algo MÁS
Diversas maneras de ser
Producción de circulación gratuita bianual. Realizada por estudiantes del Taller de Especialización II: Redacción de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER.

Producción de circulación gratuita bianual. Realizada por estudiantes del Taller de Especialización II: Redacción de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER.
Es bueno saber que hay algo más. Es bue no saber que allí donde podría instalarse una clausura o un silencio hostil, hay lugar para algo más. Hay lugar para construir palabras que escuchan, preguntan, de sean. Hay lugar para ponerle un suspen so a los prejuicios, para tratar de entender, para narrar. Hay lugar para encontrarnos, para reconocernos en las diversas mane ras de ser, y también para seguir andando. Hay algo más. Hay mucho más.
En esta publicación compartimos per files periodísticos en los que el recono cimiento de las diversas identidades de género atraviesa historias personales que –ineludiblemente– se entretejen con los contextos sociales e históricos de la co munidad que habitamos.
En ese camino, nos proponemos repa rar en la importancia que tiene la sanción de normativas que reconocen y otorgan derechos a las diversidades que se iden tifican en el colectivo LGBTIQ que nuclea a lesbianas, gays, bisexuales, trans, traves tis, intersexuales, queer y a otras identida des no incluidas en las anteriores.
Consideramos que la vigencia de las leyes de Identidad de Género -de la cual este año se ha cumplido una década-, de Matrimonio Igualitario, de Educación Sexual Integral, de Acceso al Empleo For mal para personas Travestis, Transexuales
y Transgéneros, contribuye al reconoci miento de la diversidad sexual en la es fera política, estatal y pública. Aunque re conocemos el valor de estas normativas, también sabemos queda mucho camino por delante, para seguir trabajando por el reconocimiento de derechos de un colec tivo que día a día convive con las exclusio nes y los prejuicios.
En estos perfiles periodísticos busca mos acercarnos a los modos en que cada una de estas personas construye su coti dianeidad y avanza con sus entusiasmos, sus contradicciones y sus vínculos.
Con Tahiel Manavella conocemos la pasión por la militancia política y los mo dos en que atravesó el proceso de transi ción de identidad.
Con el ginecólogo Gustavo Terra com partimos su trabajo de acompañamiento a personas trans en el proceso de hormo nización y nos acercamos a algo de aque llo que lo llevó a elegir su profesión.
Alex Espe Marilén Contreras Acosta nos cuenta la importancia que tuvo su familia en la posibilidad de darle lugar a su auto percepción como persona no binaria.
Brian Gómez, un joven de Hasenkamp, nos invita a descubrir cómo en una articu lación entre la militancia, el compromiso con la comunidad y su rol de estudiante de Trabajo Social pudo acompañar el pro
ceso por el reconocimiento de identidad de una amiga de esa localidad.
Clara Aimeé Ardiles desovilla anécdo tas de una vida intensa en la que las ga nas de verse bien conviven con el cine, el cuidado maternal, los desamores y el trabajo de prostituta.
La propuesta de esta revista se comple ta con una nota de opinión y reflexiones sobre la lectura del libro Las Malas, de la escritora Camila Sosa Villada, quien recupera su experiencia de ser trans en Córdoba.
Somos estudiantes y docentes del Taller de Especialización II: Redacción de la ca rrera de Comunicación Social de la Univer sidad Nacional de Entre Ríos. Esperamos que desde este lugar podamos aportar a repensar los prejuicios, a problematizar las dicotomías de los cuerpos que estable cen roles estereotipados entre lo que se espera de una mujer o de un varón para animarnos a construir una sociedad en la que podamos respetar y reconocer las diversas maneras y formas de ser. Espe ramos que esto que hoy compartimos las y los impulse a disfrutar y a quedarse con ganas de seguir pensando algo más.
Rector: Cr. Andrés Ernesto Sabella
Vicerrectora: Dra. Gabriela Virginia Andretich Secretaría Académica: Vet. Guillermo Gabriel López Secretaría de Ciencia y Técnica: Dr. Gerardo Gabriel Gentiletti Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura: Dr. Roberto Ángel Medici Secretaría General: Mg. Alina María Francisconi
Secretaría Privada: Ing. Daniel Luis Capodoglio Secretaría Económico Financiera: Cr. Juan Manuel Arbelo Subsecretaría Económico Financiera: Lic. Paula Laurenzio Secretaría de Asuntos Jurídicos: Dr. Alejandro Caudis Coordinador de Asuntos Estudiantiles - sede Paraná: Martín Collaud
Autoridades de la Facultad de Ciencias de la Educación Período 2022-2026
Decana: Dra. Aixa Boeykens
Vicedecano: Dr. Carlos Marín
Secretario General: Mg. Ignacio González Lowy Secretaria Académica: Dra. Milagros Rafaghelli Secretaria de Investigación y Posgrado: Dra. Silvina Baudino Secretaria de Extensión y Cultura: Mg. Karina Arach Minella Secretario Económico Financiero: Cr. Rodrigo Ceballos
Secretaría General: Jonathan Villanueva Jefatura de redacción: Sofía Taborda Redacción: Mercedes Ruberto, Cristal Gamarra, Graciela Leiva, Sofía Placharuzza, Camila Venturini, Sofía Taborda, Valentina Bertocchi, Laura Molnar, Jonathan Villanueva Diseño y diagramación: Camila Venturini
Docentes del Taller de Especialización II: Redacción Aixa Boeykens Leonardo Caudana
El representante por el Frente para la Igualdad Evita Entre Ríos, Tahiel Manavella, abre una ventana con vista a su vida de lucha política. Su participación activa en las arenas del peronismo le permite construir un muro de contención para las personas que más lo necesitan. Para Tahiel no es necesario que las identidades trans militen, sin embargo, eso parece ser su actividad favorita.
Por Laura MolnarSe podría decir que hoy es un día peronis ta: El sol contrasta en un cielo límpido y el termómetro justo marca 17 grados. Es una pena que el destino no haya querido que sea 17 de octubre, hubiera sido una increíble coincidencia.
En calle La Rioja 445 funciona la sede del Movimiento Evita y dentro del movimiento el Frente para la Igualdad Evita Entre Ríos, que tiene como secretario provincial a Ta hiel Manavella. En una de las oficinas de la sede de la organización política peronista, Tahiel pregunta en torno a qué va a girar la conversación. Exterioriza una cierta mo lestia ya que cuando le hacen entrevistas solo se enfocan en su identidad trans. Pre fiere hablar de su gran amor: la militancia. ***
La periodista, escritora y líder del Mo vimiento de Liberación de Mujeres de Estados Unidos, Carol Hanisch, acu ñó una frase en la década del 70 que dice: “Lo personal es político”. Lema que se convirtió en bandera del feminismo y
que evidencia cómo la experiencia per sonal puede trascender las fronteras de lo individual para transformarse en objeto de lucha social y política. La trayectoria de Tahiel para ser Tahiel se encuentra en la actualidad atravesada por la voluntad de ayudar a otros, a otras y a otres dentro del espacio que lidera.
—Me cuesta muchísimo ver mi vida ale jada de la militancia, siento que es una actividad de tiempo completo.
—¿Por qué el Movimiento Evita? —Sandra, una amiga, me insistía para que me sume. Me decía: “Venite al Evita, mirá que nosotros queremos que vos estés acá para armar el frente”. Acepté su pro puesta porque me gustan las obras que tienen que ver con lo comunitario. En un principio no había nada armado así que andaba como loco malo, pero lo que tie ne este espacio es que siempre hay gen te que te va a respaldar y acompañar.
Tahiel tiene 25 y empezó con su acti vidad en el Frente para la Igualdad hace
Marcha por el Día de la Lealtad Peronista.
Foto: Comunicación y Prensa del Movimiento Evita.
aproximadamente un año. Su militancia no solo tiene que ver con lo político sino con una lucha personal que inició en su adolescencia cuando le comunicó a su abuela, que fue un pilar importante en su vida, la decisión de transicionar a Tahiel: —Tenía mucho miedo de que me echen a la mierda. Mi abuela se la re bancó y se largó a llorar pero me dijo que lo sa bía y que respetaba mi decisión porque quería verme bien. Y bueno, fue así que caí en una fiesta de año nuevo con bar bita y camisa al cuerpo.
La oficina principal de la sede tiene una extraña mezcla de afiches: está el presidente Alberto Fernández, la aban derada de los humildes, un mapa de la provincia de Entre Ríos, el retrato de Diego Maradona santificado, dos es tanterías con algunos libros, una planta y la bandera de la diversidad. En el cen tro, una mesa redonda con el estandar te del Movimiento Evita. Mientras posa para ser retratado, Tahiel se da vuelta, observa el decorado y dice: —La caga el caloventor en la estantería. ---sin embargo, dibuja una sonrisa en su cara y se deja fotografiar.
Pareciera que no fuese una persona de baja estatura porque está sentado en
una silla de oficina regulable, sin em bargo, cuando se levantó a pedir silen cio a quienes hablaban del otro lado de la puerta de la habitación mostró su metro cincuenta. Tiene los brazos ta tuados con ilustraciones indescifrables que muestra sin reparo: algunas hechas por él y otras dibujadas por alguien que practicó el oficio sobre su cuerpo. Lla ma la atención su capacidad de sonreír: minuto a minuto las comisuras de sus labios trepan el rostro como queriendo llegar a las orejas o quién sabe a dónde. —Antes no me gustaba que me saca ran fotos. Era lo menos fotogénico de la vida, pero ahora disfruto de mostrar me. Nombrarme y presentarme fue una construcción.
—No solo construiste tu identidad, sino también un espacio político para otros, otras y otres. ¿Qué importancia tiene que las identidades trans militen?
—Es muy importante visibilizarse uno como persona en sus luchas y en sus vivencias pero también entiendo que no es necesario que todos militen porque hay muchos pibes que no les interesa y es totalmente respetable. Hay que rom per un poco con esto de que las perso nas trans, u otras dentro del colectivo, sí o sí deben enfocarse y construir para
y por el colectivo. Creo que tienen el de recho de pensarse en otros lugares por que tal vez cuentan con condiciones para trabajar en otros espacios, por ejemplo como maestra o maestro, se puede labu rar desde ahí.
El Frente para la Igualdad está orien tado a reivindicar los Derechos Huma nos. Una de sus funciones es posibilitar el acceso a la salud de infancias, juven tudes, adulteces y personas privadas de su libertad.
—En tu Instagram figura que estuviste en el barrio Anacleto Medina para parti cipar de la inauguración de un espacio comunitario: ¿de qué se trató?
