Combustión humana espontánea Vol. 1.0 (Poesía 2003-2007) de Aleqs Garrigóz

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ALEQS GARRIGÓZ

COMBUSTIÓN HUMANA ESPONTÁNEA Vol. 1.0 (Poesía: 2003-2007)



ABYECCIÓN A l e q s

G a r r i g ó z

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS. MÉXICO, 2004

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HAY UN ASOMBRO EXTRAÑO CUANDO ME CONTEMPLO AL ESPEJO: LA POESÍA ENCONTRÁNDOSE A SÍ MISMA, RECONOCIÉNDOSE EN CADA IMAGEN.

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ÍNDICE Poemas 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

Soy Imagen Cero Atrás y Adelante Débil y enfermo Preludio a una oda a tus zapatos Daría Asentamiento del adicto suicida Reconocimiento Ambos Fotografía Anonimato Ave suicida Cumpleaños Fe de erratas

Pág.5 Pág.6 Pág.7 Pág.8 Pág.9 Pág.10 Pág.11 Pág.12 Pág.13 Pág.14 Pág.15 Pág.16 Pág.17 Pág.18

Canciones 1 2 3 4

Mi Sol Corazones Premisas Reiteración

Pág.19 Pág.20 Pág.21 Pág.22

* Yo no tengo la culpa

Pág.23

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P o e m a s

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SOY Aquí, estorbando de nuevo al mundo, soy defecto sin luz, cadáver usado, retazo con sangre y pus. Extraño ser siempre dispuesto al martirio, escupido por cerdos y esclavos, amante de lo torcido. Obcecada bestia que adora su inmundo destino.

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IMAGEN CERO Una niña reposa sobre sus heces, dependiente de una jeringa. Duerme casi todo el día. Su casa es un basurero en un callejón sin salida. Lágrimas pestilentes brotan de su interior. Tiene podrido el corazón. Pero a pesar de todo no está tan perdida: aún le queda perder la vida.

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ATRÁS Y ADELANTE Delante de mí tú. Detrás de ti yo. Tan cerca de ti yo. Tan lejos de mí tú. Delante de mí todo. Detrás de ti nada.

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DÉBIL Y ENFERMO DÊbil y enfermo, sufriendo voy. Derramando sangre, vomitando dolor. La tristeza en mi cara; mi seguridad en tu olor. Enamorado de mi tortura asesina, me humillo y persigo tu voz, el sonar de tus zapatos, tu pretendido resplandor. Mi infelicidad: jamås negado amante de tu mezquina vanidad.

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PRELUDIO A UNA ODA A TUS ZAPATOS Como cada noche, te busco en la oscuridad. Rondo la ciudad. Ayer fue un dĂ­a de suerte: pues aunque no pude verte, encontrĂŠ tus zapatos abandonados en una banqueta. Y me detuve a lamer sus suelas. -Por fin valieron la pena tantas noches en vela.-

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DARĂ?A DarĂ­a un pie y mi mano izquierda por bajar por tus caderas; explorarte; dejar mi saliva en tu piel; revolcar mi boca en tu ombligo de miel; hurgando los pliegues justo en medio de tus piernas derramarte; beber de ti. Y arrullĂĄndome en tus gemidos ser feliz.

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ASENTAMIENTO DEL ADICTO SUICIDA AsĂ­, como la sobredosis siempre precisa, como la inteligente sinergia de pastillas, la invalidez total del pensamiento y vomitar tu futuro en las esquinas... Nada. Como las arterias de desesperanza henchidas y arrastrarse por callejones de hundimiento... ÂĄNada! Nada como sentirse nada. ÂĄNada como saberse nada!

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RECONOCIMIENTO He sido el alimento de moscas y de ratas. He sentido la desesperanza aplastarme tendido sobre un baldĂ­o cualquiera. He nadado en aguas estancadas y me he confundido con ellas. Pero nunca como hoy habĂ­a sentido a este mundo arrojarme fuera.

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AMBOS Ambos críos. Él sobre mi y yo encima de los dos. Con la fortuna de ser iguales, usando por primera vez la voz. Mismo cuerpo, misma esencia; con ganas de vivir una vida a tope, embistiendo duro a la paciencia. Ambos curiosos, ambos soñadores adictos. Yo sobre él y él con nuestro abrigo. Me he vuelto su aliado, se ha vuelto mi amante, me he vuelto su amigo. Ambos tontos, ambos dispuestos... Ambos niños.

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FOTOGRAFĂ?A TĂş y yo, tirados al piso, de espaldas uno al otro: sin necesidad de ver al cielo, las estrellas que no seremos nunca.

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ANOMINATO Una lágrima fue derramada en la lluvia. Nadie pudo ver que ésta era de sangre.

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AVE SUICIDA Ha llovido del aire con el fracaso de su inútil vuelo: del nirvana, ha caído directo al suelo. Maldito el color de su sino vestido de negro velo. Sus aleteos la marchitan mientras sangra y vomita. Estúpida ave que se confundió con viento. Tan corta su vida, tan nada en el tiempo. Triste pájaro sin cielo al borde del desmayo, sus esperanzas están ya caducas: el mínimo intento... y su dolor matará...

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CUMPLEAÑOS Porque se me quiebra la estabilidad al oírme y escurro estas lágrimas ácidas como signos de opulencia de otro reino; porque me dan arcadas si veo mi cara en el espejo de los actos y, acosado, sólo puedo empuñar mi cordón umbilical como un arma; porque me odio con lujo de violencia quisiera posponer la velocidad del dolor para otro día.

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FE DE ERRATA Perdón. Me equivoqué al nacer.

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C a n c i o n e s

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MI SOL Afuera hay un sol. No es más que un sol pero los hombres lo miran y después cantan. Alejandra Pizarnik Oh mi elevado sol, tan bello y tan lúcido, brillas con sublimación. Resplandeces el infinito, tú, mi más grande hito. Alabarte es mi único rito. El cielo es tu hogar, inmenso eres cual mar, tan hermoso que me haces llorar. Magia sólida eres, la gracia de mil mujeres, la felicidad de todos los seres. El firmamento es tu hogar, pleno eres cual mar. Tan hermoso al mirarte... ¡que por ojos me haces sangrar!

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CORAZONES Corazones apáticos latiendo por inercia y que toman un tren con desgana. Corazones fríos, corazones sin un mañana. Corazones sin ideal, ni migaja de sentido. Corazones infectados de indiferencia y desprecio. Negros corazones necios. Miradas de odio, palabras con fin de cuchillo, actitudes hirientes y otros líos: corazones sin gota de brillo. Ya un la la

degradado en un rincón féretro pequeño: paz, el amor y la vida: libertad de nuestros sueños.

Corazones escarchados de mierda, tan hundidos en su miseria, tan orgullosos de sí aunque ninguno es feliz. Tontos corazones necios, y sin embargo... ¡Tan nuestros!

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PREMISAS Si me amaras... cualquier barrio bajo seria lugar para construirte sumiso tu casa, te enseñaría a bailar con zapatillas de plataforma alta. Si me amaras... dejaría que en callejones sucios con violencia me sodomizaras, te prestaría todas mis faldas, los vagones del metro y basureros serían mas llevaderos; la vida sería mas grata, la morfina no haría más falta. Pero la poesía que te llora mi abandono enciende el calor de inviernos... Muere un año más; arde otra fogata. Y eso me cala como cala la sífilis en la garganta.

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REITERACIÓN ¡Ya te lo dije! Destruirme despacio para desaparecer de estas miserias; escapar del dolor crónico de un mundo lacerante y asesino. Tal vez intoxicar mis venas con bacterias, tal vez inyectarme un virus extraño... Lo que sea. O abrazar las navajas con las venas si la pasión anhelada no llega. Rendirme al fuego, soltar las cadenas, regalarle mi yo para amar y ser amado en una vida eterna, en una existencia sin miedos, con tu cálido aliento y tu sonrisa plena. ¿No lo sabías? El dolor y la vida se aman; pero nosotros somos un mundo aparte. Ella es quien puede cambiar mi suerte, dignándome el alma con su dulce beso de muerte.

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*

YO NO TENGO LA CULPA Yo de de de de

no tengo la culpa de ser pobre, no tener un futuro socialmente insertado, ser joven y suicida, que mi familia esté desintegrada, carecer de un trabajo remunerado;

de ser fósil el bachillerato, de que la vida sea una pesadilla, de sentir miedo cada vez que salgo de casa. Yo no tengo la culpa de la guerra, de la crisis bancaria de la nación, de ser casi un niño de la calle. No. Yo no tengo la culpa de haber nacido. Por eso, -que te quede muy pero muy claro: por Dios espero que lo hagascuando mienta diciendo que tengo talento y que soy un artista incomprendido... créelo. En serio. Por favor, si quieres... ¡Pero créelo!

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ALEQS GARRIGÓZ

LUCES BLANCAS EN LA NOCHE

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS, MÉXICO, 2004

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ÍNDICE

AYER / 5 TANTO POR HACER DEL UNIVERSO / 6 LA GITANA Y EL / 7 SUEÑOS / 8 CANCIÓN DEL ESCAPE DEL ÁNGEL CARNICERO / 9 NO ESTA NOCHE / 10 DEL BRILLO EN NUESTROS OJOS / 11 DE LA MISERIA A UNA MUERTE BELLA / 12

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A mi adolescencia

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Antes fue una luz en mi lenguaje nacido a pocos pasos del amor. Alejandra Pizarnik

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AYER Ayer caminamos por parajes de cuentos de hadas e hicimos posible una simbiosis prohibida hasta entonces. Yo lo reconocí todo con una mirada: estaba todo como en el sueño que me hace apretar la almohada. Había otros niños que también lo sabían. Sí, yo ayer conocí la vida. También saludé a mil poetas cantando al cielo y juro que vi a la alegría que en bicicleta me sonreía. Juntos oíamos sus rimas, mientras del suelo comíamos sandías. Nadie rezaba, ni había llantos bajo cobijas. Ni siquiera había en los rosales espinas. Podíamos sembrar tomates, podíamos hacer el vino; y hasta destruirlo todo en un impulso asesino. Era todo a nuestro antojo, era todo nuestro juego. Así que tomaste mi mano… ¡e hicimos llover el fuego!

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TANTO POR HACER DEL UNIVERSO Condúceme a una galaxia desorbitada y enséñame tu pecho sin permitirme sobarlo. Llévame a un torbellino de plasma y húndeme en él de la mano. Juguemos a ser relámpagos. Regálame uno de tus cabellos y tiremos con él de un sol para colapsarlo. Fundamos el hielo de Saturno comiéndonos el cuello sentados en un anillo suyo. Veamos desfilar los cometas, mientras me dices al oído que todo lo que queremos es nuestro, que el amor no reconoce pasado o futuro. Si yo –nebulosa triste– me canso, beberé con ojos cerrados de alguna cascada que brote justo en medio tuyo. Hay cielos pizarrosos, azules constelaciones, planetas de escarcha por explorar. Vamos, toma un caballo de luz que hay tanto por hacer del universo. Coge de entre ellos cual tenga ojos de alba, dientes de luna, el pelaje más terso.

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LA GITANA Y EL MAR Cabello negro que intenta volar atado a un cuerpo perfección de la belleza. Un viento grosero se enreda a ella y la olfatea, ante una luna celosa que mengua. Hacia un mar helado y bárbaro, casta ella desliza su porte intruso, gitano. Entera va pintando un cuadro salvaje, una marca trashumante en el paisaje de la nórdica ribera. Collares de concha, plata y ópalo caen haciendo sonora cascada sobre sus senos de proporción exacta. Y el viento que sobaba su espalda desciende para anidar en sus faldas. Y después de sumergirse… ¡ningún ojo ya la vio! Un mar en brama, excitado, su engañosa cintura de junco, su fino talle engulló.

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SUEÑOS He soñado un clima que no es duro. He soñado el roce, el fruto y que mi corazón de cripta una semilla azul escondía. He soñado tantas noches –que han venido violentas, atadas entre sí por el más fuerte lazo– con asomarme y no palpar estéril mi entorno. Te he visto venir en mis sueños y hablarme de caracolas y plumas. He soñado un mundo que no es frío. Y en ese mundo tú estabas conmigo y sentías lo mismo.

