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Aprender con el Covid

Ser bueno y hacer el bien

Miguel de Unamuno disCon esta moral muchos personatingue entre ser bueno y jes de nuestro mundo hacen cosas cuando hagas hacer el bien. No es lo mismo ser bueno que buenas, entregan dinero para buenas obras o fomentan instituciolimosna, que hacer el bien, aunque nes sociales, pero lo único que les no sepa tu mano tampoco es incompatible. Los buenos siempre quieren hacer el interesa es la publicidad, el “salir en la foto”, o sea, que se hable de izquierda lo que hace bien y casi siempre lo hacen. ellos, que se diga lo guapos y estu derecha; así tu Dios, el absolutamente bueno, siempre hace el bien. No puede tupendos que son, aunque, en el fondo, la situación de las personas limosna quedará en hacer otra cosa. En la medida en que nos asemejamos a Dios, tama las que teóricamente o fotográficamente entregan el donativo, no secreto bién actuaremos como él actúa, les interese. haciendo el bien. La distinción entre ser “Cuando hagas limosna no Hay malos que, en ocalo vayas trompeteando por siones, hacen el bien. Hay delante como hacen los hique alegrarse del bien que pócritas en las sinagogas y hacen los malos, pero su por las calles, con el fi n de maldad les impide hacer ser honrados por los homel bien de forma firme, bres; en verdad os digo que constante y segura. Por ya reciben su paga. Tú, en eso, además de alegrarcambio, cuando hagas linos por el bien que puemosna, que no sepa tu mano de hacer la persona mala, izquierda lo que hace tu dehay que desear firmemenrecha; así tu limosna quedate que se convierta y sea rá en secreto, y tu Padre, que buena. ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,2-3). bueno y hacer el bien Quizás el que anuncia con equivale a la distinción trompetas su limosna hace entre las actitudes arraiel bien, pero no es bueno. Y gadas en nuestro ser, y cuando no haya trompetas los actos puntuales que dejará de hacer el bien. La hacemos en cada ocasión. limosna del que la hace en A los ojos del mundo, en secreto es la de una persona la moral de las obras, en buena, que es solidaria en donde solo importan retoda circunstancia. El prisultados y apariencias, Christi Internacional inicia y facilita programas para promover la no violencia, fomentar la reconciliación mero hace el bien, pero no no importa que uno viva y crear culturas de paz es bueno. Este bien que hace con sentimientos de odio; sirve para aumentar su orlo que importa es que no cometa Así se comprende que Jesús nos adgullo y su vanidad. El segundo hace el delitos, que no haga el mal. Esta vierta contra el hacer buenas obras bien porque es bueno. Este bien que moral fomenta la hipocresía. sólo para ser visto por los hombres: hace es agradable a los ojos de Dios.

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La bondad nos hace divinos

Distinguimos entre ser bueno y hacer el bien. Lo que importa es ser buenos, porque la bondad nos hace divinos. Y el ser divinos nos salva, nos vivifi ca y nos renueva. Por esto, decía Unamuno, “no basta ser moral, hay que ser religioso; no basta hacer el bien, hay que ser bueno”.

De la misma manera que se puede hacer el bien sin ser bueno, también puede ocurrir que alguien que es bueno haga, en alguna ocasión, el mal. Pero si es bueno, se arrepentirá, rectifi cará, buscará el modo de reparar el mal que ha hecho. El bueno puede hacer el mal, porque bueno del todo solo es Dios. Los humanos podemos ser buenos, pero siempre somos frágiles, débiles y limitados. Por eso, alguna vez la persona buena, puede hacer el mal. Sin duda, el acto realizado es irreversible. Pero el fondo bueno, que está más allá de las apariencias, permanece, posibilita el arrepentimiento y mueve a la reparación del mal causado.

Miguel de Unamuno Hermanas Angélicas de la Diócesis de Cabimas en Venezuela, visitando a la Sra. Ramona de 105 años para llevar la palabra del Señor y la Santa Eucaristía.

Por tanto, no es luchando contra los actos como uno se renueva, sino purificando la intención, el corazón. Eso sólo el Espíritu puede hacerlo, al derramar el amor en nuestro corazón. Sin duda, lo hecho, hecho está. Pero Dios, que sondea el corazón, hace posible el renacer y el arrepentimiento que, en ocasiones, toma la forma de penitencia.

Se trata, pues, de pasar de la persona que tal vez hace el bien, por prestigio, vanidad, miedo o cobardía, para convertirnos en personas buenas. Hacer el bien, sin ser bueno, oculta el ser (el ser malo) y además amarga el alma. A este respecto, Unamuno cita el texto de 1 Jn 3,15: el que aborrece a su hermano (no el que le hace daño, sino “el que murmura o maldice en el secreto del corazón”) es homicida. Y el homicida no tiene vida eterna. Por el contrario, si la debilidad nos doblega al pecado, la bondad del ser hace posible el arrepentimiento y entonces el perdón de Dios nos regenera.

