Prova terzo jaca new

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Introducción La tentativa con estas mis pobres lineas es dar un homenaje al director de cine A. Kurosawa y a su obra maestra, Rashomon. He ambientado la historia en un cuartel militar, porqué ese mundo, me parece plausible para hilvanar una aventura sin tener que copiar el original. Asimismo, mientras que escribía, tuve las ganas de intentar de dar un final a lo que tenía ya la palabra fin. Tal vez se trate de una tentativa infantil, pero cuando era niño, viendo una película, leyendo una historia, pero sobre todo con películas, siempre me he preguntado lo que pasaría después de la palabra fin. Que otro cuento podría seguir si la ficción no hubiera impuesto la palabra fin? Y, siguiendo todavía mi ingenuidad, a menudo me cogía la idea de pensar, sobre todo en las historias con final feliz, si hubieran sobrevivido al pasar del tiempo, teniendo como punto de partida ese final. Aquí intento de escribir el homenaje y continuar la historia después del final.

Parte Primera

UNO – General y Coronel “Soy, Barranco, el general Barranco. Estamos en un lío coronel Navarrete. Nunca se ha visto que mataran a un capitán, de esa forma, en tiempo de paz y en Jaca “ “Será difícil mantener las investigaciones cerradas a nuestro interior. El capitán no estaba solo. Estaba en compañía de una mujer” “Qué me estás diciendo Navarrete? “ “Lo que acabo de decirle” Como el general seguía callado, subrayando el impacto de la revelación, el coronel siguió su frío relato. 1


“las novedades o el misterio, según los hechos se miren, no han terminado. Tenemos cuatro testigos del asesinato y los cuatro son militares nuestros.” El coronel se detuvo un rato porqué le pareció que al otro lado del cable el general quisiese decir algo, pero siguió callándose, limitándose a ruidos que parecían carraspeos o gruñidos. Al coronel no le importaba un bledo de la opinión de su superior y continuó: “He puesto en estado de arresto a cuatro militares, dos mujeres y dos hombres. La cosa más extraña es que, a un interrogatorio preliminar, cada uno propone una versión distinta del acontecimiento”. “¿Pero que me estás contando coronel, estás de broma?” Después de un breve silencio cargado de odio hacia su superior, le repuso: “General, escúcheme bien, porque no lo voy a repetir, la situación está como le he dicho, incluso se puede pensar que haya un hecho más peligroso aún, es que no hemos avisado todavía a la policía. Añada al asunto que los cuatro que están en estado de arresto, son todos originarios de Jaca y de sus alrededores, como lo era el capitán, la consecuencia sería que tenemos encerrada una bomba a punto de explotar. En extrema síntesis esto es lo que tenemos en el cuartel. Los pocos originarios de esta zona son gente rica por el turismo o por la especulación edilicia. Son como un clan cerrado, cuando se enterarán de lo ocurrido, tendremos problemas. Estoy convencido que hace falta avisar ahora la policía, que lleve ella el caso. Me paro, usted conoce mi idea y usted más que yo tiene medios para enfrentarse con este asunto, piénselo general, estoy a sus ordenes.” No esperó en linea la contestación de su superior sino que la esperó, largo rato, después de haber colgado pero no llegó ninguna llamada. “Habrá ido a consultar su suboficial de servicio!” se dijo el coronel, pensando que se había equivocado con certidumbre de la llamada de su superior. El coronel tenía en poca consideración al general Barranco porqué pertenecía a esos militares que

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habían hecho la academia por tradición familiar sin tener la menor afición a su uniforme. Para él era como vestir una capa de carnicero o en el caso mejor, lucir los grados en algunas fiestas. Palabras como patria, rey, nación, bandera, defensa, eran un sonido o garabatos escritos sobre papel. Los que están en estado de arresto son: Raquel: recluta, amante del capitán Cerezo – Merche: cabo, ha sido amante del capitán Pablo: cabo de primera, instructor. Marido de una mujer que tuvo una relación con el capitán. Ramón: cabo.

Dos – El cuartel Estaban los cuatro en la parte a ellos reservada del patio de armas del cuartel, cada uno bastante apartado del otro. Sus caras delataban el profundo aburrimiento por la falta de actividad y la escasez de novedades. Pero el tiempo vino en su ayuda. Moviéndose rápido, las nubes formaron el cielo de un color gris uniforme como si fuera un mantel de plomo, roto por torbellinos a forma de rizos de color blanco, colgantes en varios puntos; hasta que no llegaron del norte nubes enormes de un color casi negro y antes que estuvieran en la perpendicular de donde se encontraban los cuatro, dejaron caer gotas gruesas que partían el aire con lineas oblicuas que iban a estrellarse al suelo como si fueran balas, formando un minúsculo cráter seguido de un ruido seco a cada llegada parecido al repiqueteo de un tambor. En unos minutos el cielo desapareció dejando caer un chaparrón de agua fina y fría. El coronel Navarrete decidió meter los cuatro juntos y que tuvieran una buena posibilidad de movimiento por si, sin demasiado agobio, se decidieran a decir la verdad sobre el homicidio del capitán Cerezo. Hasta ahora no logró ningún resultado El mismo coronel era partidario de la imposibilidad de sacar la verdad a hombres mentirosos y, a veces pensaba que era imposible 3


escuchar la verdad de nadie. Estaba convencido que los hombres dicen mentiras durante toda su vida cambiando a menudo de opinión, que es de donde nace y crece la raíz de todos los males. Casi no se acordaba de cuanto tiempo estaban encerrados, sin sus apuntes estaba perdido. De todas formas le parecía unos quince días. Se puso a correr a la salida del edificio donde estaba su despacho para cruzar todo el patio de armas, bajo la lluvia insistente. Le gustaban esos días grises y lluviosos. Llegó empapado en la zona donde se habían, por casualidad, casi reunido los cuatro militares que se movieron simplemente para saludarlo correctamente y luego se pusieron en la misma posición de antes como si fueran estatuas. Iba subiendo y bajando lentamente los peldaños del patio, diciendo de vez en cuando: “no entiendo”, lo repitió varias veces, “no entiendo como se pueda vivir en la mentira” una pausa y continuó sin que le hicieran caso, aparentemente. “No entiendo porqué la mentira tenga que ser la dueña de nuestras acciones, también arraigada encima de jóvenes como vosotros que tienen un porvenir. Además, siendo militares no sois como la gente común, yo incluido somos el ultimo baluarte contra el enemigo. Sea ese enemigo, Francia o cualquier persona que quiera estropear el orden establecido. Los civiles hacen muestra de querernos, en realidad nos odian porque a menudo hacemos el trabajo sucio que ellos ni quieren saber. Nosotros tenemos la misión de defender la nación, sea o no sea buena, las ordenes son nuestros principios e si no sabemos obrar juntos nos derrotarán.” La más atrevida de todos, Raquel, le dijo: “Perdone coronel, pero yo me he ido de casa para no sentir los sermones de mi padre, entonces le ruego de preguntarnos lo que quiere, sin discursos filosóficos” Nadie se maravilló de la contestación al coronel, porqué estaban convencidos de estar encerrados por un capricho del superior sumamente injusto. Por su parte el coronel no le hizo caso a las palabras de la mujer, pero le lanzó una mirada tan helada y cargada de desprecio que si hubiera

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tenido su espada le habría cortado la cabeza en el acto. Al coronel no le gustaban las mujeres soldado a pesar de que habían pasado ya muchos años de su entrada en el ejercito, decía que estropeaban la figura del militar, lo ablandaban, contribuían a hacer la caricatura de los soldados que gustaba tanto a los falsos de algunos periodistas que conocía bien, repetía, a veces. Se contuvo con grande esfuerzo y siguió con su refrán. No lo decía ligeramente, sus palabras eran la expresión de una convicción que lo hacía sufrir en el alma y físicamente. Su rostro era lo de un hombre triste y sin consuelo por estar delante de personas tan débiles. “Qué tenemos que hacer, coronel, repetir lo que hemos ya dicho en el primer interrogatorio?” dijo la cabo Merche. “Es un trabajo inútil” “Nada es inútil, si se trata de la verdad y en vuestro caso me temo que pronto tendréis que presentaros delante de un juzgado civil. Será un fracaso para el cuartel, pero antes que eso ocurra os mandaré a la calle. Os lo prometo” Como contestación al coronel se oía e repiqueteo de la lluvia, nadie se atrevió a pronunciar palabra. Continuando su paseo hacia arriba y hacia abajo por recorrer los peldaños, el coronel se calló. Fue Merche, otra vez, que tuvo el valor de hablar, los demás no se movieron mucho de su posición inicial, apoyados al muro o a una columna o sentados en el peldaño mas alto, como hizo el coronel, para protegerse de la lluvia que seguía cayendo fina y fría.

Tres – Testigos – I “Yo tenía que defender la parte sur de una dehesa y me había apostado justo al límite derecho, detrás de una grande encina. Al poco rato me llamó la atención, entre los arbustos, una parte de uniforme de camuflaje y pensé: he aquí el gamberro de turno que se mete con las bromas! Quise acercarme más antes de marcarlo con la puntería láser de mi ametrallador y me di cuenta que no había nadie y, peor aún que se trataba del uniforme del capitán Cerezo. La dejé enseguida y empecé 5


a preocuparme, porqué según mis cálculos el capitán Cerezo no tenía que participar a esa maniobra. Pues continué, encontré un pañuelo de nuestro regimiento que dejé donde lo vi. En ese mismo instante oí un ruido de frondas y de ramas rotas que se estaba acercando, me agaché entre los arbustos y vi pasar corriendo, casi desnuda a Raquel, con la uniforme de camuflaje abultada al pecho, se fue hacia el norte. A mi no me vio, porqué estaba corriendo en el sentido contrario al mío. Me quedé perpleja por la situación que, en ese momento, me pareció grotesca. Avancé con más animación pensando de encontrarme con algo diferente. En un claro, en medio de los arboles, estaba el capitán Cerezo en calzoncillos y camiseta, con las mano atadas en la espalda, la cabeza hacia delante y con una grande brecha en la garganta. Por el susto me habría puesto a huir, pero en el mismo instante, apareció de la nada un hombre, me asusté y di un salto atrás resbalando, me caí. El hombre, me parecía un vagabundo, se arregló los pantalones en la cintura y se puso a reír por mi caída y porqué no lograba ponerme de pie. De repente enfocó una senda, medio escondida, se lanzó corriendo y lo perdí de vista, oía tan solo los ruidos de las ramas que se alejaban. Me detuve un rato todavía en el suelo y luego decidí de volver a mi sitio. Pero cuando estuve allí donde me habían mandado, decidí volver a la base de encuentro de la compañía. Durante el recorrido intenté de reflexionar sobre lo acontecido, a pesar del miedo que tenía, me vino a la memoria quien podría ser el vagabundo, es un hombre muy conocido en el valle y en los alrededores, todos lo llaman Montero y a mi siempre me ha dado miedo. Sobre su persona, los mayores contaban cosas horribles, decían también que era muy rico. Luego me dije también que sí que vi al capitán, pero no estoy segura si estaba muerto o todavía con vida”. “Vaya ejercito” dijo el coronel, “afortunadamente que no tenemos que enfrentarnos con enemigos verdaderos. Luchamos tan solo contra nuestros fantasmas. Todo esto es difícil de entender!.” La lluvia continuaba a caer, a lo mejor había aumentado de intensidad. En el patio de armas empezaban a formarse pequeños charcos de agua marrón y en los muros blancos, recién pintados, se formaban dibujos por la humedad que parecían seres monstruosos presos en las paredes. 6


Raquel, llamada en juego por Merche, no se movió, siguió acurrucada y apoyada a una columna con los brazos cruzados sobre el pecho para combatir el aire frío. “Las mujeres sois todas iguales” fue el comienzo de Ramón. “Cada una defiende la otra” tal vez así juzgó el silencio de Raquel. “La verdad de los acontecimientos es otra y lo sabéis perfectamente, pero nadie quiere admitirlo porqué cada uno ha de encubrir a su diablito interior”. “Jajajajajajaj” lo interrumpió con una sonora carcajada Pablo, “quieres saber una cosa? Hay un antiguo cuento de estos valles sobre la brujas que dice que hacían sus festejos propio en la zona donde han construido la parte trasera del edificio del cuartel y se marcharon porqué no podían aguantar las mentiras de los hombres. Tú que eres blanco como la nieve, entiendes?” Ramón no hizo caso a la provocación de Pablo y empezó su relato, intentando de coger la mirada del coronel que, dándose cuenta de su intención, bajó los ojos y se puso a mover algunas pequeñas piedras delante de él en el peldaño. “Yo era al mando de un pelotón que tenía que penetrar en el bosque como exploradores. Vimos un grupo de enemigos en posición lateral izquierda a la nuestra. Tomé la decisión de que empezáramos a movernos de forma aleatoria para no ser un blanco fácil, con intención, si todo iba bien, de reunirnos en un claro del bosque que enseñé en el mapa. Seguí caminando en linea recta hacia el llano, cuando oí voces de un hombre y una mujer. Para mi no fue una grande sorpresa, porqué sabía que ese bosque era frecuentado a menudo por las parejas que querían estar en intimidad. Lo lógico habría sido no organizar una maniobra en ese lugar, pero ahora es inútil quejarse. Total que vi al capitán Cerezo y a Raquel. Lo que me maravilló sí fue que ambos tuviesen el uniforme de camuflaje, pero luego, pensándolo bien, me di cuenta que hicieron una buena jugada. El capitán no tenía que estar en la maniobra, Raquel, al contrario sí, entonces eligieron el uniforme correcto. A parte de eso me parecía que estuviesen discutiendo, el capitán le tenía las manos, pero no como si