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CANCIÓN DEL ESCAPE DEL ANGEL CARNICERO Tú, el eterno ángel deprimido. Yo, el autómata ordenando tus cuchillos. Tus alas negras de bestia en un amor sordo y sin sentido. Perdidos en el infinito. Bebí de tus lágrimas y te arropé con recelo: te destilabas. Goteaba la noche oscura a través de tus cortadas. Y es que en vuelo cortaste tu pecho, mi ángel bello y perfecto, cayendo cual piedra ceniza en un arcaico destino maltrecho. Y de tus sobras mi calma y con mi calma tu fuerza. Curaste así tus escindas, carnicero inexperto en un planeta distante con un siervo aprendiz y con miedo. Abandonados los dos al desierto. Tomaste tus armas, robaste mi casa; fue todo de prisa, cuando aliviado un mal día, te escapaste volando mientras tu mísero enamorado fatigado dormía. Mi alado del cielo, te fuiste sonriendo.

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NO ESTA NOCHE He cortado mi cuerpo para no aburrir, mientras te esperaba seis siglos, mientras comía seis manzanas rojas con seis gusanos a los que perdoné la vida. He imaginado tantas veces mi muerte en la espera y se han escrito las más hermosas tragedias. Yo seguí en el mismo cruce del ensueño, pues sabía que vendrías como lucero. Y caíste, meteoro septentrional que Dios fue incapaz de crear. Caíste sin saber tu procedencia o destino, tal como lo había leído en los registros. Y no, cometa que cae y se levanta, estrella de los arcanos que viene y va, esta noche no marcharás. No te irás con tu cabellera albina fugaz. No esta noche, la última mía, cuando para heridas ya no hay lugar. Te haré el amor con las arterias; te besaré estela, polvo y venas. Te esperé con ambición insana, acumulando pasiones de centurias para venerarte en devoción. Y aunque escucho ya la guadaña arrastrar, mi noche perfecta no cortará. Será con el alba crecida, quizá. No esta noche. Lucharé hasta el final. Mi cuello será tuyo y no de ella, única luminaria adorable. Esta noche la guadaña no vendrá y tú no te vas a marchar. Morir en tu cercanía sería infame derroche. No. No moriré esta noche.

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DEL BRILLO EN NUESTROS OJOS Lo he sentido y ha vivido en mis ojos, brillado como los tersos caballos negros a través de su crin azabache. Ha sido mío y lo reconozco hoy noche también en tus ojos, pues mora en su fulgor aceituna, y no hay ninguna otra luz igual. Es brillo como de bólidos fatuos que adornan miradas que lucen distantes de seres cansados y hartos, pero que están tan cerca de sí, de su propia carne aún latiente pues están necesitando morir, sentir cómo se esfuma todo en un suave desliz: es el descenso que clama su fin. Lo conozco. Ha vivido en mis ojos, brillado en el corazón de la penumbra como los cuervos a los astros a través de su hermoso plumaje. Es brillo real de flama que a enfrentarte contigo mismo llama. Confía, amada, no temas, si te envuelve como a mí a todas horas… y te fija a un amor extraño por el filo en las rasuradoras.

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DE LA MISERIA A UNA MUERTE BELLA Durante milenios de tortura y dolor del alma no conocimos más que nuestras lágrimas heladas, lágrimas que iban cegando más y más nuestros ojos. Fuimos la desgracia del mundo. Fuimos tan poco. Y las estrellas nos eran desconocidas. Eran ajenos también el sol, la luz y la seguridad de una vida o una muerte. Flotábamos en la miseria de la infinita tristeza, en el pesar de una existencia incierta. Tú y yo: nuestros cuerpos perfectos a la deriva en la desolación y la desesperanza. Nuestras manos jamás se acercaron. Los ojos mirando siempre al negro pasado. Había espinas cosiendo nuestros labios. Y milenios más transcurrieron en la estrechez de nuestro encierro. Dos entes bellos y puros degradados a la aflicción innecesaria. Dos mitades necesitadas de unión, del mutuo descubrimiento, la sublimación y lo inmortal comido en su fruto. Pero el azar fue devenir radical al arrastrarme a tu plenitud en accidente nunca pensado. Me miré en el cristal limpio de tus ojos de humano y el colapso comenzó… Explotó la chispa inicial de destrucción y orden, la chispa más atroz y peligrosa, la más poderosa entre todas. Me reflejé en tus pupilas y te vi dentro de mí. Si una vez fueron el tormento y las condenas, ahora la humanidad había nacido en nuestras venas. A tiempo idéntico tomamos nuestras manos; te sentí y me oliste con miedo. Truenos y dos latidos unísonos fuertes 12


hambrientos de lo antes siempre negado; y con deseos de vivir, de sentir. Y fue que por vez primera sentimos… Movimientos rítmicos e ideas convulsionaron segundo tras segundo las naturalezas de la razón y la capacidad recién descubiertas. La pasividad no necesitó volverse recuerdo de nuestra historia primaria enferma. Abrimos violentamente nuestro camino a lo imperante ya. Gozamos lo antes prohibido, impacientes cuando quisimos destruimos. La meta era la vida para experimentar la muerte; y en instantes lo fuimos todo: maldad y bondad, la verdad y la nada; fuimos agua y tierra, fuimos aire y fuego. Fuimos el éter. Nos dimos el lujo de privarnos de mirar hacia abajo y no hubo precisión de inventar ancestros. Todo lo negro se volvió luminosidad. Millones de ruidos infernales y candentes en cataclismo genésico y… final. Y nos besamos…. Fundimos nuestra materia en una masa total, violando así las leyes del universo: dos fuimos uno. Y el clímax llegó de repente, brutal, cuando la luz celestial explotó. Nuestras contracciones de intenso placer ahora nos desgarraban y nos mataban. No importó. Una vez la sensibilidad llegó por error. Pero aprovechamos el viaje de dos: salimos de la nulidad y las tinieblas para felices morir con el sol.

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Aleqs Garrigóz

PERTURBACIÓN DE LA MENTE

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ALEJANDRO GARRIGÓS, MÉXICO MMIV

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ÍNDICE

TRES DESEOS / 4 EN EL PAÍS DE LOS BUITRES / 5 TAN LEJOS DE LA VIDA / 6 SENTADO CON LA CUCARACHA / 7 CANCIÓN DE LA NUBE GRIS / 8 EL ÁRBOL Y EL PÁJARO / 9 TENEBRIS / 10 SEGUNDO / 11 ESPECTRAL / 12 ELLOS / 13 TODO CUANTO COMO HUMANO QUIERO / 15

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L'Espérance qui brille aux carreaux de l'Auberge est soufflée, est morte à jamais! Charles Baudelaire

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TRES DESEOS Quisiera poder andar y volver a los lugares de ayer cuando fui algo. Quisiera en pie ahuyentar a los buitres que esperan en mi techo. Quisiera despertar sin lidiar con la barra de metal que me atraviesa el pecho.

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EN EL PAIS DE LOS BUITRES I En el país de los buitres las esperanzas mueren desgarradas; y el último y agónico suspiro mengua en los caminos de la nada. En el país de los buitres tus pasos chocan con huesos y miembros y puedes oler al aire la esencia del fin pues ésta por los vientos cruza... Algunos sólo sienten lástima de ti, pero la mayoría de ellos te abusa.

II No pude soportar la forma en la que El Buitre me miraba. Sus ojos fríos, humanos, penetrantes como estaca, recordaban que yo era sólo un despojo. No pude soportar la forma con la que apretaba el duro peñasco con sus garras. Lo supe, sus ojos lo dijeron: me deseaba. Lo mire tal cual, fuerte, seguro, rapaz, y mire también al futuro y lo encontré vacío. Entonces lo vi venir mientras me recostaba sobre el desierto.

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TAN LEJOS DE LA VIDA Un paso atrás he nacido para ser despojado y crecer amorfo. ¿Te has dado cuenta? La realidad taladra mis huesos tan frágiles. Estoy solo. ¿No ves mis costillas rotas? Un paso atrás, tan lejos de la vida, ha germinado una semilla maldita. Semilla infecta que nunca, nunca debió existir. Cada una de las palabras de ustedes, –aquellos que sí son y que sí tienen– es una daga más, otra herida para no sanar. Y sus escupitajos son torturante colmo. Ojos que nunca han visto ni verán el color, labios desérticos rogando por un mendrugo, mis seis pies clavados al suelo. No, ya no podré soportar otro tabique más al lomo. Tan lejos de la vida te imploro: da un paso atrás y mátame.

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SENTADO CON LA CUCARACHA Sentado otra noche con la cucaracha a mi lado, escucho a mis labios recitar versos de agonía de mis propias agonías, de mis desvelos lacrimosos. Los clavos del pecho se burlarán de mí si intento dormir pero ella ya se acostumbró a todo esto. Sentado con la mirada en mi sombra oscilante, a la luz de las velas la cucaracha me abraza: pretende hacerme sentir a salvo por un instante. Pero lloro. Sus seis patas sobre mi espalda siguen siendo tan frías como ayer.

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CANCIÓN DE LA NUBE GRIS Polvo de cadáver de los hombres más enclenques, ceniza de todos los fuegos que sólo segundos ardieron. Eres la mala fortuna queriendo ser liberada. Ligera me sigues, flotando en exime gracia. Orgullosa presumes turbia y siniestra magia. Pérfida nube gris, a doquier que voy estas allí, recordando que no debo reír.

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EL ÁRBOL Y EL PÁJARO En la rama de un pájaro un árbol mira un huevo, lo arranca y lo deja caer al suelo. Poco más tarde, en su nido cavado dentro del pájaro, el árbol deja sus frutos caer y vuelve a mirar al suelo. El árbol devora un polluelo. Y el pájaro se sigue secando.

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TENEBRIS En cada ventana siempre se cuelan las miradas. El hogar no existe. Cada guarida tiene el pequeĂąo agujero que nunca falla. Nuestros sentidos no son capaces de captar todas las presencias. Siempre hay algo detrĂĄs nuestro... Algo que no podemos ver.

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SEGUNDO Ellos eran tantos. Yo sabía los nombres de cada uno pero nadie conocía el mío. Yo estaba al centro y estaba desnudo. Estaba en el suelo en posición fetal y todos reían y sostenían y estrechaban copas. Entonces levanté la mirada y pronuncié una palabra. Pero nadie entendió mi lengua.

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ESPECTRAL Una vida fue tomada a mitad de un grito durante la velada de los espectros; y manchas negras comieron de él e hicieron rondas y vuelos. Fue la vida del hombre santo, el que tocaba las campanas, el casto, el hombre de los rosarios y las plegarias. Sin prisa las manchas bebieron sus jugos y pelearon entre sí por el trozo más grande, sin sentir el mínimo temor por los altares y la cruz que pendía en su cuello. Cantado una vez el tétrico himno, volvieron a morar bajo su cama, donde él juraba... ¡que no había nada!

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ELLOS Ellos vienen con sangre en sus picos provenientes de los más míseros destinos, con sus negras alas enormes, cabezas calvas y horrendos hocicos deformes. En su aliento bailan la muerte y la tragedia; en su mirada anida una misión enferma pues han sido paridos para devorar sin tregua. Y vienen con estridente anuncio directo aquí. Y yo, degradado en un oscuro abismo, lucho por encontrar el mínimo asomo de luz que me recuerde que existen la seguridad y la vida. Mi mente acuchillada por los segundos no resiste esos graznidos endemoniados, asesinos. Ellos actúan con un sino enloquecido como si por sus venas corriera el vino. Mis uñas que una vez rasgaron desesperadamente las paredes de este inmundo encierro ahora rasgan mi cara. No tengo salida. Soy presa del más tétrico pavor, en la más siniestra sesión homicida. Ellos están tan cerca ya. Son miles y en sus patas sonríen las navajas. Una sonrisa anacrónica se dibuja en mi cara, quizá provocada por un airecillo fresco del sur que con ligero humor acaricia mi espalda. Es como si alguien se compadeciera de mi tortura, de este gratuito y vil sufrimiento, y me regalara un susurro de confort escondido entre los pliegues del viento. Ellos tragarán mis despojos, restos débiles y macilentos en este submundo tan frío y desierto que tú creaste. Aquí estoy, donde me abandonaste. Ellos me comerán y danzarán con algarabía acabado el festín; 13


quizás vomitando y tragándome otra vez, burlándose de mi impotencia ante doloroso fin. Pero... sí, soñaré. Con los últimos vestigios de fe adentro, recordaré bocas, miradas y viajes pasados. Abrazaré a mi corazón desbocado y besaré sus venas. Imaginaré una mano que me alcanza y me sublima a donde no puedan alcanzarme jamás. Soñaré. Soñaré que puedo vencer sus garras. Soñare con un mañana. Y voy a reír de ellos, de lo ridículo que lucen sus calvas. Imaginaré un arma doblando sus navajas. Soñaré un duelo de leyenda donde el héroe es glorificado con abrazos y caricias. Y el héroe seré yo. Sí, soñaré estúpidamente que puedo ganar, aún con mis ojos en sus gargantas. Aún conociendo mi triste final.

