Revista AOA n°18

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Colección particular Ximena Gebhard.

Enrique Gebhard Paulus (Traiguén, 1909 – Santiago, 1978) por Osvaldo Cáceres González, arquitecto y académico.

Conocí a Enrique en 1947, en una reunión del Centro de Alumnos de Arquitectura de la Universidad de Chile en la revista Arquitectura y Construcción, donde él y Waldo Parraguez actuaban como colaboradores, y de quien yo conocía algunas obras desde los 40. Ahí vi fotos de proyectos de Gebhard que no se construyeron, como el edificio en José Miguel de la Barra, que hicieron después Marchant y Roi, creo que con participación de Bodenhöfer. Bucciardi, con quien yo colaboraba, decía que Enrique hacía los proyectos y luego no seguía cuando encontraba resistencia a sus ideas. Después fue profesor de Urbanismo en la Universidad de Chile en 1948 y se fue a Argentina para el Plan de Buenos Aires. Volvió a principios de los 50, cuando hizo la segunda etapa de Montemar. Enrique era una persona especial, tenía pocos amigos, era muy franco en el trato y radical en la crítica y valoración de su propia obra, de la cual decía haber “realizado pocas, pero todas buenas”. Era muy ortodoxo y crítico con lo que hacían los otros arquitectos de su generación, la del 38, compuesta entre otros por Parraguez, Jorge Bruno González, Aedo, Santiago Aguirre e Inés Frey, Dvoresky, Borchers e Isidro Suárez, de la Chile, y Valdés, Castillo, Huidobro, Duhart, Alberto Cruz, Luis Mitrovic y Mario Pérez de Arce, de la Católica. Criticaba mucho a los arquitectos que hacían obras distintas a la arquitectura moderna. Creo que fui uno de esos pocos amigos desde los 60, cuando se radicó en Temuco, luego de terminar su trabajo en la Dirección de Planeamiento del MOP, en el que crearon la primera División Regional del país, los Planos Intercomunales de Santiago, Valparaíso y Concepción y los Planes Reguladores de su nativa Traiguén y de Temuco, Loncoche y Villarica. La arquitectura se le hacía difícil, como a toda su generación. Derivó por eso al urbanismo, y terminó haciendo algunas obras a fines de los 60 en Temuco: el Centro Español, el Edificio Ribera y el Estadio Municipal, entre otros. Después, en los 70, trabajó en la Dirección de Transporte del MOP, donde tuvo a su cargo la habilitación del Aeropuerto de Pudahuel para la Asamblea de la UNCTAD. Después del golpe de estado estuvo preso alrededor de tres meses en el Estadio Nacional, donde su salud se deterioró mucho. En el “exilio interior” teníamos juntos el proyecto de hacer una revista que se llamaría Arquitectura 3 Ensayos. Partiríamos con un artículo de Enrique, uno de Isidro Suarez, y otro artículo mío. Cuando murió, en 1978, edité la revista, con un artículo suyo que armé con trozos de sus cartas y bajo el nombre “Amo la Arquitectura”, título de un libro que quería hacer luego, “Polarizaciones Estéticas en Santiago” de Borchers y un artículo mío sobre la arquitectura chilena de 1925 a 1975, para referirme a la generación de Gebhard. Considero que su obra es muy importante, partiendo por las primeras casas y el Pabellón de la Vivienda de principios de los 40, en la Alameda. De su obra se destaca el Hogar Hipódromo Chile, que está dedicado ahora a funciones administrativas y que tiene un mural de Javier Guerrero, realizado cuando terminó los murales de Chillán con Siqueiros, actualmente tapado por un cielo falso y que debiera recuperarse.

Gebhard en visita de obra del aeropuerto Pudahuel, Santiago, ca. 1972. /Gebhard checking work on the Pudahuel airport, Santiago, ca. 1972.

Como estudiante de Arquitectura de la Universidad de Chile, en 1933 Enrique Gebhard participó en el grupo que intentó producir una reforma, exigiendo la modificación de los planes de estudio y la incorporación de profesores con orientación moderna. Promovían la ejecución de talleres paralelos, concursos de rápida ejecución y sin correcciones, todo esto alejado de los cursos formales academicistas. El movimiento reformista no fue sólo un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, sino un intento por refundar la enseñanza de la arquitectura para ponerse a tono con los requerimientos que el siglo XX imponía en la formación de los arquitectos, quienes hasta ese momento en Chile seguían planes de estudio inspirados en la academia de Beaux Arts. Si bien no tuvo un éxito total, logró algunos cambios decisivos, como el reemplazo del director de la Escuela, asumiendo Juan Martínez como una solución de consenso: sin ser un arquitecto completamente comprometido con los postulados modernos, mantenía una postura a favor de la hibridación entre racionalismo y localismo, evidente en obras como el pabellón chileno para la Exposición de 1929 en Sevilla. También se logró la modificación de algunos planes de estudio, principalmente en los cursos de taller, donde se obtuvo una apertura a miradas menos academicistas.1 Suspendido de la universidad como consecuencia del movimiento de reforma,2 Gebhard se unió con Waldo Parraguez en el proyecto editorial de la revista ARQuitectura, que vio la luz en 1935 y de la que se publicaron seis números. Esta sería la primera revista chilena de arquitectura propiamente tal, inspirada en las revistas extranjeras que los editores conocían. Fue también la primera en poner en la discusión temas que en esos años sólo se debatían en círculos más bien estrechos al interior de las universidades, o en algunas reparticiones públicas para las cuales la ciudad y la vivienda eran parte de su competencia. Estas posturas se expresaban en artículos especialmente encargados y también con extractos de escritos y artículos de arquitectura, urbanismo y arte de autores nacionales y extranjeros. Entre estos últimos se encontraban Walter Gropius, David Alfaro Siqueiros, Joaquín Torres García, Wladimiro Acosta, Le Corbusier, Theo van Doesburg, Sigfried Giedion y otros.