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las estuviese acariciando, sino con la intención de sujetar a Raquel para que no se fuera. Me sentía incomodo y sorprendido de estar escondido detrás de un arbusto, tendido al suelo, con la intención de escuchar lo más posible. El capitán estaba ligeramente rojo en la cara, tal vez por el esfuerzo de retenerla o por lo que le decía la mujer, que, al contrario era estupenda, nunca la vi con esa luz, aunque fuera de origen indiana, su piel parecía que emanara un brillo mágico, los ojos negros se fijaban sin miedo en el rostro del hombre que parecía asustado. Raquel quiso puntualizar: “Ahora te acuerdas de mi origen? Que importa? Acaso no hago lo mismo del trabajo que haces tú? No me lo esperaba que hablaras de mis orígenes! Además yo nunca he visto la India. Un golpe bajo que define más que otra cosa el hombre que eres!” He dicho solo la verdad, porqué te molesta?” Raquel se calló volviendo la cara a otro lado sin dar ninguna otra contestación. “Puedo continuar o tengo que esperar tu permiso?” Raquel no hizo ni un movimiento. Entonces Ramón reanudó su cuento. “Pues, me acerqué más para entender mejor, fue entonces que oí de Raquel, con voz tranquila: “estoy harta de ti, me invitas solo cuando tienes ganas, yo quiero una vida cómoda y esto también quiero hacerlo bien y no cinco minutos para satisfacerte y luego adiós” y el capitán, casi quejándose la rogaba que lo perdonara, prometía que terminarían pronto esos encuentros. Le hablaba intentando de besarle las manos que parecía que resbalaran al toque de sus labios. Finalmente se oyó una carcajada seguida de estas palabras: “aquí tenemos problemas? será Montero a solucionarlos? Jajajajajajaja” los dos se quedaron inmóviles y yo me escondí más que pude. Era una voz fuerte, el capitán, más pálido que nunca sacó del cinturón la bayoneta, sin demasiada convicción, Raquel, no parecía asustada, su cara era la de una mujer curiosa, hizo un paso atrás y, apartando las frondas, salió Montero con una sonrisa gris amarilla, con la barba mal afeitada que le daba un aspecto hosco, marcado también por un pelo negro y medio sucio.

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Qué estáis haciendo aquí a molestar mi reposo? Dijo como fuera una declaración de posesión de esa zona. Raquel y el capitán se miraron a los ojos sin poder decir ninguna palabra. Fue Montero que habló: Jajajajaj, ya entiendo, tú capitán no le hiciste nada y ella se queja de tu incapacidad, jajajajaj, se le ve en los ojos. Pues será Montero que te resolverá el problema, déjame la mujer, te la devolveré como nueva, jajajajajaja. El capitán hizo un paso hacia Montero que retrocedió: tendrás que pasar debajo de esta y enseñó su bayoneta. “Ah, un duelo a la antigua por el amor de una mujer. Si gano yo, ella viene conmigo y si pierdo contigo. Uuuuhhhmmmm. Está bien, acepto, que no se diga que Montero es un cobarde! Raquel no dijo una palabra, no tenía ni miedo ni otra cosa, parecía divertida, su sonrisa estaba llena de ironía. Se puso de lado, tanto que con los pies casi rozaba mi hombro izquierdo. Aprovechando del alboroto que hicieron los dos en su lucha de mentira, parecían dos niños, uno se acercaba y el otro iba hacia atrás, también yo me escondí mejor. Levantaron más polvo que enfrentarse de verdad, aunque Montero hubiese sacado una larga navaja, parecía que tuviese miedo de usarla. Luego, en este saltar de un lado al otro sin tocarse, el capitán resbaló y le cayó de la mano la bayoneta, Montero rápido como una serpiente se le echó encima y lo inmovilizó, poco después pudo atarle las manos detrás de la espalda. Se quedó el capitán con la cabeza gacha y humillado. Con una sonrisa de alivio y resoplando por los saltos, cogió de la mano a Raquel que gritaba, no, no, por favor te lo pido , pero iba donde quería el vagabundo. Poco después desaparecieron y se hizo silencio. El capitán no tenía la fuerza o las ganas de levantar la cabeza. Yo casi no creía a lo que había visto, me parecía de estar en medio de un cuento de brujas, no por el miedo, sino por lo que acababa de ver: un capitán cobarde y una mujer que iba con un desconocido, dejando al amante. Cuando volvieron donde estaba el capitán, Raquel se estaba vistiendo y Montero tenía el aire de un hombre satisfecho. La mujer lo abrazó diciéndole que la llevara consigo, pero el parecía perplejo.

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“Qué hacemos con este hombre, a mi él no me ha hecho nada?” Ella insistió: “lo dejamos aquí, alguien lo encontrará! Por favor no me dejes, quiero irme. Si me dejas me matará, no lo ves como me mira?” El capitán la miraba con la cara torcida y una media sonrisa cargada de odio, si hubiera tenido las manos libres es posible que la hubiera matado. Montero, a pesar de las insistencias de Raquel, seguía siendo dudoso y se rascaba la cabeza. Por fin se acercó al capitán y lo levantó: “No tengo nada contigo pero esta mujer me suplica y puede ser que con ella tenga la posibilidad de empezar una nueva vida, una vida legal, una vida que no sea de vagabundo” “Piensas que de una injusticia pueda nacer algo bueno? Lo digo a ti Raquel, has borrado en un momento todo lo que ha habido entre nosotros por la novedad que representa este tipo, creo que no lo lograrás.” “Dile que se calle, haz algo en vez de estar allí como alucinado” Sin decir una palabra pero excitado, levantó al capitán, lo desnudó, dejándolo en calzoncillos y camiseta, con las manos atadas detrás. “Ahora sí que eres un hombre. Te quiero, me gustan los hombres fuertes”, y la mujer intentó de acercarse a él que se le alejó de varios pasos. “Eh, los hombres! Vamos Tenemos prisa. Hay una maniobra militar en esta zona y quiero alejarme cuanto antes de la vida antigua.” Montero rabioso, con la navaja extendida hacia Raquel, le dijo: “no me provoques, todavía no sé si vendrás conmigo”! “todos iguales los hombres, pero luego harás lo que digo yo”, y dio media vuelta dándole la espalda” Montero se lanzó hacia ella pero, desgraciadamente, tropezó en una raíz que sobresalía del suelo y 10


cayó encima al pobre capitán, clavándole la navaja en el cuello. Los dos fueron presa del pánico, iban de un lado para otro, sobre todo Montero parecía un león en una jaula, se acercaba al capitán y luego iba hacia la mujer con las manos levantadas hasta que Raquel le cogió de la mano y lo arrastró hacia una senda en el bosque donde desaparecieron. Por lo que sé yo no estuvieron demasiado rato juntos, porqué Raquel la encontraron dos días después, enfriada y hambrienta, a lado de una casa en ruinas. Supongo que ella, por lo menos esto lo podrá confirmar. De Montero creo que no se sepa nada hasta hoy.”

Cuatro – testigos II Se hizo silencio en la pequeña zona del patio de armas donde se habían establecido los cuatro y el coronel, se oía solo el tintineo de la lluvia que no paraba de caer de un cielo negro amenazador. “Tú no dices nada Pablo? Además eras muy amigo del capitán, creo también pariente por parte de su madre.” “estás bien enterado de todo, Ramón, te gustaría también hacer el juez entre nosotros, para que tu rabia pueda golpear a cualquiera o más bien a todos! Eres un mentiroso a quien no confiaría ni un céntimo.” “escuchad el Catón del cuartel! Me parto de risa. Tú que ibas con las mujeres que dejaba el capitán, tu grande amigo, nada más que prostitutos sois al sueldo de quien manda en esta mierda de ciudad”. “Porqué no has hablado así al coronel en vez de darte aire del buen soldado, todo sí señor, a sus ordenes señor. Tú sí que eres un cobarde. Te contaré mi historia de lo acontecido, pero no quiero que me interrumpas como es tu costumbre para que las personas se harten y te den la razón a causa de tu molestia.” Ramón se limitó a una sonrisa irónica, contento de haber obligado a Pablo a proponer su versión.

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Pablo parecía triste y con poca ganas de hablar, estaba apoyado a la columna central con los ojos mirando hacia el suelo. “Era el único que esperaba de ver muerto al capitán” todos volvieron la cabeza hacia él afectados por lo que había dicho. Solo Ramón siguió mirándolo con dibujada en el rostro su sonrisa socarrona. Sí, eso es, el capitán tuvo una historia, aunque corta, con mi mujer. Lo he odiado y me lo veía casi todos los días en el cuartel. Amaba a mi mujer en aquel tiempo, se puede decir que compartíamos todo.” Le escapó una risa a Ramón que contuvo enseguida. “No sé como la conoció, supongo en una de esa malditas fiestas de regimiento. Desde entonces, por una temporada, mi vida fue un infierno. Luego mi dolor se suavizó, tuve ocasión de hablar con él y aclaramos muchas cosas y me separé. Pero todo esto ya pertenece al pasado y que de vez en cuando se asoma y me hace sufrir. En el bosque yo procedía del lado norte hacia este y me encontré enseguida con ese llano donde vi claramente al capitán y a Raquel. Pero antes quiero poner en claro una duda. El comandante de la maniobra era el teniente coronel Valdés, un militar bueno, inteligente y querido por todos, pero ese día creo que se equivocó o tenía un plan que desconozco, porque envió varios pelotones hacia el lado este y la cosa carecía de sentido porqué íbamos a dejar descubierto sobre todo el centro. Poco importa en referencia a mi relato, se trata de un simple pensamiento. Entonces me agaché como un idiota, como si fuera yo que tenía algo de esconder. Pero ya era tarde para corregir mi tontería porqué oí que hablaban entre ellos de planes de huida y de amor. El capitán estaba sentado, apoyado a un árbol, y Raquel casi tumbada sobre sus rodillas, él la sujetaba con la derecha en un abrazo. Hubo un momento que se levantó el aire y por el ruido de las frondas no pude oír bien lo que se decían. Un aire fresco y agradable, como una ráfaga que, me pareció, hizo 12


estremecer a los dos que se besaron con pasión. De repente salió de mi lado izquierdo un vagabundo, ni me percaté de su presencia antes que apareciera, se puso en medio del llano bostezando en la manera más indecente que haya visto. El capitán se levantó rápido y le dijo: “qué quieres? Vete de aquí y no molestes!” “Jajajaja, veo que tienes una tórtola, a lo mejor está blanca o no? Jajajajaja. Este es mi territorio, apuesto a que tú no lo sabias? Vete tú! O no, sí vete tú y déjame tu pajarito! Jajajajaj. Eres un cerdo y pagarás por tu desfachatez. Sacó la bayoneta y por un momento el vagabundo se quedó sin saber que hacer. Luego él también desenvainó una larga navaja y se puso en actitud de luchar. En mi cabeza tenía una maraña de pensamientos. Era verdad lo que veía o era un sueño? Qué maldición podía haber producido semejante situación? Los dos empezaron a enfrentarse de verdad, lanzándose uno contra el otro con la intención de hacer daño. Con un certero golpe, el vagabundo desgarró el uniforme del capitán a lado del cuello, en la parte derecha, le brotó sangre pero la herida no era profunda. Con más furia se puso a luchar el capitán que logró darle en las costillas, luego una esquivada, un lance, un ataque; poco a poco se alejaron del llano y los perdí de vista. Raquel en todo este tiempo no había dejado de gritar, “por favor, parad, os vais a matar, que alguien me ayude. Estaba casi echada al suelo con las piernas dobladas, la cara en el polvo tapada por ambas manos. Gritaba y lloraba. Los dos habían desaparecido. Me puse a esperar bastante rato desde cuando no se oían ruidos de frondas y de metal junto a los gritos de los dos hombres, incluso Raquel se había callado. No sabía si ir hacia la mujer y en aquel momento aparecieron los dos duelistas conversando y riendo entre ellos. Me quedé asombrado de ver a los dos en esa actitud y también Raquel se quedó atónita, se quitó las manos de la cara sucia de polvo y lágrimas. No pudo salir ninguna palabra de ella. El vagabundo decía al capitán como viejos amigos: “Te lo aseguro, la tengo en mi refugio, es una daga antigua, tiene el mango tachonado de joyas. Si no me crees, ven conmigo que te la enseño, a lo mejor puedes hacer un buen negocio”. Os lo aseguro que no creía a lo que oía. Poco antes intentaban matarse y casi lo lograron. Dejando 13