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TODO CUANTO COMO HUMANO QUIERO Ni dejar un legado de textos decadentes, ni un corazón destrozado detrás. No necesita ser de forma aparatosa. A nadie le importaría, además. Desaparecer. Tan sólo desaparecer. Ni una colección de cintas que heredar ni una sucia foto mía en un muro: desaparecer, tan solo desaparecer. Y dejar de jugar al poeta oscuro.

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ALEQS GARRIGÓZ

LA PROMESA DE UN POETA

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS. MÉXICO, 2004

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ÍNDICE PROEMIO / 5 DESTINO DEL POETA / 7 SUPONGO QUE EL GIRASOL SABE / 8 LA COPA / 9 EL MUNDO ES LA ESTEPA / 10 EN EL FONDO DE CADA ALMA SIEMPRE EXISTE UNA LLANURA / 11 LA CASA DEL POLVO / 12 IMAGEN CORPORAL 0.001 / 13 LOS INSTANTES MORTUORIOS / 14 CUADRO ROMÁNTICO / 15 BAJO EL SIGNO DE LA ROSA / 16 JARDÍN / 17 UN BOSQUE / 18 DECLARACIÓN DEL CABALLERO DE LOS BOSQUES / 19 URGENCIA DE INVIERNO / 20 A MILLARES DE KILÓMETROS / 21 RENACIMIENTO / 22 POLARIDAD / 24 LOCUACIDAD DE REVINIENTE / 26 DE NOCHE / 27 DISTANCIA Y CERCANÍA DE LA QUE ESPERA / 28 LA SATURNINA DESERCIÓN / 30. AQUEL QUE VUELVE DE LA GUERRA / 31 DESDE QUE TE HAS IDO / 33 EN TU AUSENCIA O CONTIGO / 34 ELEGÍA PRIMERA / 35 LA PARTIDA / 36 TUS ARMAS / 37 ÚLTIMA ELEGÍA / 38 EL PERDEDOR / 39 FÁBULA / 40 POEMA SIN NOMBRE / 41 MÁS ALLÁ / 42 PAISAJE DE LLUVIA / 43 PRIMER NOCTURNO / 44 INMOLACIÓN DEL PELICANO / 45 EL LLAMADO / 46 EL ADIÓS / 40

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Dedicado con amor a todo aquel que haya comido cenizas en el desierto.

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Was aus Liebe getan wird, geschieht immer jenseits von Gut und Bรถse. Friedrich Nietzsche

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PROEMIO Lo mismo que todas las artes –incluyendo la guerra–, la poesía nace de la Oscuridad y sus orígenes se remontan siempre al desierto. Ningún mejor alivio para el arrebatado de la gracia como un feto de su burbuja perfecta y nutricia, para el saturnino errante en la estéril Tierra de Nod, que la música siempre mágica en el oído; que la poesía como lluvia de luz, cayendo de aquello en lo alto sobre los corazones en fuego para ser redimidos, anticipando un trozo de los prometidos cielos. Al igual que el perro salvaje de chispeantes ojos anduve por desoladas y vastas tierras donde la Muerte tiene su casa. Y por todo un eón, como Caín, bebí mis lágrimas; y lo mismo que Caín debía ser despertado. Y aprendí, al final de tan tortuosas lecciones, a ver con el Gran Ojo para leer en los cielos las señales y encontrar en las estrellas los caminos como el navegante perdido, en las constelaciones, el camino regreso a casa. Y hoy mi corazón, a pesar de poder ser lo mismo que la roca, alberga a un travieso niño que ve al mundo como un juguete interesante y deseable, enorme juguete con los atractivos colores del arcoíris y la boreal aurora. Mundo como un circo habitado por payasos donde puedo, a mi conveniencia, ser tanto el burlón, como el sufrido. Y hoy que soy un vástago joven sin amo, sin tribu y sin casa, y que tu atención de momento poseo, quiero hablarte de mi relación con la Poesía. Con un lazo más fuerte que el vínculo que la luna sobre los lupinos ejerce, existo enlazado, en una comunión dolorosamente hermosa, a la Poesía, por quien viviré hasta que mi última muerte nos separe. ¡Qué altísima fue la catedral donde se realizó el sacramento! ¡Qué delicadas y celestiales campanas han sonado en nuestra boda! ¡Y qué gárgolas tan horrendas cuales celosos demonios nos contemplaban! Y bien, aquí me tienes de frente, anticipándome a los hechos. Y si una vez me abrí ante ella como un botón de flor 5


ante un paisaje amenazadoramente húmedo, hoy como ofrenda entrego mis primeros frutos, como nuestros antiguos padres hicieron con el Arte a las puertas de la ciudad de Enoch para ser admirado, en su aprobado y glorioso regreso a las comunidades. Acérquense, pues pueden –si así lo desean– beber el jugo de estos frutos, como de un cáliz en la Eucaristía se bebe el Corazón del Cordero. Es lícito que seducir te dejes, mientras los Hijos del Sol juegan con el barro en las doradas extensiones en su para siempre quebrantable inocencia. Hermosísimos tengan los crepúsculos y saludables los numerados amaneceres.

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DESTINO DEL POETA Entre la aberrante fauna que la Natura engendra, encontramos al poeta, única especie sumamente atractiva para la mala suerte. ¿Será por siempre contigo la desgracia, poeta? …Oh, ¡es terrible! Bien lo sabes: tú vivirás por siempre condenado en la existencia; y sobre tu espalda, como una montaña, pesará más que todos los días la indestructible y dolora pregunta del ¿por qué? Ciervo sin secretos, que abrevas donde acechan las fieras, tú vivirás siempre muy cerca de la estrellada noche y cada que observes su tétrico manto rasgarse y repararse, solo, pedirás un deseo –tu deseo: valor–. También amarás las centellas que cabalgan en el mar y todo el brillo en los ojos de la noche. Y soñarás con barcos que aran en los cielos y con aquellos que del desierto volvieron para instruir a los hombres –tú sabes: en la guerra, el maquillaje, la danza y bla bla bla–, entre muchas, muchas otras cosas más. Y cansado de todo esto, terminarás desmayándote sobre algún claroscuro o tomarás la serpiente que para siempre te fascina y la conducirás hasta tu cuello.

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SUPONGO QUE EL GIRASOL SABE Supongo que el girasol sabe lo que se siente todo esto. (Esto: vivir esclavizado en los días a un sol que tanto duele y, por la noche, sumergirse con pánico en la tiniebla cuadrada. Y lentamente marchitarse, mientras desfilan uno a uno los atardeceres sin regreso de un destino –el propio– incomprensible.)

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LA COPA Llevo esta nube como un sino, el sino maldito de saberme dueño de esta copa y no saber con qué colmarla. Sólo las manos bondadosas recogen la fruta, manos de aquellos seres gratos que duermen bendecidos en la tierra y que al despertar saludan al trino y al arroyo. Yo soy el hijo renegado en cuyas manos se pudren las flores, el excluido, quien atiende en la madre tan sólo la enfermedad y el hedor. Mi nube me acompaña cuando camino al lado seco y duro del bosque y recojo las setas con el veneno. Y es mi nube entonces compañera de mis piedras y de mis hojas secas. Soy de los que huyen del mundo de las casas y emigran hacia los atardeceres, desterrados en su tierra, estériles en su juventud, marcados en su frente con el signo gris del infortunio. Sólo los audaces apuraron la poción; sus nombres hoy soy sólidas estatuas y algunos hemos brindado por ellos. Yo soy de aquellos no elegidos, para quienes protagonizar una tragedia es imposible. Y llevo también esta nube cada vez que mi copa se colma de veneno y es entonces reflejo opaco del sol que tibia mi espalda. Amanece y visualizo los mañanas llevaderos. No bebo. El signo de mi frente no es negro ni blanco.

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EL MUNDO ES LA ESTEPA Por el agrietado rostro del anciano culpa al aire; y al oro por la guerra. Culpa a la sal. El mundo es la estepa. Y, en su inmensidad delirante, empalados los corazones. Oh, los corazones.

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EN EL FONDO DE CADA ALMA SIEMPRE EXISTE UNA LLANURA Estabas solo bajo la lluvia y tu casa estaba lejos. Caminaste por el fango y bajo el techo de madera, aquella tarde, te apretaste en el regazo de tu abuela y te sentiste por un instante completo. Pero tu abuela estaba enferma y sabías que moriría pronto. ¿Recuerdas el llanto de las aves sobre tu ventana? Las alegrías durante la juventud son efímeras fogatas y siempre sobre nosotros se tiende completa una mano desconocida, la misma mano que tira los huevos del nido durante la tormenta. Tu madre preparaba una sopa que era tibia pero todas las madrugadas se crispaban de hielo. ¿Recuerdas cuando los pájaros morían alrededor de tu casa? Tú eras tan solo un niño. Pero ahora que eres viejo y calientas la leche sobre brazas desechas y observas los árboles secos donde las aves cantaban, te sigues refugiando de la lluvia inclemente y huyes también del frío de madrugada y en tu alma persiste el miedo a la mano desconocida que sobre todo se cierne.

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LA CASA DEL POLVO Vivo en una casa vacía donde el viento helado entra por las ventanas gastadas y me azota justo al rincón más estropeado y fúnebre. En la gruesa capa de polvo que todo el suelo cubre tan sólo hay unas huellas: las mías. No hay muebles, sólo un enorme espejo en cuyo fondo me espera para siempre la decepción más tremenda y el más negro horror. ¿Quieres recorrer sus desolados andadores, sus jardines erosionados y ver como el techo cae lenta y monótonamente sobre mí a pedazos? Sólo baja por la cuesta de las callejas turbias y encuentra la casa sin numero y sin puertas.

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IMAGEN CORPORAL 0.001 El espejo arroja una figura obsoleta y empolvada, revela este maniquí de plástico donde el olvido se instala, este artificio de bajo costo, cuya sonrisa de payaso no mejora el aspecto que le dan sus ridículas lágrimas de fuga irreparable, de manguera con agujeros. (Con manos de articulaciones oxidadas pretendo hacer un saludo de despedida.) Mi día es igual a cualquier cartón y hasta el más deshilachado trapo tiene mejor suerte que mi corazón sin alegría. ¿Cuándo la juventud se volvió esta angustia viva y hambrienta? ¿En qué momento alguien dijo: “De sus escombros hagamos un remedo de obra dramática, una burla despiadada a la vida”? (Y el telón con telarañas se levanta.) ¡Si tan sólo los intentos no fueran trastos de porcelana cayendo en un pozo cuyo fondo es duro cual sepulcro!

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LOS INSTANTES MORTUORIOS ¿Recuerdas los momentos cuando tendido sobre tu augusto lecho, igual que en una tumba, las afiladas agujas de los segundos hincan más su tenaz punta en tu corazón dolorido? Las rosas se marchitan en los amplios jardines y el tórrido mediodía ha incendiado ya los secos pastizales. ¿Recuerdas los plomosos días cuando los gruesos muros de la prisión de tu casa devuelven angustia por angustia? El ingente vacío de la ausencia se ha instalado en tus salones lo mismo que un familiar y saturnino huésped y en las estatuas de gris mármol el polvo extiende su voluntad incorpórea. Más allá de las colosales catedrales del cristiano culpable, de las avenidas empedradas donde el pobre comercia; incluso más allá de los cristales luminosos de los prósperos y cómodos hostales, abandonando tu cuerpo tendido sobre el delicioso camastro, bello tu pensamiento, vuela a descansar a un cementerio.

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CUADRO ROMÁNTICO El enorme espejo era turbio, quebrado; y una rosa pálida, como quien siente vergüenza moría en su reflejo. Descubierto y empolvado estaba el piano, dentro de la vieja habitación en ruinas. Del balcón –donde otras flores palidecían– las ventanas estaban abiertas. Y en las cortinas de fina gasa se deslizaba, ligero, un vientecillo frío. Afuera, el cielo de la tarde era rosado; y sobre los árboles de otoño todas las aves entonaban dolientes canciones.

