Reencuentro con el espacio perdido. Arenys de Munt

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FINDESEM.A.A.

LAVANGUARDIA

DOMINGO,

22 DE JUNIO DE 1980

Reencuentroconel espaao

a memoria, decía Walter Benjamín, es una escenifi cación del pasado : con vierte el flujo de aconteci miento en cuadros escéni cos, los condensa en lugares concretos, en formas mensurables. Su trabajo es así, más que lectura del tiempo, tentativa de recuperar, para vagabundear libremente en ellos, espacios perdidos. Una labor de topógrafo, grávida de posibilidades y aventuras, y cuya confrontación al espacio real hace estallar —sueño poblado de sombras— como leve e iri sada burbuja. En la lista de espacios perdidos y frecuentemente evocados durante mi larga ausencia del país, el lugar en que solia pasar los veranos en mi niñez y adolescencia ocupaba, a causa de su tenaz recurrencia, un puesto central: aquel caserío de un centenar y pico de habitantes con sus huertos, colinas, viiedos, bosques de pinos y alcornoques, una veintena de masías, media docena de torres residenciales, una escuela minúscula y la iglesia de santa Cecilia a donde mi familia, do mingos y primeros viernes de mes, acostumbraba a trasladarse en tar tana. Allí, la congregación de feligre ses escuchaba el consabido sermón de mossén Lluís sobre la ominosa In moralidad de las playas vecinas y co mentaba luego, al concluir la misa, los últimos episodios de la guerra mundial: primero, con júbilo, las vic torias alemanas en el frente ruso; luego, con creciente inquietud, sus derrotas y el futuro incierto a que ex ponía al mundo la ceguera e imprevi Sión de las democracias. Las familias bien, que omitían piadosamente toda referencia a la del vecino Joan Casa nellas por el hçcho de haber escogido el bando perdedor, el de los «malos», nos iban a someter también, más tarde, a mis hermanos y a mí, a idéntica cuarentena en razón de nuestra notoria fama de «rojos»: según supimos luego algunos de sus miembros habían recibido una prohi bición expresa por parte de sus pa dres de acercarse siquiera a nuestra casa. La guardia civil, el somatén, ef recuerdo amargo de la dura repre Sión del 39 mantenian una apariencia de orden. El temor y miseria reinan tes aquellos años se disimulaban bajo una capa de cortesía y buenas mane ras. Las escasas y llamativas ausen cias al rito dominical eran severa mente criticadas. La expulsión fulmi nante de una muchacha que había osado aparecer en la iglesia con los

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brazos descubiertos hasta el codo fue la comidilla favorita de todo un verano... El caserío disperso en tornc a la iglesia de santa Cecilia pertenecía —pertenece—al término municipal de Arenys de Munt. El pueblo, escu rrido a lo largo de la riera que baja hasta la Sinera de Espriu, era visto desde arriba, como algo un tanto le jano: los trayectos se cubrían enton ces a pie, en bicicleta o en tartana por la serpenteante carretera de la di putación y, en mi memoria, el ca mino, aun por atajos y vericuetos, re sultaba insoportablemente largo, por no decir interminable. La última vez que visité Arenys de Munt antes de mi exilio debió de ser hacia 1961 o 62: la situación económica de la gente tendía a mejorar, pero el ago bio y mudez forzados seguían siendo los mismos. Durante más de quince años, el pueblo se convirtió en una imagen espacial, una escenografia de recuerdos. Cuando volví a él, España vivía en plena transición y Catalunya empezaba su lenta y penosa recupe ración del genocidio cultural fran quista. Recién salidos de la sombra, los partidos políticos abrían sus loca les, la población descubría con gozo la libertad recobrada, la opacidad an terior daba muestras de disolverse. Al Arenys de Munt de hoy —tan dis tinto del que, esfuminado y remoto, hostigaba mis sueños— voy a consa grar esta breve encuesta centrada en los cambios que ha aportado al pue blo la instauración de la democracia.