asombrados a todos, ahora se iban a contratar un asunto como si lo de antes no hubiese ocurrido. Llegaron al refugio del vagabundo, una casucha bien escondida, que empezó a enseñarla al capitán, sobre todo las cajas donde, en algunas, sobresalían partes de tejido, pero, al agacharse para intentar de abrir una, con un movimiento rápido, se dio media vuelta y clavó la navaja en su cuello. Salió la sangre a borbotones pero el capitán se quedó como paralizado por la sorpresa, tanto que asustó al vagabundo que dio un paso atrás, el capitán con los ojos ya vacíos, cayó de rodillas y luego se dobló, lentamente, hasta a apoyar la cabeza al suelo, se quedó en la misma posición en que estaba Raquel cuando suplicaba a que no se pusieran a luchar los dos. El vagabundo volvió adonde estaba Raquel, todavía de rodillas, le echó una mirada inexpresiva y se fue corriendo” El coronel se levantó lentamente, comprobó que seguía lloviendo y dijo: “para hoy es suficiente, las mentiras persisten y aunque sean evidentes las contradicciones, ninguno quiere ablandar su orgullo.” “Es usted que interrumpe nuestras declaraciones, nosotros estamos disponibles a decirle todo lo que ha ocurrido” “Ya, estáis disponibles a decir toda la verdad! Tú Raquel decidida a confirmar que querías cambiar vida, que no fuera entre estas cuatro paredes del cuartel, pero no sabes decir que vida quisieras. Ya veremos los próximos días junto con un comisario de policía, mi deber me lo impone. Esto es todo.” Fue Raquel, otra vez, que se enfrentó al coronel: “ahora tiene que escuchar aún mi versión, porqué quiere marcharse? Primero nos ha empujado a hablar y ahora quiere irse sin que todos hayan presentado su historia! Porqué coronel, tiene miedo de algo? Tiene miedo de una pequeña mujer indiana? El coronel se volvió a sentar sin decir nada. Sabe con qué empiezo, con una gran carcajada, jajajajajajajajajaja, referida a quien? Está clarísimo, 14


referida a los hombres, sobre todo a esos dos que han intentado de estar entre mis piernas, pensando de ser muy majos y valientes, esta es mi respuesta: jajajajajajajajajaja. El capitán no podía estar dos días sin una mujer a su lado, se hubiera sentido inacabado. A la desgraciada que le tocaba de estar con él, porqué la naturaleza nos ha hecho una mala jugada, nos ha dado el sentimiento materno y esto es tan fuerte a pesar de los hombres, que nos empuja a estar a lado del los “machos”, que, sin cualquiera de nosotras habrían sentido demasiado la falta de valor que tenían. La incapacidad de escuchar era su característica más evidente y el egoísmo la actitud más constante. Se envalentonaba detrás de su uniforme que limpiaba continuamente y el hecho de que lo hubieran nombrado capitán, ese que tiene el mando, le parecía de tocar el cielo. Solo le gustaba decir, “te quiero”, en la intimidad y marcharse cuando no la necesitaba más. Solía fardar con los amigos su capacidad de conquista. Nunca se ha dado cuenta que en sus “conquistas” de don Juan, a menudo, la ultima palabra era de las mujeres. No ha habido ninguna mujer que no fuera ella a dejarse conquistar. Tan solo en este mundo machista nos hacen pensar lo contrario. Del otro que decir! No es nadie, un perro de compañía que no sabe que camino coger si no se lo indicas. Sí, un hombre fuerte que puede darte la ilusión de la novedad. La ilusión de poder empezar algo nuevo, partir de cero sin la sombra de la modernidad. Una ilusión infantil. Porqué la realidad te enseña enseguida que es un hombre que huele como los demás, que tiene miedo a las enfermedades como un niño y que a ti te toca lo tuyo y lo suyo. No merecen la pena ni él ni el otro. Hay que aprovechar del momento mágico que dura un instante y saber que lo puedes repetir pocas veces. Ya está. Los hombres no merecen la pena. Otra mala jugada de la naturaleza. Pero estas cosas ya la sabéis por experiencia y es inútil que lo repita. Los hechos de ese día! A menudo lo que ves no es como aparece. Con el capitán estábamos allí para acabar con la relación, el muy cerdo ya tenía otra. Quería que pagara su traición, lo quería con todo mi corazón, pero cuando vi a Montero no tuve el valor de continuar con mi venganza y huí corriendo y corriendo sin volverme atrás. Hasta ahora el recuerdo de estos dos que se creían chulos 15


y que todas las mujeres tenían que caer a sus pies, me hace partir de risa y la imagen más clara que se me presenta en mi cabeza es su figura, de los dos, en calzoncillos con parte de la tripa que desborda junto con ese paquete inútil que tienen delante. El coronel se puso a reír tristemente y dijo: “Creo que Raquel tenga mucha razón pero no es suficiente para solucionar el embrollo y creo que, cada uno de nosotros tengamos nuestras culpas. Ya veremos los próximos días.” Esta vez se fue definitivamente sin preocuparse de la lluvia que había aumentado de intensidad y que iba salpicando la cara de los cuatro llevada por las ráfagas del viento.

Cuatro Bis – Testimonio del capitán Raquel, la más viva de los cuatro, comentó poco después de la ida del coronel: “Todos hemos escuchado la historia de cada uno, pero no sabemos lo que habría dicho el capitán Cerezo! Bueno tampoco sabemos la opinión de Montero, pero creo que un día de estos se dejará coger, no es un hombre que tenga valor.” La miraron de una manera que faltaba que añadiesen: “Estás loca, que vas diciendo? El capitán ha muerto, como se podría llamarlo para que diese su testimonio? Pero nadie abrió la boca para decir algo. Entonces continuó Raquel: “Si estuviéramos en una película o a teatro, ya habría aparecido algún truco para que hablara el capitán o se conocería su historia. Habría aparecido un espíritu o una neblina

parlante, se habrĂ­a formado una luz o habrĂ­a bajado del techo algĂşn testimonio con la

apariencia del capitán. Por qué esto no puede ocurrir en un libro, en una novela? Aquí también pertenecemos al mundo de las mentiras, quien decide cual es la verdad? No me contestáis nada porqué nadie os ayuda a hablar. Pero si lo pensáis bien tenemos un testigo privilegiado que puede contarnos todo lo que quiere y de quien quiere. Silencio total de vuestra parte! Os lo digo yo: es el 16


narrador, él sabe todo. Es él que inventa las mentiras y las verdades, si es que existen. Ha también inventado a nosotros, no estaríamos aquí sin él, por lo tanto, si quiere, puede decirnos la versión del capitán.” Cada uno se quedó en su sitio sin decir una palabra y parecía que estuviesen envueltos en un sopor que no les permitía casi de moverse. Los colores de la tarde cambiaron del todo, el gris oscuro se transformó en un indefinido gris amarillo y la atmósfera quebrada por relámpagos y truenos. El capitán Cerezo era un buen chico, sí le gustaban mucho las mujeres, creo que nunca lo haya visto pasear en la calle sin que tuviese una chica a su lado. Pero volviendo al acontecimiento que nos interesa, hay que decir que el capitán llegó en el bosque mucho antes que los demás, pero es mejor que lo diga él. “Tuve que ir mucho antes porque con las maniobras en acto y al mando del teniente coronel Alonso, tenía miedo que me descubrieran. Aunque, no estoy del todo seguro, pero, en esa zona, alguien estaba al acecho ya cuando llegué yo. Luego tuve la clara sensación que alguien se fue en el momento en que llegó Raquel. Mi deseo me decía de ir persiguiéndolo y por un rato lo hice. Raquel me llamaba, casi me imploraba de volver a ella y perdí la estela del mirón. Ya antes me había quitado el uniforme de camuflaje para no tener tanto calor y mientras volvía a donde estaba Raquel encontré a Montero que estaba intentando de acosar a Raquel. Me lancé encima de él, pero sin uniforme no tenía la bayoneta, tuve que luchar contra él solo con mis manos, al contrario Montero tenía una grande navaja. Luché hasta a agotarme y, en un momento de cansancio, Montero, por casualidad, acertó un gran golpe que me hirió a la garganta. Yo no paré, no sentía dolor, pensaba solo en defender a mi amor. Montero cayó varias veces por el susto y lo habría vencido, pero se puso en medio la naturaleza, empezaron a aflojarme las rodillas y no veía casi nada, pude decir, adiós mi querida, antes de desmayarme definitivamente.” Hubo un trueno más fuerte que los demás que hizo temblar todos los cristales de las ventanas seguido por un relámpago que dejó en el aire una instantánea de los cuatros militares como si se 17


tratara de un poderoso flash. Decidieron de marcharse, pero todos se quedaron, por varias horas, con la fotografía, sacada por el relámpago, grabada en la retina.

Parte segunda Cinco – Las vacaciones Una pequeña serpiente iba desplazándose lenta y ondulante, sobre las baldosas desiguales de la acera, a pocos centímetros de la tierra a lado de las casas donde alguien había aprovechado para plantar rosales preciosos que trepaban en las paredes. El movimiento sinuoso evidenciaba sus escamas de color marrón claro a los lados, que se transformaban en marrón oscuro, casi negro, en el dorso. Por sus recuerdos infantiles, él hubiera sabido que hacer. Un golpe seco en la columna, partiéndosela, con un pequeño bastón que ya había podido recuperar o, como segunda opción, cogerla con el mismo bastón y llevarla

a algĂşn sitio donde no serĂ­a un peligro. Su primer

pensamiento fue de matarla, era como un instinto que tenía dentro desde pequeño que le traía malos presentimientos. Las serpientes hay que matarlas, sus apariciones repentinas dan miedo, ese siseo que hacen cuando están enfadadas o tienen miedo, asusta. Son animales que hacen parte de nuestros temores ancestrales, recordó a si mismo como si fuera un refrán escuchado cuando era pequeño. Acercándose a esa maravilla de la naturaleza perteneciente a los animales de los más inquietantes, se dio cuenta que era una víbora, no del todo desarrollada, pero su cabeza triangular, la pupila vertical y la inequívoca evidencia de la cola, confirmaban que era una serpiente venenosa. No le importaba mucho si fuera peligrosa o no, le habría gustado cogerla con las manos para poder notar el estremecimiento de los fuertes músculos de ese pequeño ser. De repente pensó, porque matarla? Ni se había percatado de su presencia, ella continuaba su camino. Para él ningún peligro, pero decidió cogerla con el trozo de madera que había encontrado, para llevarla adonde? En el glacis, podía ser peligroso, con toda la gente que pasaba por allí, entonces, después de varias

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protestas de la serpiente que no se decidía a dejarse coger, la depositó en un campo cultivado. “Vete pequeña, habrá ratones o saltamontes en abundancia”. Pensó con una sonrisa de complacencia para si mismo. Eran las nueve de la mañana, el aire fresco traía olores de perfumes suaves que, mezclados con el frescor, daban una sensación de bienestar a cuerpo y alma. Decidió seguir su caminata con la esperanza de volver a casa y encontrar a todo el mundo con los planes para la jornada ya preparados. Cerca del mirador de las Canteras donde se abre la mirada hacia el valle y se perfilan las montañas al sur, sudoeste, notó, en alto en el cielo, el vuelo planeado y circular de algunas aves rapaces. Nunca lo supo a ciencia cierta, pero le gustaba pensar que se tratara de quebrantahuesos. Tenía una particular simpatía para esa ave, por el nombre y por su rara manera de alimentarse. A Martinez le gustaba mirarse alrededor siempre que estaba en montaña. Le gustaba poder encontrar algo nuevo, no hacía falta compartir lo que podría descubrir, lo importante era maravillarse, emocionarse. Pero pensándolo bien, se trataba de una actitud natural en él, solo que estando de vacaciones se sentía más relajado y le parecía una novedad en su manera de ser. Cada vez que seguía avanzando en su paseo, desaparecían los pensamientos sobre si mismo para concentrarse en lo que había a su lado e inevitablemente se asomaban en su cabeza los recuerdos de su mujer. Aunque hubieran pasado más de dos años de su fallecimiento, el recuerdo era vivo, presente y cada lugar tenía en si su presencia. A veces suavizaba sus angustias pensando a una persona que no podía ni nombrar, ni imaginar en su futuro. Por lo tanto era preciso volver a la realidad y enfrentarse con ella sin demasiadas ilusiones y sin mentiras aunque fueran hacia si mismo.