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As a student at the school of architecture of Universidad de Chile, in 1933 he participated in the reformist team that fought for a change in the teaching methods, studies plans, and the incorporation of modern teachers, without the beaux-arts leaning that was usual in local schools of architecture. The aim of the reformist group was to put local architectural teaching at level with the needs of the new century, modifying the contents and changing the whole system of architectural education. Success was only partial, and the main result was the appointment of Juan Martínez as the school’s director, as a compromise solution: his name was acceptable to everyone, being a tradition-oriented architect with clear modern sensibilities, as is evident in his Chilean pavilion for the Sevilla Exhibition in 1929 and his School of Law building of 1938. For the students, the outcome was stronger, many of them being suspended from studies for one to two years, Gebhard one of them. Associated with Waldo Parraguez after being suspended, Gebhard founded ARQuitectura magazine in 1935, of which they would publish six issues until 1936. This was the first architecture magazine in Chile, inspired in European reviews that were known to the editors. It was the first one to present topics until then restricted to academic circles and public institutions related to the built environment. These matters were discussed in articles specially commissioned or written by Gebhard and Parraguez, or taken from international magazines, signed by the main referents of modern architecture, between them Walter Gropius, David Alfaro Siqueiros, Joaquín Torres García, Wladimiro Acosta, Le Corbusier, Theo van Doesburg and Sigfried Giedion.

Gebhard se unió con Waldo Parraguez en el proyecto editorial de la revista ARQuitectura, que vio la luz en 1935. / /Gebhard and Waldo Parraguez would join forces to publish ARQuitectura magazine, starting in 1935.

I met Enrique in 1947, at a meeting with the Students Council of the School of Architecture of the University of Chile at the Arquitectura y Construcción magazine offices, and of whom I knew some works since the 40s. At the magazine I saw pictures of unrealized projects, like the José Miguel de la Barra street building, that was later taken by Marchant and Roi, I think with collaboration by Bodenhöfer. Osvaldo Bucciardi, with whim I worked then, used to say that Gebhard drew the projects and then abandoned them when he found opposition to his ideas. He was later appointed professor of Urbanism in 1948 and moved to Argentina to work for the Buenos Aires plan, from where he returned in the early 50s, when he did the second stage of Montemar. Enrique was a special person, with few friends, very straightforward and direct in his criticism and evaluation of his own work, of which he said he had done “not many, but all of them good”. He was very orthodox and criticized the work of his generation. Among them Parraguez, Jorge Bruno González, Aedo, Santiago Aguirre and Inés Frey, Dvoresky, Borchers from the university of Chile and Valdés, Castillo, Huidobro, Duhart, Alberto Cruz, Mitrovic and Pérez de Arce from the Catholic university. He was very critic of architects that did different than modern architecture. I may consider myself one of those few friends since the 60s, when he settled in Temuco after his work at the Planning Department in the government, where he worked in the regional division of the country, and the urban plans of Santiago, Valparaíso, Concepción, Traiguén (his native town), Temuco, Loncoche and Villarrica. Work as an architect was hard in those days, like for anyone his age. For that reason he turned to urbanism. He did, however, some buildings in Temuco: the Spanish Center, the Ribera building and the municipal stadium, among others. Later, in the early 70s, he worked at the Transportation Department, where he designed the new passengers terminal at the Santiago airport for the UNCTAD conference. After the coup d’état he was held prisoner for around three months at the National Stadium, where his health suffered deeply. As “internal exiles” we had the idea of editing a magazine that would be called Arquitectura 3 Ensayos. The idea was to publish three articles, on by Enrique, another by Isidro Suárez and the other by myself. When he died in 1978 I finally edited the magazine, using some pieces of letters under the name “I love Architecture” a working title for a book he was preparing. Then “Aesthetic Polarizations in Santiago” by Borchers, and an article by me on Chilean architecture from 1925 to 1975, dealing with the work of Gebhard’s generation. I consider his work to be of the utmost relevance, starting with the first houses and the Housing pavillion of the early 40s. Among his buildings, I have a special preference by the Hippodrome Social Center, used today as administrative offices and containing a mural painting by Xavier Guerrero, done after his work with Siqueiros in Chillán. Today it is covered by a ceiling, and it should be restorated.

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