II término municipal tiene una extensión aproximada de vein tidós km.2 y un censo de alrededor. de cuatro mil quinientos habitantes. La agricultura, la industria, la construcción y el sector comercio y servicios se reparten, por partes casi iguales, a la población trabajadora del mismo. La primera ha disminuido de forma sensible en relación al pasado: gran número de huertos y la mayoría de viñedos que yo conocía han desapa recido del paisaje. Los payeses culti van ahora cerezas y fresas y se han reconvertido a la explotación in dustrial del clavel como en el vecino Maresme; para subsistir en los perío dos ((huecos» muchos se ven obliga dos a practicar el pluriempleo. La in dustria principal es la de géneros de ______

punto y fabricación de toallas (ocupa a unos setecientos obreros, en su mayoría mujeres) seguida en impor tancia por la metalúrgica (maquina ria textil) y astilleros (barcas de pesca). Rçabsorbido paulatinamente durante la época de bonanza de los sesenta, el viejo paro —hasta hace treinta años. casi la mitad de la población se buscaba la vida fuera de los límites del municipio— ha vuelto a surgir en los últimos meses: desde principios de año el número oficial de parados ha pasado de la veintena a más de un centenar. A esta cifra habría que agregar la del desempleo encubierto, sobre todo juvenil, que, si bien no ha adquirido aún las propor ciones dramáticas que reviste en otras zonas de España, empieza a ser alarmante. La inmigración no cata lana compone un 20 por ciento del censo: la más antigua se remonta a los años cuarenta, durante las obras de construcción del puerto de Arenys de Mar; la otra, es de fecha bastante reciente. Pero si, por motivos cultu rales y lingüísticos, esta última no se ha integrado del todo en el resto de la población, Arenys de Munt se enor gullece con razón del hecho de que no existe el menor gueto. La represión implacable del 39 y las difíciles circunstancias económi cas de la posguerra explican que el número de habitantes del municipio con acceso a la enseñanza superior haya sido increiblemente bajo. Todavía hoy, los titulares de un diploma universitario apenas alcanzan la cmcuentena. En estas circunstancias, la vida cultural bajo el franquismo era casi inexistente: quienes habían co nocido la política en la época republi cana procuraban hacerse olvidar y las nuevas generaciones crecían al margen de cualquier preocupación o actividad de índole social. Este vacío debia durar más de veinte años. Luego. conforme avanzaban los años sesenta, empezaron a manifestarse síntomas de cambio. Los jóvenes más inquietos, reunidos en el Centro Moral —único lugar que, por su carácter religioso, escapaba al estre cho control de los centinelas de la Falange—, organizaban conferencias y charlas en las que emergía poco a poco, aunque cada vez con mayor agudeza, una reivindicación nacional y lingüística. La prohibición de uno de estos actos —una charla coloquio de Angel Carmona— actuó en cierto modo de elemento detonador: convo cado de urgencia al Ayuntamiento, uno de sus organizadores, el actual

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alcalde Joan Miquel, fue amenazado por las autoridades locales y guardia civil por sus ((actividades catalanis tas». Desde entonces, de forma todavía solapada, pero ya sensible, la política hizo su reaparición en el pue blo. La opresión cultural e ideológica seguia siendo muy fuerte, pero la oposición al centralismo y la dicta dura comenzaba a coordinarse. Con la muerte de Franco y la tran sición democrática, los partidos polí ticos salieron de las catacumbas. Como los demás ayuntamientos de España, Arenys de Munt dejó de ser un pueblo de mudos —aparentemente ensordecidos por su propio silencio— para proferir y escuchar las palabras prohibidas o secuestradas. «La prí mera vez que vi la bandera comu nista en un balcón —me dice un vecmb de cierta edad— creí que era un engaño, me froté los ojos y me eché a llorar». Las elecciones municipales del pasado año dieron el triunfo a Esquerra Republicana, seguida de cerca por Convergéncia i Unió, la coalición PSC-PSUC y la alianza electoral Poble Unit patrocinada, entre otros .grupos, por el PSAN. Ello significaba legalmente la muerte del franquismo, pero el trauma provocado por éste seguía vivo en las conciencias y muchos sentían la ne cesidad de desembarazarse de él de una vez para siempre mediante la destrucción expeditiva y simbólica de sus símbolos. En mayo de 1979, Arenys de Munt se convirtió en noticia y su nombre saltó a los titulares de la prensa nacional y aun extranjera. El nuevo alcalde había decidido retirar la Cruz de los Caídos franquistas engida en la plaza de la iglesia y, al ser empujado por la máquina, el monu mento cayó y se hizo añicos. mmediatamente, la Falange anunció la or ganización de un acto de desagravio. La casa consistorial se vio inundada de cartas y llamadas telefónicas de amenaza mientras Fuerza Nueva resolvia enviar cinco mil militantes venidos de toda España para ocupar el pueblo y ((lavar la ofensa inferida a los mártires». Grupos fascistas habían reservado la totalidad de las mesas disponibles en los restaurantes. Ante las dimensiones que tomaba el asunto, el gobernador de la provincia desautorizó la celebración de la asamblea. Ciento cincuenta guardias civiles fueron despachados a toda prisa para prevenir la violencia y un pequeño grupo de falangistas se contentó con entonar el «Cara al sol’, brazo en alto.

