ALMA MAGAZINE 23 - DICIEMBRE 2007 / ENERO 2008

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Cultura / Museos protegieran varios de los cuadros más famosos del Louvre, con el fin de evitar los ataques de posibles vándalos. Peruggia creía que Napoleón había robado la Mona Lisa en Italia y aseguraba que sólo había pretendido repatriarla. Aunque Napoleón fue responsable de más robos de arte que ningún otro personaje histórico, en este caso no tuvo ninguna culpa. La Mona Lisa era uno de los cuadros preferidos de Leonardo. Cuando se trasladó a Francia, al final de su vida, a trabajar para el rey Francisco I, llevó el cuadro consigo. Al morir Leonardo, sus posesiones pasaron al rey de Francia. Pero Peruggia parecía firmemente convencido de que era un héroe nacional por haber recuperado una de las grandes obras maestras italianas que los franceses habían robado. Al devolver la Mona Lisa a Italia, el ladrón no acabó capturado por la policía, sino que se presentó voluntariamente ante un público que no se puso precisamente de su parte.

LADRON QUE ROBA A LADRON

En 1969, el cuadro Navidad con dos santos pintado por Caravaggio en 1609 fue sustraído de una iglesia siciliana y no volvió a aparecer. Todo intento de búsqueda fracasó.

y tal vez de otros robos perpetrados por el ladrón profesional Gery Pieret. Los periódicos de París se lamentaban desde hacía mucho tiempo de la falta de seguridad en el Louvre, y uno había hecho la broma de que, algún día, alguien iba a robar la Mona Lisa. Así fue, en 1911. Un hombre vestido con el uniforme de empleado del Louvre permaneció en el interior del museo después del cierre, escondido en una escalera de servicio. Allí quitó el lienzo del marco, y dejó éste en las escaleras. Bajó hasta la salida, pero se encontró con que estaba cerrada con llave. El ladrón tuvo que esperar hasta la mañana siguiente, cuando llegó el primer conserje a barrer el patio. Al ver que había alguien dentro, el conserje abrió la puerta, pensando que era un empleado que se había quedado encerrado por azar. El hombre que estaba dentro, y que llevaba algo grande y plano tapado con una sábana blanca, salió a las

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calles de París y desapareció. El robo de la Mona Lisa ocupó los titulares internacionales, pero la policía no logró averiguar nada. Interrogaron a cientos de personas, incluido el hombre que al final resultó ser el ladrón, pero avanzaron muy poco. Pasaron los años. Y un día, en Florencia, un marchante de arte recibió una nota en la que se decía que alguien que estaba en posesión de la Mona Lisa deseaba devolverla a los Uffizi. Al principio, el marchante creyó que era una broma. Pero se puso en contacto con el director de los Uffizi y los dos fueron a entrevistarse con el que decía tener el cuadro, en el hotel en el que se albergaba. Certificaron la autenticidad de la obra y llamaron a la policía. El ladrón resultó ser Vincenzo Peruggia, un cristalero italiano que vivía en París. Irónicamente, había sido contratado, junto con otros cristaleros, para instalar paneles que

Las mayores redistribuciones de arte se han producido durante las guerras. De hecho, las apropiaciones en tiempo de guerra representan una categoría aparte dentro de estos robos. El caso con el que comenzamos nuestro relato, el saqueo de Siracusa en 212 antes de Cristo, fue el primer ejemplo de esta categoría, el robo de obras de arte por albergar un valor monetario y estético, y no sólo por representar un símbolo de conquista. Napoleón fue el mayor villano en cuestión de apropiaciones de guerra, pero Hitler y Goering, durante la II Guerra Mundial, no se quedaron atrás en entusiasmo. Uno de sus principales objetivos fue el retablo del altar de Gante (Ghent Altarpiece), de los hermanos Hubert y Jan van Eyck. Este tríptico monumental es la pintura más robada de la historia. La obra ha sido víctima de una lista inconmensurable de robos y, pese a sus enormes dimensiones –4,4 × 3,5 metros–, no parece que pueda permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. Los robos e intentos de robos que ha sufrido merecerían ser objeto de un artículo aparte. Pero vamos a detenernos en uno de ellos. La noche del 10 de abril de 1934, un ladrón robó un panel de 1,3 × 0,5 metros del retablo que se encontraba en la catedral de San Bavo, en Gante. El panel, que mostraba a los llamados Jueces justos, con la parte posterior ocupada por San Juan Bautista, estaba en la parte inferior izquierda del cuadro, y lo habían dividido en dos, en sentido vertical, para poder exhibir simultáneamente las dos caras, anterior y posterior, en una exposición

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