Ser bueno me parece una posible y adecuada traducción, en categorías antropológicas, del nacer de Espíritu del que habla el Evangelio. Ser bueno es un principio interior que confiere un nuevo modo de ser, y hace bueno todo lo que hacemos, transforma nuestro obrar. Eso es exactamente el Espíritu Santo, el amor de Dios que transforma el corazón de la persona. Esta transformación no se debe al cumplimiento de ninguna Ley, sino a la acción de Dios que comunica su amor a todo el que quiere acogerlo. Artículo apa

recido en el Blog Nihil Obstat, www.dominicos.org.

Escuchar para entender

Dra. Miguelina Justo miguelinajusto@gmail.com

Antón Chejov fue un prolífico autor ruso, nacido en el 1860, médico de profesión, quien supo retratar, como pocos, el alma humana. Escribió cientos de relatos y exquisitas obras teatrales donde exhibió la gran sensibilidad que le permitió navegar entre lo cómico y lo trágico, entre lo cotidiano y lo trascendente.

Chejov era capaz de comunicar lo que pasaba desapercibido, parecía escuchar el dolor de la gente de su tiempo, el grito de injusticia y de incomprensión, tal lo demuestra uno de sus cuentos más emotivos: La tristeza. En este texto, el autor parece hacer estudio sobre los obstáculos para la escucha. Chejov narra un día en la vida de Yona, un envejecido cochero, que espera sin esperanza algo de trabajo, al tiempo que la nieve cubre su cuerpo entumecido y el de su caballo. Afirma que ambos han sido arrancados de la vida campestre y arrojados al infierno de la ciudad. La soledad parece acompañarlos.

Yona logra conseguir, apenas dos servicios. Intenta conversar con sus pasajeros, quiere contarles que algo terrible le ha sucedido. Su hijo, su único hijo, ha muerto hacía solo unos pocos días y no había hallado con quien compartir la pena que le inunda el corazón, perturba sus pensamientos y entorpece su cuerpo. Nadie le escucha.

Retrato de Anton Chejov realizado por Osip Braz en el 1898.

Analizando el relato, es posible identificar cuáles elementos imposibilita se produzca este espacio de conexión humana, que hace que Yona termine desahogándose hablando con su caballo.

De acuerdo a Chejov, la prisa es una gran enemiga de la escucha. Las responsabilidades de la vida moderna parecen imponer un ritmo que termina deshumanizando las interacciones. Prisa por llegar, prisa por hacer, no hay tiempo para estar ni para ser. ¡Qué bueno sería detenerse un momento! Este espacio, este tiempo crearía las condiciones para que los tantos Yonas que se cruzan por nuestra vida encuentren un oído y un corazón que les escuche y, sobre todo, que les entienda.

En ocasiones las personas escuchan las palabras, mas no las emociones que las acompañan, y esto produce una sensación inmensa de desamparo, de soledad, de ruptura en el necesitado. Eso fue justo lo que le sucedió a los pasajeros de Yona. Uno de sus ellos le preguntó con más curiosidad que interés si era casado, el viejo cochero responde: “No, no tengo a nadie… Solo me espera la sepultura… Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.” Un “por fin, hemos llegado” fue la respuesta ante estas palabras que desbordan desesperanza y dolor. ¿Cuántas veces sucederá lo mismo a lo largo de la vida de millones de personas alrededor del mundo? Las emociones van al aire junto con las palabras y nadie parece escucharlas. Se escucha el “déjame, no me molestes”, del adolescente airado, pero no su miedo y su soledad. Las relaciones humanas se transformarían si se escuchara la emoción que acompaña la palabra, para descubrir lo que se intenta comunicar y que no pocas veces queda desfigurado entre gritos y silencios.

El minimizar el dolor ajeno, el trivializar su experiencia, constituye, sin duda, un gran obstáculo para esta escucha acorazonada, Chejov lo sabía. Cuando Yona le comenta a uno de sus pasajeros sobre la muerte de su hijo, este responde exclamando: “¡Todos nos hemos de morir!” Bien lo afirma la sabiduría popular “Mal de muchos, consuelo de tontos”. El hecho de que algún evento sea común no lo banaliza. El no ofrecer validación al que habla lo aleja aún más de la experiencia de consuelo que necesita. ¡Qué pena que se confunda esto con la conmiseración inutiliza!

Otro elemento que Chejov presenta como un gran obstáculo para la escucha es el centrarse en las propias necesidades. Yona regresa al

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