—Lo que hicimos es generar un área más para que se pueda acceder a tes teos rápidos de VIH e información so bre Enfermedades de Transmisión Se xual. Además, procuramos que dentro del territorio haya ámbitos para que las personas VIH positivas estén conteni das y puedan conseguir su medicación. También nos enfocamos en acompa ñar infancias y adulteces que se en cuentran en situaciones de vulnerabili dad social como, por ejemplo, jóvenes que no pueden seguir estudiando por que tienen que salir a changuear. Desde el movimiento nos caracterizamos por
intentar resolver este tipo de cuestio nes a corto plazo.
La sede de la organización se encuen tra frente a uno de los laterales del Hos pital Materno Infantil San Roque, lo que implica una importante circulación de vehículos y de personas que vienen de distintas partes de la provincia a aten derse. Sin embargo, son las tres de la tarde y desde afuera solo ingresa una leve brisa y el ruido del motor del colec tivo de la línea 1 que para en la esquina de La Rioja y La Paz, a metros del lugar. La acostumbrada pesadumbre de la siesta paranaense comienza a percibir se en la charla. Tahiel dice “chau” con una invitación: —El miércoles de la semana que viene se va a hacer una capacitación en la facu de Trabajo Social organizada por nosotros: ¿querés ir? ***
El tema y la invitada que va a disertar ameritan la gran concurrencia de pú blico en una de las aulas del primer piso de la Facultad de Trabajo Social. La convocatoria tiene que ver con una capacitación sobre Políticas y Prácti cas contra la Discriminación que ten drá como disertante a la directora na cional de Políticas y Prácticas contra la
Discriminación dependiente del Instituto Nacional contra la Discriminación (IN ADI) y militante trans, Ornella Infante. La sala está colmada de estudiantes de la Casa de Altos Estudios, profesores, in tegrantes del Movimiento Evita, del Fren te para la Igualdad Evita Entre Ríos y del Movimiento Universitario Evita, que son las tres agrupaciones encargadas de la organización.
La invitada se hace esperar, las personas a cargo de la coordinación de la charla ca minan ansiosas de un lado a otro esqui vando a la gente que está sentada en el piso porque no consiguió silla. De pron to, Tahiel aparece en el aula y comenta agitado: —Ornella está llegando. Se demoró por que el tránsito es tremendo y además viene de reunión en reunión en medios de comunicación y con otras agru paciones. —dice, mientras se seca la transpiración de la frente.
Luego de aproximadamente una hora de espera la gente empieza a aplaudir y Ornella ingresa a la sala junto al equipo que integra la dirección nacional. Des pués de su respectiva presentación y saludo comienza su alocución: —Ninguna, ninguno y ningune de las personas que estamos acá cumplen con los mandatos sociales para zafar de la discriminación. La tenemos tan naturalizada que si sufrimos una violen cia institucional no la denunciamos: por ejemplo, yo puedo decir que por culpa de ella me encarcelaron por ser trans. Los pueblos originarios o las personas no binarias pueden contarnos otra his toria de exclusiones y si sos pobre la discriminación hace que, por ejemplo, no llegues a estudiar. La única manera de que esto se visibilice es a través de discusiones, la cosecha de exigencias y una actualización de la ley que penalice estos actos.
La normativa que menciona Infante es la Ley Nº 23.592 y fue publicada en el Boletín Oficial en el año 1988. Debido a su anacronismo la Federación Argen tina LGBTIQ+ y el senador nacional por Chubut Carlos Linares presentaron en mayo de este año en la Cámara Alta su
proyecto para una nueva Ley Antidiscrimi natoria Nacional que amplíe y actualice la normativa vigente.
Luego de los discursos de las personas que acompañan a Ornella y un acalora do debate sobre discriminación, la charla llega a su fin. Tahiel toma el micrófono, agradece la asistencia del público y rega la su mejor sonrisa para una foto grupal. Después de los saludos correspondien tes se acerca, hace un suspiro de esos que denotan alivio y pregunta: —¿Qué te pareció?
La consulta de Tahiel y las palabras de Ornella Infante hacen que emerjan al gunas preguntas que quedaron en el tintero, como por ejemplo, si Tahiel su frió algún tipo de discriminación o si el mercado laboral le habrá cerrado puer tas por ser un varón trans. Por cierto, to davía no ha mencionado qué hace para ganarse la vida. ***
Tahiel avisó que iba a llegar un poco más tarde de lo previsto. Esto le per mitió esperar en el patio de la sede que tiene una extensión que impide divisar dónde termina. Otra vez, como en la pri mera cita, hay un sol sin nubes que se hace sentir debido a la falta de reparo de algún árbol o un techito. Por fin llega. Entra al lugar y luego de saludar a las per
sonas que están en la entrada de la casa peronista echa un vistazo al patio: —Perdón por la demora, hoy anduve de aquí para allá. —dice, mientras se saca el casco de la moto y se dirige a la ofici na del primer encuentro.
—En base a la capacitación del otro día me quedó pendiente una pregunta so bre lo que dijo Ornella con respecto a la discriminación. ¿Alguna vez la sufriste, por ejemplo, en tu trabajo? Por cierto, ¿trabajás?
—Sí, estoy en la parte administrativa del archivo del Túnel Subfluvial. Mi tarea es escanear el material fotográfico que hay sobre el proceso de construcción de la obra y digitalizar todo para quie nes le interese conocer su historia. Y no sufrí ningún tipo de discriminación laboral porque me acoplo al estereo tipo de varón pero la gente con la que trabajo me ha hecho chistes como: “yo voy a ser trans para jubilarme antes”. Y les respondo que antes de pensar en una jubilación primero hay que acceder a un trabajo y hay muchos compañeros y compañeras que no consiguen laburo por su identidad de género. El chascarrillo de las personas que tra bajan con Tahiel hace referencia a un proyecto de ley presentado el año pasa do por la diputada nacional del Frente
de Todos, Gabriela Estévez, denomina do Pensión Reparatoria para Personas Mayores Travestis y Trans. Según el sitio web Télam, “la normativa plantea el otorgamiento en carácter vitalicio de una percepción a todas las personas travestis y transexuales de más de 40 años”. En tanto, en los considerandos de la iniciativa se expresa que “el pro yecto busca reparar la violación de de rechos humanos básicos que implica una expectativa de vida de 35 a 40 años (entre las personas que integran esos colectivos); normas que criminalizaban y ‘patologizaban’ esas identidades; la sistemática violencia institucional y la falta de acceso a la salud, educación, vivienda y trabajo registrado”. Vale acla rar que la iniciativa todavía no fue trata da por el Congreso de la Nación.
Con respecto al acceso al trabajo, en Argentina existe una ley puesta en vigencia en 2021, que es la Nº 27636 de Promoción del acceso al empleo formal para personas travestis, transe xuales y transgénero Diana SacayánLohana Berkins. Anterior a esta norma, el Concejo Deliberante de Paraná, san cionó en 2019 la Ordenanza Municipal Nº 9834 denominada Plan de Inclusión Integral para personas travestis y trans de Paraná. La legislación local describe
Tahiel junto a Ornella Infante, Sandra Cislaghi y un compañere durante una Jornada de capacitación sobre políticas y prácticas contra la discriminacion. Foto: Comunicación y prensa del Movimiento Evita.
que “la Municipalidad de Paraná deberá incorporar anualmente a su planta de trabajadores/as a no menos de seis (6) personas travestis y trans, hasta alcan zar un porcentaje sobre la totalidad del personal municipal del dos (2) por cien to y establecer reservas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ellas, con el fin de promover la igual dad real de oportunidades en el empleo público”.
—Al Túnel llegué justamente por ser Ta hiel.
Sin embargo, no todas las personas que pertenecen a esta población vul nerada tienen la misma suerte. El si tio www.contratatrans.org, que forma parte de una Asociación Civil sin fines de lucro que busca mejorar las oportu nidades de inserción socio laboral de las personas trans, sostiene que en Ar gentina el 60% ejerce la prostitución o el trabajo sexual y el 70% nunca fue a una entrevista laboral luego de asumir su identidad de género. ***
Pareciera que siempre está llegando tar de a algún lugar: Tahiel sale rápido de la oficina e ingresa Camila Pesoa. Lo conoce hace muchos años y dice que es habitual que esté pasado de revolu ciones.
—Siempre está estresadísimo. Cuando está nervioso hace algo muy gracioso con la mano, así. —mientras se ríe, in tenta representar con los dedos en el nacimiento de la nariz el gesto pensa tivo de su amigo.
Camila tiene 23 años, está estudiando el profesorado de yoga, trabaja como niñera y es compañera de Tahiel en el Frente. Dice que en la agrupación hay tiempo para charlas amistosas, conver saciones de trabajo y acompañamiento para las personas que lo necesitan.
En el Evita las palabras acompañamien to y lucha colectiva resuenan en cada voz que intenta explicar lo que es la mi litancia. Para Tahiel es una construcción constante que inició con su transición y que luego lo llevó por el camino de la par ticipación en el terreno político. Una vez detenida la grabación comenta que su nombre se lo propuso una amiga que había hecho un viaje a los Valles Cal chaquíes en Córdoba donde se encon tró con un niño mapuche que se llama Tahiel y que significa hombre libre.
“Desde el principio recibí más cariño de personas que no me conocían que de mi familia. Pero yo siempre pa’ adelante. Me aferré de mis amigas. Y mis amistades fueron un apoyo y un pilar muy grande para mí. Las re banco a las guachas”.
Su familia está compuesta por su hermana menor Luana, su abuela María Eva y su “vieja” Silvia. En su infancia, se crió en la casa de sus bisabuelos debi do a problemas familiares y a una madre con la cual no tuvo relación hasta los 17 años. Al nacer su her mana menor, por los mismos conflictos, Tahiel se fue a vivir a la casa de sus abuelos maternos y Luana a lo de unos tíos lejanos. Aun así, hoy mantienen una linda relación. De su padre no emite comentarios. El pilar en la vida de Tahiel es y siempre será su abuela. —En mi proceso, muchas veces entraba en juego la pre sión social. Pero a mí me pesaba mucho más la palabra de mi abuela. Me preocupaba lo que ella podía llegar a pensar con lo que le dijeran de mí y cómo le repercutía. Después de un tiempo de vivir en Oro Verde y al comple tar su transición, decidió volver a la casa de María Eva. Fue en un Año Nuevo, cuando llegó con barba y sin pe chos. En ese exacto momento, Tahiel se dio cuenta de lo que había hecho y comprendió por lo que había pasado. —Los que pasamos por una transición a veces somos muy ansiosos y queremos que todos nos acepten rá pidamente y que la familia nos acompañe enseguida. Pero a veces también debemos considerar los proce sos ajenos. Los de tu entorno van generando duelos, y entiendo que mi abuela lo vivió así. Hubo un tiempo en que a ella no le salía decirme Tahiel y me insistía con: “Bueno te voy a decir Pancho porque me cuesta muchí simo” hasta que logró un día llamarme por mi nombre. Ese fue el click.
