Risa japonesa

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Martínez tuvo solo el tiempo de avisar a sus inspectores que en cuanto el pobre hombre saliera del portal lo cogieran, sin hacerle daño y lo acercaran a la ambulancia que ya estacionaba allí hace rato. Rojas casi salió corriendo del portal con la pistola en alto, Suelves y Morales no tuvieron ningún inconveniente en bloquear al anciano que, en medio de estrépitos, maldiciones y llanto, no tuvo remedio que dejarse llevar por los dos policías. El pobre Rojas era muy bien conocido por Martínez porque tuvo que enfrentarse a él varias veces y fue desde la segunda vez que lo encontró que se percató de su afición de glotón a la morcilla. Esa vez, como lo conocían poco, tuvo que estar algún rato en la comisaria, antes que se hiciera cargo de él un medico. Casi se hicieron amigos, porque toda su gana de matar a su mujer se esfumó. Parecía una persona normal sin ningún problema mental, y a lo mejor lo era, tenia ganas de hablar con alguien que lo escuchase. Le contó de sus largos recorridos por toda España cuando era representante de zapatos y de pieles. En los tiempos en que el representante era alguien, repetía Rojas. Fue desde entonces que aprendió a gozar de la buena cocina, esa cocina antigua no demasiado elaborada, sin colorines ni espumas raras, sino esa fuerte que salia de las tradiciones españolas, cuando el cochinillo era cerdo, el ternasco era cordero y la ternera era ternera. Aprendió que su embutido preferido era la morcilla en todas sus variaciones convirtiéndolo en un verdadero conocedor. También Martínez aprendió muchas cosas de esa conversación, sobre la cocina y se podría decir sobre la vida, aunque estuvo hablando media hora con un supuesto loco. Hablaba con una tranquilidad de sus tiempos pasados que a Martínez le daba sosiego, no había rabia en sus palabras sino simplemente el recuerdo,más bien el deseo de recordar que casi pudiera revivir los acontecimientos. A lo mejor su locura estaba en esto, volver al pasado. Ese día en que Martínez fue a decirle la mentira de la morcilla para sacarlo de su cuarto y de su obsesión, la mujer que lo traicionaba, en realidad estaba solo en la mente de Rojas, le molestó contarle esa mentira. Lo hizo sobretodo por sus hombres que no le habían dicho nada de la operación y que, según él, eran demasiado previsibles y reflexionaban poco. Martínez se decía a 11


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