Seis – Vacaciones en familia Martinez había aceptado de ir de vacaciones con toda la familia, hijos, cuñados y sobrinas, para dar satisfacción a los chicos. Libre del trabajo, se sentía como aliviado de un peso, también más ligero 19


en la mente pensando que tenía por delante una decena de días de relajamiento. Pero, poco después, se infiltró en él una leve sensación como de pánico que se apoderó de su cabeza: “en una pequeña ciudad como Jaca no había muchas cosas que hacer, cómo pasaré todos estos días?” se dijo. Por la tarde, después de una cena en compañía y hablando de los planes para los días siguientes, había cambiado, otra vez, completamente de idea. Después de un paseo nocturno por el parque del centro y una parada en el bar de la plaza principal, la idea se le había borrado del todo, no había existido nunca. Los días siguientes transcurrieron en la manera más tranquila que pudiera esperar. Visitó todo lo que se podía visitar en unas vacaciones tan cortas. De todas formas, no pensaba que sus recuerdos fueran tan persistentes evidenciando una carga de angustia y tristeza, solo en parte aliviados por la ternura. Mientras todo el grupo subía en alegría a la peña Oroel, hizo voto a la Virgen de no hablar más de su mujer. Sabía perfectamente que estaría siempre con él. En cada paso que recorriera en los sitios donde habían estado juntos, el voto no le quitaría la nostalgia del recuerdo, pero, por lo menos no aburriría a los que estuviesen a su lado.. La peña es una excursión fácil, para mayores y pequeños, una caminata sin dificultad que permite, una vez llegados a la cima, de poder gozar del gran espectáculo del valle donde parece descanse Jaca, hasta divisar las cumbres mas altas de los Pirineos. Si se tiene la suerte de un día despejado, dando media vuelta hacia el sur, se puede reconocer la zona donde está el Monasterio de San Juan de la Peña. Después de la frescura en la punta por ese alegre aire que la roza suavemente y a veces con fuerza hasta doblando la hierba reseca como si fuera la melena rubia de un enorme caballo listo para dar el salto. Los días que siguieron fueron dedicados a los niños, libres de cansarse cuanto quisiesen en la pista de hielo. Martinez quiso dedicar un poco de tiempo a si mismo y cada uno hizo lo que le apetecía sin

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depender de planes o de ideas extravagantes. Él casi se escondió en el frondoso parque del centro con la idea de disfrutar del ambiente sin hacer nada y con en mano un libro: “El Juicio” de Kafka. Después de una hora pasando las hojas con atención, se dio cuenta que a lo mejor no era el libro adecuado para poder descansar. Dejó por fin las angustias del señor K. Para ir a pasear por el centro y distraerse mirando la gente y los escaparates. Pero a punto de cruzar la carretera principal, cambió de idea, quiso seguir adelante con la intención de llegar hasta el Cuartel Militar, atraído por antiguos recuerdos. No siendo un militar ni pidió si pudiera entrar por ser yerno del coronel C., pero lo que vio desde fuera le fue suficiente para renovar los recuerdos de las tantas veces que había entrado a comer, en el comedor de los Oficiales. Pudo darse cuenta que habían arreglado la fachada y renovado el color. La construcción era bonita, adecuada con el sitio veraniego de Jaca. De los tantos, quiso renovar la memoria de un recuerdo divertido cuando lo grabó en la cabeza y ahora le daba alegría pensando en el. “Estábamos comiendo y, como siempre, con su innata cautela e ironía mi suegro nos indicó que en una mesa casi a lado de la salida de la sala, se había sentado un general. Para nosotros una simple curiosidad mientras que para mi suegro, a lo mejor, era algo más, porque estuvieron compañeros de curso para el alto grado. Tanta premisa para decir que, aunque estuviésemos en un cuartel, la presencia de un general tenía siempre su efecto, porqué, cada militar que salía por haber terminado de comer, se veía obligado a saludarlo y él, naturalmente, a contestar el saludo. El general lo hacía con un gesto de la mano con aire de bonachón y una sonrisa que no era una verdadera sonrisa, abría la boca a medias y se quedaba allí como en suspenso, subrayando el gesto con dos o tres movimientos de la cabeza. Lo divertido, simplemente para mi, que hasta ahora no he compartido con nadie la anécdota, era que a intervalos regulares los militares dejaban la sala

saludando al

general y Ă©l contestaba, encontrando bastante difĂ­cil su deseo de comer, si a cada uno lo saludaba de 21


esa forma. La cosa me hizo reír también pensando que: o el señor general lo habían puesto allí porque no había sitio, a mi no me parecía, o él había elegido de sentarse allí para que todo el mundo lo viera y lo saludara. Yo creo en la segunda hipótesis, pero resultó que el general usó una táctica equivocada, falló el objetivo de comer en paz. “

Siete – El cuartel y la ciudad Se quedó bastante rato delante de la entrada del cuartel. Respecto a sus antiguos recuerdos le parecía que no hubiera cambiado nada, solo habían renovado las fachadas de los edificios, por lo que le permitía ver de su posición. Decidió seguir un poco adelante porqué vio un agrupamiento de militares que le parecía en agitación, a lado de una ambulancia. No se equivocó porqué entrevió que subían una camilla que llevaba seguramente una persona y en seguida la UCI se puso en movimiento con la sirena a tope, el tráfico se paró en la carretera y el militar a guardia de la entrada le dio paso con rapidez. Martinez hizo los pensamientos de siempre, en esos casos, “esperemos que no sea nada para la persona que llevaban”, aunque nunca pudo librarse del escalofrío que le producía la sirena. Decidió dar un largo paseo para olvidar la tristeza que le había entrado en la cabeza a causa de la ambulancia. Se fue hasta el nuevo centro deportivo, pero como la estructura de los edificios no le decía nada y no lo invitaba a quedarse más: o eres un deportista o que vienes a hacer por aquí? Entonces empezó a trepar la carretera que lo hubiera llevado al centro de la ciudad. Llegado al lado de la entrada del parque central, estaba, otra vez, indeciso si meterse en el centro de la ciudad o continuar y dar un paseo en el verde prado de la ciudadela. Se conformó con la segunda opción. Mientras se encaminaba hacia el monumento identificativo de Jaca se puso a pensar, sin un orden lógico o científico, sobre esa ciudad y los que vivían allí. Los días que pudo pasear en las calles del centro, para comprar pan o otras cosas, le parecía de estar en una calle de Zaragoza. Se veían personas vestidas con ropa de veraneo, se notaban olores típicos de las cremas de protección solar, se veían muchas personas con gorro, las mujeres, por lo menos en 22


el mediodía, vestían ligero y coloreado, siempre, o casi, con algún artilugio en el atuendo que permitiese enseñar un poco de piernas. O sea, era del todo evidente que la mayoría de la gente eran veraneantes. Entonces donde estarían los jaqueses? Seguramente trabajando o a su vez de vacaciones a disfrutar de los beneficios del crecimiento de la ciudad. O eran tan rápidos al salir de casa y volver enseguida en su guarida para que no se contaminasen con los bárbaros de la ciudad? Ideas y consideraciones desordenadas tal vez sin sentido. Puso los pies en el glacis a lado de la entrada principal de la ciudadela. El verde oscuro y brillante de la hierba hacía contraste con el color marrón y gris de la fortaleza. Le llegaban ecos lejanos de soledades en las guardias interminables de los militares que, durante siglos, en largos caminos entre un baluarte y el otro esperando a un enemigo que nunca se atrevió a atacar. Ordenes gritados por sargentos o oficiales

orgullosos de estar en un punto estratégico muy importante en los

enfrentamientos con Francia. Ahora monumento muerto a un tiempo y a hombres que nadie recuerda, simplemente un rastro para turistas distraídos. Posiblemente también a los jaqueses interesan más las urbanizaciones que los recuerdos del pasado. Para demostrarlo sería suficiente trasformarse en una de esas aves rapaces que voltean a menudo en cielo y dar tan solo dos vueltas por encima de la ciudad para darse cuenta de que Jaca ha desaparecido, se ha ido a otro lugar. Ahora existe un conjunto de casas con colores y de formas extravagantes, grupos poligonales o grupos zigzagueantes, o sea nada que ver con las ideas y las tradiciones de la jacetania. Continuaba su camino entorno a la ciudadela y consideraba que para que no se reflexionara sobre el monumento, pusieron

enjaulados en el foso, una decena de ciervos. Todo para el gozo de los

turistas. Con esas imágenes en la cabeza prefirió tomar la vía hacia casa. Casi por una especie de premonición quiso comprar un periódico, cosa que no había hecho hasta ahora. En la portada, bien evidenciado se leía: Capitán del Galicia muere en circunstancias poco claras. Luego otro articulo de refuerzo: Es caza al hombre. El vagabundo Montero parece sea la clave del enigma. Iba caminando y leyendo el relato del crimen intrigado por la presencia de un 23


vagabundo, que llamaban bandido, “mezclado” con un grupo de militares de cuartel de Jaca.

Ocho – El general jubilado Estaba para llegar a la entrada del edificio donde tenía el apartamento cuando vino a su encuentro un señor mayor que, por lo visto, lo conocía porqué lo llamó por nombre. Los dos decidieron de ir hacia el bar central para poder charlar tranquilos. Durante el recorrido, Martinez supo que el señor que lo necesitaba era el general Cerezo, jubilado, y que le pedía su ayuda profesional por la muerte de su hijo, el capitán del Regimiento de Jaca.. “Aquí no tengo autoridad para meterme en las investigaciones y además tendría que pedir permiso a mi jefe, estoy de vacaciones y las termino dentro de unos días.” “Por eso no encontrará grandes dificultades, me he permitido de sondear la situación con su jefe, sin decidir nada por supuesto, también con el jefe del cuartel y de la policía local que estarían encantados de su colaboración. Usted está en plena libertad de aceptar o no. Pero a mi me haría un grande favor. Entérese bien del asunto y luego, mañana, me dirá sus decisiones.” Martinez no quiso contestar nada, pero sabía, por experiencia, que en un grupo o un equipo de trabajo que se encuentra a colaborar con una persona ajena, habría algo de sospecha hasta que no entraran en confianza. Seguramente esto lo sabía perfectamente el general que quiso disimular una mentira para facilitar la decisión del comisario. El general le contó solo unos detalles del asunto porqué prefería que fuera él a penetrar en la situación sin ser condicionado por un padre que quería solo que la memoria del hijo no estuviera ensuciada por ese extraño acontecimiento. Estaba convencido que su hijo no era del mismo nivel bajo de los otros militares testigos del asesinato. Subrayó la palabra testigo como se tratase de algo asqueroso. A Martinez no le hizo gracia que lo hubieran buscado a casa y estando de vacaciones. Dijo claramente al general que no era su costumbre aceptar cargos fuera de su actividad

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institucional. Pero como había ya hablado con su jefe, el asunto podría ser distinto. No le dijo al general enseguida que se ocuparía del homicidio, le dijo que estaba de acuerdo en contactarlo al día siguiente. Pero, en serio a Martinez le intrigaba la situación, tener que investigar sobre un asesinato en un sitio que conocía poco, sobre todo donde no tenía ninguna relación con las personas de ese lugar y, por lo que había podido leer, parecía envuelto con algo de misterio entre un grupo de soldados. Tampoco descartaba el interés de tener que meterse en medio de militares que, por tradición, se portaban como un circulo cerrado, como una asociación secreta, con sus ordenes que no podían ser contradichos, con sus sobres cerrados y sellados. Poco después se dio cuenta de estar todavía en compañía del general e intentó de recuperar una actitud profesional. “Comisario, creo que la policía hará todo lo necesario, pero lo que pido a usted es que vigile para que no se dejen arrastrar por las relaciones de largas amistades o intereses que puedan haber nacido en una pequeña ciudad. No sé si me explico bien! “Perfectamente, entiendo lo que me quiere decir, general” “Le dejo este sobre con mis datos, donde puede encontrarme y algunas noticias de mi persona y de mi familia, por si quiera averiguar algo.” Se saludaron con cordialidad. Martinez se quedó y abrió el sobre. General Cerezo originario de Vigo con mandos en muchos lugares de España y varias misiones al exterior, estuvo en Jaca cuando era un joven capitán. Se casó aquí con una joven del lugar, de la que tuvo cuatro hijos, el capitán asesinado era el solo macho. Cuando se jubiló decidió de venir a vivir aquí. Las noticias que le daba el general no eran de gran ayuda. Entonces decidió de coger todos los periódicos del día que podía encontrar y de buscar si había algo en Internet. Decidió también que al día siguiente habría ido a hacer visita al comandante del cuartel y a la policía local.

