Sus piezas seducen al espectador y lo invitan a tocarlas, a experimentar de primera mano la sensualidad de sus representaciones estilizadas y equilibradas, ligeras a la vista, de líneas sutiles que sin embargo denotan contundente firmeza. La visión se fija sólo un momento y se desliza sobre el objeto lentamente, recorriéndolo de tal modo que su belleza aparece como una suerte de experiencia eléctrica en donde el sentido del tacto interviene agitando los nervios, provocando observar pausadamente, como actuaría el tacto al examinar por primera vez una nueva forma, con generosa demora para experimentar los valores táctiles de la obra de arte.