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BAJO EL SIGNO DE LA ROSA Uno a uno se han herido los amantes bajo el signo de la rosa. Uno a uno han sangrado sus copas los poetas, han vertido sus lágrimas los castos monjes y la inocencia del niño se ha pinchado bajo el signo de la rosa. ¿Quién ha creado tan dolora belleza? ¿Quién dispuso que en los jardines pulule como un insecto la rosa que, como un amanecer, despierta y se estira? Ha doblado sus brazos el sol y la hora es ya tardía. Nuestro canto se dirige con gusto a doblegarse bajo el signo de la rosa.

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JARDÍN El íntimo jardín de mi cuerpo alberga aún, para ti, la totalidad de sus rosas. Para ti sigo reservando, uno a uno, los finos aromas de sus tiernos pétalos. Blancas rosas que trasformas en rojas, flores que rozas blanca. Este jardín posee aún una firme fuente por corazón, que se regala en cristalina agua; fuente donde no anidan los moscos ni los sapos, íntima fuente pura, fuente de pura vida. Y obviamente de noche, cuando apareces y mi jardín arde, ninguna línea rompe la belleza de estos contornos. Como una estatua detallada con suavidad tengo este sueño de jardín, nocturno monumento de olores y galanterías frescas, de grandes y pequeñas hojas de variadas bondades, de céspedes finos y musgos delicados. ¿Volverás a venir esta noche, amor, luna, pálida claridad, cuando mi languidez te clama, al esencial jardín donde eres reina, donde te ofrezco enteros mis contornos y la pureza de mi intimidad en flor?

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UN BOSQUE El bosque guarda celoso su corazón húmedo donde sapos, moluscos y otras alimañas paren y cohabitan. El bosque, allá enfrente, es esa tenebrosa extensión donde las hechiceras identifican las hierbas. Allí también tiene su lugar, el foso hondo y pútrido que es sepulcro de los pobres. ¡Con qué miedo estoy entrando contigo en sus fangos tétricos y vivos! Cosas maravillosas acontecen dentro de su cuerpo delimitado por las arañas: el fuego se hace de la nada y reina la naturaleza en toda su tiniebla. Incluso las fogatas allí son tan frías como tu mirada. También, se sabe, tiene allí su morada la lechuza sin sueño que en su insomnio todo lo vigila: el negro y vaporoso cielo, los retorcidos y secos árboles y los charcos profundos donde las osamentas se asoman. Pero cariño, negra dulzura, el miedo es ya en mí un estado permanente y reside en mi cuerpo como una estaca clavada en mi pecho. Pues, perra hermosa, bruja de mis amoríos... ¡No hay más terrible miedo que el que me produce la horrenda belleza de tu cara lavada!

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DECLARACIÓN DEL CABALLERO DE LOS BOSQUES He visto las cosas mientras dentro de las fortalezas duermes entre finas telas, cobijada por el imperio, cuidada y descuidada. He sido el favorito de los gigantes, quien despreció el cetro de la rapiña, sólo yo, solo yo. Porque fui yo quien en el bosque convivió con los seres de la luz y hundió su espada en las bestias de la noche, está bien si bajas a ver la luna llena conmigo entre los lobos.

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URGENCIA DE INVIERNO Deja que tus manos lluevan a mí como en una brisa de espuma y estar cubierto de ti como de helado rocío. Permíteme el suave toque de tu exhalación y el algodón de tu presencia delicada. Está nevando sobre la roca y los metales se han paralizado. Los copos caen y se deshacen en las ramas secas. Esta noche dormiré en torno al hogar y en el sueño saldré de casa y seguiré a los lobos y veré a las crías mamar la leche tibias en su guarida. Los copos caen y se deshacen en las maderas. Los copos ya sobre la piedra inerte. ¡Oh, cómo pienso en ti! ¡Y con qué urgencia de invierno te necesito!

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A MILLARES DE KILÓMETROS A millares de kilómetros, huelo tu aliento que ha viajado cuarenta océanos transportado por su magia intrínseca. Raro, como cuando lo conocí. Es tu aliento el parámetro perdido del hombre: dulce aire robado al infierno, el más nuevo pedazo de cielo, una nube abrazada por fuego. A millares de kilómetros, en la parte más gélida del mundo, el hielo arde cuando el viento sopla del norte. Huelo tu nombre, te siento. Te vivo otra vez. Y a millares de kilómetros de ti, me embarco en travesía de nueve lunas azules dispuesto a ser impaciente marino para que sople el destino a favor conocido: a millares de kilómetros de aquí.

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RENACIMIENTO I He aquí que despierto en un mundo donde ya había nacido y he aquí que mis ojos no son los mismos pues me parecen ahora los de una bestia; en ellos caben todas las distancias, como en el reloj de mi bolsillo todos los tiempos. Mi nueva vida en este mundo me parece hoy tan sólo una fácil partida de ajedrez. A mi conveniencia he de mover siempre las piezas. II Sí, definitivamente el mundo es ahora más bello. Más cruel, sin duda, pero más bello. ¿Te has sorprendido de la belleza de las llamas en las que arde el hereje? ¿Has llorando en los primeros instantes de la alborada? Oh, cuánto me duelen los ocasos, y qué vulgares me son los días soleados y concurridos. Me gusta ir de noche a las iglesias, tocar los altares luminosos y burlarme de la agonía de los santos. ¿Por qué Jesucristo no fue como nosotros? Si un nido cae, mi amor lo regresa al árbol. Si un humano me lastima, sin remedio lo destruyo. Cada aroma, cada melodía es ya más dulce en el aire. Estoy tan vivo. III He aquí que despierto y para siempre vivo en el encanto. Seducir o exterminar es ahora tan fácil

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como extender mi mano hacia tu hombro y darte las buenas noches.

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POLARIDAD I Apenas el beso del cálido néctar en mis labios y la noche vibra de melodías embriagantes y el amor se hace presente y siento que tengo un hogar ¡y es tan fácil enamorarse! Entonces el dolor parece extinguirse y uno generalmente no piensa en el hueco. Y después... las luces de la noche son... oh... su brillo; y siempre camino a ellas. Es agradable descansar el pecho bajo la lámpara de los callejones y permitir al corazón tomar su habitual ritmo. Y entonces... música, baile, ¡amor por todas partes! Poesía en los teatros abandonados y en las catedrales. Música, baile: ¡un alegre piano suena por todas partes! Caminar por las solitarias plazas, observar la luna y las fuentes, acariciar a las bestias de los carruajes. ¿Qué...? ¿No lo sientes? ¡Está en todas partes! II Sucede que después de algunas horas la necesidad es un martillo que al pecho golpea. La tibieza cobrada en mi cuerpo mengua y el dolor arriba de nuevo. Como oprimido por el llanto de un violín, miro el hueco en mi interior, origen de mis cuestiones más inquietas. 24


¿Hacia dónde marcho? ¿Por qué el camino es tan largo? Hacer latir un corazón hasta la muerte, huir, dar caramelos a los niños y correr con ellos a la sombras... Esta forma de vida me aterra y esclaviza. No hay remedio: el hueco permanecerá eternamente o hasta que decida desviar el camino hacia algún amanecer. La no-luz parece arrullar mi desgracia y un sitio herméticamente cerrado es perfecto para escapar momentáneamente del mundo en el que vivo marginado.

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LOCUACIDAD DE REVINIENTE Contamos el tiempo en noches y para morir faltan para siempre muchas. ¿Te has asombrado de lo pequeño que es el mundo en que las especies tenemos que cohabitar? En las horas nuestras acciones siempre serán precisas. Algún día hemos de morir y nunca despertar para que otros animales se alimenten de nuestros cadáveres. Vivimos para siempre en la magia y nuestras palabras deberán ser siempre letales, como letales son las flechas envenenadas con la que se proveen de sustento los primitivos. Para siempre seremos selectos y el pasado remoto de los pueblos nunca será nuestra culpa. Y todos queremos amar. ¿Has descansado en unos brazos amados? Algún día hemos de dormir para nunca volver a revivir. Lentamente se extinguen los contados ocasos. ¡Ay de las manos que recojan las preciosas flores sobre nuestras tumbas! Algunos siempre van a reconocerse en ti, pero tú debes ser más fuerte y más hermoso y permanecer hasta final de la fiesta. Tan sólo es la ley de la vida.

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DE NOCHE De noche cuando los sirvientes duermen nos entregamos a la perdición. Reinventamos el amor. Y sobre el rojo satín de brillos estelares fornicamos como las bestias en celo. Somos tan dueños de todo que ni por un segundo lo olvidamos. Nos amamos y el vino arde en nuestras venas. De noche cuando los lobos acechan a los infelices nos embriagamos tanto en nuestro aroma, que despierto en inconciencia, desnudo, sucio. Tan bendecido y con heridas de tus dientes. Intoxicado aún por la marea de la droga que emana de la fusión de tu boca y la mía. De noche me llamas tras cortinas y el castillo se vuelve un templo de vampiros. Me esperas con una copa en mano y la sonrisa que te ha regalado permanecer conmigo durante el consumo de nuestras ansias en el placer. De noche la gente sueña con delfines y aves. Pero nosotros hemos somos tan distintos: hacemos de las miradas incendios, danzamos al reírnos de Dios y los fantasmas. Reivindicamos la vida al celebrar la pasión de nuestras muertes.

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DISTANCIA Y CERCANÍA DE LA QUE ESPERA En este distante pueblo, por la bondad olvidado; todo cubierto de nieve y crepúsculo –¿será alba?– mi amiga ha hecho una nueva incisión en aquel antiguo y sombrío madero. Conozco su tozuda mirada mientras escribe poemas que no concluye. La blancura de su rostro es lo mismo que la leche y sus mejillas encierran el rubor de un maternal beso. Sus grises ojos son hermanos del pelaje de los lobos que corren en los desamparados parajes. Mi amiga está sola. Su patria es un bloque de hielo enrojecido y su tiempo el día de un invierno interminable. Sin embargo, no fue siempre la soledad su única y devota compañera. Hubo un joven, con los cabellos rojos vibrantes, de hermosa cara al congelante y perpetuo amanecer –¿será ocaso?–. Pero hubo un llamado y él sintió la obligación que le hablada desde los arroyos de sangre de su estirpe; y entre los dos hubo un acuerdo y se hizo una promesa. Y hela aquí a ella, confinada, en la espera. He visto a mi amiga fuera de su cabaña mientras aglomera trozos de papel y los incendia. La he visto llorar sobre el musgo mientras desgarra sus ropas y en vano clama al horizonte. He escuchado sus gritos en la lejanía, que duran lo que dura la noche con sus días. ¡Si pudiera yo besarla y recoger sus lágrimas cayendo como joyas! Me cautiva, igual que un exótico perfume, su religiosidad de ferviente esposa. Sé de su efímera alegría cuando arriba el semestral tranvía; conozco su esperanza rota, sus ilusiones escurriendo como escurren los sangrientos fluidos por la acequia del horrendo matadero. 28


¡Si sólo pudiera para hacerla callar abrazarla, hasta que desvaneciera inconsciente entre mis brazos! Antes vestirá el luto que su afán concluya. O acabarán los siglos sin que el contorno anhelado se trace en la campiña. Mi amiga está sola. Su patria es un bloque de hielo enrojecido y su tiempo el día de un invierno interminable.

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LA SATURNINA DESERCIÓN Fue en el justo instante cuando en el techo de los cafés se lamentaban las palomas durante el pesaroso crepúsculo. Amor mío, lo recuerdo... Cuando sobre las frías callejuelas empedradas lentas resplandecían las ventanas amarillas y los hombres en las salones fumaban interminables cigarrillos y leían en los vespertinos periódicos las noticias de la crisis, la epidemia y la guerra. Me dijiste: “Me iré en el tren de los infortunados a una patria distante, allá donde las monedas son de plata. Trabajaré en una imprenta. Debí decírtelo.” Por vastos y enteros minutos no dijimos nada. Finalmente tomaste mis manos entre las tuyas y las arrojaste al nocturnal letargo. Y justamente en ese otro instante una llovizna cayó sobre todos los sombreros y paraguas que se abrían en flor. Yo levante mis enaguas y la lluvia larga corrió bajo mis rodillas. Amor mío, lo recuerdo...

