
4 minute read
Rincón de la Palabra: Don de Consejo
Don de Consejo
Continuando con la refl exión en torno a los dones del Espíritu Santo, hoy tomamos como referencia el “don de consejo”. Es un don otorgado a la persona por parte de Dios, para iluminar las conciencias, en las opciones cotidianas de la vida. En estos tiempos de tantas difi cultades, se hace necesaria la llamada “reconstrucción de las conciencias”, es decir, estar atentos a que tantos fenómenos cambiantes, no actúen en perjuicio de los valores cristianos, sino que continuemos cultivando el Espíritu, a través de hábitos sanos y positivos.
Advertisement
La aplicación de este don en la vida, es práctica y operativa, Dios que ilumina las conciencias de las personas como hemos señalado, pero de igual modo, el don de consejo es luz divina que procede de Dios para iluminar también la vida de los demás, dejando así que la vida de los otros ilumine la nuestra. Siempre será discernimiento que va realizado desde Dios, para provecho personal y comunitario. Como nos certifi ca la experiencia: “los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras sus ideas” (cf. Sab 9,14). El don de consejo es un regalo que procede de Dios, como don que ilumina.
Dos orientaciones determinan el campo de acción de este don: el gobierno de sí mismo y la dirección de los otros. La manera más perfecta de gobernarse a sí mismo: es mantenernos atentos a las luces del Espíritu. Quien contempla a Cristo quiere parecerse a Él. Volcado a la caridad, busca contribuir con la Redención del mundo. Gracias a este Don, el Espíritu se convierte en maestro de nuestra vida y la de los demás. A la hora de servir a los demás, es imprescindible comprender que sólo somos instrumentos en manos de Dios, y que solo el propio Espíritu Santo, puede realmente aconsejar y dirigir a otros.
San Buenaventura nos relata, que el don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. La conciencia se convierte entonces en el “ojo sano” del que habla el Evangelio (Mt 6,22), y ad- quiere una especie de “nueva pupila”, gracias a la cual le es posible ver mejor, y descubrir lo que hay que hacer en cada determinada circunstancia, aunque sea la más obscura y difícil. El Espíritu Santo comienza inmediatamente a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios.
Reconocer que el don de consejo, mucho más que una recomendable fuente de consulta y criterio en momentos de apuro, es de vital relevancia; esto es como leer en el libro abierto de la experiencia interior del mismo Jesucristo. Se trata de un don que lleva a la libertad, a actuar sin temor al juicio de los hombres. Es Dios mismo con su Espíritu, quien ilumina nuestro corazón, de tal forma que nos hace comprender el modo justo de hablar y de comportarse; y el camino a seguir.
El don de consejo es un potente receptor para oír la voz de Dios en el fondo de nuestra alma, o para descubrirla a través de acontecimientos aparentemente intranscendentes. “El Señor me aconseja, hasta de noche me instruye internamente” (cf. Sal 17,7). La condición esencial para conservar este don es la oración.
Por su parte, tras la aparente sencillez de las palabras de María en Caná: “haced lo que Él os diga” (Jn 2,5), se esconde el mejor de los consejos del Espíritu, que en ella habita de forma excelsa desde el momento de su Inmaculada Concepción.
*Sacerdote de la Arquidiócesis de Santo Domingo. Estudiante de Derecho Canónico. Roma, Italia.
Dra. Marcia Castillo marcies76@hotmail.com
Acostumbrados a la vida edulcorada de las redes y sometidos constantemente a la presión social obligada de seguir y perseguir ciertos estándares de belleza tendemos a incurrir en hechos y acciones que a veces van en detrimento de nuestro equilibrio físico y mental, aquí viene la pregunta obligada. ¿Estar en forma o estar deformado?
La postmodernidad nos vende cada día más el culto al cuerpo, la perfección como norma. ¿Pero que es normal o anormal? Hacer ejercicio como loco para estar sano o para dar una imagen que más que emular a Adonis da la impresión de ser un Hulk. Verde y nudoso como un árbol.

En este artículo hablaremos de un escenario que cada día toma más relevancia en las salas de espera de los psicoterapeutas: hablamos de la vigorexia, dismorfi a muscular
o complejo de Adonis.
Esteroides para el Adonis postmoderno
¿Y de qué trata el complejo de Adonis?
No hay causas defi nidas con exactitud, pero se dan muchos casos asociados a otros trastornos psicológicos, como tener personalidad compulsiva o sufrir un trastorno de conducta alimentaria como anorexia o bulimia, algunos refi eren haber sufrido acoso escolar o baja autoestima; estas personas no faltan jamás a su entrenamiento y sacrifi can cualquier cosa con el fi n de no fallar en su rutina de ejercicios.
Algunos tips para identifi car alguien con vigorexia
Tener una preocupación desmesurada por su propio cuerpo, que lo lleva a estar diariamente analizando el peso, el estado de los músculos y la cantidad de grasa. Tener excesiva dependencia del ejercicio físico. Tener una imagen totalmente distorsionada del propio cuerpo. Estar obsesionado con la dieta, llegando a afectar las relaciones sociales puesto que se tratará de evitar comer fuera de casa. Estar dispuesto a cualquier sacrifi cio para potenciar físicamente el cuerpo. Autoestima baja que se compensa haciendo del cuerpo nuestro único objetivo. Tendencia a mirarse en el espejo frecuentemente. Sensación de fatiga.
Si identifi cas a alguien con uno de de estos síntomas sugiérele prestar atención, porque cuando el ejercicio es excesivo lo bueno se vuelve malo.
Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir (Honoré de Balzac).