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Derrumbe Sexual | Biel Phyziz | pág VII

Derrumbe Sexual

Por: Biel Phyziz

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“En vez de liberar nuestro placer sería mejor dedicarnos a hacernos in nitamente más susceptibles al placer” - Foucault

Mi propia experiencia me lleva a pensar con urgencia todo lo que se relaciona con la sexualidad: mi propio sexo, el acto sexual, mis deseos. ¿Cuántas cosas no se pueden decir sobre estas palabras y otras tantas que surgen? Y sin embargo todo de esto se calla, –está cabrón re exionar sobre ello– aún pervive en nosotrxs la moralidad católica-cristiana. Un terco lastre que llevamos arrastrando y que nos ha vuelto indiferentes hacia nosotrxs mismxs.

En breve, quiero compartir algunos debrayes y generar un poco de inquietud sobre estos temas tan soterrados.

La sexualidad me hace pensar en una cuestión biológica, como aquello que re ere a la reproducción de los seres vivos, la vinculación entre seres antagónicamente complementarios; dos sexos. Aunque también existe el caso de la partenogénesis donde una célula femenina no fecundada da origen a un ser vivo, entre otras formas de reproducción. Y esto se va volviendo bastante complejo, por ello sólo hablemos de la sexualidad humana. Aquello que caracteriza al ser humano; el espíritu o cabría mejor decir la conciencia, ritualiza la sexualidad y la dota de signi cados y de imágenes, se trata del imaginario simbólico que estructura los modos de expresión sexual. La sexualidad humana es un aspecto drásticamente complejo que forma parte de la totalidad imaginaria de una determinada cultura. Cada práctica cultural (entre ellas la sexual) está interconectada en una sola totalidad de sentido, se puede entender en términos de una “cosmovisión”. Eso me suena a la metafísica de una cultura, que al nal es lo que constituye su identidad y sus modos de expresión; son los fundamentos de su capacidad social. De tal modo, cada cultura ritualiza su propia sexualidad de una manera especial e irrepetible, pero siempre con el mismo n; la reproducción de su cultura, la pervivencia de su identidad.

Dicho lo anterior, se entiende que la sexualidad en tanto forma lingüística representativa, se mani esta de formas diversas a lo largo de la historia y en las diferentes culturas. Por tanto, hablar de sexualidad requiere necesariamente una indagación genealógica especí ca que nos permita comprender el devenir del “discurso” sexual de un determinado contexto. Partiendo del contexto mexicano, tenemos que referirnos a la concepción occidental de la sexualidad, la cual se ha extendido a lo

largo del planeta, junto con todo un sistema de ideas que se vinculan con el capitalismo. El sistema capitalista tendrá todo que ver con la sexualidad, de alguna manera se convierte en la cosmovisión rectora del despliegue sexual hasta nuestros días, sin embargo esta cosmovisión alberga varias líneas de signi cación.

Para entender esto, yo reconozco al menos dos momentos que codi can la sexualidad desde la concepción occidental. El primer momento a partir de la tradición judeo-cristiana, y un segundo momento que surge a partir del protestantismo. Lo que Weber concibe como la “ética protestante”, no es más que el germen del desarrollo de las garantías individuales. En este segundo momento, se pone en cuestión el dogmatismo religioso; la promesa de la trascendentalidad. Esto dará lugar al liberalismo, como una propuesta novedosa y revolucionaria que transformaría por completo la cosmovisión de occidente, y luego del mundo. Y ¿cómo se transformó la sexualidad en este segundo momento? Bueno, primero hay que decir que, en el primer momento la sexualidad está cautiva de la religión; concebida como algo pecaminoso, algo de lo que el ser humano tiene que avergonzarse. Tal vez por una necesidad de control poblacional, pero seguro hay más cosas detrás. Desde la doctrina religiosa, en nuestro caso, la católica, la sexualidad sólo puede concebirse en términos de reproducción. No hay lugar para el erotismo, ni para el goce. Sentir deseo carnal es sinónimo de culpa y de perversión. Esto para los griegos sería una completa abominación, quienes eran tan conscientes del dolor y del placer como dos aspectos fundamentales e inseparables. Precisamente es la metafísica la que juzga de tal modo la sexualidad y con gura una corporeización de la experiencia sexual. El segundo momento rompe con esta metafísica al desconocer los preceptos que mancillaron al cuerpo, momento que tiene su auge en la ilustración. En este segundo momento, ya no se aspira a un mundo trascendental (o pasa a un segundo plano), ahora lo que importa es poder gozar de la vida terrenal. Lo que no signi ca que la sexualidad abandone la relación genérica de hombre y mujer ni mucho menos la in uencia patriarcal; de una vieja relación de dominio del hombre hacia la mujer y hacia la naturaleza. Por lo cual, la mujer se ha encontrado enajenada de su capacidad sexual-erótica, volviéndose únicamente objeto de placer del hombre. Irónicamente al mismo tiempo que el hombre limita la expresión sexual de la mujer se enajena a sí mismo pues imposibilita una relación sexual auténtica pensada desde el reconocimiento y la digni cación. Esto nos lleva a pensar el amor, el erotismo y los modos de expresión sexual, como una asignación de valor posible a partir del reconocimiento. Tengo la sensación de que la ilustre Europa no fue capaz de dotar de sentido a la sexualidad por lo cual se vio arrastrada por un desenfreno vacuo, del placer por el placer mismo, que se puede ver re e-

