La Cordillera #794

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12 9 DE NOVIEMBRE DE 2011

La Verdadera Libertad Por: Lcdo. Orlando Maldonado Aunque se encuentra en los diccionarios, el concepto libertad es uno abstracto, difícil de definir, que está relacionado a la facultad que le permite a un ser humano llevar a cabo una acción (o no llevarla) de acuerdo a su propia voluntad. Se supone que un ser libre no está atado a la voluntad de otros de forma coercitiva o subordinada. Como sabemos, la condición política de Puerto Rico tiene unas características muy particulares, sobretodo, cuando la comparamos con la de otros países. Así que, partiendo de la premisa de que somos una nación con identidad cultural bien definida, me pregunto y les pregunto si la libertad que se vive en este país es una verdadera. No cabe duda de que si la libertad sirve para que nos podamos revelar contra la mediocridad, entonces estamos hablando de verdadera libertad. Pero si lo único que nos permite la libertad que disfrutamos es tener la capacidad de llevarnos un bocado de comida a la boca todos los días o de ir a gastar el dinero que no tenemos a los centros comerciales, entonces esa libertad se queda trunca. Somos libres, pero cuando protestamos contra los abusos y las injusticias del gobierno, a la menor provocación, nos tiran encima el aparato represivo para que nos callemos. Somos libres, pero si levantamos la bandera puertorriqueña y defendemos nuestras tradiciones, nos acusan de comunistas y de anti-democráticos, y quedamos marcados para siempre. Somos libres, pero un sacerdote no puede colocar la monoestrellada en el púlpito de una iglesia, por que le echan al Vaticano entero en su contra. Y somos libres para ir a Disney World, a la Calle 8, al Bronx y a todos los estados de la “Unión Americana”, pero no para decidir algo tan fundamental para nuestra economía, como los es, por ejemplo, con cuales países podemos hacer

negocios. Gozamos de libertad política para elegir cada cuatro años a los gobernantes que nos engañan con promesas y sueños vanos, pero no podemos salir de ellos antes de que finalice su término, aunque hayan cometido barbaridades y robado hasta los clavos de la cruz, a menos que sean encontrados culpables de delito en un tribunal. En este país, la libertad permite a cualquier individuo aspirar, digamos, a ser gobernador, pero si se atreve a retar al incumbente, aunque sea del mismo partido, le hacen la vida imposible, y hasta ahí llegó la aspiración. Y claro que la libertad nos permite escoger entre azules, verdes, rojos y amarillos, esos mismos que mantienen descaradamente en un limbo permanente la solución del problema de nuestro estatus político. Seremos libres para hacer muchas cosas, pero que le pregunten a los que defienden el matrimonio de personas del mismo sexo o a las mujeres cuya libertad se ve amenazada cuando optan por someterse a un aborto para terminar un embarazo no deseado. Tenemos libertad para decir lo que pensamos, aunque nadie nos haga caso y nuestros reclamos caigan en oídos sordos; también para que la prensa responsable le cante las verdades al gobierno, so pena de caer en la “página de Cheo”. Y finalmente, somos un país libre que, irónicamente, vive subordinado políticamente a otro país libre, lo que por desgracia, convierte nuestra libertad en una burda contradicción y quizás, hasta en una quimera. Es que hay libertades y hay libertades. Por eso hoy continúan vigentes aquellas elocuentes palabras que pronunció el Dr. Ramón Emeterio Betances allá para el 1872: “Que triste espectáculo es ver a todo un pueblo disfrutando de unas libertades que cree tener, pero que en realidad no tiene”.

