(también denominada Hombre de la azada, 1931) y Naturaleza muerta (1929), siendo ésta última incorporada al patrimonio del Museo. También participó del XXI Salón Nacional en el Museo Nacional de Bellas Artes con Los mirasoles (1931) y donó dos óleos Viejo y Flores (realizados en 1931) al Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata dirigido por Emilio Pettoruti. En el mes de junio de 1932 participó con las obras Retrato del pintor Musto y Ocaso, de la Exposición de artistas locales organizada por la Comisión Municipal de Bellas Artes en Rosario, en razón de que dicha comisión no pudo garantizar la realización del Salón de Otoño desde 1932 hasta 1934. En julio y octubre de 1932 inauguró sus muestras individuales en las sedes de la agrupación Signo de Buenos Aires (en el sótano del Hotel Castelar) y de Rosario (en el Salón Bleu de la Confitería La Perla). Su presencia en ese selecto espacio de arte revela la inserción en un ámbito prestigiado por sus pares. Emilio Pettoruti, por entonces Director de la Agrupación de Artistas Signo, prologó el catálogo de la exposición de Schiavoni donde manifestó “[…] la producción de este obrero del arte, habla de su entusiasmo, que le ha hecho lograr en su obra actual, telas plenas de sugestión de un mundo primario y dramático, realizadas con valores plásticos, que revelan su espíritu alerta. A Augusto Schiavoni hay que situarlo entre los pintores que en el presente están abriendo nuevos surcos en pro de un arte argentino.”69 También se refiere a la experiencia florentina compartida con él y con Manuel Musto, a las “andanzas nocturnas por las solitarias y nostálgicas callejuelas, o flanqueando el bello y famoso Arno”. Según Pettoruti, el maestro Giovanni Costetti ceñía demasiado a nuestro artista a “los viejos conceptos” en tanto que “ahora, es él y sólo él, quien piensa y obra, sin sugestiones ajenas”. Este obrar es atribuido a la “conducta de misántropo que observa en su pequeña villa de los alrededores del Rosario”. Las alusiones a un mundo primario y dramático y a la figura del artista como aislado, solitario, extraño y sugestivo nos reenvían de inmediato al ambiente florentino de inicios del siglo XX. Señalamiento que necesariamente se vincula con la presencia en el arte argentino de los años treinta de las distintas versiones de la figuración de nuevo cuño. Martha Nanni ha señalado que, al despuntar esa década, la coyuntura internacional adversa produjo el regreso de los artistas residentes en Europa que llegaron “con una nueva mirada” adquirida en la frecuentación de los museos y a través de la enseñanza transmitida por maestros como André Lothe, Othon Friesz y Le Fauconnier. Sumada a esas nuevas presencias en la escena cultural, la autora ha destacado otros
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Emilio Pettoruti, “Prólogo”, Augusto Schiavoni, op. cit., 1932.