Nueve – Al cuartel y a la policía

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Fue fácil llegar a la comisaría en la avenida Zaragoza, justo delante de la ciudadela. Elección muy oportuna del lugar, pensó Martinez, pero muy decepcionado cuando llegó al portal del edificio. Una construcción que no delataba lo que había adentro si no fuera por un coche patrulla aparcado y la bandera de España en el asta. Fue atendido por el vice comandante porqué el jefe acababa de irse de vacaciones. Una conversación muy amable donde el oficial confirmó la total disponibilidad a la colaboración del departamento y le daría como referencia al inspector M. que ha seguido directamente el caso. Desde allí se fue hacia el cuartel militar con la esperanza de encontrar el comandante. Hacía un día esplendido que evidenciaba los colores y las sombras de todos los seres animados e inanimados. Era imposible ir en dirección del sol sin bajar la cabeza por los reflejos de los rayos. Esta vez pudo entrar en el cuartel sin problemas porqué había pre advertido al comandante. Vino a su encuentro un cabo mayor que se presentó saludándole militarmente, para acompañarlo al despacho del coronel. Pasaron a lado del patio de armas, un rectángulo, con a lado construcciones pintadas de blanco, con puertas y ventanas que se asomaban a la plaza de color verde. Enseguida entró en el despacho del coronel. “He podido hacerme una idea relativa a todo lo que ha acontecido alrededor de la muerte del capitán Cerezo, pero me gustaría escuchar de usted lo que piensa de lo sucedido y si ha creado angustia entre sus hombres y los vecinos”. “Comisario, usted está tocando el meollo de la cuestión. Su pregunta, por lo menos en una parte, es embarazosa. Me pide lo que pienso yo? Lo que pienso yo creo sea poco importante, aunque se lo diré, lo que cuenta, para mi, es lo que está pasando en este cuartel donde parece que algunos hombres hayan perdido la orientación, que estén tanto llenos de odio o de rabia de no poder ver los acontecimientos como tal son” Martinez intentó de interrumpir al coronel que, cortésmente y con autoridad, le hizo entender de

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dejarlo continuar: “Hace bastante que tengo angustia, déjeme continuar. Son todos buenos militares, con experiencia, excepto una, me parece, y por lo visto al confrontarse sobre un hecho que parece evidente, han empezado a contradecirse y no hay manera ni que puedan pactar una declaración común.” “Porqué lo afecta tanto esta actitud? Cada uno tiene una responsabilidad personal y responderá de sus actos antes los jueces o antes Dios.” “Ha empezado a enfrentarse con el asunto en una manera racional y profesional. Al fin y al cabo es posible que sea la única manera de solucionar el embrollo, pero hay algo más que me impide de analizar fríamente lo sucedido. Estos jóvenes representan todos los militares de España y gran parte de la comunidad de Jaca. Se acuerda del Juramento a la bandera?” Martinez, viendo al coronel tan “inspirado” no quiso interrumpirlo. “Hay un momento que el jefe de la unidad dice: «¡Soldados! ¿Juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?» Los soldados contestan: «¡Sí, lo hacemos!». Y luego:«Si cumplís vuestro juramento o promesa, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis su desprecio y su castigo, como indignos hijos de ella», y añadirá: «Soldados, ¡Viva España!» y «¡Viva el Rey!» Este juramento no es un cuento de hadas o una historieta, está de acuerdo comisario?” “Sí, ha sido muy claro y en este momento no sé que contestarle. No quiero evitar sus consideraciones pero ahora hay que obrar fríamente y también teniendo en cuenta que, si sirvo de

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algo, acabo de empezar a conocer el asunto por lo tanto necesito noticias y ayudas concretas. ” El coronel le hizo seña que continuara. “Quiero ver el lugar del asesinato y entrar en contacto, uno a la vez, con los testigos, aunque todavía no sé si hará falta para todos, pero la cosa más urgente sería hacer un esfuerzo para encarcelar a Montero. Los periódicos, si son fiables, dicen que está viviendo en una zona fronteriza con Francia. ??????¿¿¿¿¿¿ (col du Pourtalet) Fabreges “Claro” dijo el coronel y como si estuviera hablando por si mismo dijo: “Es una situación en la que parece que a mis soldados no les importe mucho que una persona haya muerto ni tampoco saber que exista un responsable, quieren actuar como si estuvieran en un teatro donde la verdad o la mentira es solo un pensamiento” “Perdone coronel pero mi idea es más fútil, diría casi carnal; es posible que sus soldados estén encubriendo algo o alguien.” En ese momento tocaron a la puerta y, sin esperar, entró un teniente coronel que se disculpó en cuanto no sabía de la presencia de Martinez y en al acto de marcharse, el coronel lo hizo entrar y lo presentó al comisario como el vice comandante del cuartel. Saludó en manera muy formal al comisario y se fue. “Es un buen oficial, tal vez demasiado reservado.” fue el único comentario del coronel. ??????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????

Diez - Quien es Montero? Un pobre tipo que los últimos años ha vivido al margen de la pobreza, alguien y no pocos afirman que lo hace por elección, otros por qué siempre ha huido de la policía, otros mas porque huye de

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una mujer y de sus hijos. Parece que venga de Francia, de la ciudad de Toulon o de Aix-enProvence. No se sabe bien. Dicen que hace unos veinte años se instaló en Benasque y luego se fue a vivir en Sabiñanigo, zona más céntrica por su trabajo y menos cara. Sin molestar a nadie en aquellos tiempos estaba metido en un trabajo extraño o mejor dicho antiguo que hacía con una perfección que, pronto, fue requerido por todas partes. Se encargaba de arreglar mantas, colchones y todo lo que era tejido de lana o similar. Le iba bastante bien, daba la vuelta a todos los pueblos de los Pirineos. Nadie sabía con certidumbre su nombre, probablemente se llamaba Abdul Mantara., alguien dice que es un nombre de origen Libanes otros de origen italiana, pero su tez oscura, el pelo rizado y los brazos y piernas largos traicionaban su origen árabe. Todos lo querían por su manera amable de portarse y porque sus obras eran buenas y ninguno de los montañeses las despreciaba. Lo recuerdan como un tipo callado no acostumbrado a los bares y a las juergas. Los miedosos o los envidiosos que hay por todas partes, chismeaban sobre él cuando lo veían descansar dando largos paseos. Las malas lenguas se atrevían a decir que podía ser peligroso para las muchachas y las mujeres, pero nunca hubo una queja, que fuera verdadera, sobre Mantara. Pronto, los más inteligentes, que hay también de esos, como señal de simpatía, le cambiaron el nombre y, poco a poco, Mantara fue acogido también por el apellido, trasformado en Montero. A él le hizo gracia y nunca corrigió a nadie que lo llamara así, entendía perfectamente que era una manera de acogerlo en ese mundo, bastante cerrado, de los montañeses de los Pirineos. Pasó años buenos y una temporada en que tenia amigos. Acostumbraba reunirse los fines de semana en un bar del centro donde se jugaba a naipes y a domino. Todo iba muy bien, pero, se sabe como son las cosas, a veces uno toma un vaso de vino, otro un segundo y un tercero, alguien que desafía al primero, también llegan algunas chicas y acaban todos medio bebidos. Los más atrevidos ponen en medio a las chicas, la atmósfera cambia, las chicas participan con gusto. Uno toca, el otro abraza, se baila un poco, el erotismo con el humo del alcohol flota en el aire y todos lo respiran sin darse cuenta. Al final se trasladan fuera del local y poco a poco se va esfumando el efecto del vino, algunos se

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marchan, las chicas también lo intentan, pero una es casi desnuda con a lado Montero. Los gamberros empiezan a tomarle el pelo con frases picantes y a veces injuriosas, Montero en vez de quedarse y ponerse a reír haciendo camaradería con los demás, se mete a correr como si fuera culpable de algo, Los gritos y las risas suben de intensidad y él corre hasta que no oye nadie más. No volverá jamas a ese pueblo, piensa entre si. Fue un error de orgullo o de timidez? Quien puede saberlo. En el pueblo no se habló nunca de ese episodio, nadie echó la culpa a Montero y, por lo visto no pasó nada, nadie fue perjudicado, solo en su cabeza hubo daño que lo llevó a vivir apartado de todo y de todos por mas de un año. Durante este tiempo hizo de todo, se escondió en los bosques y, a menudo, comía lo que le ofrecía la selva, hasta pescaba peces y ranas. Pero el hambre hizo que se acercara cada vez más a los pueblos donde la gente, un tiempo lo acogía con la sonrisa. Algunos lo reconocían y le daban algo de comer, sobre todo las mujeres solas que, de vez en cuando, cedían al deseo de un hombre forajido, de un bandido. Había algo que lo iba convirtiendo en un hombre deseado por las solteronas o las amargadas de una vida solitaria y sin novedades. Cuando volvió al pueblo ya no existía Montero, se había transformado en otra persona. Llevaba un abrigo negro como el carbón, fuera invierno o verano, pelo largo y barba mal afeitada, a menudo zapatos rotos, una expresión de la cara como si estuviera siempre rabioso. Mientras tanto había perdido el trabajo y la casa donde vivía, tuvo que refugiarse en una construcción en ruina y siguió tirando adelante de lo que le regalaban y de los pocos trabajos que lograba. Se había convertido en un vagabundo. Con la paradoja de que seguía siendo muy conocido y muchos, que un tiempo, eran amigos suyos, no se atrevían a hablar con él, se diría que le tenían miedo y su fama de vagabundo huraño e intratable crecía. Algunos, a veces, lo oían repetir: “Un día, todos sabrán quien es Montero”.

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Once – “La captura” Al día siguiente Martinez volvió a la policía para tratar de coordinar los esfuerzos e intentar de perseguir a Montero. Como no se fiaba mucho de la policía local quiso que Suelves se pusiera en contacto con la gendarmerie de Fabreges, en Francia, para que organizaran la persecución de Montero. Los franceses dieron toda clase de información a Suelves y, por lo visto, no era un hombre que vivía escondido. Cuando se lo contó al comisario, Martinez no se quedó muy perplejo, se puso sombrío pensando a toda la historia, no llegaba a considerar todo una broma, porque estaban implicadas personas mayores y de un ambiente donde no se admitían las bromas. Aunque no se tratase de eso, se sentía acorralado por un grupo de jóvenes que tenían sus claras intenciones para portarse de esa forma pero él no tenia ninguna idea esclarecedora. Había leído con atención los relatos de cada militar sin tomar parte por ninguno. Para él la conclusión era evidente, los cuatro defendían algo con el riesgo, fuerte, de perder mucho de su carrera militar. Pero, quien estaban o qué estaban defendiendo? Cual sería la fuerza que los empujaba a mentir, cual podía ser un interés tan fuerte? Martinez no llegaba a darse cuenta. Mientras razonaba entre sí de estas cosas, para distraerse, quiso ir a saludar a sus hijos y parientes que se preparaban para volver a Zaragoza. Él se quedaría el tiempo necesario para intentar de desembrollar el asunto. Después de un corto paseo al centro del parque gozando del aire y de la sombra, llegó al despacho que le había puesto a disposición la policía y mientras se sentaba con la intención de llamar a Suelves, sonó el teléfono. Era él mismo. “He llamado varias veces y usted no estaba” “Ya, había ido a por unos recados. Hay novedades?” “Sí, tenemos a Montero.” hizo una pausa de suspensión esperando las felicitaciones del comisario, pero ninguna palabra, entonces continuó:

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“Está todavía en Francia pero parece que no haya ningún problema para que venga a España” “Como lo cogieron?” “Fue una tontería comisario que casi no merece la pena” “No te preocupes, a este punto, estoy dispuesto a escuchar también las tonterías” “Primero hay que añadir que él vivía tranquilo en Laruns, no tenía ni la menor idea que lo buscasen en España. Aquí viene lo divertido de como le pidieron los documentos” Martinez estaba esperando que se decidiese a venir al grano, ya no tenía ganas de discutir con su inspector. “Bueno resulta que Montero, en compañía de un amigo estaba en un bar tomando algo. Hay que decir que estaban en un local con bastante movimiento de gente porque es el ultimo bar de ese pueblo, en Francia, antes de empezar el col du Pourtalet. De repente a Montero le entró ganas de ir a la toilette, allí se llama así. Entró pero no salía, los minutos pasaban y se formó una pequeña fila para entrar, este no salía y mientras tanto entraron dos guardas forestales a tomar un refresco. Montero no salía, probablemente se quedó encerrado por quince minutos. Por fin salió y su amigo le dijo: “C'etait dur eh Montero!” Y todo el mundo se puso a reír sin rechistar por el retraso.” Viendo que Martinez no se reía ni decía palabra, continuó: “Fue entonces que los dos gendarmes franceses le pidieron los documentos, “Les documents s'il vous plait!” Y amablemente y sin protestas de parte de Montero, se lo llevaron a la gendarmerie.” Por toda respuesta Martinez le dijo: “Muchas gracias” y colgó el teléfono. Suelves se quedó casi ofendido porqué el jefe no le dijo nada mas, ningún cumplido por la rapidez con que lo había encontrado y sobre todo por que no le dijo nada de su francés. Martinez un poco lo hizo adrede de no halagar a su inspector al fin de que no creciera demasiado su amor propio y porque no quería parecer el profesor con las notas, aunque la verdad era que se le

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había ocurrido de pensar sobre el porque habría aceptado ese encargo y se había puesto negro. Tenía miedo que se cerrara en un fracaso con perjuicio por su carrera. No quiso seguir desanimándose, volvió a llamar a Suelves para que viniera a Jaca a recogerlo para ir juntos a Laruns y decidir si era el caso simplemente de interrogarlo o invitarlo a venir en España.