Camarero:

EL PRIMER HÉROE PUERTORRIQUEÑO Por: Jorge Manuel Díaz Rodríguez No hay nada mejor cuando en momentos de necesidad, o crisis, surge algún evento que hace que uno mire hacia otro lado y se olvide de los problemas inmediatos y se sienta mejor. Para muchos, las actuaciones de los atletas se convierten en actos heroicos. A través de la historia hemos tenido atletas que se han convertido en los héroes del momento, personas que han sido imitados en su caminar y que sobre todo eran dignos de ser imitados. Tanto bajo el sistema colonial español como el norteamericano, se le hacía creer a los puertorriqueños que éramos menos que ellos y que no teníamos posibilidad de valernos por nosotros mismos. Tanto fue el ahínco con que se nos traía el mensaje, que el pueblo puertorriqueño empezó a creerlo. En la década del treinta surge la figura de Sixto Escobar, el cual se convirtió en campeón mundial de boxeo. El pueblo puertorriqueño se emocionó y vio en Sixto algo así como un posible héroe. Aunque el pueblo lo estimaba, todavía existía el prejuicio de que todo lo que venía de E.U.A. era mejor. Sixto Escobar tuvo impacto, fue querido y respaldado, pero no era ese primer héroe que creara posibilidades de decir que estamos al nivel de los demás, ya que se trataba de un peso pequeño, totalmente bajo el prejuicio de la época. A mediados del siglo veinte llegó lo que cambiaría la vida y la historia de un pueblo que hasta ese momento había vivido bajo el auto prejuicio inyectado de ser menos que los demás, muy especialmente de españoles y estadounidenses. Para esa época surge la figura de un caballo de nombre Camarero. No tenía las características de ser un caballo pura sangre con grandes posibilidades, todo lo contrario, su físico y características lo alejaban de toda posibilidad positiva. Este caballo contra todos los pronósticos ganó 56 carreras consecutivas, estableciendo un ‘record” mundial de 55 el día 7 de agosto de 1955 y llegando a la número 56 un 17 de agosto del mismo año. Al día de hoy ese “record” de 56 victorias consecutivas sigue vigente y con muy pocas, pero muy pocas posibilidades de que rompan el mismo.

Este caballo se convirtió en una figura emblemática para los puertorriqueños. Durante su historial de victorias consecutivas, aumentaron las jugadas en los hipódromos y fueron muchos los que utilizándolo como base, lograron pegarse. Cuando el caballo corría, se paralizaba el país. Si usted entraba a un colmado, “restaurant” plaza de mercado, o alguna otra tienda, allí se encontraría con gente arremolinada, hombres, mujeres y niños, los cuales estaban pendientes a si Camarero ganaría una más. Cada vez que Camarero, se acercaba a ese “record” mundial, la tensión nacional y el entusiasmo aumentaban. La gesta del caballo dirigida a romper un “record” mundial fue cubierta por la prensa internacional y significó un auge definitivo en el hipismo boricua. Ese caballo convirtió a Puerto Rico en el centro del universo deportivo. Se comenzó a ver el nombre de Camarero en negocios, clubes, guaguas públicas, líderes políticos y en apodos a atletas sobresalientes. Lograr su “record” no fue fácil, ya que sus victorias siempre eran en condiciones adversas, muchas veces con 15 o 20 libras de peso adicional en comparación con los demás caballos. La figura de este caballo hay que verla fuera de la perspectiva del sólo hípico, hay que verla como un elemento emblemático, histórico y cultural de los puertorriqueños. Gracias a este caballo muchos puertorriqueños pudieron ver que pueden estar en el nivel de cualquier persona, no importando quienes sean estos y de dónde vengan. Yo no soy hípico y los que me conocen pueden dar fe que no creo en ningún tipo de juego ni apuestas, pero de eso no es que se trata cuando hablo de la figura de Camarero. Este caballo se convirtió en el primer héroe puertorriqueño y al día de hoy ninguna figura deportiva ha logrado una gesta más importante que el “record” mundial de 56 victorias consecutivas logradas por Camarero. Podemos sumar además que de 77 carreras en que participó ganó 73 y que al morir el 27 de agosto de 1956, por el área de su fosa pasaron sobre diez mil puertorriqueños. En fin, todo un historial para ser considerado el primer héroe puertorriqueño.


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