Gustavo Terra es ginecólogo obstetra y trabaja en el Hospital Materno Infantil San Roque y en el centro de salud Selig Goldin. En el último, asiste y acompaña a aproximadamente 350 personas trans en su proceso de hormonización. Destaca que la salud no son solo aspectos biológicos y que el vínculo con el paciente es primordial.
“Si hicieran una película sobre tu vida, ¿qué actor te gustaría que te interpre tase?”. Gustavo no sabe qué contestar. “¡Qué difícil!”, dice, pensativo, luego de unos segundos.
Sentado sobre las escaleras del cen tro de salud Selig Goldin, que está ce rrado porque ya son las 19, se produce un silencio que queda opacado por el ruido de los vehículos que transitan so bre calle Laurencena. Minutos atrás, el hombre de ambo sanitario y gafas rec tangulares conversaba animadamente sobre cuánto le gustan los cines danés, francés e italiano porque con su fotogra fía sutil y su ritmo tranquilo, crean inti midad con el espectador. Pero, quizás, para contestar la pregunta inicial debe detenerse y recapitular sobre el pasado, que está ansioso por cobrar vida una vez más.
El peso de ser el mejor Federal está compuesto por un paisa je de lomadas, montes de abundante vegetación y muchos arroyos. En los árboles se oye el cantar de cardena les y jilgueros, señal de que no hay
peligro que turbe sus vidas por esos lares. De ahí es Gustavo, que nació el 16 de mayo de 1973. Al ser el segun do hijo de una familia tradicional de la época, creció rodeado de la compli cidad de sus cuatro hermanos, pero bajo la sombra de uno de ellos, el mayor. Estaba cansado de los ideales machistas y simbólicamente violen tos de su padre y que a su hermano le dieran el auto que él también anhela ba. Eso lo llevó a mudarse a la casa de su abuela en Concordia, un municipio que estaba a más de 100 kilómetros de su hogar, distancia suficiente para alejarlo de aquello que le afectaba.
Obsesionado con aprobar todas las materias, se convirtió en uno de los mejores estudiantes y eso sentó un precedente, tanto en el aula como en su vida. “Siento que siempre tuve esa obligación de ser el mejor alumno”, confiesa. Además, asegura que esa presión era secundada por sus ami gos: “Ellos decían: ‘Vamos a pregun tarle a Gustavo que es el que sabe y el que estudia’”. Pero afirma y repite que lo pasó bien, demasiadas veces
como para convencer a cualquiera, especialmente a él.
El médico que vivía a la vuelta de mi casa
“Cuando uno es chico tiene la fantasía de curar, de tratar a otra persona, de ayudar, pero desde la visión muy redu cida de un niño. Nunca me cuestioné si había otra cosa, siempre sentí que iba a ir por el lado de la salud”, con fiesa con seguridad y recuerda que admiraba a un vecino que era médico. Gustavo quería involucrarse con los pacientes, pero no desde una distan cia kilométrica, de esas que emanan frío casi tan parecido al que se siente en las escaleras donde transcurre la charla.
Para el hombre del ambo y barba en forma de candado, este espacio de concreto que guarda las huellas de cientos de pacientes, es una exten sión de su consultorio y el inminente descenso de la temperatura no lo per turba. Por el contrario, acomoda las piernas y posiciona las manos sobre su regazo para continuar con uno de sus propósitos del día.
Al terminar la secundaria, cambió de escenario y se fue a Rosario, una ciudad al sureste de Santa Fe. Con su cabello limpio de canas y su ob sesión apasionada por los estudios intacta, Gustavo comenzó a dar sus primeros pasos en la adultez entre aquella urbe populosa de árboles de cemento. Cada año que transcurría en la Universidad Nacional de Rosario lo acercaba más a su posición de tra bajo ideal: el primer nivel de atención. Como si alimentara una fogata, arrojó leños y leños hasta que el fuego even tualmente lo abrazó, dándole el cobijo que tanto anhelaba.
“Elegí ginecología y obstetricia por que sentí que albergaba todo”, admite y explica que le gustaba que ambas incluyeran la posibilidad de realizar cirugías y entablar una relación más estrecha con el paciente. La residen cia la hizo en 2001 en el Hospital Ma terno Infantil San Roque de Paraná, donde vive y trabaja actualmente. “Es toy casado con una rosarina. La cono cí en una de las mudanzas que tuve. Ella vivía a tres cuadras de mi casa”, cuenta sobre su esposa, con quien tiene tres hijos. Ambos se mudaron a la ciudad entrerriana de barrancas altas y río caudaloso porque les que daba a medio camino de sus lugares de origen, aunque a Gustavo parece haberlo convencido el hecho de que
no era Federal.
Su formación lo limitaba a ver las en fermedades como resultados de pro cesos fisiológicos que había que solu cionar, aunque ese deseo que ardía en su interior eventualmente lo guiaría a redescubrir otra forma de percibir lo que hacía. Pero antes de eso estaba la residencia. Frente al disgusto que le provocó oír esa palabra nuevamen te, la única anécdota que se le escapó fue de aquella vez que decidió tomar una siesta y despertó turbado porque creía que había dormido hasta el otro día. Como alma que lleva el diablo, voló hacia el hospital y al ingresar se alarmó porque no encontraba a sus compañeros, así que preguntó y le contestaron que eran las ocho, como él creía, pero de la noche.
Durante esos años apareció en es cena una de sus primeras pacientes, Teresa Zapata, que lo recuerda muy bien. La calidez con la que ella lo con serva en su memoria se materializa por primera vez en la tarde cuando Gustavo abraza a un joven que inició la transición. “Es un loco, pero es un loco bueno”, afirma una de sus com pañeras del Selig Goldin, Fernanda Spessot, que es psicóloga y referen te provincial de Salud Integral de las Adolescencias. Él, en cambio, lo pone en otros términos: “Trato de ser reso lutivo en cualquier situación proble mática que atraviesa una persona”.
Cuando te cae la ficha Después de concluir la residencia decidió hacer un posgrado en Salud Colectiva con orientación en Salud Social y Comunitaria. Uno de sus pro yectos para trabajar con población trans en la ciudad se llamaba Consul torio amigable, pero una vez que se encontraba en una mesa de discusión una mujer trans lo corrigió sin rodeos: “Yo no necesito que usted sea mi ami go, yo necesito que me trate como co rresponde”.
En 2010 empezó a trabajar en el Hospital San Blas de Nogoyá, donde ayudaba y acompañaba a personas trans en sus procesos de hormoni zación, que consisten en el uso de fármacos que inhiben o aumentan el nivel de las hormonas masculinas y femeninas. De esta forma, quien lo necesite puede modificar su cuerpo de acuerdo a la identidad de género autopercibida, que es la vivencia in terna e individual del género y puede coincidir o no con el sexo asignado al nacer. Es decir, puede haber mujeres
con pene y hombres con vulva.
Hoy no es tan complicado entender lo, pero hace 12 años no era un tópico que fuese discutido con la misma re gularidad. Tampoco existía la Ley de Identidad de Género Nº26.743, que recién fue promulgada y sancionada durante mayo de 2012. En ella se esti pula el derecho que poseen las perso nas al reconocimiento de su identidad de género, al poder desarrollarse en torno a ella y a ser tratadas e identifi cadas de ese modo en los instrumen tos que acreditan su identidad.
Al lado del Selig Goldin se encuen tra la Plaza Italia, que está en remo delación. Parece un cráter en el que algunos infantes juegan mientras los adultos pasean a sus perros. Las vo ces y las risas viajan y se cuelan por los oídos, pero hay un lugar al que no llegan. Dentro de la sala de espera del Centro de Salud hay muchos asientos ocupados y un policía que observa la entrada. También hay un reloj que marca una hora incorrecta y su se gundero va en dirección opuesta a las agujas. Pero las miradas ignoran la anomalía y apuntan hacia una puerta
específica a la espera de que alguien salga.
Como si el director lo llamara a es cena, Gustavo hace su aparición, aun que no se detiene más que para sa ludar. Camina con prisa, busca lo que necesita y de inmediato se escucha cómo se cierra la puerta de su consul torio. Si quieren hablar con él, deben esperar su turno.
Su lugar de trabajo es de referencia en la ciudad. Junto a un equipo inter disciplinario atiende consultas, ase sora y acompaña en distintos aspec tos a quienes realizan el proceso de transición y a sus familias. También capacita a profesionales e insta a que se reproduzcan espacios similares ya que hay muchas personas que deben viajar durante horas para acceder a algo que es un derecho. De acuerdo
a la Ley de Identidad de Género, los tratamientos médicos de adecuación de género deben incluirse en el Pro grama Médico Obligatorio (PMO) para garantizar una cobertura de las prácti cas en los sistemas de salud público y privado. “Mis principios son ir hacia la equidad en la salud y tratar de ha cer lo mejor en cualquier ámbito”, ad mite Gustavo, convencido.
Con una rutina que no deja espacios vacíos, comienza a las 6 y la prime ra parada que hace es la escuela de sus hijos. Luego, se dirige al San Ro que, donde trabaja como jefe de Ser vicio de Obstetricia de la Maternidad y como instructor de residencia. Allí también es acompañado por esa pre sión que lo persigue desde niño. “Me llaman por teléfono, y me preguntan todo —relata y repite, como es habi
tual, que no le molesta—. Siempre fui muy responsable y siento que la inteli gencia y el conocimiento son grandes virtudes. Trato de tener eso porque lo valoro mucho en otra persona”.
Trabajar con jóvenes es tarea ardua, sobre todo si se trata de los hijos. De repente, ese amor que profesa por la crianza de los suyos se pierde entre el barullo de las bocinas de los au tos. Confiesa que si bien no le agrada que desaprueben materias, realmente no es un problema para él. “Yo pade cí eso y prefiero que sean más des contracturados, más libres y que no carguen con esa presión de tener que saber siempre y nunca equivocarse”, afirma Gustavo con su tono de padre, ese que se olvida de tecnicismos y se ahoga en la enfatización de: “Disfruto tener hijos”.
Festival de primavera 2021 organizado por el Centro de Salud.
Foto: Ministerio de Salud de Entre Ríos.
De 15 a 19 está en el Selig Goldin, donde asisten aproximadamente 350 personas para realizar su proceso de transición. Algunas de ellas son recu rrentes, pero hay otras que van por pri mera vez. Mientras esperan su turno, con una postura nerviosa y la cabeza gacha, se dan cuenta de que ciertos ojos las observan como si estuvieran ante un espejo y se reflejaran en él. De pronto, un cruce de palabras se vuelve una manta que da cobijo ante la frial dad que amenaza con colarse dentro de estas paredes. “Anotá mi número”, se escucha y, posterior a eso, se teje una conversación cómplice que dura hasta el momento del cierre.