Doce – Excursión a Laruns Puntual como un reloj suizo, Suelves se hizo encontrar a lado de la cafetería central de Jaca, el coche lo había aparcado a lado del parque. Desayunaron con gusto y en silencio disfrutando del aire fresco y de croisants muy ricos. En una pausa de la alimentación Martinez le dijo: “Te lo agradezco que hayas venido, porque prefiero tu compañía a la del vice comandante de la policía local y además, con tu francés, puedes ser útil si no entendemos algo”. Suelves, sin exagerar, para no dar demasiada satisfacción a su jefe, cambió de cara, parecía hasta más joven. Empezó a soltarsele la lengua, tanto que a su vez agradeció al comisario de haberlo llamado, porque nunca había estado en los Pirineos. Se pusieron en marcha y todo era una novedad para Suelves. A Martinez le daba gusto porque el viaje se puso muy agradable. Comentaban, los dos, los lugares que atravesaban. Biescas hubo una atención mayor por la tragedia de antaño donde murieron muchas personas en un camping, por una inundación. Bajo el sol de un verano que se estaba acercando al final, los valles parecían espolvoreados de estrellitas de oro casi invisibles que centelleaban por todas partes dando vida nueva a los árboles y a la hierba de todos los valles. Había también, entre ellos, largos ratos de silencio para contemplar lo que veían, el embalse de Búbal, todas las poblaciones que parecía que trepasen el valle de un lado al otro. Antes de empezar la subida hacía Francia pararon un rato en Sallent de Gállego. Se dirigieron a un bar en la plaza central y se sentaron en la terraza a tomar el almuerzo a base de jamón y tortilla con dos cañas. “Qué piensas de Montero que vive tranquilo en Francia?” 33


“Mi sensación, comisario, por lo que me ha contado usted, es que los militares utilizan a Montero como tapadera” “Me quieres decir que están escondiendo algo y que todos están de acuerdo, o sea que se han puesto de acuerdo antes de hablar?” “No diría eso, pienso que las circunstancias han jugado en su favor y han empezado a mentir porque ninguno quería ser involucrado en algo que temían” “Lo que dices tiene sentido! Pero lo que me deja confundido y molesto es la mentira estudiada, organizada para despistar, para borrar la verdad sobre lo acontecido” “Creo que un poco de verdad haya en todos los cuentos, porque sino estarían locos perdidos si hubiesen inventado todo. Montero, puede que nos de una pista” “Correcto, Suelves, veo que el aire de montaña acelera tus ritmos cerebrales” Se rieron de buenas ganas mientras se encaminaban hacia el coche. Pero Martinez tenía ganas de hablar y siguió con sus pensamientos en voz alta en cuanto se pusieron en marcha. “El hecho que haya venido a buscarme el padre del capitán, que es un militar aunque retirado, por una parte lo entiendo y por otra me sienta a raro. Salvar la honorabilidad del hijo creo que lo haya dicho simplemente por decir, tengo la sensación que no se fía de los militares actualmente al mando del cuartel, de la policía local no digamos y es posible que haya intuido que algo no marcha en el relato de los, dichos testigos y de todo el teatro que ha armado ese coronel con el arresto y al mismo tiempo la repetición de un juicio contra los soldados que no es precisamente de su incumbencia.” “La idea de haberlos puestos todos juntos podría ser buena, porque si hay algún problema entre los soldados, incluso el odio, saldría a la luz. La cosa que más me afecta es que pienso que no haya

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obrado según la ley y me parece raro que nadie se haya rebelado.” Contestó Suelves. La sola respuesta de Martinez fue un leve gruñido sin añadir palabras. Probablemente estaba persiguiendo un pensamiento que no tenía claro del todo o que no quería compartir con Suelves. “Si lo piensas bien, el teatro del cuartel, lógicamente es grotesco, diría inútil, pero en su sencillez es de una verdad sorprendente.” “No entiendo” “No entiendes que los hombres mientan? Nuestras jornadas, nuestra vida están llenas de mentiras. Mentiras de todo tipo.” “Sí, es verdad, pero se trata de mentiras inocentes!” dijo con ingenuidad Suelves. Martinez se quedó un rato pensativo como si no quisiese añadir nada, luego soltó: “Te acuerdas de la potente frase de la Biblia, - Vuestro hablar sea sí, sí y no, no El discurso no continua haciendo distinciones entre mentiras inocentes y mentiras peligrosas, por eso que la frase es tan formidable. Estoy seguro que no la cumplen ni los creyentes ni los otros, pero queda el hecho, en toda su verdad y firmeza” Estaba conduciendo Suelves y recorrieron varios kilómetros sin decir una palabra. Volviendo a su realidad de hombres débiles, fue Martinez a romper el silencio con una noticia técnica: “Dentro de poco pasaremos el puerto y estaremos bajando el Col du Pourtalet, es una carretera muy estrecha y con muchas curvas, ten cuidado”. Por toda respuesta Suelves se limitó a mover la cabeza.

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Trece – Martinez y Montero Les costó una hora llegar a aparcar delante de la gendarmerie, una construcción no muy grande con la bandera francés ondeando colgada a un asta. Los policías franceses los acogieron con amabilidad y un oficial explicó a Martinez que, como no recibieron ninguna orden de arresto, dejaron que Montero hiciese su vida, por otra parte, durante todos los años que lo conocieron, nunca tuvieron que reprocharle nada. Martinez, por su parte, explicó, con la ayuda de Suelves, la situación que se estaba viviendo en el cuartel de Jaca y en toda la ciudad. A continuación el oficial francés les ofreció un café de maquina que no tuvieron el valor de rechazar y se vieron obligados a sorber de mala gana, tanto era asqueroso. El francés de vez en cuando levantaba el vaso de plástico diciendo: “Bon” y Suelves y Martinez le devolvían una sonrisa amarga no antes de haberse mirado de reojo. Después de varios “bon” el oficial francés acompañó a Martinez y Suelves en un cuarto que les puso a disposición para interrogar a Montero donde se presentó poco después de quince minutos. Se sentó a un lado de una mesa rectangular, el más lejos posible de los dos policías, quedándose en un silencio total. También Martinez y Suelves estaban callados, pero, aparentemente, no lograron debilitar la coraza de Montero que los desafiaba con la barbilla hacia el alto y los ojos fijos en las manos de Martinez, como si de ellas pudiera nacer el peligro. “La vida es muy desigual” dijo Montero en voz baja. Suelves echó una mirada a su jefe que con un cerrar y abrir de ojos le contestó que lo dejara continuar. “Solo Dios sabe porque la vida es así. Porque un pobre desgraciado como yo que no tiene nada y nunca ha hecho daño a nadie, ha de ser acusado de homicidio?” “Quien te acusa? Los franceses, por lo visto, no. Los españoles tampoco, hasta ahora” “Dice bien, hasta ahora. He leído algún periódico español y lo ponen claramente” 36


“Los periódicos no son los jueces” “Eso es verdad pero es como si me hubieran ya condenado”. Martinez quiso ponerse más rígido porque se iba a dar cuenta que la conversación no llevaba a nada. “Vale de quejas Montero. Estuviste presente cuando murió el capitán Cerezo? Lo has matado tú?” “Yo no he matado a nadie y el capitán, si es que había un capitán, ni lo he visto” “Qué pasó ese día, en el bosque? Tú estabas allí y además ocurrió a lado de la casa donde te refugias? Todos los testigos te vieron, quieres decirme que pasó ese día?” “Esta vez no voy a echarme encima una culpa que no tengo, como ocurrió antaño y me estropeó la vida. No huiré como hice entonces. Pagar los errores puede que sea justo, pero pagarlos dos veces sin haber hecho nada es de idiotas. Qué ocurrió ese día?” Montero parecía más seguro de si mismo y no le importaba enfrentarse con el policía. “Ese día no pasó nada de lo que tenga que avergonzarme.” “Y como es que todos los testigos te indican a ti él que ha matado al capitán?” “Porqué mienten y lo saben. En mi vida caí una vez en los juegos de estos niños de papá. Han crecido pero son siempre los mismos. Niños, chicos ricos y malos. Pregunte en la ciudad, vaya a los otros sitios de veraneo a ver lo de que son capaces estos defensores de la patria.” Habló con firmeza y un poco tembloroso, porque se daba cuenta que había entrado en un camino donde no había vuelta atrás. Martinez entendió la situación de Montero y le habló con calma: “No me estás contestando a lo que te pregunto, que es lo que viste?” A Montero le habría gustado, otra vez, intentar de postergar la respuesta, pero no había remedio, los dos policías estaban esperando de él algo sensato. “Yo sabía que ese día había una maniobra militar, no me preocupé porqué mi casa, digamos, estaba 37


fuera de las posibles acciones de los militares y me quedé a descansar. Salí cuando se oyó una especie de alboroto y cuando vi un gran polvo levantarse de esa parte del bosque. Al comienzo pensé que eran los movimientos de las tropas, me acerqué y me di cuenta con grande sorpresa, que solo un grupo de militares, con las botas y con algunas frondas procuraban que se levantara todo ese polvo. De repente logré apenas distinguir un militar que se puso a correr, era un oficial, desapareció enseguida del polvo al bosque. Pero puedo asegurar que no era un capitán.” “Tú no tuviste la curiosidad de ver lo que estaba pasando?” “Claro que la tuve, si se lo estoy contando.” “Quería decir si no fuiste a donde estaban los militares para pedirles explicaciones?” Suelves se dio cuenta que el jefe hizo una pregunta inoportuna que habría podido dar ventaja a Montero, pero este pareció no darse por aludido y Martinez, a pesar de la mirada de Suelves, no le dio importancia. “Ir a pedir explicaciones a esa gente? No estoy loco, lo estuve hace años, pero no quiero repetir el error. Claro que me acerqué, ellos me vieron claramente sin que mi aparición los molestara. Tuve la impresión de que sabían que estaba allí cerca y no se maravillaron cuando me vieron aparecer en medio del polvo. Por otra parte yo me quedé a una distancia de seguridad, listo para largarme en caso de necesidad. Cuando vi el grupo me fui inmediatamente de ese lugar. El mismo día me fui también de Jaca, porque presentía algo raro.” “Ha sido una sensación o viste algo en concreto que te asustó?” “Señor comisario, he pasado años muy malos y, ahora que tengo la oportunidad de recuperarme, con el trabajo y psicológicamente, no voy a mentirle. He visto lo que le he dicho, muy poco, pero es la verdad.” “No te pusiste en contacto con los militares y no participaste al asesinato de capitán Cerezo?”

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“Ya se lo he dicho, no vi a ningún capitán, pero sí que vi a dos del grupo que conocía muy bien y que me hicieron mucho daño, con sus bromas pesadas, los años pasados. Fue uno de los motivos que me empujó a no acercarme y a largarme cuanto antes.” “Puedes demostrar lo que me estás diciendo?” “No del todo, lo que vi se lo he contado y es mi verdad clara como el sol. Puedo decirle que antes de las cinco de la tarde estaba en Benasque, a casa de una amiga, que el día siguiente me acompañó en Francia a Laruns. El nombre de la mujer se lo daré si me promete de no meterla en este asunto.” Sin decir una sola palabra, el comisario le pasó su libreta de notas y un boli. Los dos se miraron a los ojos unos instantes y luego Montero escribió algo en la libreta del comisario. “Quienes son los del grupo de los que desconfías? “Son Pablo y Ramón. Participaron antaño a una broma pesada contra de mi que me hizo ir fuera de cabeza. Son hombres malos que quieren divertirse y no le importa el daño que puedan procurar. Pregunte usted mismo a la gente del pueblo. Pregunte cuantas veces tuvieron que intervenir los padres.” “Descuide Montero lo haré.” “Tienen locales favoritos donde a menudo se reúnen, ellos con su pandilla e con mujeres, por supuesto, me han dicho que a veces van en sus propias casas” Martinez tenía la cara seria de sus peores momentos. Sentía que algo no encajaba en toda la historia de los militares y Montero que lo hicieron pasar por vagabundo y casi loco le parecía el más equilibrado. En ese momento le surgió la idea de utilizar a Montero. No estaba del todo seguro del hombre pero tenía que mover algo, tenía que hacer una jugada arriesgada. “Montero, le pido un favor, está libre de no aceptar. Tendría que quedarse unos días en Francia,

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digamos cinco días, donde yo pueda encontrarle y luego volver a Jaca en el lugar que le indicaré. A partir de ese momento, como no hay nada en contra de usted podrá ir donde quiera.” Se dio cuenta Martinez de tratarle de usted pero le salió natural. Montero, por su parte con media sonrisa, se lo pensó un rato y luego le dijo que sí a Martinez e hizo seña que le devolviera su libreta donde anotó algo.