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AQUEL QUE VUELVE DE LA GUERRA I Aquel que vuelve de la guerra anda un camino de hojas muertas y decoloradas mariposas. Las ondas de la humeante llanura elevan y quiebran su frágil pensamiento. Sobre el lomo carga sus precarios bienes. Aquel que vuelve de la guerra sangra su pie en la impiadosa grava de los caminos confundiendo sus vertientes. II Una solitaria rama de obelisco que se mece, violácea, hermosa, indiferente; una reja alta y oxidada; las espinas de la oportunista enredadera trepando las estatuas orientadas hacía el sur: así es el jardín. Adentro, la casa abierta y nada más. Sólo la arquitectura antigua y sombría. Ningún silencio quebrado por el llanto de la esposa piadosa, por la inocente risa del niño sin sospecha del padre; ninguna sombra humana entre las sombras; un salón enorme vaciado por el hurto, un montículo de polvo sellando el hogar. Aquel vuelve de la guerra intuye a la esposa extraviada, amarilla, y a los hijos dispersos por el hambre. Su frágil pensamiento, acostumbrado a perder, se atrinchera en sus precarios bienes. III Aquel que vuelve de la guerra supo siempre de algún modo que el cielo no escucha, que a favor no conspira el universo, que la miseria está hecha a la medida del destino.

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Que estรกn hechas para ser rotas por Dios las promesas del hombre.

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DESDE QUE TE HAS IDO Desde que te has ido los ojos reclaman tu silueta, sangrando renegados, las escaleras se alargan interminablemente y siempre es imposible llegar. Cuando camino el piso juega movedizo, haciéndome andar en círculos otra vez al mismo mueble del tropiezo. La silla en que me siento se deshace. Y tú no lo ves porque nunca quisiste ver nada. En vano los brazos se prolongan para alcanzarte; en vano la mano se aferra al objeto que huye. Nada cabe en un puño apretado; nada está entre el abrir y cerrar de un párpado. (El otro párpado permanece siempre abierto en la estricta vigilia por la supervivencia) Nada valen las plegarias; el incienso se niega a elevarse y un error siempre precede a otro. Y tú no lo sabes porque nunca quisiste saber nada. Afuera, la tarde reclinada en el arbusto dice: “No”, la fuente dice: “Nunca”, el laborioso rumor del insecto dice: “Vete”. Y cuando al final del día recojo las redes tendidas es sólo para recoger latas vacías, huesos rotos, plumas podridas, juguetes quebrados, cascarones cenicientos. Es inútil. Y tú no lo... Otra vez: ¡es inútil!

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EN TU AUSENCIA O CONTIGO Controlabas mis venas. Te fuiste. Hoy miro los libros sin leerlos, abrazo el violín sin tocarlo, la sonrisa del piano me aterra y las campanas de la catedral me suenan en extremo estridentes. Sí, me da miedo aceptarlo, pero mi cabeza desato ya sus riendas y hoy me sorprendo sosteniendo un vaso roto. Esto es todo cuanto poseo: el café que se enfría en la mesa, una mirada fija al suelo en busca de nada, otro vistazo al espejo intentando encontrarme y un nuevo poema triste sin completar. Pero si vuelves, no comerás de mi otra vez. No sentiré de nuevo esas ganas de pudrirme para servirte de alimento. Ya no lo intentaremos. Te amo. Pero la vida cala igual con tu cuerpo. En mi se posan aquellas navajas y se hunden con saña aun si me abrazas. Me envuelves y tu boca se funde a mí, pero siento tanto frío. No es mi culpa ser tan joven e irremediablemente vacío. Debí habértelo dicho: en tu ausencia o contigo la vida lastima lo mismo.

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ELEGÍA CON RÍO En este triste y árido valle veo el río alejarse más y más: el río de las esperanzas y la fe que pudo ser rescatada. Yo esperaba por ti, para siempre. El río se desliza lentamente hacia el ocaso más cruel y violento. Sé adonde pertenezco: mi patria es el reino de tus céfiros infinitos, mi hogar reside el frágil santuario de tu cuerpo, mi paz vive en el descanso eterno que se erige entre tus brazos. Mientras el río se entrega al tempestuoso océano, sé también que todo está perdido. La vehemencia de todos los sueños languidece junto a mi tenue imagen gastada ya a punto de extinguirse.

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LA PARTIDA Tu debilidad corre a mí y se aferra entre mis brazos. Hemos planeado esto por meses y después de hoy ya no seremos como dos maderos a la deriva en un mar hostil y atroz. Lentamente el sueño se hace tangible, se esboza la sonrisa –el acuerdo fue para bien– y atraídos somos por la luz que brilla para siempre. Esperar no puedo a encontrarte allá, saltar juntos sobre los campos limpios, beber de las fuentes, sentirnos protegidos y ser parte de todo. No. No era nuestra culpa. Nunca lo fue.

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TUS ARMAS Siento tus armas sentarse junto a mĂ­ y se siente cual cielo. DifĂ­cilmente puedo evitar entregarme y me mojo en cascadas sin fin. Cierro los ojos, es tarde para otra cosa ya. He comenzado a sentir sus frĂ­as bocas de metal jugar con mis cabellos, rondar mi cuello. Un espasmo, un beso... La luz.

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ÚLTIMA ELEGÍA Las olas golpean y se arrastran deshechas, humilladas. Una música lánguida arrastra una delirante y última nota. Hacia el crepuscular horizonte emigran las aves. Aquí vine a aceptarlo. A esta playa sola y yerma. Que nuestro amor no fue la hoguera para consumir mis horas, ni la lámpara que alumbraría la permanencia del miedo por el miedo mismo. Aquí vine por fin a aceptarlo, donde uno a uno pierden su brillo los colores del universo, a la hora en que la tarde entrega, vencida, su pesadumbre a la noche. ¡Cómo se va hundiendo la ostia enrojecida, como teñida en una sangre endeble! Suena en la bóveda de mi cráneo tu recuerdo como si fuese el cercano zumbido de un tábano y se pierde la sombra asfixiante del fracaso –mi sombra– en las arenas. ¡Qué angustia de sentirlas resbalando por mis dedos como de entre mis brazos que ansiaban contenerte una eternidad resbalaste, pronunciando una frase de despedida que fue mi epitafio! No hay otra palabra. Mi voz ni siquiera sería respondida por el eco a mitad de la lejanía. Lejos resplandece la ciudad. Allá el movimiento; allá los hombres en sus luchas constantes, en sus afanes de espuma. Lejos la más cercana estrella que será retirada de mis pupilas. Dejen que los perros laman la sangre coagulada, que los cuervos coman mis ojos y se roben mis zapatos. Yo quedaré como el sediento que cae sobre el desierto: dormido sobre una roca plana, exhausto y sin regreso.

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EL PERDEDOR Habitas la dimensión de los grandes ruidos como amenazas y en la ocasión especial ocupas la dimensión de las risas. Cuando caminas la basura se apresura a agruparse a tu paso. Los perros te aborrecen: te ladran y agraden. Y a veces hasta algunas piedras pueden caer a tu alrededor. Y siempre que pegas tu cara a un espejo –como queriendo adentrarte en una realidad paralela– observas que el girasol que forman tu iris y tu pupila es cada vez más viejo.

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FÁBULA Tengo visiones de un lejano pueblo destruido por imprecisas causas. Sus glorias permanecen sólo al fondo de amarillentas fotografías en polvorosos estantes, glorias que son hoy sólo un difuso ensueño que inquieta a los miserables que a la destrucción sobreviven. Los ancianos abandonan el catre para asomarse a la ventana y bajar su mirada ante las ruinas, a mitad de la estepa. Huelen sus caminos a muerto. Su tren luce como un desvencijado juguete. De las carretas abandonadas, los flacos caballos muerden hierba estéril y emiten lastimeros relinchos. Por los caminos circulan sólo rodamundos. Su cielo es gris a causa del fuego que devasta enteras las moradas. Los pájaros no pueden resistir el cielo en su velo de humo y caen fulminados. ¡Cómo quisiera recoger al ave agonizante que cae y sentir cómo apretada a mí exhala el último aire en su pequeño pecho contenido! ¡Si tan sólo pudiera hacer algo por el niño que en su cuna llora olvidado por su madre asfixiada en la penumbra! Desearía que estas imágenes no atravesaran desbandadas mi frente como en un cinematógrafo, que no trastornaran más mi juicio. Acaso sea el clamor natural de sus muertos. No lo sé. Lo que sé es que tal vez yo no sería nada si no fuera ¡la angustiosa memoria de esa tierra devastada!

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POEMA SIN NOMBRE Cortas tu cabello frente a un espejo roto. Afuera de la ventana, circundan un árbol los niños lozanos. Sobre el pavimento helado están cayendo las flores. ¡Con qué blanca belleza se cubre la mirada! El viento siempre las toca cuando más hermosas y las tira de su estado de gracia. Caen para siempre las flores de las copas más altas. ¡Brillando está tu cabello, sobre el mosaico sucio, hermoso, con tanta magia! Lavas tu piel en la espuma de una tina y todos los niños están jugando. Sobre la ventana abierta se posa una paloma blanca. En el triste horizonte que brilla vuelan las aves. El instinto siempre las toca cuando preciosas y las obliga a emigrar hacia ambientes más amables. Tu piel tan blanca bajo la tina se hunde. Para siempre tus muñecas están tan rotas. ¡Con qué fría belleza se cubre el ojo! ¡Volando está ahora la paloma, libre, tras la ventana abierta, en mi pupila fascinada!

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MÁS ALLÁ ¿Has visto, amada, cómo los navíos parecen ser devorados por el océano abisal en la noche negra que para siempre todo cubre? Mira siempre la suerte del navío que es igual a la nuestra. ¡La noche devora igual a la embarcación grande que a la pequeña! Mas allá de los confines, amor, luz de mis tristezas, rompible destello que acompaña mi vida, están los exóticos tesoros. Más allá, el siempre glorioso secreto de la sin igual aurora. Mas allá, el hada de luminosa ala infatigable. Más allá, dulzura huérfana, la morada perfecta para nuestras almas inválidas y estancadas.

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PAISAJE DE LLUVIA Nunca imaginé la lluvia sobre este declive. Llueve. Está lloviendo para siempre. Cada grano se ha perdido, se ha perdido el maíz amarillo, se han ahogado nuestras bestias en el lodo. La esperanza gime, agónica, en el fondo de un abismo turbio. Nada sino la persistencia de la ruina. Los vientos arrebataron nuestro techo y duermo sobre madera mojada. Para siempre las cunas están vacías. Nunca más la clemencia del fuego, la indulgencia de la mañana limpia, la certeza del mañana cercano. Nada sino gotas duras sobre esta morada devastada. Amor mío, consolador es el alivio de que no sientas esta peste de animales muertos y que con esa mirada alejada no veas la hiedra que crece en las paredes ni a nuestros hijos flotando sobre ríos imponentes y eternos.

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PRIMER NOCTURNO Mundo estéril y de piedra sorda. Tan sólo materia compacta. Cielo oscuro de polvo donde un hombre suspende un guijarro, que no ilumina ningún espejo opaco, que no circunda la bondad de la nube. Mundo donde un hombre camina en línea recta y sin detener la marcha regresa a su desolado punto de partida. Solo un hombre sentado en un triste islote a mitad del abismo. Nada sino un peñasco antiguo que no viste la esperanza del musgo. Mundo donde un hombre desfallece y cae sobre el afilado regazo de la roca indiferente.

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INMOLACIÓN DEL PELICANO Lentamente en el ocaso de nuestros días se extinguen todas las contadas dichas. Temprano nuestros sentidos aprenden el refinado arte del delirio. Vano es no atender los signos. –La niebla de la sed deforma el horizonte; rosado, el cielo eleva el agua en partículas incontables.– El principio del final de todo resplandece, calmoso, como la lívida aura de las estrellas blancas. No temas a nuestro destino; tan sólo somos dos seres perdidos en el caos de la existencia. Entrégate al cielo de mi último vuelo. No te importe sentirte frágil. Rompamos el aire con nuestras últimas fuerzas. Somos aves; natural es que volemos. No te importen el hambre y la fatiga. Tampoco te importe el futuro que se cierra como una mano esforzada sobre nuestros cuellos. Yo he de alargar tu vida con la mía. Sí; de mi carne haré tu alimento y, amoroso y decidido, haré mi sangre escurrir por tu garganta estrechada. Redimiré el cansancio, regresará tu energía. Será la mortal hemorragia paternal fuente nutriendo tus venas. No te importe el sabor mineral al que nuestra especie no está acostumbrada. Comulga mi entero regalo de amor, a tu hora; que yo viviré en ti palpitando como una íntima música. Y en tu pecho he de llamarme impulso, en tus alas fuerza, en tus ojos forma y en tu tiempo vida. Y en tus días a solas me sentirás en la luz y me reconocerás en lo animado.