jado en la obra del Marqués de Sade. He aquí una cita muy interesante que dice: “Permítanos entregarnos indiscriminadamente a todo lo que sugieren nuestras pasiones, y siempre seremos felices… La conciencia no es la voz de la naturaleza sino sólo la voz del prejuicio”. Sobre esta cita se pueden decir muchas cosas, pero quiero limitarme a preguntar: ¿cómo es que tienen lugar las pasiones? Pues me inclinaría a pensar que las prácticas sexuales son el re ejo de los valores culturales. Y desde la visión Sádica excesiva, no hay lugar para la digni cación sino sólo para la cosi cación, desde esta concepción se pueden entender fácilmente las prácticas sexuales contemporáneas. Hoy en día las personas buscan desesperadamente nuevas experiencias sexuales que les hagan sentir algo, como si su capacidad sensible estuviera sedada o atro ada. Esto puede ir de lo más simple a lo más complejo y desquiciado. No sé si sea todavía un resabio de moralidad lo que juzga ciertos actos sexuales como obscenos y degradantes o si hay criterios para encaminar el deseo. Si fuese el caso: ¿Qué discurso sería el más apropiado para . conducir el acto sexual? A mi me parecería que habría una forma de dar sentido a la sexualidad precisamente desde la conciencia que ve y siente más allá de lo físico aunque partiendo de él. El placer por sí solo es inocuo, requiere de la imaginación, pero de una imaginación liberadora y juguetona que no replica la violencia simbólica

Si lo pensamos, el capitalismo vino a ofrecer un sentido de intercambio que acabó con los esquemas tradicionales que reprimían a la sexualidad. No obstante, el capitalismo al romper con la moralidad restrictiva impuso una moralidad del goce, pero no cualquier goce sino el “goce fetichizado''.¿Eso qué signi ca? Que los actos sexuales están mediados bajo la visión mercantil y patriarcal que cosi ca toda vinculación intersubjetiva. La exaltación del individualismo alienado, hace ver al otro como medio para su deseos cticios y delirantes, el otro se vuelve objeto-perpetuo. El capitalismo es fetichización de los modos de expresión vital; es decir, mercantilización de los afectos, de los sentimientos y del deseo. La libido, como fuerza vital inherente a la sexualidad humana, se vuelve prisionera de los imaginarios pornográ cos, los cuales alimentan y condicionan el deseo, para que este busque ser satisfecho por un amplio mercado de objetos sexuales y personas-objeto.

Dentro de este escenario de producción mercantil del deseo, tener conocimientos sobre la sexualidad nos permite tres cosas importantes: exploración, re exión y problematización de los modos de objetivación libidinal, es decir, hacia dónde y cómo encamino mi deseo. Para salir de esta “decaden-

cia sexual”, lo primero como siempre es darnos cuenta de que nuestra manera de llevar la sexualidad está severamente afectada por la crisis ideológica del capitalismo, y lo segundo; es localizar las fuentes de reproducción signi cativa de discursos cosi cantes. Aquí entran todos los medios masivos: música, redes sociales, series, películas, y por supuesto, la pornografía. Tercero, promover una constante re exión en todos los niveles sobre una idea de lo erótico. Aquí me parece sumamente importante repensar una idea de lo erótico en respuesta a la cosi cación sexual. El erotismo, entendido desde la posición subjetiva, como autoexploración sensitiva-psicosomática (mente-cuerpo), reconocimiento de las partes y el todo de sí. E intersubjetiva, como exploración sensitiva-comunicativa de entrelazamiento bioenergético. Pero ¿qué se entiende por lo erótico? Bueno, esa es la tarea, pero desde mi perspectiva re ere a la vinculación intencionada sensible e inteligible que tiene de fondo al goce pero que le sobrepasa en su sentido de total conexión y desintegración de la individuación. El encuentro erótico con otro, es un volver a ser niñx en tanto recreación lúdica sin competencia, que conlleva responsabilidad y con anza en las formas en que se mani esta el cariño, el cuidado, la diversión, la curiosidad y el placer. La experiencia erótica, la amistad, el amor, llevan un proceso que atraviesa por grandes caídas en que se exponen nuestras falsas creencias. El erotismo busca despojarse de las preconcepciones que automatizan las relaciones sexuales y por tanto los modos de sentirnos, para volver a la simple curiosidad del tacto sutil y delicado. Adentrarnos al erotismo implica cuestionar necesariamente los roles de género y la normatividad identitaria entre hombre-actividad y mujer-pasividad, pues se trata de fuerzas uctuantes como el Jing-Jang. El erotismo no permite los juegos de poder, sino únicamente una dialéctica de la complicidad psicometabólica que conjunta toda las expresiones del ser: gestos, olores, gemidos, uidos, besos, abrazos, caricias, miradas, ideas, pero sobre todo humilde reconocimiento entre dos conciencias que se ven desnudas con ternura y admiración, con un amor progresivo que valora el instante en que cada momento se vuelve 0 absoluto.

Tengo plena con anza en que cada vez más se hablará de estos temas sin reservas o disimulos. Pues parte de una verdadera revolución en la actual crisis, tiene que incluir una revolución en nuestra visión de la sexualidad.

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