Anochecer 10

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Probablemente debería mentir. Sin embargo, a cabo derramando la verdad: − Estoy decidiendo qué ropa va mejor para el favor de un señor de la guerra. Lucía abrió la boca, sus manos cayeron al arco que siempre llevaba atado sobre su cuerpo. A medida que sus dedos se movían con nerviosismo arrancando la cuerda, dijo, − ¿Estás buscando a ese berserker? Ella asintió con la cabeza. Regin pronto se convertiría por completo en inmortal y, como había sido advertida por fin, sus deseos estaban creciendo inmensamente. Cuando se imaginaba el cumplimiento de ellos, sólo el rostro de un hombre surgía en su mente. Así como Aidan había pronosticado, lo necesitaba ahora. − Está cerca. Su ejército está acampando en el bosque oscuro. Durante los años, cuando ella y Lucía habían estado buscando otras Valkyrias en este plano y otros, Regin había escuchado a menudo cuentos de su berserker. Estaba solo un poco más cercano a su don de la inmortalidad, tras haber pasado más tiempo buscándola que ganando batallas. Y ya tenía cuarenta inviernos. Se decía que había cambiado—su naturaleza beastlike era todavía más dominante. Entraba rápido sobre el conflicto, dejando a su berserkrage libre a la primera provocación. Y, sin embargo ella no podía dejar de pensar en él. − ¿Ahora, me pongo la falda casi transparente −Regin golpeó su barbilla − o los Trews 3 , esos que me revisten como una segunda piel? 3 Trews: Pantalones escoceses

Lucía farfulló. − Sí, bien dicho, Lucía. Los hombres me comen con los ojos más cuando me pongo los Trews. −Se los puso sobre su generosa parte trasera, con esfuerzo, luego se quedó en la lecho para atar los lazos ajustados. A continuación se puso un chaleco de cuero sin mangas con un profundo escote. A pesar de que cubría sus senos, el chaleco dejaba al descubierto su torso. Lucía había empezado a pasearse. − Hemos hablado de esto. − Tú hablaste de esto, −dijo Regin mientras se trenzaba el pelo en una docena de pliegues al azar alrededor de su rostro. El resto lo dejó fluir. − Yo no asegure nada. Lucía quería que se uniera a las Skathians − la orden de arqueras célibes a la que ella misma había entrado − pero Regin estaba demasiado curiosa acerca de acoplamiento, demasiado ansiosa por descubrir lo que el señor de la guerra había prometido esa noche con una sonrisa reservada.


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