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Los dos lobos y el canasto de carbón Espiritualidad del Corazón: Jesús revela el

Jesús revela el proyecto del Padre
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En la Biblia se encuentra plasmada la experiencia de vida –con Dios, con los hombres, con la naturaleza y consigo mismos– de los creyentes que nos han precedido en la fe. Los cristianos somos iluminados por la Palabra, y en ella, Jesús es el centro y la culminación de la revelación del Padre. Celebrando el mes de la Biblia, recordemos con san Jerónimo que “Desconocer las escrituras es desconocer a Cristo”.
Mons. Plinio refl exiona sobre los apóstoles, desde la espiritualidad del Corazón de Jesús y cómo fueron llamados a compartir y a continuar la misión de Jesús.
La misión que Jesús confía a sus discípulos se verifi ca mediante un doble envío: primero los envía
Los Novicios italianos y centroamericanos, acompañados del Maestro de Novicios y el Superior Provincial
personalmente a llevar la Buena Nueva y después les da el Espíritu Santo para que guíe y acompañe la misión de los discípulos.
El envío:
Antes de subir al cielo, Jesús envía a sus discípulos a continuar su misión, diciéndoles:
“Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda criatura”: “Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará” (Me 16.15-16). “Me ha sido dada plena autoridad en el cielo y en tierra: “Vayan y hagan discípulos míos a todos los pueblos y bautícenlos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Sepan que yo estaré con ustedes hasta el fi - nal del mundo.” (Mt. 28,18-20).
La fuerza del Espíritu:
Y después de subir al cielo, envió desde el Padre al Espíritu Santo que fortalece a los apóstoles en su tarea de continuar la misión de Jesús y con la venida del Espíritu Santo nace la Iglesia que, guiada por el Espíritu y bajo la autoridad de los Apóstoles, continúa la misma misión de Jesús, que consiste en salvar a todos los hombres. La Iglesia busca “Testimoniar la unidad dentro de la diversidad de ministerios y carismas y vive su compromiso misionero consciente de que sólo una Iglesia evangelizada es capaz de evangelizar”. (Cf. CELAM, Santo Domingo, Mensaje 24)1.
El poder de sanar, de curar, perdonar y de salvar no lo había recibido de nadie más que de su Padre del cielo. Al curar a los enfermos, Jesús permitía que los verdaderos creyentes entraran y penetraran hasta el centro de su persona, hasta su corazón. Curar era una señal de Dios, era un signo de la compasión de Dios, sensible ante el sufrimiento humano.