Cuando salen del Centro de Salud, Fernanda le pregunta, preocupada, a Gustavo: “¿Vos trajiste una campe ra?”. Él se vuelve y corrobora que, en efecto, no lo hizo. Su compañera, que le pone los pies en la tierra cuando los compromisos lo apabullan, lo recono
ce como alguien muy comprometido con su tarea y con las personas que asiste. “Tal vez demasiado, a veces —estima, pero reconoce que es muy confiable y empático—. Escucha aten tamente a las personas que lo consul tan y tiene un muy buen humor”.
La hermeticidad típica del médico nunca estuvo realmente presente, ni siquiera en las primeras interacciones que se dieron por medio de audios de WhatsApp. Fue más bien una ilusión que suele estar sujeta a un cuidado temeroso de dirigirse a ciertos profe sionales porque podría ser inoportuno molestarlos. Pero Gustavo, en lugar de reclamar por retenerlo después de que su jornada laboral terminó, pide disculpas por haberse demorado.
Entre charlas que imaginan cafés y medialunas, ocurre un evento inespe rado que cambia el guión y el médico debe auxiliar a una joven que sufrió un accidente de tránsito. Después, como
si nada hubiese pasado, vuelve a las escaleras y sigue con su relato, esta vez sobre libros clásicos que adora, como Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Tantos planes imprevistos en su ru tina preocupan a sus conocidos, que ya le han pronosticado más de un in farto. Pero a sus 49 años se niega a un futuro en el que no siga con su tra bajo. Reconoce que la manera de ejer cer su labor se vio influenciada por el contexto social, cultural e histórico que vivió y, por esa razón, se manifes tó a favor de la legalización del aborto y debatió en televisión sobre la dis crimininación que sufre la población trans, que aún tiene una expectativa de vida inferior a los 40 años.
Según el Registro Nacional de las Per
sonas (Renaper), hasta ahora, 12.655 personas tuvieron o tienen su DNI con forme a la Ley de Identidad de Género, pero lo alarmante de esto es que de ellas fallecieron 335, un número que solo contempla a quienes realizaron el cambio registral. “Eso somos como país también, el daño sin tregua al cuer po de las travestis. La huella dejada en determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de odio”, escribe Camila Sosa Villada en Las Malas.
“Me gustaría que fuera alguien co mún, no ese actor clásico”, responde, por fin, a la pregunta sobre quién lo interpretaría en la película sobre su vida. Dice que tiene que ser creíble, como ese doctor al que recurrirías en busca de ayuda, o como ese entrevis tado que te mandaría audios en lugar
de escribirte cuando le pidieras charlar, o como un amigo con quien hablarías des preocupadamente en las escaleras de un centro de salud que ya cerró.
Gustavo se va, tiene que llegar a su casa porque le toca hacer la cena como todos los jueves. No lleva mochila, todo lo que necesita está guardado en los bolsillos de su ambo. Tampoco tiene abrigo que lo proteja de las temperaturas frías de una noche invernal, pero no le importa. Se va tranquilo porque cumplió con el último propósito de su día.
En el tiempo en que realizó la Residencia de Obstetricia se destacó por la atención hacia las pacientes que llegaban a sus manos. El 13 de febrero de 2002 recibió a una mujer llamada Teresa Zapata que estaba a punto de dar a luz, pero presentaba dificultades de dilatación. La atendió con calma y deli cadeza, analizó su situación y le recomendó aplicarse una inyección para poder realizar el trabajo de parto. Aunque la mujer no había visto nunca al joven médico, se sintió resguardada por su gentileza y le pidió que recibiera a su primera hija. El parto fue exitoso y la madre recuerda haber sido cuidada atentamente por el doctor Terra. “Me dijo: ´Su bebé va a estar bien, yo la voy a atender, quédese tran quila´. Y yo confié en él”, rememora Teresa.
En calle Laurencena el ruido de los vehículos atraviesa la voz del entrevistado. Pero este no se deja opacar y se entrega a la reconstrucción de momentos que determinaron su perfil profesional. “Durante mi formación, siempre pensé que el límite iba a ser hacer un aborto. Pensaba que nunca iba a poder acompañar una práctica así. Y después terminé siendo el primero en declararme en contra de la So ciedad de Obstetricia y Ginecología de Entre Ríos, que se encolumnaba detrás del pañuelo celeste”, reflexiona Gustavo. A raíz de este suceso, sufrió un contundente rechazo por un sector de sus colegas, además de artículos en los diarios que degradaban su imagen y lo acusaban de transgredir los prin cipios éticos médicos.
En estos fragmentos de vida no se trasluce ninguna contradicción en la práctica ni cambio repentino de pensamiento. Lo que guía la carrera del ginecólogo obstetra es, nada más y nada menos, que el principio de respetar, informar y acompañar las necesidades de las personas, de prestar oídos y am parar sus elecciones.
Alex Espe Marilén Contreras Acosta es su nombre autopercibido desde hace un año y medio, cuando comenzó su proceso de transición. Afirma que el apoyo de su familia fue primordial para poder expresar a viva voz: “Ser no binario no es una elección, es lo que yo soy. Esto no se elige, se siente así.”
Por Camila VenturiniEs un día de esos en los que las estacio nes parecen fusionarse. El sol de las cua tro de la tarde lucha con la intensidad del viento que arrebata la calidez, alborota las copas de los árboles y despeina las mele nas de los ciudadanos. La Plaza Alvear atestigua que su fuente con sirenas colu das y robustas —como describió Roberto Arlt en su paso por la ciudad— salpica a los transeúntes más que de costumbre. Por una de sus veredas camina Espe y a su encuentro sale su mejor amiga Ornella con quien, por diversas cuestiones, no se ve tanto como quisiera.
Espe vive en el barrio Paracao, en la zona sur de Paraná. Tiene pelo castaño oscuro, rapado a los lados con sutiles mechas de color verde que culminan en su cuello. Mira da curiosa y sonrisa perspicaz. Luce segu ro, cuando habla lo confirma. —Mi nombre autopercibido es Alex Espe
Marilén Contreras Acosta, me llaman Espe. Tengo 21 años, nací el 22 de marzo de 2001. Elegí Alex como nombre de pila para que, quien apenas me conoce, lo aso cie con lo masculino y también porque es un poco ambiguo. Yo no me siento como un varón completo, me defino como gé nero no binario, es como fluctuar entre lo masculino y lo no binario. Sigo teniendo al gunas cosas femeninas, pero no me siento mujer. Tampoco me siento completamen te masculino como para afirmar: “Sí, soy un varón”. Mis pronombres son preferen temente masculinos, lo que significa que si usan neutros o femeninos para referir se a mí no me molesta mientras sea con respeto.
—¿Por qué te llaman Espe? —Porque me anotaron como Esperanza, pero siempre me dijeron Espe, excepto mi mamá que me llamaba por los tres
Espe junto a Gisela, su mamá.
Foto: Camila Venturini
nombres para hacerlos rendir -dice y suel ta una carcajada que le achina los ojos.
***
Con Ornella se conocieron a los cuatro años en el jardín de infantes del Institu to Santa Teresita donde ambos continuaron hasta completar sus estudios secundarios. Sus juegos se alternaban entre las muñecas Barbies e investigar casos, “nos hacíamos los detectives”, aclara Ornella rápidamente. Los intereses en común persistieron a tra vés de los años: desde hacer pijamadas en la infancia, a compartir lecturas en la ado lescencia, hasta elegir carreras vinculadas a la salud. En 2019, Espe comenzó a estu diar Licenciatura en Kinesiología y Fisiatría en la Universidad del Gran Rosario en Santa Fe, y Ornella optó por Medicina en la Univer sidad Nacional del Litoral.
“Yo creo que nuestra amistad se basa en la escucha. Espe es una persona que se ca
racteriza por la empatía y que siempre está presente cuando la necesitás”.
En cuanto a malos hábitos, recuerda uno muy puntual: —El desorden, sin lugar a dudas. —Bueno, gracias, ¡eh! -responde Espe con ironía, sorprendido por la franqueza de su amiga. Pero Ornella justifica su respues ta: —Hemos viajado juntos y él dejaba la ropa por todos lados. Cuando no había desor den a la vista es porque previamente la ha bía escondido debajo de la cama para que no le digan nada. ¡Era un chiquero! —¡Era mi ropa! -se defiende Espe. ***
Sobre calle Andrés Pazos hay una esta tua de una persona que sostiene en bra zos a un niño accidentado. Es un bombe ro voluntario, un monumento a su labor. Ese es el distintivo de la Plaza Alberdi,
tanto que el común de la gente la conoce como “La Plaza del Bombero”.
Detrás de la popular casita blanca con techo a dos aguas —dueña de varias le yendas urbanas— se detiene un colectivo de la línea 9 del que desciende Espe. Ca mina relajado y con los auriculares pues tos, en ellos suena todo tipo de música, desde rock nacional de la década de los 80 o 90, principalmente Soda Stereo, hasta Arjona. En cuanto a la música inter nacional indica que en su playlist alterna Ed Sheeran y Marilyn Manson, “hago un popurrí de hits bastante variado: depende del ánimo, depende del día...”
Se sienta en uno de los bancos que se ubica en el corazón de la plaza y con fre cuencia debe acomodar detrás de sus ore jas algunos pelos que se sueltan por las constantes brisas. Los auriculares quedan en pausa porque ahora sus sentidos están atentos al paisaje que lo rodea y afloran recuerdos. Las reuniones con sus ami gos en la adolescencia siempre sucedían en los alrededores de esta plaza, ya sea en la casa de té ubicada entre Urquiza y Belgrano, ir al cine o como punto de en cuentro para dirigirse a otros lugares.
Vive con sus padres, Gustavo y Gisela. No tiene hermanos. Gisela llega minutos más tarde para encontrarse con su hijo y se sienta al lado. Su tono de voz se vuelve dulce como la miel cuando recuerda a la pequeña Esperanza. Le gustaban las ca rreras de TC2000, era fanática de Patricio Di Palma y le encantaba ir a los boxes a ver a los corredores y a los autos. Acom pañaba a su padre y a su abuelo en la construcción de la casa y siempre apare cía con mezcla de revoque en la cabeza. —¡Te gustaba mucho dormir! -dice Gisela mirándolo de reojo.
—Sí, y me sigue gustando mucho -respon de risueño.
Se define a sí mismo como una persona imaginativa, pero desliza una autocrítica: ser bastante inconstante en sus prác ticas. Tiene carácter, y aunque muchas veces no reacciona para evitar conflictos, con apenas un gesto expresa lo que no hace con su voz. Siente pasión por el bás quet, deporte que dejó de practicar hace algunos meses. En sus tiempos libres le gustan las películas basadas en libros y ver series, entre las que se destacan The Walking Dead y Sherlock. ***
Los auriculares caen repentinamente al suelo y se mezclan con las piedritas co lor ladrillo. El altavoz de su celular queda desnudo y grita las melodías que hasta entonces solo eran oídas por Espe. Yo, caminaré entre las piedras Hasta sentir el temblor, en mis piernas A veces tengo temor, lo sé
A veces vergüenza Estoy sentado en un cráter desierto Sigo aguardando el temblor, en mi cuerpo
En la pandemia, aislado, sentado en un cráter desierto, —como reza la canción de Soda Stereo—, comenzó a buscar con ceptos que identifiquen lo que sentía, algo que venía pensando desde hace mucho tiempo, pero que esquivó por temor o ver güenza. “En ese tiempo entendí que ser no binario no es una elección, es lo que yo soy. Esto no se elige, se siente así.”