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Qué cambios ha aportado al pueblo la instauración de la demo cracia? ¿Cuál ha sido su incidencia o impacto en la vida diaria de sus habi tantes? Cuando formulo la pregunta a Joan Miquel, el alcalde responde: —Desde el interior del Ayunta miento tengo la sensación de que no ha cambiado nada. El mecanismo burocrático continúa siendo el de an tes y creo que todos los concejales comparten mi frustración. «El cambio político nos ha venido condicionado por una serie de intere ses y poderes fácticos. Nuestro único apoyo ha sido el sostén popular. La gente acude libremente al Ayunta miento a protestar o exponer sus quejas. La transparencia de la gestión municipal es absoluta. No hay la menor tentativa de ocultar nada y, aunque ello no valga mucho, supone con todo una mejora respecto a la situación anterior. »Mi única preocupación o temor sería la de participar en una fase de transición que perpetuara el estado de cosas que nos legó el franquismo bajo su disfraz nuevo. Personal mente, creo que el cambio vendrá por evolución: la democracia no es un fin sino un principio; algo que se gana poco a poco, en lucha diaria. »La situación económica es grave. El pueblo no tiene una actividad co mercial autosuficiente: su vida de pende de la industria y por ello mismo es muy vulnerable. El pro-

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greso tecnológico, por ejemplo, puede liquidar a sectores enteros de aquélla. Es decir, el problema laboral se plantea en términos muy agudos. No hay muchos recursos —comercio, agricultura— y el porcentaje de paro es ya de un 70 por ciento, sin contar el de los jóvenes. Para mi, la mejor solución de cara a éstos sería la de orientarles hacia un trabajo creativo: fomentar el cultivo de las artes y ofi cios, dar nueva vida a la artesanía tradicional. El pueblo tenía antes una tradición artesana, como la del en caje de bolillos, que ha desaparecido o está en vías de desaparición. Hoy,

estas labores no son rentables, pero petido mi pregunta a una docena de pueden volver a serlo en un plazo re personas, algunas de las cuales no lativamente próximo, cuando la había vuelto a ver desde hace veinte gente enfoque la vida en función de o treinta años. Extracto a continua la calidad y creatividad y no sólo en ción unas cuantas respuestas. términos cuantitativos. En general, el ((El actual Ayuntamiento no puede pueblo es más conservador que hacer gran cosaç me dice un lec nuestro Ayuntamiento en lo que toca tor de Convergéncia i Unió. «Hoy, al problema ecológico. Para la mayo Arenys de Munt votaría por una can ría, lo que importa aún es mantener didatura pujolistica. Sólo una gran el nivel de consumo. Pero esta situa personalidad política como Pujol ción no puede prolongarse indefini puede transformar esta autonomía de damente y muchos jóvenes piensan papel en un estatuto al servicio de to ya de otra manera.» dos los catalanes.» En el mercado, en la terraza de «Lo más importante —contestael Hogar, en las calles del pueblo he re- propietario de una librería—es que la

gente ha perdido el miedo a las auto ridades. Ahora todo el mundo entra en el Ayuntamiento a hablar con el alcalde y nadie te pone como antes el revólver sobre la mesa. Nuestro único temor es que esto quiebre y vuelvan a mandar los que mandaban con Franco.» «Se habla mucho, muchísimo —opina un andaluz afincado desde hace tiempo en el pueblo— y vamos atras como los cangrejos. Antes no pagaba renta y ahora, sí. Tengo más libertad para hablar y decir, por ejemplo, que soy comunista, pero puedo hacer menos. Hoy, si vas a

Barcelona, como no lleves encima un arma, te pinchan y te roban la car tera.» «Ahora volvemos a ser personas. Esto, para mí, vale más que todo el dinero», dice un ex combatiente repu blicano. «j,Cambio? ¿A qué cambio se re fiere usted? Yo no me he enterado», me contesta un joven. ((La vida del pueblo durante el franquismo era como una película en blanco y negro —resumeun albañil—. Ahora, al menos, vemos el color de las cosas.»

Juan GOYTISOLO


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