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EL LLAMADO A través del vasto y profundo abismo que al navío engulle; más allá de las montañas imantadas, de las fortalezas cayentes y del afán interminable de los hombres mi presencia sentirás como un susurro. A veces como la risa de un niño, a veces como el lejano lamento de un ave, escucharás mi llamado. Y para que puedas siquiera sospecharme descubrirás en las oscuras cercanías un perro mirando en tu mirada. Y bailarás. Bailarás conmigo en la distancia, como baila eternamente la luz con la sombra. Con un ojo que mira más de lo evidente miraras; y la tierra donde tú habites lucirá su embriaguez. Una a una se revelarán ante ti las graciosas armonías; y recordarán tus sentidos su flujo en lo inervado, aquél mágico lazo en la Caída roto y perdido. No te importe el aullido del perro en las veredas ni el súbito cambio en lo viviente en tu morada. Sólo siente estos brazos fuertes circundándote, la hermosura desatándose, el aliento que congela, la angustia, el ansia... El éxtasis.

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EL ADIÓS Tan sólo una palabra para decir adiós a lo que dejo y a lo que amo: adiós. Nada me llevo. Todo se queda: las ventanas descolgadas; los curiosos balcones a la tarde asomándose; las estrechísimas calles donde acaso no crecimos, donde una noche anudé una constelación azul con un listón de tu pelo y te la regalé a escondidas de nuestros padres, donde acaso creerás escuchar mi voz angustiada y presa en las paredes. Y el miedo será una inapelable estatua. Y de pronto la inquietud y el espanto. Y de pronto despertaré y estaré solo en el cuarto junto al jardín donde la estatua se yergue. Sólo un adiós a los deseos de plomo en el fondo de la fuente, a las casas de los amigos que no vuelven, a la buganvilla púrpura deshojándose, a las tardías bicicletas que en sus llantas arrastran el eco de la canción de un adolescente.

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ALEQS GARRIGÓZ

MUESTRAS DE URBANIDAD

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS, MÉXICO, 2006

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ÍN D I C E s e h a b l a d e s í, s e h a b l a d e n o 21 años / 5 El loco / 6 Trayecto / 8 La juventud tiene el sabor de la infancia muerta / 10 Destino / 14 Sólo un iluso puede dedicar su juventud a la locura y las letras / 15 Discurso de un enfant terrible / 16 Confesión / 18 Rompimiento / 19 Recuerdos de la escuela primaria / 20 Fortaleza pequeña / 21 muestras de urbanidad El rezagado / 22 La enamorada / 23 El ausente / 24 El amigo ido / 25 El cine porno / 26 Golden shower / 27 Circle jerk / 28 Glory hole / 29 El travesti / 30 Condilomatosis / 31 Anorexia / 32 Seropositivo / 33 Gripe / 34 La uña encarnada / 35 El maniquí / 36 El actor / 37 El falso / 38 Hipótesis de estado comatoso / 39 De un abuso doméstico / 40 De un breve noviazgo / 41 De uno que cayó ebrio de su azotea / 42 Otro cine porno / 43 Sex shop / 44 El lavaplatos / 45 Obesidad / 46 Acné / 47 Halitosis / 48 2


Podobromidrosis / 49 Fuego labial / 50 Hipomanía / 51 Déficit de atención / 52 Un esquizofrénico / 53 Depresión / 55 Borderline / 56 TLP / 57 Despersonalización / 58 Estrés / 59 Síndrome de Estocolmo / 60 Síndrome de Peter Pan / 61 Déjà vu / 62 Central camionera / 63 El migrante / 64 El huérfano / 65 Perro de la calle / 66 El concierto underground / 68 Necrofilia / 70 Asfixia autoerótica / 71 Homopedofilia incestuosa / 72 Trata de un niño que / 74 Coprofagía / 75 Autolaceración / 76 Balada de los suicidas / 77 las maravillosas compañías XTC / 79 Cocaína / 80 Heroína / 81 2-CB / 82 Cristal / 83 Malviaje tras beber un frasco de jarabe para la tos / 84 Recuerdo y deliberación / 85

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No creo en nada

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S E H A B L A D E S Í, S E H A B L A D E N O

21 AÑOS Antes, para inquietarme, necesitaba una palabra vibrando en el aire como abeja ebria de zumbidos, gota deliciosa reintegrándose a la plenitud de su origen, piedra arrojada para quebrar el cristal invisible del silencio. Pero todos los cuerpos generan resistencia a lo ajeno; y lo que antes fue alimento y vivificación parecer ser lejano y borroso recuerdo. Ya saben a nada las palabras. Ya no son la sal desmenuzándose en la boca, la droga dejando extasiada la maraña de mis nervios. Ya no hay más secretos herméticos que descifrar en los nombres, ni en adjetivos terriblemente equívocos. Estoy aquí mas desnudo que un árbol en la extensa sequía. ¿Con qué nueva ilusión engañaré a mi vasta carencia? ¿Qué haré con mi primera persona del singular? Busco en el holocausto tu rostro o tu rastro, sin hallarlo. ¿Dónde estás? ¿Por qué apartas tu cercanía de mi orfandad? Desde mi desamparo te estoy llamando. Mi desamparo que es un desahucio y que se llama 21 años. ¿Eres acaso el desquicio? ¿El hecho de clavarse las uñas en la cara, de abrirse la carne para dejar fluir la ansiedad?

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EL LOCO Cuando atravieso la avenida repleta de hombres mecánicos, escarabajos de hojalata y tardos camiones con cabellos de esmog; con la mirada fija en nada, monólogo en boca, solo, los dedos se alzan como saetas a mi alrededor y entonces alguien grita: “¡El loco!” Mi cabeza, como he dicho antes, es una roca sumergida en tiniebla, el guijarro lanzado a un pozo de sombra produciendo leves ondas que apenas alguien percibe. Mis ojos son almendrados como los del venado y otros animales que entes suprainteligentes de otros mundos usan para, trasfigurados, andar desapercibidos por este mundo. Mis brazos son igual a los del niño que apenas come pan. Mi pecho es un sótano a donde se han ido a vivir los ocasos marchitos, los pájaros muertos, las rosas secas. Mi vientre es abultado como el de un embarazo psicológico; en él escondo chícharos para alimentar mis sueños mórbidos. Mis piernas son dos espaguetis bajo el diluvio. Mi pie es un roedor obstinado en el mismo obstáculo. Acepto que no soy un ser normal: mis mecanismos de defensa y supervivencia están atrofiados, tal vez porque nunca los usé. Aún así, mi tacto sensual o pudoroso, mi gusto de serpiente haciendo la señal del infinito, mi olfato agudizado por los vicios, mi vista cientos de veces recreada en el más allá, mi oído que capta el pensamiento y mi memoria fotográfica me confieren útiles poderes. Pero voy la vida haciendo no sé qué cosas: recorriendo la misma frontera que no puedo cruzar, puliendo minúsculos ataúdes para inhumar mis esporádicas dichas, llorando a los pies de las estatuas, cuestionando al silencio, arrojando mis días a las aspas de todos los molinos, contando los fragmentos de mi niñez arrebatada hacia delante, que llevo como únicos tesoros, pegados a mí con cinta adhesiva; golpeado por ideas disparatadas que se enmascaran tras plumas y elegantes antifaces monocromáticos o se visten con harapos de indigente y se adornan con incrustaciones de jade: ideas, al fin, de cosas que no existen, que los soñadores compulsivos llamamos Poesía. 6


Y hablando, hablando, hablando cosas que no tienen más sentido que los despojos de un otoño que se incendia, que una nube con la forma idéntica de un ideograma chino que se desvanece o se va.

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TRAYECTO Ya no es hora de decir esperanza con los labios abiertos, con las mejillas sonrosadas de inocencia. No es hora de decir futuro mientras bebo leche tibia. (Los frascos están vaciados y ningún surtidor celestial habrá de rellenarlos.) No es hora de sentarse a esperar a que caigan los frutos en el huerto con la frente sudorosa de trabajos, de absorber con boca ávida la dulzura de un mango, de exprimir en mi frente el zumo de un amor. ¿Te das cuenta? Tengo veintiún años y me miro al espejo y no veo nada. II Otra vez la mañana mi almohada incendiando, el refugio donde me abandono a otro mundo mejor, la nube en que recuesto mi cabeza cansada, el montículo de nieve para calmar mi sed, la cueva para contraer mi cuerpo atrincherado. ¡Qué obligación la de salir a recorrer las calles y atreverme a fijarme un rumbo entre los hombres que me miran como se mira a un leproso! Para salir e internarme a jugar mi parte del juego en las entrañas de esta gran máquina viviente, sé que debo creer… ¿Pero… en qué? III Otra vez el estruendo de la enorme ciudad reventando en mi oreja. ¡Qué confusión de agresiones dispersas! Cada puerta que se cierra, cada escupitajo en el suelo, cada carraspeo de una garganta incómoda, encierran una inevitable carga de violencia. No se me escapa, no, que el humano es una bestia; 8


y que las bestias compiten y se destruyen. ¿Qué táctica bélica habré de escoger yo que de niño nunca jugué a la guerra, sino que jugaba con muñecos que eran huérfanos igual que yo? IV De regreso al principio del miedo —a la tumba de mi lecho—, doy testimonio de mi desarraigo. Escribo porque las yemas de mis dedos alguna vez recuerdan que existen, porque algo en mí aún reprocha contra la ola de muerte que nunca pidió permiso para venir hacia mí. Después de todo, ¿cómo habría de poner todo mi empeño en salvarme si desde el principio supe que la pulsión de vida es en mí un mecanismo descompuesto? ¿Hacia dónde dirijo mi paso tembloroso? ¿Hacia qué playa incierta llevo mi popa raída? ¿Es este mar de cianuro —en el cual soy náufrago— la mortaja que habrá de envolver mi cadáver?

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LA JUVENTUD TIENE EL SABOR DE LA INFANCIA MUERTA Pero mis brazos insisten en abrazar el mundo porque nadie les ha enseñado que ya es demasiado tarde. Alejandra Pizarnik

A Juventud sembrada de flores de cempasúchil, iluminada por lámparas amarillentas y alejados crepúsculos. Cuerpo de ciprés esbelto escarchado de rocío, ceñido por un viento sensual y rumoroso, pecho de melancólica paloma, garganta ronca vociferando campanadas grises. Juventud nimbada de cirios mortecinos y delgados espejos, adornada de hojas de palma, con la flor de los labios aún intacta, violenta en su rojez, hermosa en su aspereza. Ciervo sacrificado en el altar de los sueños: yo. B I No acierto a recordar de la infancia mas que mi mutismo apagado, una presencia sigilosa y hermética que era mi cuerpo, un miedo a pedir y a decir no, y aun más: a alzarme entre los otros que ya entonces me parecían como cadena de siluetas recortadas de un mismo cartón, dotadas de abyectos y torpes movimientos. Deambulaba de noche sin poder dormir por un patio interior. Me columpiaba en él bajo un cielo atravesado por desbandados murciélagos. Enclaustrado, me internaba en los pastos crecidos del jardín buscando un sapo, una canica azul. Y mis ansias se estrellaban contra una alta reja enmarañada, siempre deseando escapar, huir… Escondía mi desamparo bajo la sábana de una conciencia tremenda: la certeza del ambiente emponzoñado.

