Anochecer 08

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Había cuerpos momificados a ambos lados del sarcófago, restos que parecían pertenecer a algún tipo de humano. «Deben de ser los vigilantes.» Aquellos rostros alargados le resultaban familiares. Y justo cuando Lucía recordó a quién le recordaban, MacRieve dijo: —¿Wendigos? Los wendigos eran devoradores de carne, como los zombies, pero mucho más rápidos. Tenían la cara alargada y colmillos puntiagudos. —Creía que sólo se los encontraba en los bosques del norte. —Yo también lo creía. Ahora veo que no es así. Había wendigos por todo el suelo, como si fueran animales a los pies de su amo, y parecía que se hubieran quedado dormidos en aquellas posturas para no volver a despertar. —¿Cómo se han secado así? —preguntó ella. —No lo sé. —De repente, MacRieve se le acercó con una mano levantada—. ¡Cuidado! —Atrapó una gota de sudor que le caía de la barbilla. —Lo siento —susurró ella, y se dio media vuelta para secarse la cara con la manga de la camiseta. Esquivaron a aquellas criaturas con mucho cuidado y llegaron al sarcófago. No tenía tapa, como si estuviera en un tanatorio. Lucía se secó el rostro de nuevo y se inclinó hacia adelante con el corazón encogido. Bajo una finísima tela dorada descansaba una momia... El cuerpo estaba decorado con joyas, llevaba una coraza en el pecho y una corona, y anillos en todos los dedos. «Impresionante.»

Lucía miraba el sarcófago con los ojos como platos. A pesar de que a Garreth sólo le interesaba encontrar la dieumort, él también echó un vistazo a la momia enjoyada. —¿No tienes ganas de coger un par de chucherías? —No estoy mirando eso. Fíjate en el cuerpo. —No tendría que estar tan bien conservado —comentó Garreth algo ausente, y volvió a concentrarse en la búsqueda de la dieumort.

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