Catorce – Martinez se enfrenta con el coronel El día siguiente a la “excursión” a Francia y después del interrogatorio decepcionante con Montero, Martinez fue a ver al coronel del cuartel. No quería revelarle el trato hecho con el mismo Montero, pero por ser correcto, quería decirle algo y sobre todo de sus planes para el futuro. El comandante lo hizo esperar demasiado, tanto que Martinez se puso nervioso llenando la cabeza con malos pensamientos hacia el coronel Navarrete. Después de cuarenta minutos cronometrados fue admitido al despacho del militar, que como escusa de tanta espera, dijo simplemente: “lo siento, un general”. Martinez quería marcharse por la larga espera que, en ese momento, consideró una ofensa. Logró tranquilizarse pensando que podría ser verdad que algún general lo hubiera puesto bajo presión. Además se dio cuenta que estaba presente también el teniente coronel Valdés que era el vice comandante. Se dijo Martinez: “a ver que sacan los dos juntos.” El coronel Navarrete no tenía la actitud de disponibilidad que había demostrado en otros momentos, su mirada era dura y reforzada por dos profundas arrugas en la frente. Aunque hubiera saludado al comisario con aparente amabilidad, esos rasgos delataban que algo había cambiado. Martinez se sentía satisfecho de haber pedido a su jefe un encargo oficial, por parte de la jefatura de policía de Zaragoza de acuerdo con la de Jaca. Tenía el papel en el bolsillo que le daba plena autoridad y autonomía en las investigaciones sobre la muerte del capitán Cerezo, como si el homicidio lo hubiese abogado la Comisaría de Zaragoza.

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En el caso que el coronel le hiciera dificultades estaba dispuesto a echarle a la cara el documento. “Entonces me dicen que ha encontrado al bandido Montero!” dijo con aire irónico y continuó: “Estaba de vacaciones en Francia sin que nadie lo molestara! Vaya jugada de la policía, aquí tenemos un muerto y el asesino está de juerga en Francia!” Martinez ni se molestó en contestarle y esperó el siguiente movimiento. El coronel se quedó un poco sorprendido por la falta de reacción del comisario. “Ha podido arrestar a Montero comisario o le han dado problemas las autoridades francesas?” “Todo a su tiempo coronel” dijo Martinez El coronel se puso rojo, molesto de no tener de frente a un oficial sometido a sus ordenes: “ “Que coño me está diciendo?” “Le digo que lo tendré aquí cuando lo necesite.” “Le recuerdo que tengo personas en estado de arresto y que el presunto asesino está libre como el aire. Que manera es esta de actuar?” “Vea coronel, yo no me meto en sus responsabilidades de comandante militar, pero un asesinato es una cosa muy grave y usted faltó a su deber de avisar a la policía y todavía nadie ha juzgado a Montero. De eso se trata. Yo me encargaré de interrogar a los militares, que para mi tienen que estar libres.” “Usted, un civil, viene a enseñarme lo que tengo que hacer en este cuartel?” “No, en absoluto, pero los militares están sometidos a las leyes como todos, no existen preferencias” “No se pase de la raya comisario, aquí usted es un huésped y como tal puede volver de donde ha venido!”

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Martinez sacó el papel de encargo oficial y lo puso en la mesa del coronel. “Otro error coronel, aquí está mi encargo, y como le veo poco dispuesto a la colaboración, hoy por la tarde le enviaré la lista de las personas que quiero interrogar. Ese documento es una copia, puede tenerlo” Se levantó Martinez pero no se fue enseguida en cuanto el coronel le dijo, casi gritando, “Los civiles pensáis que los militares sean una imperfección de la sociedad moderna, pero no es así. Si no estuviéramos nosotros dispuestos a tomar las decisiones incomodas, vuestra sociedad se caería como un castillo de cartas. Si no estuviéramos nosotros a luchar contra el enemigo, sin discusiones, de vuestra sociedad no quedaría rastro.” Martinez no contestó para que el coronel no se alterara más, pero dispuesto a cumplir su deber a pesar de las palabras del militar. “Señor coronel, donde prefiere que interrogue a sus hombres y, si hace falta, usted mismo, aquí en su cuartel o con convocatoria oficial, en un despacho de la policía local?” “Le pondré yo a su disposición un cuarto adecuado” Martinez se marchó dejando enfurecido al coronel. Mientras Martinez cerraba la puerta, Navarrete se volvió al teniente coronel que parecía adormilado: “Y tú no digas una palabra sino te mando a esperar la jubilación a Melilla, ya sabes que soy capaz de hacerlo” “Siempre he hecho lo que me has pedido” contestó irritado Valdés “Mi problema es saber si aguantarías un interrogatorio sin contradicciones. Ahora vete que no quiero ni verte”.

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Quince – El Paqui Sin duda una reacción fuera de lo normal, pensó Martinez, mientras salía del cuartel y se encaminaba hacia el centro de Jaca. Es posible que esté agobiado o que quiera encubrir algo. Y si hubiesen montado el teatro, todos de acuerdo entre ellos? Que interés podrían tener? Porque propio ese pobre diablo? Si la culpa fuera de Montero …. Ya, porque no tiene nadie que lo defienda, está claro. Avanzaba hacia la ciudad y seguía pensando al mal trato del coronel, por lo tanto decidió que, si hubiera necesidad, haría los interrogatorios en los locales de la policía. Se fue a preparar una nota oficial para el coronel Navarrete donde ponía los nombres de los militares que quería encontrar y la comunicación que la Policía no tenía motivo para retener, de momento, a ningún soldado por el asesinato del capitán Cerezo. Hizo una copia para la policía de Jaca, otra para la Jefatura de Zaragoza y otra para el comandante del cuartel Galicia que envió por medio de un agente encargado de la policía local. Suelves que se había quedado en Jaca como refuerzo, tenía el encargo de ir buscando cuales eran los locales donde se reunían los jóvenes del lugar y con un ojo de atención a los sitios antiguos . Al final se dio cuenta que los bares de ahora coincidían con los de antaño, más modernos, por supuesto, y con nuevos grupos de clientes veraneantes que hacían de corona a los verdaderos “jefes” del local, en algunos casos. Personas que eran de referencia para los recién llegados y porque eran los más alegres o mejor que otros sabían estar en compañía. Según Suelves, aparentemente, nada de muy interesante, jóvenes de varias edades que llenaban las terrazas para tomar un trago, escuchar música y para ligar. Más que otros, le llamó la atención un local, no de los más grandes, pero siempre lleno que se llamaba: El Capitán de la Compañía. Esta vez, a Martinez le tocó meterse en las entrañas de la pequeña ciudad. Caminando con placer en 43


la calle principal, con sus adoquines bien cuidados, se sentía presa de pensamientos nostálgicos de cuando la modernidad todavía no se había adueñado de los pirineos y los pueblos eran pequeños, donde la vida tenía un ritmo pausado sin dejar de ser duro. Ahora todo parecía adormilado y desganado, gracias a los millares de veraneantes de la ciudad. Al comienzo del desarrollo de la ciudad, los montañeses sentían como vergüenza hacia los “nuevos” que venían desde las llanuras y estaban a la defensiva, luego se dieron cuenta que tenían a su alcance las vacas gordas y el actitud cambió en un desprecio velado contra los que se daban aire de señores. Nunca ha sido una convivencia pacifica entre el núcleo antiguo de jaqueses y los veraneantes procedentes de la ciudad. Finalmente llegó en la plaza donde había una grande concentración de bares y restaurantes, grandes y pequeños, pero todos llenos de clientes, aunque hubiera pasado la cumbre de la estación. Se levantaba de la plaza un murmullo incomprensible, a Martinez, sonriendo, le vino a la memoria algunas imágenes de documentales sobre el paso de las langostas. Dio un paseo entorno para darse cuenta del ambiente. Le parecía de ser una persona invisible en medio de tanta gente sonriente y en medio del griterío casi ensordecedor, si uno se fijaba en el. Se sentó a una mesa que acababan de dejar libre y que le permitía de ver el movimiento en el bar El Capitán de la Compañía, aunque pronto se dio cuenta que los aficionados lo llamaban simplemente El capitán. La terraza estaba llena, le pareció distinguir un grupo de unos cinco o seis chicos que destacaba de los demás, tenían el modo de estar allí más seguro que otros, se quedaban de pié delante de la entrada, charlando entre ellos y algunos con el cigarrillo en los labios, casi tapando la corta escalera que servía de acceso al bar. De repente le pareció, cruzando los ojos con un tipo, probablemente, el más mayor del grupo y que este quiso sostener adrede la mirada del comisario, como si quisiera desafiarlo. En medio de los amigos parecía el que tenía más autoridad, porque a menudo los otros le echaban miradas como esperando una señal de su aprobación. Vestía una camisa blanca que resaltaba su bronceado de todo un verano sin hacer nada, en conjunto con un par de jeans a la moda 44


con varios cortes hechos con estilo, se supone. Tenía el pelo largo, bien cuidado, a mechones de color rubio y castaño. Un chico que habría podido encontrarse en cualquier revista de moda, lo que las mujeres dirían un chico guapo. Mientras estaba pensando de como pudiera ser que el tipo ese se hubiera dado cuenta de su presencia en la ciudad, estaba también juzgando que los jóvenes, hoy en día, tenían bien poca fantasía si se agrupaban todos los días como en una colmena con la esperanza que ocurriera algo que los quitara del sopor o del tedio De repente entraron en su cerco visual, dos personas que estaban gritando entre ellos. No les hizo caso porqué pensó que se tratara simplemente de una riña que pronto acabaría, pero no fue así. Se dirigían hacia el grupo que estacionaba delante del Capitán y el mayor de los dos, un hombre pasados lo cincuenta, con un puño levantado gritaba: “Paqui te arruinaré, estate seguro. Mi hija está enferma por ti!” El Paqui, entonces se llamaba así el jefe, se rió echando la cabeza de lado como si estuviera listo a soportar otros ataques. No mucha gente se dio cuenta realmente de lo que ocurría, era un griterío más que se añadía a lo que ya se levantaba de la plaza, pero a Martinez no le escapó ningún detalle. El señor mayor se acercó más y los amigos del Paqui, involuntariamente quizás, se estrecharon más junto a él como a protegerlo. “Eres un mal nacido y un gran hijo puta” la sonrisa de antes se le borró del todo al Paqui porque temía de perder autoridad a los ojos de los amigos. Continuó el hombre: “pasaré mi vida a estropearte la tuya como lo has hecho con la de mi hija, no lo dudes” El hombre más joven logró sacarlo de en medio de la gente que estaba delante del bar y con esfuerzo lo enderezó fuera de la plaza. El Paqui intentó buscar espacio para largarse, pero, probablemente sus amigos más jóvenes no habían entendido su estado de ánimo y se puede decir que lo bloquearon para festejarlo por haber sabido enfrentarse a un “enemigo”. He aquí el sufrimiento de los jefes! Martinez no sabía si acercarse al grupo o dejarlos. Pero no pudo quedarse allí parado en la espera

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que pasara algo, se levantó y al mismo tiempo vio que salía del bar, empezando a bajar la escalera una mujer todavía joven, un poco sobrepeso que la obligó a dejar tambalear sus pechos generosos mientras pasaba de un peldaño al otro con cuidado. Se dirigió hacia el Paqui y los amigos le dejaron paso como a una señora, le apoyó el brazo derecho en el hombro y se notaba que le estaba diciendo algo al oído, mientras él tenía la mirada clavada en algo que estaba muy lejos de él o que se fijaba en el vacío de su alma. Martinez dejó cinco o seis euros en la mesa y se fue hacia el bar El Capitán. No podía perderse el efecto que procuraría, llegado a la entrada de la escalera, el ligero roce de su cuerpo pasando a lado de los dos. Se acercó sin hacerles caso y se dio cuenta que se miraron a los ojos, con sorpresa, sin decir palabra y con cara tiesa. En el bar reinaba la penumbra pero era un ambiente confortable, más amplio de lo que se podía pensar del exterior. No quiso sentarse y como era de suponer el Paqui y la chica entraron con el codazo de los amigos y se fueron a sentar en un rincón que parecía a ellos reservado. A Martinez no le quitaron los ojos de encima, pero él no tenía ninguna intención de seguir provocándolos, como primer contacto podía ser suficiente. El grupo y los dos ahora tenían de que hablar. Se le acercó el barman con un trapo en las mano, con la escusa de limpiar la barra que parecía un espejo, y le susurró: “son delincuentes, no se meta con ellos” y se fue a limpiar a otro lado para disimular Martinez le pidió, en voz alta, un cortado y cuando se le acercó para ponérselo, le preguntó: “cuando puedo hablar con usted?, soy policía.” Le contestó en voz baja: “lo sé comisario, por la mañana temprano” y se fue a atender otros clientes.

