Pero quizá algo que tengo que decirle es que se prepare. — Compromiso. — Eso es. Pero no tiene que temer tanto. Uno sólo puede cargar un tanto. Si tienes más de lo que cabe en tus manos, no puedes andar porque tienes miedo de que te caiga algo. Incluso si puedes andar, si te cae lo más importante, te arrepentirás. Quizá pienses que deberías haberlo traído todo de una vez. — Es posible. — Juju, —sonrió la señora M. — Ahora dejemos de pintar. No deberíamos pintar demasiado. La luz del sol llegó a la habitación y la pared de la ventana resplandeció.
Antes de que sus pinturas se secaran, la señora M. estaba sola y empezó a apartar los pinceles.
Espero poder ver la obra de esta chica algún día. Creo que seré capaz de reconocer su obra cuando llegue el momento. Entonces comprobaré su firma. Si no puedo leer su nombre porque está en caracteres chinos, acabaré preguntando su nombre. Ahora, ¿qué más debería hacer hoy? La señora M. puso las manos en la cadera y miró por toda la sala.
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“Tinta mágica” Reseña del libro
escrita por Kei Kisarazu
Sachiyo Kaneko se ha involucrado en el SHO como arte moderno y ha estudiado las obras de caligrafía china clásica desde que empezó a aprender el SHO a los siete años. ‘Tinta mágica consiste en cuatro historias breves de sus obras posteriores al año 2000, cuándo estas empezaron a inclinarse hacia las formas abstractas. Este libro supera fácilmente lo que la gente imagina con la fórmula “colección de SHO”. Estaba más convencido con la fórmula “libro ilustrado de sumi”’, título que le puso la propia Sachiyo Kaneko. La tienda de plumas estilográficas que dispone de numerosos tipos de tinta, el antiguo castillo, el hotel que parecía un juguete antiguo, la casa-galería de la señora M. Cada decorado en su historia es como una fantasía y raro aunque no esté muy alejado de la realidad. La distancia hacia su mundo de imaginación está sólo al otro lado de una puerta. El tiempo pasa un poco diferentemente tras las puertas. Si describes el tiempo parándote en él, no se trata sólo de un cliché sino de un error. De hecho hay una calma de rocío matutino en un campo de cristal, pero hay el vigor de una caída que te puede suceder de repente, también en la montaña. Esta impresión, síntesis del vigor en la calma, puede aplicarse también para la parte y el partícipe principal de las cuatro historias, el sumi. Creía que el SHO sólo era una expresión de letras en formas, ¿pero acaso eso no es siempre cierto? Por lo menos las obras de Sachiyo Kaneko en “Tinta mágica” son completamente distintas del SHO tradicional. Son estampados, fotografías, líneas, puntos e incluso ritmo y respiración. Sí. Las obras de Kaneko bailan a través de todas las páginas. Se tumba en el suelo apretando las palmas y las plantas de los pies con fuerza para dejar marcas en la tierra. De golpe tensa su cuerpo y se pone de puntillas y despereza su muy delgado y largo cuerpo. Está bailando sola llevando el vestido negro más sencillo. Sin embargo sus bailes nunca son monótonos. Se pueden ver muchas capas de imágenes tras ella. El SHO tiene una historia increíblemente larga. El Sumi con el que la gente triunfo de mano en mano sin cesar fluyó hacia el tintero de Kaneko, Fue absorbido por sus pinceles e hizo profundidad de la luz y de la sombra. Las historias de “Tinta mágica” tienen un tema consistente que las atraviesa; el encuentro inesperado. Todos los héroes y heroínas se encuentran con alguien o algo y sus corazones se ponen a batir para volar. Tú, como lector, no eres una excepción. Una
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vez abras la portada de “Tinta mágica”, hay una gran oleada de SHO extendiéndose y encuentras a alguien nadando en el agua y saludándote con la mano hacia ti. Al final del libro Kaneko escribió que había hecho este libro para compartir el mundo mágico del sumi. Al leer su libro, me di cuenta que Kaneko también es la que está siendo atraída por la salpicadura del brillante mundo del sumi. Ella lo describió así: “el
sumi está demasiado cerca de mi vida y aun así siempre ha sido una criatura muy fascinante porque ha seguido siendo enigmática.” En la ultimísima página, las líneas de sumi están saludando y pasan de izquierda a derecha. No hay un fin. No puedes encontrar el punto en que retira su pincel del papel para mostrar que se acabó. Su tinta se queda todavía cayendo.
SHO: Se traduce como caligrafía china en muchos casos. Sin embargo, se trata de una idea completamente distinta de la caligrafía occidental. No son estampados de letras. No son para diseños. Incluso la escritura manual, por ejemplo el impromptu en cartas privadas, se consideran a menudo como SHO si contienen belleza con algún tipo de espíritus. Además, el SHO no se desarrolló sólo en China. Después de que proliferase en Japón, los japoneses crearon la forma original de las letras y desarrollaron distintos tipos de arte. Hasta un pasado muy reciente, las obras de SHO siempre incluían letras dibujadas, pero el último siglo nació una nueva ola. Presentaban los otros aspectos del SHO. Líneas, poderes creados por la llamada “pintura de acción” y mucho más. Por eso he utilizado la palabra SHO sin traducirla. Sumi: Se traduce como tinta china en muchos casos. Pero el sumi no es sólo un producto chino. La japonesa ha recorrido un largo camino para ser de una extrema calidad hoy en día. Lo que se comparte en “Tinta mágica” está dibujado con ese sumi japonés. Básicamente lo que llamamos SHO son obras que consisten en letras dibujadas con pincel y con sumi. Por lo tanto, sumi se utiliza a menudo como pronombre del SHO.
Referencia: ‘Sanpo Magazine vol.3’ publicado por Daisanpo Magazine 2009
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“Magical Ink” Traducción española y reseña ©copyright 2017 bySachiyo Kaneko Todos los derechos reservados http://www.ktintaochan.com/english/index.html
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