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¿Qué iba a ser del niño tartamudo que se arrobaba ya en las riveras de la emoción peligrosa? ¡Ay mis primeros años cumplidos en el circulo estrecho de una labilidad que no termina de abandonarme! (Y escapaba entre las páginas de libros despastados como escapa el desahuciado en el sueño que precede a su muerte.) II Cantábamos en la escuela primaria un himno de guerra frente a un redoblar de tambores, a la marcha de una bandera ensangrentada, hecha de la tela de las tiendas más baratas: “Y también por su amor morir…” Como ejemplo nos era impuesto el de un héroe ficticio que arrojó su juventud al vacío. (¿Defender qué?, ¿Una mentira colectiva?) ¿“Solidaridad”, “Ahora sí vamos a progresar”? Hablo de lo que vi: la infamia de mi pueblo que se traiciona a sí mismo. Pero yo tenía un universo conversacional conmigo mismo, que yo mismo poblaba. Y donde me recreaba. Así, ¿qué podía ser la adolescencia sino una sombría confusión, una inseguridad mortuoria, una distorsión constante de mi propio reflejo? ¡Ay ese pequeño muchacho distraído tropezándose con las cuerdas de sus zapatos! C I Antes pude salir de casa como quien sale a coger setas. Decía la palabra sí y la palabra futuro. La mano que me tocaba me segaba dulcemente, como a espiga tierna. Era la inocencia del que cree, del que ama un amanecer; y hacia mía la tarea de quien tiene el tiempo abierto buscando un recinto repleto de canciones y juegos. ¿Cómo fue mi garganta llenándose de lodo y hiel? ¿Cómo fueron las vías torciéndose, 11


cuadrándose, hasta volverse un laberíntico manicomio? Aquí me quedaré mirando siempre arriba, con ojos perplejos. Extasiado contemplo la fuga irrevocable de las nubes, la huida del cielo aún más allá. Cavo las paredes con uñas gastadas, chillo como la rata de las prisiones, hago los ademanes monótonos y repetitivos del animal de jaula. Aquí se quedarán mis poemas mecidos por un vientecillo preso que tan tiernamente me favorece la combustión en mi propio fuego, como a un cigarro artesanal. Aquí me quedaré a veces tan cerca del tapiado umbral. III He aquí que el amor nos acuchilla en todas sus variantes. Llevo aún abierta la herida de aquel último estrago. Palpo mis miembros reconociendo las cicatrices de aquellas otras guerras con fantasmas y lejanas presencias. Si bien agotado, dolorosamente, me dije: “me restauraré”. ¿Han valido la espera, el llanto en el pañuelo del cuaderno, la mirada ruinosa en los espejos de desilusión, la mirada oblicua en el ajedrez del mosaico? De mis romances luctuosos casi al borde de un filo inapelable, he recogido algunas gotas de un licor corrosivo que conservo en mínimos contendores bibliográficos. ¿Han valido las penas? D Esto he querido hasta ahora, muchas veces: primero que la dicha me apuñale; pero no de espaldas, de espaldas jamás. Quiero abrazarla y morir; quiero bailar con ella la danza del final. Luego el sueño deleitoso y cándido de quien mira la realidad desde el revés del cristal. ¿Qué es lo que vendrá? ¿Por qué esta manía de inventar monólogos, a veces más? 12


Me invento ciudadelas alzadas con palabras, compañías de papel para dialogar. No tengo nada que decir y me asalta siempre la misma necesidad de estar sentado frente a frente con el papel en blanco y decir lo que no he dicho, lo que no volveré a decir jamás. Rodeado de muros como de catacumba, digo lo que dice con la mirada el moribundo. Escribo largas cartas que borro cuando la vergüenza expande mis mejillas. ¿A qué estas declaraciones de ternura estéril? Esta escalera no sube a ningún lado. Los muros se van cerrando. Y esta ansia permanece en el corazón aturdido, siempre queriendo escapar, huir… II Pero yo te invito a que respondas: ¿qué es la juventud si no un fuerza indestructible, un grito interior brotando para dejar sobre el mundo su pisada, un ímpetu presto a arrebatarte hacia adelante como un huracán, una potencia de gente hermosa, de gente seductora y ágil? (Aunque a veces se atavíe de terciopelo púrpura, se recame de crucifijos y prefiera internarse en una mazmorra lírica para esparcir sus anhelos ojivales.) Con la sangre de mi brazo inundo el tintero y tapizo las paredes enmohecidas de reniegos. Responde. Háblame desde tu juventud. Y yo te hablaré desde la mía.

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DESTINO Sólo la soledad y el temor. Ningún ámbito para el vuelo de la mano que escribe; ningún aprecio para el que horada la tiniebla y trae al mundo un poema catastrófico con el mismo dolor de la preñez y el parto. Un poema llamado desesperación. Sólo la habitación estrecha donde no caben dos sin pelear, donde se vuelve paralítico o enloquece o se autodestruye y lo visita el demonio del pánico o un ángel iracundo de mortal luminosidad. Una habitación llamada infierno. Nada aquí que no sea yo mismo: odio, angustia, cara rasguñada por la certidumbre del jamás, un desdichado cúmulo de laberintos y duelos donde se pudre el acto más puro del hoy: aquel que yo haría en muestra de hermandad y confianza al primer paseante de la calle con la última sonrisa de mi niñez posfechada. Una niñez llamada orfandad. Parálisis, locura, autodestrucción… ¿qué más da? Nada sería sin mi yo mismo. Un yo mismo llamado memoria de una generación o artista genial. (Léase: oficio supremo, inmortalidad.)

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SÓLO UN ILUSO PUEDE DEDICAR SU JUVENTUD A LA LOCURA Y LAS LETRAS Hay un muchacho que crece solitario y cabizbajo en un cuarto cuyas paredes son espejos de deformación. Su frente está generalmente pegada a un turbio cristal a través del cual mira la tarde consumirse mas allá. Sus ojeras conocen la plenitud del insomnio, de la desdicha que se mide en quebrantos. Su trabajo es un sacrificio, una tarea terrible y pesada que lo marca como una cruz de madera la espalda de un títere. Su anhelo es un camino sufrido que todos rechazan. Habla de sí como de un astro distante, inexplorado, las pocas veces que rompe su perfil estatuario, de lobreguez congelada. Se comporta como un feto hundiéndose en una piscina de ácido, como sombra desvanecida escondiéndose bajo la cama. Hay un muchacho que construye un manicomio musical cuyos cimientos están siendo amenazados. Su nombre es un grito de auxilio en el tercer mundo. Y es él mismo su antagonista frente a un descomunal anfiteatro de miradas.

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DISCURSO DE UN ENFANT TERRIBLE Es hora de hablar de mí, del niño que se encontró un poema y se perdió en el laberinto de las ensoñaciones: ¡mi anhelo se agranda en la noche! A la hora que se acentúa este dolor marcado en mi pecho como un reloj, no duermo por resguardar el tesoro del mañana incierto defendido por mí con lunas, dientes y uñas fieras. Me gasto el hoy asomado al pozo de los deseos, kamikaze aleccionado en sílabas de sueño. ¿Qué voy a hacer cuando me pregunten por mi heredad? ¿Con qué mentira o disculpa andaré entre los hombres que me vieron gritar y lanzarme al aire como un cohete y caer si mi ala no roza siquiera el borde de una cumbre, si la rompe la tempestad de la fortuna? ¡Mi sueño se ensancha en la noche y ya no cabe en mí! II He dado las horas de la fiesta y del descanso a la muerte anticipada, para probarme las pesadas vestiduras de terciopelo y el encaje luctuoso, tan caro, de lo que tal vez no seré jamás. A pesar de todo el fragor de este fuego que carcome ya mis talones, no renuncio a mi trapo impregnado de éter que me anestesia y disuelve las pesadas burlas con que algunos intentan lapidar mi talento, sea éste cual sea. ¿Pero… por qué esta manera de hablar… si al comparar el pulso de mis ansias con las ansias erráticas de otros hombres de palabras, muchas, muchas veces las encuentro tan pobres, tan nimias, que corro velozmente en línea recta hacia delante a escupir una feroz y triunfal carcajada? Soy lo que quiero ser. Pero no estoy seguro de ser feliz. No lo sé. Se me agolpa la incertidumbre en el cerebro, hierven en mí los pensamientos como en olla de presión. (En verdad no sé si soy feliz…) III 16


Pero soy otras cosas igualmente exquisitas: soy joven y groseramente hermoso. Y todo un enfant terrible. Soy un pino artificial y esbelto que se ha colocado por sí mismo la estrella —coronación y guía para los que vendrán—. Y ahora que siento un leve sol de amanecer —traído al mundo casi a la fuerza— es hora de continuar siendo lo que he querido: telegrafía de lo mudo y lo innombrable. Piedra sobre el lomo me pongo a trabajar. Para mí no el amor abyecto que enajena, ni la celebración que nos distrae y nos ahuyenta la idea. Para mí el trabajo persistente y fecundo de los que sueñan y en los que se atreven a dejarse soñar en estas amuralladas ciudades de chatarra. Sueño una alta torre de memoria que me nombre. Y, piedra a piedra sobre el lomo, voy construyendo otro peldaño.

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CONFESIÓN Muchas veces la angustia me invade como un océano al naufrago, se debate conmigo en tercas peleas, me extrae el oxígeno en los pulmones y termina vulnerándome a su antojo, a su autoridad natural. Muchas otras, hasta el centro de mi corazón marchito, la desesperanza arriba con un obstinado garfio, reconociendo palmo a palmo la extensión de sus secos dominios. Y otras más, entre la multitud de rostros borrados, un camino de luz resplandece antecediendo a una puerta abierta a un infinito de magia cuyo encanto festejo y que no he conocido nunca. Yo llamo a ese camino suicidio. Porque la vida es la mentira, confieso: yo he deseado andar ese camino, inmolarme en aras de una necesidad febril y verdadera.

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ROMPIMIENTO A veces se me quiebra la vida entre las manos. Y me arrodillo o me sostengo en pie y es lo mismo… ¡Lo mismo es! Y cuando empiezo a flotar sobre la alcoba busco en los rincones el cuerpo acribillado, pero aún no hay sangre en las paredes ni sesos explotados con pólvora. Y regreso a mí en una angustia sin respiros. Y es lo mismo también… ¡Otra vez! Si me busco en los cajones como se busca un retrato opaco, papel para una nota suicida, una moneda sin valor, la cinta para unir el perdón y el adiós, es sólo por tener algo que hacer. A veces se me rompe el mundo en un abrir de ojos. Sin acertar a unir cada pieza intangible, a mis pies se derrama el reto. Imposible este rompecabezas de hoy y ¿mañana?, donde cada vena de vidrio, cada cabello caído frente al espejo, se mueven como vivos, sin encontrar lugar.

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RECUERDOS DE LA ESCUELA SECUNDARIA Recuerdo mi escuela secundaria y sus canchas mal pintadas. Recuerdo los harapos del conserje, la delgadez de su pequeño hijo. Recuerdo la sonrisa estropeada de algunos niños y su forma burlona de llamarme "raro". Recuerdo a mis maestros jugando baraja en su sala privada y el día en que sorprendí a uno inhalando cocaína. Recuerdo una niña llamada Diana y el salón polvoroso de las arañas. Si las clases eran más aburridas que siempre, recuerdo que iba a los baños a escribir ESCAPAR en las paredes. Recuerdo el árbol torcido que crecía justo a mitad del patio. —Yo odiaba ese árbol, lo golpeaba, lo hacia "sangrar" a palos. — Hoy, después de mi trabajo en la funeraria, opté por ir caminando a casa. Sin planearlo, pase por mi vieja escuela secundaria; entré, recordé. Tantas cosas recordé... El viejo salón de las arañas era ya una gran oficina. Y, lo juro, al ver al gran árbol del patio, no pude evitarlo: lo abracé y lloré en su regazo.

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FORTALEZA PEQUEÑA Saludar sin rencor al sol que nos hiere. Poder sostenerle la mirada al espejo. Caminar con la mirada paralela al suelo sin pensar en los traspiés del ayer. Apretar con firmeza una mano que saluda. Aprender las frases que abren las puertas, dar con la justa medida de ruido al cerrarlas. Hacer el baile con la gracia del cisne. Comer sin pensar en esa porción que al morderla mata de hambre a otro. Amar sin flaquear por esa certeza de despojo. Aferrarse en la embriaguez al pulso de la resignación a vivir. Y al fin de la jornada lidiar, sin ser vencido, con los fantasmas de la soledad y el desamparo.

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MUESTRAS DE URBANIDAD

EL REZAGADO Cuando en la fiesta, en la vida, la gente se abraza una a otra, se mira a los ojos complaciente, se trueca ademanes; en fin, se corresponde con naturalidad, con esa energía estelar casi imperceptible que conduce a todos y en la que pocas veces reparamos, siempre hay alguien nervioso en una silla, observando esa medusa de movimientos en la que todo se enreda; alguien que no entiende, que actúa en la soledad de su habitación frente al espejo, preguntándose si es normal, exclamándose: "¿Lo hice bien?"; alguien que se retrae, que no aprendió a la par. Alguien que escribe.

