La ya citada entrevista de León Benarós - uno de los pocos documentos que recupera la palabra del artista- permite acercarse al modo en que era tratado el paisaje en aquellas primeras décadas y, frente a una obra señalada por el crítico, Daneri declara: “Una impresión de Palermo (…) Es de 1914, un año posterior al cuadro de tonos violáceos que ha llamado [antes] su atención. Los pintores estábamos entonces en la corriente del impresionismo. De 1913 a 1915 el Salón Nacional no acusaba más registro que violetas, azules, amarillos…”. Más fauve que impresionista, la materia diluida de aquellos primeros años, se irá densificando con el paso del tiempo, en un gesto nervioso y distanciado. Más allá del peso que cobra el paisaje en los envíos al salón, aquel primer gesto de presentarse para el Centenario con una figura es, para nosotros significativo en cuanto iniciaba el género que cobraría, desde la década del ´40 un peso fundamental en su obra. En efecto es en la figura humana donde parece expresarse más claramente su zozobra frente a la época. Una distancia abismal separa, en este sentido, una de las primeras figuras conocidas Mi Madre, de 1907, de las obras posteriores. En esta, da cuenta de la maestría con que muy tempranamente trabajó en la figura humana: trabajada en una materia lisa, la figura de la madre es presentada en el centro de la obra en una vertical que va de la luminosidad del dintel de la puerta hacia el rostro y luego a las manos. En el extremo opuesto podemos situar a La pérdida del hijo, de 1945, la obra con la cual el artista alcanza el Gran Premio Adquisición del Salón Nacional, el máximo galardón posible. Como en la primera, la figura se ubica en el centro de la obra, pero el personaje carece de la mirada frontal – posi-
tivista, podríamos decir!- de la madre. Cabizbaja, la mirada perdida, el gesto corporal y el sillón sobre el que descansa la figura conducen, en sutiles diagonales, hacia la derecha de la obra, dinamizando levemente el estatismo generado por las verticales del fondo y reforzado por la figura misma, las rayas de la manta y las maderas del sillón. Identificada generalmente como su madre, la modelo es su hermana. Como señala un cronista, “la modelo preferida es su hermana; su presencia la adivinamos en muchos cuadros El libro de misa y en muchas figuras. Estas variaciones sobre un mismo tema – su hermana y sus autorretratos- revelan el mundo cerrado, recoleto de Daneri. Pocas cosas más entran en ese círculo familiar de paisajes y objetos”.16 Esa permanente insistencia de críticos e historiadores en el mundo cerrado del artista, ha impedido ver, a nuestro entender, detalles significativos17 que dan otra dimensión a su obra y la colocan mucho más inmersa en lo social que lo que habitualmente se la considera. En efecto, en La pérdida…, a la derecha de la imagen, casi diríamos que bajo el peso de ese detalle o a la altura de los pensamientos del personaje, se percibe en el fondo un cuadro con la imagen recortada de un soldado. Es 1945 y el detalle nos parece revelador: la obra, más que a un dato intimo señalaría las heridas de la Segunda Guerra Mundial. En 1937, Danerí fue
16
s/f. La Razón, 30/9/1961.
17
Daneri fue, por ejemplo, uno de los 100 primeros asociados a la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP), en 1925-26. Entre otros, estaban también Guttero, Falcini, Policastro, Riganelli, Pettorutti, Figari y Forner. Se evidencia así, pese a su aparente aislamiento, un interés en lo social que es habitualmente ignorado o silenciado. Agradecemos este dato a Alberto Giudici.
EL CANDIL, 1950 Óleo sobre madera 48,5 x 20,4 cm
12 13
Copia de catalogo daneri.indd 17
16/05/2008 4:13:19