En junio de 2018, la Organización Mun dial de la Salud (OMS) dejó de considerar a la transexualidad como un trastorno mental. Desde entonces, la definición que corresponde es: “Una incongruencia mar cada y persistente entre el género experi mentado del individuo y el sexo asignado, que a menudo conduce a un deseo de ‘transición’ para vivir y ser aceptado como una persona del género experimentado”. Sin embargo, Espe considera que en el sistema administrativo y de salud, tanto privado como público, sigue predominan do el binomio femenino-masculino. ***
Su voz suena rasposa aunque por mo mentos es tierna y suave. Ama la ropa os cura: su outfit predilecto está compuesto por jeans y buzos en los que el protago nista es el negro y acompañan la gama de los azules o marrones. Suele jugar con el piercing que lleva en el ala izquierda de su nariz. Su rostro es cálido aunque admi te que por mucho tiempo estuvo nublado e inestable.
Sobre su proceso de transición cuenta que primero se lo comunicó a su mamá y luego a su papá, “ambos lo tomaron
bien”. En ese instante se detuvo a pensar la palabra que mejor describe cómo sin tió y siente esa aceptación, la buscó en su mente por algunos segundos y la liberó apenas la encontró: “Privilegio”.
Sí, privilegio es lo que siente cuando se compara con las situaciones que vivieron y viven otras personas que deben aban donar su hogar porque los maltratan o los echan. Privilegio porque a él sí lo com prendieron y acompañaron en su proce so. Su mamá afirma que se sintió feliz y orgullosa porque sabía que algo en él es taba pasando, pero respetó sus tiempos y esperó que él mismo se aceptara.
Ornella es una de las primeras personas que supo sobre su proceso de transición. “¿Te acordás que yo te conté por Whats App que estaba investigando sobre qué es la transexualidad?” le pregunta Espe.
Los anteojos que obstaculizan la visión completa del rostro de su amiga decidie ron escalar hasta el pelo descubriendo una mirada enérgica que asiente al inte rrogante con un suave parpadeo.
“Yo no me lo imaginaba. Lo traté con la psicóloga porque fue un cambio grande que mi mejor amiga desde hace 17 años ahora sea mi mejor amigo. Me chocó, todavía me choca porque hace relativa mente poco tiempo. Sigo tratando de asimilarlo, pero siempre desde la empa tía. Intento ser abierta porque fui criada de otra forma, con otras creencias y para que la sociedad avance también tiene que avanzar uno en su cabeza”.
Además, sostiene que Espe ahora es más seguro de sí mismo, más sociable y habla con más libertad.
—Para mí te sentís cómodo, sonreís más, antes te retraías -se lo dice de frente, como si nunca se lo hubiese dicho mirán dolo a los ojos, casi a modo de confesión, a pesar de ser confidentes desde hace más de una década.
—Mi expresión es distinta porque ahora me muestro tal cual soy, pero sigo siendo la misma persona de siempre. ***
—Ya me saqué la venda, ¿viste? -le co menta Espe a Ornella.
—Sí, después te iba a preguntar cómo te está yendo con la recuperación. ¿Te due le?
Hace 45 días, Espe consiguió lo que su obra social postergó por varios meses.
“Siempre me incomodaron mis pechos, usaba ropa holgada o me encorvaba bas tante. Durante la pandemia busqué cómo extirparlos, antes incluso de empezar a pensarme a mí mismo como una perso na trans o como un varón, era algo que siempre me molestó”.
Para realizar la mastectomía le pidieron
Festival de primavera de 2021, organizado por el “Taller por y para personas trans” del Centro de Salud Selig Goldin.
Foto: Ministerio de Salud de Entre Ríos.
una ecografía mamaria y la obra social rechazó la solicitud, ante esa situación, el equipo médico debió “disfrazar el diag nóstico fingiendo que tenía una patología y así me la autorizaron”.
Considera que prevalece la desinforma ción y el desinterés ya que, al no conocer el tipo de cirugía, no la creen necesaria. Lo mismo sucedió con los estudios pre quirúrgicos, dilataron los tiempos hasta que cedieron.
“También me rechazaban el tratamien to hormonal porque, según la obra social, no figuraba en el Plan Médico Obligato rio”. En 2012 Argentina promulgó la Ley Nacional N° 26.743 de Identidad de Géne ro que establece que las personas trans sean tratadas de acuerdo a su identidad autopercibida. En el artículo 11 otorga el derecho a los mayores de 18 años a ac ceder tanto a intervenciones quirúrgicas totales como a tratamientos hormonales y las obras sociales deben cubrir el 100%, “pero como es costoso, evitan hacerse cargo”.
A estas situaciones le siguió otra simi lar: cuando pidió los estudios de laborato rio para monitorear las concentraciones
de testosterona en su cuerpo. “Me recha zaron la autorización con el comentario de que tenía que aclarar ‘mi sexo autoper cibido’. En realidad, para mí no es sexo, sino género autopercibido, porque yo nací con vulva y creo que eso no debería incumbirle a una obra social. Así que les mandé la contestación diciendo que mi género era no binario.”
Mientras lidiaba con la burocracia, co menzaron a aflorar las desilusiones y los desánimos cada vez que luchaba y le cerraban las puertas. “No quería seguir adelante, tiraba todo y decía: ‘Cuando me calme retomo los trámites y vuelvo a in tentar’. Así que tuve que pelearla bastan te, tanto con la obra social como conmi go mismo.”
También pensaba en las secuelas de la cirugía, en las cicatrices, “pero ya me es toy empezando a amigar. De hecho, me gusta más mi torso ahora que tiene cica trices que cuando tenía busto. A partir de eso siento más seguridad y hasta adopté una posición más recta”.
A fines del año pasado, tomó la deci sión de dejar de practicar básquet porque quería iniciar los trámites para la cirugía
y enfocarse en la facultad. “Al final me terminé metiendo en un equipo de fútbol, pero tranqui, en básquet era mucho más competitivo.” ***
En relación al presente de la comunidad LGBTIQ+ piensa que avanza bastante, sobre todo valora la contención que en contró y espera que siga creciendo y te niendo más alcance.
—¿Cómo te ves en el futuro? —Recibido, ¡ojalá! -dice y suelta una risa contagiosa- Me veo con un título y en un campo de la Kinesiología en el que me guste trabajar. También deseo seguir mi litando y progresando junto al colectivo.
Poco a poco, el sol se pierde en el ho rizonte como recordatorio de que el día llega a su fin. El viento gana fuerza y el ambiente se torna helado. Espe toma sus auriculares y se aleja rápidamente para apaciguar el frío. Ed Sheeran acompaña rá su regreso a casa.
En 2020, Espe se encontró solo intentando res ponder las preguntas que siempre estuvieron ahí, pero que jamás se detuvo a resolver. Entonces dio el primer paso para descubrir su verdadera iden tidad. Empezó a buscar información, a intentar identificarse y entender lo que le pasaba desde hacía mucho tiempo, pero que por alguna razón no lograba expresar.
Buscó la cuenta de Instagram de No Binarixs Entre Ríos, organización que nació durante 2020 como grupo de contención para quienes no se identifican dentro del binarismo de género mujer o varón y sus pronombres son neutros. Espe se identificó con el género masculino no binario, es decir, fluctúa entre lo femenino y lo masculino, pero se acerca más al último, por eso prefiere que lo llamen con el pronombre“él”.
En este nuevo espacio encontró personas que habían pasado por lo mismo y que entendían lo que él sentía. Hizo amigues y conocides que lo acompañaron, lo contuvieron y le brindaron he rramientas. Mantuvo contacto virtual con elles hasta que finalmente se conocieron fuera de las pantallas en diciembre de 2021 cuando organiza ron una reunión en la plaza Sáenz Peña.
Luego realizó consultas médicas en el Centro de Salud Selig Goldin, un establecimiento sanita rio de la ciudad que brinda terapias de reemplazo hormonal, asistencia en salud integral, sexual y reproductiva, sistema de referencia y contra-re ferencia con otros efectores, clínica sexológica y acompañamiento a familias en los procesos de transición. En este lugar conoció profesionales responsables con las identidades disidentes que lo acompañaron y fortalecieron la confianza en sí mismo, dándole una atención médica responsa ble y respetuosa.
En conjunto iniciaron el “Taller por y para perso nas trans”. Para el día de la primavera del año pa sado, organizaron un festival en Plaza Italia, que linda con la entrada lateral del establecimiento. Espe menciona que desde ese lugar trataban de hacer entender a las personas cisgénero lo que elles transitan, como así también generar un apo yo mutuo.
Brian Gómez es un joven hasenkampense que reside en la ciudad de Paraná en donde estudia y trabaja. Por su formación, su empatía y su militancia brinda ayuda social a quien necesite. Sostiene que es fundamental complejizar y politizar cuestiones, abrirlas cada vez más para entender cuáles son los derechos que se vulneran.
Por Jonathan VillanuevaFaltan algunos minutos para que el re loj marque las 17. En la Plaza San Miguel, de nombre oficial Alvear, estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación (FCEdu) se sientan en el césped a charlar y compartir el mate. Los pájaros, con esa viveza que los caracteriza y que les da la vida en la gran ciudad, se acercan a los grupos para ver si consiguen alguna migaja de comida.
A las 17 en punto, en la esquina de las calles Laprida y Buenos Aires, asoma un muchacho de estatura media, con una re mera blanca de algodón y una bermuda, tal vez de gabardina, de color bordo. Con un andar tranquilo, no se deja llevar por el paisaje que le ofrece el entorno y prefiere mirar su celular.
Brian Gómez –conocido por sus cer canos como Kaquín o Kacu– es un joven soñador. Como la mayoría de las personas
que cursan sus estudios universitarios, em pezó la carrera con una mentalidad, un pro pósito, pero hoy, a una tesis de recibirse, son otros sus objetivos. —Entré para ayudar a la gente y aunque no reniego de esa palabra, entiendo mi traba jo como una herramienta para empoderar con derechos a los demás.
Detesta el tomate, no come frutas ni carnes. Su personaje favorito de la pe lícula argentina Esperando la carroza es Nora, cuya interpretación hace a la perfección Betiana Blum. Es fanático de los films fantasiosos y que involucran superhéroes, pero destaca que no tie ne preferencia por algún universo en particular. Sus series favoritas son las comedias de situación estadounidenses, entre ellas las destacadas Friends, Malcolm in the middle y la entrañable Modern family.