Dieciséis – El bar El Capitán – El grupo

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Martinez decidió de ir a desayunar a el Capitán para tener todo el tiempo que le hiciera falta de hablar con el dueño. A pesar de que era todavía verano, hacía bastante frío, era temprano según los ritmos lentos de la ciudad y el sol no tenía aún la fuerza de calentar todo. Llegó a la plaza de los bares que, sin el vocerío de los turistas, parecía un lugar distinto, casi triste donde destacaban tan solo los carteles de colores que pregonaban bebidas y comidas. Pudo disfrutar del desayuno sin discursos. Lo atendió el dueño que se fue a sentar a la misma mesa del comisario cuando terminó de retirar los restos para volver con un mantel blanco de rayas de un color verde delicado, junto a dos cafés solos humeantes. Sin que Martinez le hiciera preguntas, el dueño del Capitán empezó a contarle la historia de su vida en Jaca. Fue así que el comisario se enteró que el dueño actual, originario de Mainar, vino a trabajar en la ciudad hace treinta años, propio al Capitán y gracias a la enfermedad del antiguo propietario y con la ayuda de la herencia de su mujer pudo comprarse el local, hace veinte años. “Perdone Toni,” así quiso que lo llamara Martinez, “su vida es una historia muy interesante y me quedaría a escucharla con gusto, pero el tiempo corre y, no se olvide que estoy aquí para que me cuente algo del Paqui y de sus hazañas.” “El Paqui es como muchos de los que se hacen llamar jefe de bar, con la diferencia que él es un verdadero delincuente, los demás piensan a jugar y a divertirse. A este le gusta hacer daño respaldado por su digna pareja Rosangel.” “Qué quiere decirme Toni? Han hecho algo ilegal, han hecho daño a alguien? Si es así, porqué nadie lo ha denunciado?” “Le he dicho lo que quiero que sepa. Es una tradición antigua la de los grupos que se reconocen en un bar, los famosos tienen su grupo fijo y su cabecilla. En general nada de mal, pero a veces nacen personas como estos que sería mejor que no existieran. Usted me mira con desconfianza, por una parte tiene razón, pero lo que le digo es cierto.”

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“Cuénteme algún hecho para que pueda entender” “Los dos han empezado pronto a estar juntos como pronto han entendido que el amor dura poco y que de su relación y de su adicción al sexo podían sacar provecho. Creo que él es hijo del propietario de casas y terrenos mas rico de Jaca y nunca se ha acercado a ningún trabajo, mientras la otra es de buena familia con padres que se desentendían totalmente de la chica, así que vivía mucho rato en la calle y en los bares con el Paqui. Para hacerle un ejemplo del tipo que es la madre, esta, a menudo, recibía sus amigas a casa y las invitaba a tumbarse en la cama, bajo las sábanas, para estar más cómodas y calientes. El padre un sibarita de origen italiano que no pensaba en otra cosa que jubilarse de un empleo estatal y, una vez logrado el santo grial, iba a lucirse con coches siempre nuevos en busca de cincuentonas y, hay que decir que no le faltaban.” “La madre de Rosangel era una fulana?” “Yo no lo sé pero tampoco lo descartaría. Más que fulana, diría que le gustaba la vida libre, pero muy libre” Martinez estaba dudoso por haber querido contactar a ese hombre que tenía delante que no hacía otra cosa que hablar con discursos que no se sabía donde iba a parar y sobre todo si le hubiera servido por su investigación. “Usted comisario se preguntará que tiene que ver todo esto con su capitán Cerezo? El capitán era muy amigo del Paqui, era el único que podía enfrentarse a él sin que el otro se enfadara, el Paqui seguía todo lo que le decía el capitán.” “Por fin!” se dijo Martinez, “Pero no me queda claro lo que hacían y qué daño podían dar” “Estos se habían dado cuenta del sencillo que era el convertir en chicas fáciles un gran número de veraneantes procedentes de la ciudad. Cuando empezaba la temporada, sea de verano, sea de invierno, estas daban el asalto a los bares buscando compañía y con ganas de diversión, el Paqui y sobre todo el capitán tenía la capacidad de atraerlas, como las flores llaman a las abejas. De ahí el 48


paso no era difícil. Organizaban de todo, de la simple excursión a la reunión privada en casa para jóvenes y para adultos. Porqué hay que decir que los adultos siempre han desempeñado un papel determinante.” “No entiendo.” “Ellos eran listos y la gente participaba a gusto, sabían elegir chicas de mayor edad o las que tenían más ganas de librarse del aburrimiento por una vida de ricachones que los padres les concedían y esas que físicamente podían parecer ya mayores. Luego con el tiempo manejaban a las personas como a un grupo de clientes que tenían que fidelizar. Las chicas mismas eran el mejor seguro para el Paqui y compañía, eran ellas mismas, a menudo, que llevaban el negocio y convencían a otras. Habían caído en un abismo tan hondo que ya no se acordaban de su realidad, vivían con mucho dinero en un ambiente artificial como si se tratara de una película. Los mayores! La mayor parte de los padres tiene su vida paralela a la legal, viven con amantes, por lo tanto los hijos son un engorro. Ellos, sin guía, es difícil que puedan resolver el montón de problemas que llega a esa edad, aunque tengan dieciocho años o casi. Lo que no admitían en el grupo, por lo que sé yo, eran las relaciones homosexuales. El Paqui y el capitán hablaban del ello con menosprecio, con racismo diría, con odio.” “una pregunta, Toni, como supo usted de todas estas cosas y porqué quiere contármelo?” “Comisario llega un momento en la vida en que uno no puede borrar el daño hecho, pero sí puede descargar su alma, para aliviar el peso. Yo, hace años, he sido uno de ellos, distintos jefes pero mismo bar y mismas hazañas.” “De Montero que puede decirme, lo ha conocido?” “Le digo una cosa, desconfíe de los que proceden de esa zona del mundo, por ser claro, de los árabes. Son mentirosos y a menudo malos. Montero no es árabe pero ha crecido en ese humus y recuerde, son personas vengativas, pueden esperar una vida pero se vengarán.” 49


“pero a él antaño le hicieron una broma muy pesada que lo afectó mucho!” “No es verdad, una broma que no era nada de especial, él gozaba de esos juegos con chicas blancas, como decía él, ha sido su orgullo a que se alejara de los amigos, desconfíe de ese hombre comisario. Voy a por unos refrescos, quiere? Se me ha secado la garganta.” Martinez hizo una señal como para decir que le importaba poco. Intentaba de dar una orden a todas las sensaciones que le daban vuelta en la cabeza como si fuera un remolino de viento que desaparecía por dejar sitio a otro más fuerte. Allí se quedó bastante rato, a veces mirando afuera a la plaza que se encendía de una luz casi naranja y empezaban a notarse sombras largas deformando la perspectiva de los objetos. Toni no volvía, había pasado más de un cuarto de hora. Se levantó y preguntó a un camarero que acababa de pasar, donde estuviera el dueño y él contestó: “Mire, acaba de llegar, lo he oído en la cocina” Mientras tanto salió un hombre, probablemente cerca de los cuarenta que había oído la conversación con el camarero y contestó: “Dígame, en qué puedo ayudarle?” Cogido de sorpresa, Martinez se presentó como comisario de policía y le hizo unas preguntas sin importancia a fin de que pudiera marcharse cuanto antes. Se fue del bar, necesitaba respirar aire fresco, se sentía como defraudado, como si lo hubiesen estafado, pero en esa investigación donde no había nada que fuera claro, podía caber un dueño de mentira. Todas mentiras a partir del comienzo, una fotografía del mundo de hoy. Necesitaba estar solo para reflexionar, se fue a encerrar en el pequeño despacho que le habían dado los de la policía local. Se sentó detrás de la mesa echándose hacia atrás en el respaldo. Con los ojos cerrados, experimentó un vacío en su cabeza como nunca y sin lograr pensar en nada se adormiló.

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Le parecía que alguien le hablase en el sueño y que él rechazara de escuchar intentando de apartar la voz que le decía: “se trata de Montero” y seguía moviendo un brazo para alejar la voz o la persona que continuaba a hablarle, “se trata de Montero, comisario” no estaba seguro de haberlo oído, finalmente una mano lo agarró en el hombro y se despertó: “se trata de Montero comisario, parece que haya raptado a una mujer”. El agente de policía tenía la cara tan cerca de la suya que lo veía deforme y notaba su aliento cálido, hizo un movimiento rápido de lado para evitar el contacto.. “Lo siento haberle despertado pero nos han avisado que Montero ha raptado a una mujer que se llama Rosangel y que iba a menudo en un bar del centro de Jaca.”

Diecisiete – Montero y Rosangel “En esta vida nada es lo que parece y las personas tampoco son como las ves No hay equivocación más grande como la de juzgar a una persona según lo que aparece. A mi me han siempre considerado un árabe y no soy árabe, en algunos casos la gente tenía miedo de mi porque vestía un abrigo negro y tenía la barba descuidada. Nada más falso! En esa temporada yo estaba mal, no habría podido hacer daño a una mosca. Un mundo al revés que corre hacia un destino olvidado y que ya no tiene importancia. Me gustaría desaparecer antes de entrar a ser parte de esta “compañía humana” que ha perdido la orientación”. Hacía un calor muy confortable en el único cuarto de la casa de madera que podía llamarse “el chalet de los enanos”. No era grande, la luz penetraba al interior por dos ventanas pequeñas pero bonitas y enriquecidas por el color rojo de los geranios puesto en el alfeizar verde y con el marco color azul y los postigos marrón oscuro. La puerta era diminuta pero dejaba el paso sin problemas a una persona adulta. Para entrar había que subir tres peldaños de granito, porque toda la construcción estaba anclada a una base de piedra. Era muy bonita vista del exterior, por sus colores brillantes, azul, rojo, marrón rojizo y tejado color ladrillo. Estaba resguardada de los vientos por estar bien 51


pegada a la colina y dispuesta hacia el sur. Completaba la entrada una acogedora balconada, de madera oscura, que rondaba toda la parte anterior. En el interior estaba funcionando una chimenea donde se consumían despacio, rojos de brasa, dos troncos chisporroteantes que, a parte del calor, infundían una sensación de intimidad y quietud que daba sosiego al alma. La reina del cuarto era sin duda Rosangel, desnuda, tumbada encima de una piel blanca y marrón, tapada hasta el pecho por una manta de lana y seda hecha con el estilo patchwork, se dejaba calentar su hombros blancos y deseables con una naturalidad de parecer la dueña del lugar. No contestó a las palabras de Montero, posiblemente ya oídas muchas veces, se limitó a lanzarle una sonrisa y a incorporarse un poco, como si estuviera en un triclínico, a la espera del desayuno que esparcía olores apetitosos en todo el cuarto. “No me lo esperaba que hubiéramos podido estar otra vez juntos y en esta casa!” Dijo Rosangel como si hablara consigo misma y acercándose más al fuego como un gato buscando caricias. “Al Paqui se lo he prometido, lo voy a vencer, a lo mejor no le haré daño físico pero lo afectaré en la cosa a la que está más ligado, su orgullo. Quiero verlo con la cara abatida y sabré que he dado en el blanco. Ya por el hecho que no sepa donde encontrarte es una gran satisfacción, me falta ver su rostro, pero me lo imagino como si le tuviera delante”. Rosangel, con una taza de café en mano, le contestó con una mueca de preocupación: “Seguramente ese policía ha obligado al Paqui a quedar a la defensiva y a dejarme más libertad de movimientos, por eso que he podido encontrarme contigo. Lo que me preocupa pero es si el comisario todavía no se ha percatado de nada y está navegando en aguas profundas o lo hace adrede de parecer un poco despistado.” Montero dejó su tostada en el plato y se acerco a la chimenea para avivar el fuego. No dijo nada por un largo rato: 52


“Estoy convencido que el policía non es un tonto, cuando me encontré con él en Francia me dio la impresión de tener los reflejos como un lobo, creo que no se dejará engañar por cuatro niñatos.” “No están solo ellos, hay coroneles y hasta generales” dijo Rosangel “Sí, tienes razón, pero creo que será propio su formación militar que los cegará con respecto a la verdad.” “A partir de ahora cada uno tendrá que pagar sus deudas”, dijo Montero pensando en voz alta. “Yo sé el motivo de tanta mentira!” “Cómo tú sabes?” Repuso Rosangel con la boca llena de croisant y que casi se atraganta. “Claro, yo sé …. Yo era uno de ellos antaño y conozco los pensamientos del grupo. Te diré más, que ese grupo no sabe pensar y todo lo que han dicho y hecho ha sido por juego, sin pensar a las consecuencias y, sobre todo, sin un plan definido.” “Me estás diciendo que inventaron también tu presencia allí en ese lugar?” “No, eso no lo inventaron, pero estaban tan cegados por el odio que ninguno pudo ver los acontecimientos reales.” “no me lo puedo creer, la realidad es la realidad, no se puede mentir sobre los hechos!”

“Tu ingenuidad me emociona! Me atrevo a decir más aún, el capitulo de las mentiras de los militares es una parte cerrada, mejor dicho, ya no importa a nadie que cuatro “niñatos” hayan hablado de un asesinato y tampoco importa a toda la ciudad lo ocurrido, será el olvido el sentimiento dominante. “De que odio me hablas?” le repuso Rosangel como si preguntara la cosa más sencilla del mundo. “Eres una buena chica! Vives envuelta en una nube. Hablo del odio al extranjero, el odio de los ricos para los pobres, el odio que permite a algunos de tener un mótivo de referencia en esta vida. El

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odio al otro, al viajero, al moreno, al que es distinto de los demás.”

En la ciudad no hubo ninguna eco de la desaparición de Rosangel. Pero fue una desaparición verdadera? Ni sus amigos intentaron buscarla y la familia ni se enteró que no había vuelto a casa. Montero lo había calculado bien, le gente de la ciudad había vuelto o más bien había continuado con sus negocios y su vida rutinaria sin pensar en otra cosa. DIECIOCHO – MARTINEZ CONVOCADO POR EL ALCALDE

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