Ética e Innovación Tecnológica

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rable: cuando se constatan desórdenes e irracionalidades, eso no trae más que procesos compensatorios. El sistema continúa evolucionando en su propia línea”(4). Habría, según esto, una orientación definida y progresiva del “sistema técnico” hacia el crecimiento y desarrollo de la eficacia productiva; un proceso que no deja opciones: “El Estado es él mismo un agente técnico a la vez integrado en el sistema, determinado por sus exigencias y modificado en sus estructuras, por la relación al imperativo de crecimiento técnico”(4, p.144). Este argumento se sostiene sobre dos supuestos: 1) el sistema se desarrolla siguiendo una regla de eficacia, sin arreglo a ningún plan o idea preconcebida, a ninguna voluntad consciente. Responde sólo a necesidades intrasistémicas; y toda voluntad de enmienda, control o regulación, tendría que venir desde fuera. Pero, 2) el sistema define la sociedad en su conjunto: es una “sociedad tecnológica” que excluye, precisamente, el “fuera”: “todo el proceso técnico es un mecanismo de integración”(4, p.195). El “sistema técnico” sería comparable a una cosmovisión, en cuanto cumple una función asimiladora sobre “las actividades más independientes, las menos técnicas (...) exactamente como en la Edad Media, por ejemplo, todo se situaba dentro del sistema cristiano”(4, p.177). En el Prefacio de la edición inglesa de “The technological society”, Ellul morigera su tesis: “debemos mirarla dialéctica-

mente, y decir que el hombre está ciertamente determinado, pero que le está abierto sobrepasar la necesidad, y que en esto consiste justamente la libertad”. Se trataría, entonces, de condicionamiento y no de determinismo. El argumento de Ellul contiene, sin embargo, un núcleo duro que se refiere a la falta de alternativas, a la dificultad o imposibilidad de una contracultura y de una reorientación de las metas. Frente a una eventual redefinición, Ellul es consistente: el sistema está fuera de control y, además, produce la cultura de la aceptación, el escepticismo ético y político, la reducción de las metas. Sustituye necesidades sustantivas del ciudadano –libertad, participación, equidad, dignidad– por las necesidades económicas de confort, consumo y bienestar individual. El ciudadano reducido a productor o consumidor-cliente se convierte en elemento funcional a la progresión del sistema y a su lógica expansiva. La mayor resistencia suele venir a propósito de los perjuicios ambientales que origina el desarrollo, como si el único límite a la expansión del sistema viniera de la naturaleza. Eso muestra, justamente, hasta qué punto el orden económico-social no se concibe como resultado de una transformación institucional y de una reglamentación de las relaciones sociales que dependa de la acción, el pensamiento y la voluntad humana. Es, por el contrario, resultado de un ordenamiento técnico del mundo; y, a la hora de tomar decisiones, lo que cuenta


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