Recuerda los trueques generados por la crisis socioeconómica de 2001 y les agradece a sus padres porque jamás le pintaron una realidad que no era: si se podía bien, y si no, a arremangarse. Sus días arrancan a las 7 de la mañana, trabaja en Casa de Gobierno hasta las 13. Lunes y jueves se desempeña como becario en la Secretaría de Extensión de su fa cultad. Intenta ir al menos tres veces por semana al gimnasio. No asegura tener una comida favorita, aunque se inclina por las pastas en general y cuando vuel ve a su pueblo natal le exige a su madre que le haga ñoquis con salsa roja, la li bertad condicional que le da a la fruta, o
verdura en términos culinarios.
Brian es oriundo de Hasenkmap, un pueblo ubicado a 80 kilómetros de Para ná. Tiene 26 años y es el menor de cuatro hermanos: dos mujeres y dos varones. Se presenta gentilmente, no para de sonreír. Ni la Plaza Alvear ni la Facultad de Cien cias de la Educación les son ajenas: ya es tuvo en alguna ocasión, aunque no puede asegurar el motivo. Solo conoce el primer piso del establecimiento y las escaleras.
Mantiene muchas amistades, le gusta compartir tiempo con cada grupo social que lo rodea. Cuenta que tiene amigos de diferentes edades e ideologías, no hace di ferencias, y remarca: “No hace falta hablar
de política”. Su prima Verónica, con quien se crió, lo describe como una persona ex trovertida, simpática y amorosa. ***
El personal de maestranza nos permite utilizar un aula. Es semana de mesas de exámenes con suspensión de clases en la FCEdu, y el edificio parece vacío. Nos piden que no excedamos la hora, pero con Brian es difícil: habla hasta por los codos, como señala el dicho, y sus historias son interesantes.
Cuenta que de niño asistió a la Escuela Adventista N°138 Manuel Belgrano, priva da, y sus estudios medios corrieron la mis ma suerte en otro establecimiento, el Insti tuto Mariano Moreno de Hasenkamp. Su primera aproximación al mundo universi tario se dio con la carrera de Medicina, en la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Al fin pisaba un establecimiento educativo público. —Hice el primer año en 2014 y no me gus tó, no me hallaba en la profesión.
Recuerda que llevaba al día todas las ma terias, no le costaban los conceptos, pero claro, cuando algo no es, no es. Al año si guiente fue convocado para trabajar en el Área de Acción Social del municipio de su ciudad donde llevaba a cabo tareas ad ministrativas y de atención al público. En paralelo decidió comenzar Biotecnología en Santa Fe, también en la UNL.
—Pensaba que mi perfil iba dirigido a las ciencias biológicas y exactas porque me había ido bien en matemática, física, quí mica… Pero seguía sin hallarme.
El joven quería darles continuidad a esos grandes desempeños de sus años mozos en primaria y secundaria, pero finalmente solo se halló en trabajo social, ese laburo que observaba en su nuevo rol municipal. Recuerda que allí conoció a Judit Faes, quien se desempeñaba como trabajadora
social, y la señala como su mentora: tuvo sus primeras tareas en el territorio, se im plicó en las problemáticas sociales, en los campos de intervención. “Ahí me encon tré”, dice mientras se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja.
Fue así entonces que en 2016 no lo dudó y arrancó sus estudios universitarios en la Facultad de Trabajo Social, dependiente de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Cuenta que los primeros años fueron di fíciles, ya que debía trabajar durante la mañana, salir de allí y tomarse un colecti vo para llegar a cursar todas las materias menos a una, la de la primera hora, esa a la que no llegaba porque no le daban los horarios.
—Problemática Filosófica y Problemática Política, las tuve que rendir libres.
Con el tiempo se interesó por la identidad de género y los movimientos que llevan adelante la lucha. Se sumó a un proyecto de extensión en su facultad llamado Como te ven te tratan. Relatos de personas trans, en el que hacían trabajo de campo y veían de cerca las problemáticas. ***
Sobre pupitres de color amarillo apagado, casi mostaza, con caños de color negro, comienza la charla. Para las horas que vendrán, es fundamental estar cómodo. Cierto viento sopla afuera, poco es el rui do que deja su paso, pero las hojas de los árboles frondosos que se ven desde el ventanal lo delatan. De repente, algunos bocinazos interrumpen la charla, pero ter minan pronto y no son motivo de preocu pación: en Paraná se toca el claxon por cualquier cosa.
“Brian es comprometido, responsable en todos los ámbitos de la vida y sus luchas siempre están ligadas a lo humanitario”, dice Jonathan, quien es su amigo desde los 15 años.
En 2019, año de elecciones, el intenden te Juan Carlos Kloss, quien confió en Brian para formar parte de su gobierno, decidió presentarse para una banca en el Sena do provincial. El peronismo no mantuvo el municipio y a pesar de haber tenido la oportunidad de continuar su trabajo en el Área de Desarrollo Social, decidió dar un paso al costado. Afirma que los ideales y
las maneras de entender el rol del Estado por parte de un partido y el otro no tenían similitud alguna. Al poco tiempo, el ex intendente hasenkampense lo convocó para su equipo técnico y de gestión en la labor legislativa que lleva a cabo desde el 10 de diciembre de 2019.
Así es que Brian se instaló en Paraná, continuó sus estudios, y entre las princi pales tareas en su nuevo trabajo estuvo la de rearmar una organización sin fines de lucro que había en su pueblo. “Kloss que ría canalizar programas que le tiendan una mano al vecino”, recuerda. Desde apoyo escolar, pasando por iniciativas ligadas a la identidad de género, hasta charlas infor mativas y de prevención sobre consumos problemáticos, son los temas que aborda Quiero a mi pueblo, la ONG de Hasenkamp cuyo lema reza: “Construimos sueños co lectivos”.
—Me permitió conocer distintas reali dades acerca de la salud mental, los recur sos alimentarios; no olvidemos que con la pandemia se paró todo y los changarines no podían trabajar.
Brian señala que la perspectiva con que se abordó la pandemia fue médico-he gemónica: las estrategias para atravesar la situación tenían que ver con el no conta gio y así preservar la vida de la población, pero entiende que se dejaron de lado cues tiones económicas, educativas, y de vivi enda. Durante la cuarentena, y a partir de anuncios por parte del gobierno nacional como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), su casa empezó a rebalsar de gente que lo conocía y sabía que allí encontrarían la ayuda necesaria. Se encargó de llevar ad elante la inscripción de distintas personas en estas asistencias estatales para la po blación más vulnerable durante el encierro obligatorio. Así fue como empezó a traba jar con Peya, su amiga.
“En pandemia quedé en la calle. Hizo de psicólogo, asistente social, compañero, de todo. Me asistió día a día, junto con algu nas amistades, y eso me permite contar la historia y continuar la lucha”, recuerda Agustina González, hasenkampense de 43 años, la primera persona trans de la comunidad.
Brian cuenta que hay dos Peya en su vida. La que conoció de chico, que era objeto de burlas y hasta peor: —El insulto entre hombres era: “Sos el ma cho de la Peya”.
Y la Peya de los últimos años, a quien ayudó con su autoestima, su independen cia económica, su autonomía sobre quién es y quién quiere ser. Antes de su llegada, Agustina sufría violencia física por ser quien es. El único hueco que tenía y tiene en el mundo del trabajo es la prostitución.
El contacto entre ellos se dio cuando fue golpeada por un miembro de su familia. Le contó sus desgracias y su deseo de dejar de ganarse la vida como prostituta. En el pueblo se decía que era perversa, abusado ra. ¿Quién le daría trabajo en un almacén, tienda de ropa o lo que fuere? Las repre sentaciones hacia Agustina eran terribles.
Brian la acompañó en el proceso de de nuncia que Peya llevó adelante en su mo mento. Luego en la lucha por el cupo lab oral trans. Gestionaron juntos programas de ayuda económica brindados por el Estado a nivel nacional y provincial, a administrar ese dinero, a comenzar la hormonización, entre muchas otras andanzas que forta lecieron su amistad pero que además le dieron a Agustina la posibilidad de em
poderarse en un pueblo conservador. En la actualidad, Peya se anima a hacer co sas que antes, por miedo al qué dirán, no hacía. Pronto quizás pueda trabajar en el municipio. Se compra ropa que le gusta, se depila, se cuida y maquilla la cara, y hasta celebra el Día de la Visibilidad Trans. —Armamos un pequeño festejo en la plaza central y le propusimos que traiga sus ro pas —recuerda Brian.
Agustina confeccionaba su propia ves timenta, un poco porque le gustaba y otro poco porque no se podía comprar lo que quería. “Llevó su ropero”, dice Brian y cuen ta que se lució ante los ojos de quienes pa saban frente al lugar, de las infancias que asistían a los juegos del parque, y se sintió mejor que nunca pero no tanto como a la semana siguiente.
—Tenía que ir al banco para hacer el trámite de la tarjeta de débito y cobrar el programa Acompañar, todo nuevo para ella. Después de ir me dice: “Me sentí otra persona, la mi rada era otra. Me decían ‘Hola Peya, cómo andas’, ‘Hola Agus’”.
En Hasenkamp se empezaba a gestar una reivindicación sobre Peya, además de su empoderamiento personal. Con su independencia económica, de poder com prarse sus muebles, sus ropas, realizarse
cuidados estéticos, también apareció una deconstrucción en el pueblo sobre la fig ura de Agustina, la mujer trans del pueblo que ahora tiene derechos y como ella dice, va por más.
“Pudo acompañarla por las herramien tas que le dio su profesión, pero también porque es empático y militante que piensa constantemente en las demás personas”, señala Verónica, su prima. Nadie puede negar que el acompañamiento de Brian fue crucial para Peya. Lo dice ella misma y lo confirman quienes conocen el lazo que los une. Pero no fue solo Agustina a quien ayudó, sino también a muchas otras personas que sabían de sus contactos, su interés por el prójimo y su buena voluntad. Si bien el apoyo no fue el mismo, lo cierto es que siempre buscó la manera de apor tar un granito de arena para mejorar la situ ación de alguien más.
***
Por el ventanal ya entra poca luz. Ilumina más el foco artificial que el sol, cuya re tirada comenzó hace instantes. El cielo se tiñe de azul oscuro lentamente mien tras que el amarillo pasa a ser un nara nja apagado. La charla se excedió de los 60 minutos, duró 125. Brian explica que quizás, solo quizás, el odio hacia el
tomate tenga que ver con momentos de su infancia. La familia no pasaba buenos momentos económicos, y por ese enton ces desde el municipio brindaron terrenos y semillas para que cada quien pudiera tener su huerta. ¿Qué plantó su padre? Esa bendita fruta roja. La casa repleta de cajones que rebalsaba. “Y al momento de trabajar la tierra y cosechar, el olor de la planta era insoportable”, recuerda. Quien se quema con leche, ve una vaca y llora, dice el viejo dicho. No es casualidad que Nora, el personaje de la versión fílmica de Alejandro Doria en Esperando la carroza sea su favorito. A Brian le gusta la costura y su amor por ese hobby tiene que ver con confeccionar él mismo las prendas que no encuentra en las tiendas. Su remera favorita, cuya trama y colores son extravagantes, la hizo con sus manos y la ayuda de su máquina de coser. Su forma de ser, que dejó en eviden cia esta tarde en un aula del tercer piso de la FCEdu, es histriónica. Se ríe mucho y a veces socarronamente. “Es Nora en pinta”, podrá decir quien conozca la película.
Por
Hasenkamp es una ciudad apacible, ubi cada a 80 kilómetros de la capital entre rriana. Fue fundada a principios del siglo XX por inmigrantes alemanes y hoy es reconocida, dentro y fuera de ella, por sus carnavales, su tranquilidad noble y pueblerina y una de las peregrinaciones religiosas más convocantes.
La pintoresca urbe destaca por el tra zado de sus diagonales, bordeadas por frondosas arboledas que dan sombra a las anchas calles. Resulta una tierra apta para la agricultura y ganadería y es tam bién valorada por su variada actividad artística y cultural. Sus espacios públi cos también son reconocidos. Uno de ellos es la plaza General San Martín, ubi cada en el pleno centro cívico y cobija al monumento de los hermanos que le die ron su apellido a la ciudad; está rodeada por la iglesia San José, la comisaría y el Museo Histórico Regional.
Otro de los acontecimientos que le die ron popularidad, es el reconocido juga dor de fútbol Paolo Goltz, quien inició su carrera en el Club Atlético Hasenkamp y se destacó como máximo exponente en el club argentino Boca Juniors, que en 2013 logró la Copa Sudamericana.
En enero y febrero, cuando el carnaval se adueña de la ciudad, las plumas y len tejuelas vuelan por el aire y cada espa cio se cubre de pasistas y carrozas. En octubre, cientos de fieles como mues tra de fe, se congregan en la Ermita de Schoenstatt para peregrinar de la mano de la virgen María hacia el santuario de La Loma ubicado en la ciudad de Paraná.
Clara Aimeé Ardiles es de Paraná pero nació en Comandante Nicanor Otamendi, una localidad bonaerense ubicada en el partido de General Alvarado, a 42 kilómetros de Mar del Plata. Su mamá la abandonó con 15 días de vida bajo el nombre de Hugo Daniel Ardiles en Villa Alcaraz, municipio de la provincia de Entre Ríos. Fue encontrada por una tía que la llevó a Paraná con su familia paterna.
Por Sofía PlacharuzzaClara ríe fuerte y hace bromas sobre ella misma, habla a los gritos con sus amigas y compañeras. Se llaman “putas”, “gate ras” y “come machos”, entre otros adjeti vos. Se paró más de 30 años en las calles con una sonrisa de labios rojos brillantes, y asegura que nunca nadie se imaginó el dolor, el desgaste y el maltrato que sufrió en la prostitución. Hace algunos años pasó a ser prostituta VIP para que las calles no la consumieran por completo, y hoy intenta ya no ejercer el trabajo sexual. Querer abandonar ese mundo es válido, poder hacerlo es un desafío, y por más que sus hijos lo sufran, de vez en cuando sale a escondidas para traer dinero a su hogar.
Vive con su esposo Claudio y sus dos hijos Guillermo y María en la capital entre rriana, en una casa ubicada en calle Ge neral José Gervasio Artigas. Conoció a su marido como un cliente cuando tenía 23 años, empezó a salir y se pusieron de novios, hasta que decidieron irse a vivir juntos. Se propusieron casarse en cuanto saliera la Ley de Matrimonio Igualitario, y fueron los primeros en desposarse en Paraná bajo dicha legislación. Llevan 24 años juntos, pero hace dos años Clara está en un intento de separación.
Su motor en la actualidad son sus hijos,
los adoptó cuando su hermana falleció. La hacen sentir útil, la tienen “de acá para allá” con la rutina; los lleva y los busca de fútbol, la escuela, maestra particular y danza. Guille aún le dice tía, pero María le dice mamá. ***
Hace siete años conoció a su mamá y al resto de su familia. Silvia, una de sus hermanas, tenía cáncer y se contactó con ella a través de Facebook para gene rar este encuentro. Quería verla antes de morir. Clara viajó a Buenos Aires llena de miedo al rechazo, pero al final fue acep tada. Se dio cuenta de que tenía tantos hermanos como para formar un equipo de fútbol. Su hermana al verla sentenció: — ¡Ahí viene la modelo, ahí viene la mo delo!
Porque Clara vive de tacos. Una noche en un boliche de Lanús, en medio de la vorágine nocturna, Clara marcó una serie de números en el teléfono, y después de unos segundos atendió su hermana. Le preguntó si quería que la ayudara a criar a alguno de sus hijos, para que no queda ran solos cuando Silvia muriera. Guiller mo a sus 14 años partió con Clara hacia Paraná, hoy tiene 21 y aún es el bebé de la casa.
Con el paso del tiempo estableció rela
ciones más cercanas con sus hermanos y sobrinos. Hace dos años, en época de pandemia, decidió hacerse cargo de la pequeña María de 8 años, una de sus so brinas de Buenos Aires, nieta de su her mana fallecida. ***
Clara Aimeé tiene un pelo rubio oxigena do de raíces negras, le llega por debajo de los hombros, lo usa suelto y permanece rígido frente a los toques y caricias que ella le propicia cada cinco minutos. Mide aproximadamente un metro setenta, y su piel de apariencia pétrea tiene un tono tostado seco. Su voz no llega a ser gan gosa, pero sí tiene una sonoridad redon da y empinada, además de alegre.
Parte de su rutina consiste en levantar se a las 05:30. Se maquilla y se plancha el pelo con rigurosa lentitud, se ocupa de sellar cada fibra capilar bajo 150 grados Celsius. Luego debe elegir qué ponerse. Le encanta la moda, por lo que la elección de la vestimenta representa otro tramo de pausas minuciosas. Su aspecto no es una simple apariencia, cada miligramo de rímel va de la mano con su actitud, porque Clara camina como si el globo te rráqueo estuviera a su nombre.
Estudia el Profesorado en Historia en la
Facultad de Humanidades, Artes y Cien cias Sociales de la Universidad Autóno ma de Entre Ríos. Hace las materias de vez en cuando, a su ritmo.
No es que no le guste, pero no le sale quedarse quieta, ni en lugares ni con per sonas. Acostumbrada a una vida cam biante, aprendió a dejar salir lo que quiere irse y permitir entrar lo que quiera quedar se. Ama y se compromete con fuerza e intensidad. A pesar de seguir convivien do con su esposo, está de novia con otro chico al que le cerró y abrió las puertas muchas veces, y un corazón roto parece dolerle más que 40 años de violencia, inestabilidad y abandono. ***
—Era rebelde, supuestamente.
Cuando su mamá la abandonó siendo bebé, sus abuelos se hicieron cargo de su crianza, porque su papá siempre estuvo ausente. Su educación primaria comenzó en la Escuela Hogar Eva Perón de Para ná. Pero en la década de los 80, con ocho años, llegó otro nieto que se transformó en el favorito y comenzó a ser excluida. La pequeña Clara, o quien entonces era el afeminado y homosexual Hugo, fue enviado al Hogar Ángeles Custodios. Su indisciplina infantil no era tolerada por su abuela, que, de crianza rígida, no soporta
ba que un niño contestara, quisiera andar en la calle o no hiciera caso. Por ello du rante las vacaciones la enviaba en tren a la casa de su tía en el campo.
Cuando tenía 12 años murió su abuelo y ya no podía continuar en el reformatorio porque era demasiado grande. Tampoco quería volver a aquella casa, en la que su padre siempre estuvo ausente y su abue la no la toleraba. Pasó al Albergue Ca nillitas en calle 9 de Julio, en donde hoy funciona un hogar para mujeres. Allí co noció a su mejor amiga Claudia, y juntas aprendieron a defenderse por las malas. Tuvieron que guerrear para que no las to caran ni las violaran.
—Hasta de los celadores nos teníamos que cuidar, porque intentaban hacernos cualquier cosa.
A los 15 años volvió a la Escuela Hogar y al terminar, decidió ir hacia Comandan te Nicanor Otamendi, a 45 kilómetros de Mar del Plata, porque allí trabajaba su papá como recolector de papas. Se que dó hasta que se peleó con él y terminó de nuevo en la calle buscando a dónde ir.
Callejeando por Mar del Plata llegó a vivir un mes en un pozo ciego –los que se utilizan para aguas residuales– que se encontraba en una plaza. Luego se alojó un tiempo en la casa de una prima, pero
el alcohol y la violencia en el ambiente ha cían insostenible su estadía.
Un día, a 42 kilómetros de su padre, co noció a una policía a quien desde ese mo mento llamó Tía Alicia. La mujer la invitó a vivir con ella, pero Clara, aunque estaba encantada por la propuesta, le explicó su situación judicial; era menor de edad y sus tutores estaban en otra parte. A la Tía Alicia no le importó y se presentó en el juzgado para ser su tutora legal. Vivie ron juntas durante un año y compartieron una hermosa convivencia, hasta que Cla ra comenzó a extrañar su hogar en Para ná. Decidió prostituirse a escondidas de la Tía durante un año y medio hasta que pudo juntar el dinero para volverse. ***
A los 17 comenzó a vestirse como mujer. A los 18, mientras vivía con su abuela, re gresó a trabajar en la prostitución.
En aquellas andaderas nocturnas por las calles de Paraná se formó un grupito de cinco amigas, que luego emprende rían el viaje a su transición. Conocieron a Nancy en 1992, una vieja y experimen tada chica trans, o travesti, como se les decía en aquel momento, que un día aga rró al grupo de futuras mariposas y les preguntó: —¿Se van a seguir disfrazando? ¿O se van
a poner la ropa adecuada como una ver dadera mujer? Elijan ustedes.
Pronto se dieron cuenta que el mun do tampoco era un mariposario, y con su transición encaminada al quinteto le llegaron los conflictos legales. Las fuer zas de seguridad locales las arrestaban por contravención de dos artículos. Los edictos policiales fueron las herramien tas con las que la policía perseguía a los colectivos socios-sexuales, funcionaba como un instrumento que delegaba en la policía provincial o federal la tarea de re primir actos que se estipulaban en el Có digo Penal de la Nación en ese momento.
Las mariposas eran figuras inconsti tucionales en manos de las fuerzas po liciales. Dos de los artículos afectaban directamente a las personas trans: el artículo 2° inciso F y el artículo 2° inciso H. El primero permitía reprimir a quienes se “exhibieren en la vía pública con ropas del sexo contrario”. El segundo lo hacía a quienes “de uno u otro sexo incitaren públicamente o se ofreciesen al acto car nal”.
Una vez Clara llegó un 4 de enero a su fiesta de cumpleaños y no quedaba na die, la policía se había llevado a todas las personas invitadas. Eran guerras diarias, escapaban y resistían todo lo que podían.
Para echarlas cuando salían a trabajar, y cuando no también, les tiraban piedras y botellas. Ellas rompían patrulleros, salta ban rejas y tapiales, peleaban a los gritos y trataban de escabullirse como fuera. —Era un caos —recuerda Clara.
Para ella y sus amigas, las chicas de ahora parecen reinas comparado a lo que ellas vivieron. ***
Si Clara Aimeé fuera una carta estaría llena de errores gramaticales. Se dejaría llevar y cada tres oraciones habría puntos suspensivos, porque se olvidaría el hilo de lo que estaba contando. Si se trabara o confundiera en alguna parte la tacharía con la misma birome y escribiría encima, sin ni un poco de miedo a la desprolijidad. En cuatro de cada cinco palabras se sal tearía las “s”, y el color de la tinta sería rojo o negro.
Su cable a tierra es escapar en el auto. Le gusta irse, salir a la ruta, viajar a cual quier pueblo o playa cercana, y entre ida y vuelta abandonar todos sus problemas en cada centímetro del asfalto. Una vez, en época de pandemia, se ofreció a llevar a una amiga y a su novio a Villa Urquiza, pero al llegar no encontraron alojamiento. —Bueno, vamos a Colón.
En Colón solo permitían alojarse a quie
nes tuvieran un certificado de covid ne gativo. El grupo no lo tenía. Con la ropa que tenía puesta al salir de Paraná, –una falda, una blusa, la bombacha y el corpi ño– Clara partió con la pareja hacia San José y desde ahí a Villa Elisa. Tampoco encontraron alojamiento y terminaron en Villaguay. Se quedaron cinco días, y según ella fue una de las mejores cosas que pudo haber hecho, porque la hizo sentir viva. ***
A los 19 años comenzó a llamarse a sí misma Clara, inspirada por un personaje de la novela argentina de 1993 Celeste siempre Celeste, protagonizada por An drea del Boca.
En aquella ficción Clara era la hermana gemela de Celeste, lucían exactamente iguales, pero eran totalmente distintas. Clara era la antagonista, la mala, se hacía pasar por su hermana y vivía una vida que no era suya. Tenía pelo negro, usaba mu cho maquillaje y se vestia con atuendos con escasa tela. También era prostituta y fue separada de su familia al nacer.
Su segundo nombre, Aimeé, fue elegido en base a otra antagonista de una nove la mexicana llamada Corazón Salvaje. La actriz Ana Colchero interpretó a Aimeé De Altamira, una joven sensual, frívola e
interesada que se enreda en apasiona dos romances. Le robó el novio a su her mana, se casó con él y al mismo tiempo tenía un amante.
En 2012 se sancionó la Ley 26.743 de Identidad de Género, y a sus 38 años Cla ra tuvo el derecho de ser inscripta en su DNI acorde a como se percibía. Por fin era nombrada formal, institucional y le galmente como Clara Aimeé Ardiles. ***
Tiene una mirada dura pero blanda. Es como la porcelana antes de enfriarse, una masa. Al tacto es suave, amable, lozana y moldeable, pero también es consistente e impermeable. Clara observa las cosas, la gente, como si intentara descifrar qué las moldeó.
Cuando le hablan deja caer su cabeza hacia un lado para escuchar mejor, y bus ca las respuestas en algún lugar oculto en su mente, mirando hacia arriba a la izquierda.
—Yo siento que mi razón en el mundo es solamente ayudar y guiar a los demás.
No sabe lo que le va a pasar en los próxi mos dos minutos, pero sí sabe lo que le pasó en los últimos 48 años. Sabe que en este mundo hay cosas peores que vivir de forma diferente, tomar caminos re pentinos y revertir la marcha cuando no le
gusta hacia dónde va. Siente que convivir con la muerte es un signo de vida. Para Clara hay peores cosas que morir o ma tarse. Siente que el dolor en su historia se convirtió en un motor, para ella y para impulsar a la gente que ama. A pesar de que eso a veces la condene a creerse una salvadora, le dice a su marido: —¿Sabés cómo soy yo? Como la Nanny, la niñera mágica que tiene una verruga. La niñera que cuando la necesitan, está. Pero cuando la están queriendo, cuando la están amando, ella se va, porque ya no la necesitan. ***
No habla apurada, habla a los apurones. Como si al mismo tiempo la apresuraran marcándole el tempo de su discurso con chasquidos de dedos. Con ese ritmo en algún momento tropieza, piensa, y vuelve a retomar su bailoteo verbal con la misma velocidad.
Los arrebatos son propios de Clara, que saca chispas de su interior tanto para con frontar como para convocar. Más adelan te le pregunta con ímpetu el nombre a la entrevistadora, para luego interpelarla con una reflexión.
—Vos te matás, ¿sabés lo que pasa des pués? ¿Qué va a pasar? Te van a decir: “Ay qué buena que era”, “Ay pobrecita”. Te
mataste, te lloran; “¿Por qué se mató?”. Pero ¿te pusiste a pensar qué pasa den tro de dos meses? ¿Te pusiste a pensar si van a seguir con lo mismo?: “¿Qué le pasó? Ay, ¿por qué lo hizo?”. No. No, por que el mundo gira y sigue girando. ***
Si te sentás a hablar con Clara, la charla en algún momento puede desembocar en que: si querés, uses cosas transpa rentes y andés en corpiño; que no impor ta lo que diga la gente; que si te quieren meter los cuernos, tenés que dejarlos; que como dice la cantante dominicana Natti Natasha: “Lo que es viejo pa’ uno, pa’ otro es nuevo”; que a los mentirosos tenés que regalarlos “con moño y todo”; que dentro de un cajón no se disfruta; que no cargues a los demás con tus errores; y que si ser libre e independiente es ser puta, desea que seas puta.
***
Antes de sus hijos estaba ocupada en sobrevivir, pero hoy su mente se vuelve a enfocar en ella misma cuando trabaja en las grabaciones de Avenida a menos, una serie hecha y producida por personas trans de Paraná que retrata y recrea las distintas realidades que vive el colectivo travesti y trans en la capital entrerriana.
Esta producción audiovisual la realiza el Grupo Transmedia Argentina, que se constituyó luego de participar del Taller de Producción y Alfabetización Audiovisual que organizó la Bi blioteca Pedro Lemebel del Barrio El Sol. Este establecimien to, que homenajea al escritor y poeta chileno trans, trata de ser un espacio donde se reconozcan las diversidades sexua les.
La serie se estrenó en el 2018 y hasta el momento tiene cuatro temporadas. Los capítulos están disponibles en el ca nal de Youtube de Grupo Transmedia Argentina.
El 23 de mayo de 2022 la Ley de Identidad de Género cumplió 10 años de vigencia. Si bien no se puede ignorar cada paso dado y que se sigue dando en dirección a una sociedad más justa para todes, todavía nos encontra mos en la línea de salida. Hay mucho aún por conquistar.
No es necesario irse lejos para de tectar las carencias de igualdad en la sociedad. Sólo hay que recordar el objetivo más básico de la Ley Nacional N°26.743 de Identidad de Género y preguntarnos: ¿cuán con creta ha sido su implementación? Las palabras de un papel no alcan zan si no hay acciones reales que las sostengan. El primer artículo del documento implanta el derecho a que cada persona sea reconocida y tratada según su percepción in dividual de género y pueda desa rrollarse libremente conforme a su identidad. La espera para que estas líneas sean visibles parece eterna. Por supuesto que hay que celebrar la cantidad de personas beneficia rias de este derecho fundamental, pero no se puede permitir el silencio ante ese “cada persona” que toda vía es una meta lejana. En cuanto al reconocimiento, trato justo y libre desarrollo que exige la ley, no hace falta más que enfrentar nuestra so ciedad y reflexionar si les travestis, trans y no binaries gozan de aque llos en plenitud. Una cita del libro Las Malas, de la escritora travesti Camila Sosa Villada, es una forma útil de pensar en esto: “Aquella vida donde siempre fui extranjera, donde no era dueña de nada. Una mierda de vida, con el deseo perpetuamen te reprimido. Así aprendí a mentir, a ocultar mi secreto, a preservarme
de los ojos de los demás”. Estos fragmentos de juventud disidente que narra Villada aplican para des cribir la situación de incontables niñes y adolescentes que se enfren tan cada día a un mundo hostil que castiga a quienes se salen de la nor matividad.
Por otro lado, la implementación de la Educación Sexual Integral si gue quedando retardada. Hay una deuda de las instituciones educati vas, en las cuales hasta el día de hoy se insiste en imponer las formas de ser hombre o mujer, no se muestran otras opciones de identificación y ni siquiera se da la posibilidad de ele gir. Todavía se comienza la jornada escolar remarcando la división de género, formando niñas y niños se parades, con una asignación que se rige por aspectos biológicos. Me nos que menos se apuesta a ins truir a las niñeces y las juventudes en las implicancias culturales de la categoría de género y se olvida por completo la responsabilidad que hay en todos los niveles de acom pañar la construcción de una identi dad que nos haga sentir más libres.
La única estadística de condicio nes de vida travesti-trans realizada en Paraná fue llevada adelante en 2018 y en ella se demuestra que, de 60 entrevistades, el 77% estaba en búsqueda de un trabajo formal y un 68% no tenía cobertura de salud.
Además, siete de cada diez dijeron haber tenido que recurrir a la pros titución para subsistir y casi el total de los casos creía que la identidad disidente dificultaba conseguir un empleo digno. La situación no de muestra haber cambiado mucho, pero el gobierno provincial parece haber desechado la ordenanza N°9.834 que desde 2019 apuntaba a integrar la comunidad a un 2% de los puestos municipales. Futuros históricamen te soñados que todavía tienen cara de utopía.
Entonces, tenemos Ley de Identi dad de Género, pero, ¿refleja en efec to lo que pregona? Tenemos Ley de ESI, ¿cuántos de nosotres afirmamos haber recibido la educación sexual integral que por derecho debería es tar en nuestros programas desde 2006? Tenemos Ley de cupo laboral trans, ¿dónde está cumplido? ¿Per ciben las personas trans y travestis una mejora en sus posibilidades de empleo? La deuda persiste con las bases mismas de un compromiso que se acomoda entre palabras y promesas.
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Esta publicación se imprimió en noviembre de 2022 en la imprenta Nueva del Río en Paraná, Entre Ríos.