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LA ENAMORADA Apaga las velas del encuentro, desmaquíllate, arroja las flores al inodoro, porque no vendrá, aquello, lo último por lo que valía vivir… ¿Qué haces, grande tonta, desgarrando el encaje que te adorna como un regalo dispuesta a entregarte al él? ¿Qué haces cortando tu cabello como una loca en señal de ridícula rebeldía? Escuchaste sus pasos alejarse y aún te mueve y te estalla el último beso robado con un falso juramento de amor. Crees oír esos pasos en la escalera y ver una silueta que se pierde entre las sombras. ¡La silueta de lo que no es! Derrúmbate sobre la alfombra, desgarra tus vestidos, rompe algunos trastos, corta tu cabello como una loca; pero no rasgues más tu cara, para que no vuelvan a decir por las esquinas que aquella enamorada que grita en la noche eres tú.

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EL AUSENTE Hoy pensarás en él. Abrirás tus ojos a la fuga de las lágrimas, abrazarás su recuerdo entre dos noches y entonarás una melodía para distraer tu desvelo. Pensarás: "Regresará". Él es el ausente. El que se afana en merodeos circulares, en movimientos repetitivos sin mérito. El que no puede morir porque espera. No puede su uña cavar el concreto ni el puño iracundo doblar el acero. Y cuando cae la noche, el pánico se le viene encima como una mortaja. ¡Ay la ansiedad de aire puro, de espacios sin murallas; la soledad de la fría litera de metal encubada entre humedades y grietas! A veces su pensamiento flota en la sombra, sin poder ir adelante, hacía el porvenir, atorado entre las redes inconsistentes que la locura va tejiendo alrededor de su cabeza. Mañana no pensarás en él. Regarás las macetas, podarás el césped, harás llamadas. Pero tu corazón, como una mente escuchando a otra, sentirá su pulso fulgiendo en las tinieblas y pensarás acaso sin saberlo: "Está vivo."

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EL AMIGO IDO Hay una banca vacía, que nadie puede ocupar. Hay, también, un frío sudor que escurre en nuestra frente cuando alguno menciona tu nombre, el persistente nombre de tu niñez tempranamente arrebatada. Hay un amigo ausente en la fiesta y cuando alguien pregunte “¿Dónde está él?”, todos diremos: “Se ha ido a un lugar mejor, lejos de los relojes de arena y los espejos de soledad; los espejos y los relojes que nos hieren tanto.” Todavía, evocamos tus dientes quebrándose en una carcajada, la explosión de tu alegría en la serenata, el susurro de tu vaho adormecido en nuestros hombros, el peso de tu incertidumbre en nuestras horas. Mirabas el azul profundo del techo de una carretera, seguramente contando estrellas, ignorando la suerte que Dios había puesto en tu camino. Un vuelco, un golpe en la cabeza, y ya estabas muerto. Tan fácil fue, como fácil es caer para una estrella fugaz. Tus últimas palabras, tu inolvidable estela: “Ayúdame, por favor…” Hay un amigo ausente en el círculo de juegos. Una fotografía que no podemos mirar.

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EL CINE PORNO El cine porno está entre dos calles lóbregas que la gente transita apresuradamente, donde los borrachos duermen sobre las aceras. Es como cualquier otro cine: oscuro. Sin embargo, en su interior, en las esquinas de sombra, los hombres se masturban unos a otros y, de vez en cuando, se hincan. Todos sabemos lo que en él se proyecta. He visto a los adolescentes que odian las clases entrar con falsas identificaciones, con la mochila atestada de golosinas, y dormitar la permanencia voluntaria tras cansar la muñeca sobre sus miembros. Es como cualquier otro cine: inmundo, construido para albergar multitudes que escupen, eructan, gritan insolencias. He visto sus baños rayados con graffiti donde los tímidos se esconden para orinar y los orgullosos se muestran tal cual. Hay en él un cuarto más oscuro que oscuro, que está allí, anexo, y que sirve para… El cine porno está aquí. ¡Pasen y vean la maravilla del hombre: el cinematógrafo!

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GOLDEN SHOWER Del surtidor de oro líquido en tu vientre deja una lluvia caer en mí. ¡Que choquen y rompan sus picos sus estrellas para quedar sin remedio mancas, buscándose unas a otras en mi cuerpo que iluminas con la emulsión de tu lumbre! Dorado es el color de la suerte. Déjame tan bien mojarte con mi cascada de afecto, con mi chorro caliente de sol fundido, con este rayo dividido en chispas que la fricción del aire redondea. Fluyen por nuestros cuerpos accidentados los diminutos ríos enfriados tan rápidamente. Hemos derrochado la riqueza en un instante, apostándola en un juego de niños, en una travesura brillante y amarilla que nos deja bruñidos, en suspenso mirándonos, y nos hace abrazarnos más que amigos: cómplices de la misma fortuna gastada, del mismo vicio repetido una y otra vez. Y otra vez. Varias veces al día.

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CIRCLE JERK Colegial inquieto, trae a tus amigos que haremos un círculo. Como armas de carne, presumiremos nuestros miembros eréctiles, en riña de longitud y grosor. Ganará quien en sus genitales acumule más miradas. (De deseo o envidia. Da igual.) Nos masturbaremos, a veces unos a otros. (¿Y por qué no?) Y entonces nos sorprenderá quien eyacule primero, o más lejos, o en mayor cantidad y espesura. Dicen los libros de psicología que es normal. Sólo un año en la vida se tiene trece años. Trae a tus amigos, colegial inquieto ¡que haremos un círculo!

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GLORY HOLE El hombre ingenioso que invento la trilidosa, la cúpula y el arco ojival, inventó el glory hole. Detrás de un agujero siempre hay otro lado. Ese cuerpo que no es tuyo, y cuyo rostro ignoras, es más excitante tras la pared sanitaria. (El otro lado: lo oculto, y aun lo valioso; lo prohibido y por el morbo ansiado.) Fabuloso invento del ocio: agujeros de diversos diámetros y usos, distribuidos para que des cauce a la curiosidad que te es inherente, te recrees y diviertas e instruyas y hasta aquel dé sentido a su existencia. Date la oportunidad. Inclínate. Asómate a ver.

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EL TRAVESTI El travesti abre la ventana de su cuarto y se ofrece a las miradas. Pinta en sus labios, ante un espejo cortado, la vagina roja y palpitante que no tiene. Corre hacia arriba sus medias negras, peina sus cabellos oxigenados. Se asemeja a una burda muñeca inflable: kilogramos de pintura, extensiones capilares, uñas de acrílico, senos de goma, tacones con punta de aguja, …cinta de unir en el corazón. Y de pronto, el cuarto se ilumina como por un poderoso reflector lo mismo que un foro de televisión; y el vacío se repleta de diálogos inventados en el bullicio de una corte donde todos son como… ¿él? Y sale al fin contoneándose del cuarto apretado donde nadie lo espera.

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CONDILOMATOSIS (El médico a un estudiante.) —Míralos sobre esta charola fría. Les llamamos condilomas y crecen en tus interiores, habitando tus íntimas cavidades fértiles de jugos viscosos y/o residuos fecales. Tienen la forma de las cabezas de las coliflores duras y sanas. Se reproducen como los conejos, llegando a vivir una encima de la otra: la de arriba tiene sus raíces en otra que es más grande y le es nutricia. Cuando piensas haberlas extirpado quirúrgicamente, estas fascinantes hortalizas de carne demuestran capacidades iguales a las del Fénix y la Hydra: renacen de sus escombros y sus cabezas regresan multiplicadas. Y el extraño ente autorreplicable que los produce —que no es vivo ni inerte— nos hace creer tener la capacidad de sobrevivir al ácido y al láser.

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SEROPOSITIVO Súbitamente mi cuerpo ha perdido, por completo casi, los juveniles vigores. Y tengo veinticinco años. Aposentado en un camastro que huele a medicina, contemplo las constantes idas y venidas de enfermeras; contemplo andar por los pasillos de esta clínica a la muerte, como en su propio reino. Súbitamente me han dejado de interesar las películas; los libros de aventuras, de planes, de risa, de todo. El espejo es el terror corporizado. Mi mirada se centra en una gota cayendo desde una bolsa fría al interior de mi vena acribillada. Cabeza, huesos, los pulmones marchitos, el hoyo amargo roído por la gastritis, el pelo que cae: todo duele. Mi futuro es una lápida y duermo casi todo el día. Vine a saber que ser seropositivo es tremendamente negativo.

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ANOREXIA Una adolescente cruza una avenida concurrida, envuelta en toallas, sábanas y suéteres. Es verano. Sobre el pavimento, el calor trasforma la visión en una ondeante expectación de líneas vaporosas. Una niña se dirige al supermercado a comprar su miserable dieta de pepinos y lechugas. Pero sus energías la traicionan y cae desmayada en una esquina. —Mira, mami. —Sí, hija. Es tarde. Date prisa. Ante su debilidad, la mezquina indeferencia. Y los rostros que circulan junto a ella continúan pretendiendo que nadie la observa. Una adolescente consigue arribar a su departamento solitario y vuelve a mirar a su espejo trucado. Ella sabe que revela una figura agrandada pero, empujada por algo más fuerte, corre a buscar no medicados purgantes. Una adolescente se posa en su báscula que parece hablarle, compañera de cuarto que ocupa el centro y cetro en su morada. —Estas fallando. ¿Acaso no recuerdas nuestro pacto? (Entonces ella baja la mirada y asiente avergonzada.) —Iremos juntas a París. Llegarán los días para la diversión… Tan solo algunos kilos más. Aún hay músculo entre tus huesos y tu piel. (Y es únicamente su sueño de gloria lo que la mantiene con vida todavía.) Una adolescente reposa sobre un camastro frío. —Vestirás lujosas prendas de diseñador. Sin duda vas a llamar la atención. Pero he aquí que ha llegado el fin del final… y todos sus sueños diluyeron en la distancia. Lo único que llama ya la atención en ella es la etiqueta rígida que sirve para identificar a los muertos.

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GRIPE MĂĄs que el hambre y la fatiga, la gripe es el castigo de Dios para los hombres. ÂżRecuerdas las tardes sin fin en que en calidad de fiebre un demonio se instala en tu frente? La noche es un foso de horrible desamparo. Tu garganta arde en un fuego infernal. La tos expulsa al mundo a tus pulmones inflamados. La gripe mata mĂĄs que la guerra y la pobreza. Y el hombre es simplemente incapaz de luchar contra ella.

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LA UÑA ENCARNADA La incorrecta pedicura, el calzado inadecuado y otros factores producen un molesto aplastamiento de la uña contra la carne. Si bien, uña y carne y mugre se acompañan, éstas deben vivir juntas, más no revueltas. Que las uñas se entierren en la carne, ¡caray, que agonía tan tremenda! Si esto sucede, primero, se inflama la chicha circundante, se amorata como berenjena y supura lentos humores: sangre y pus. Después, es el impedimento de caminatas, de calzar calcetines siquiera. Y es salir a la calle en sandalias y ocultar por vergüenza el dedo en cuestión. Y siempre tu dedo choca contra el más mínimo obstáculo, y entonces gritas, como grita un quemado. Finalmente, lo más terrible: cuando te ha impedido el trabajo y el solaz y acudes a un hospital público —por desgracia— a que una enfermera inexperta arranque de raíz tu cándida uña, sin anestesia porque se ha agotado, sin cuidado que implica tiempo que es dinero, sin sensibilidad porque nadie es sensible ya a excepción del que padece de una uña encarnada.

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EL MANIQUÍ Carente de articulaciones, tieso cual esfinge, se erige el maniquí, con su sonrisa falsa. No será prudente que lo llame con todas mis fuerzas. Nada; ni el menor movimiento. Ni sus párpados le caen. Sus pupilas están crispadas, como si un terror estirado anidara en ellas. Sus genitales anudados me producen asco. Encuentro su ombligo. ¿Qué grotesca madre lo habrá parido? Sé que si despertara de su letargo sentiría vergüenza, culpa, lástima de sí mismo, por estar tan solo y tan expuesto. Él no sabe la fortuna de su condición: ni su piel será lacerada por el frío ni el herpes florecerá en su boca. Rápidamente lo visten y adornan ridículamente, pero jamás emitirá una queja accidental. Han traído algunas pelucas anticuadas y lo coronan como es debido. Cortésmente me despido de él. Lo saludo al alejarme, mirando a través de la vitrina, como si mirara ante un espejo.

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EL ACTOR ¿Qué es más insustancial que el trabajo del poeta que deja al mundo un legado de textos confusos, contradictorios, alucinados, incomprensibles… y sin embargo, en su vacuidad, es instantáneo cobrador de satisfacciones que se eslabonan día a día? El trabajo del actor falaz y sin duda, que no mide su ambición en balanzas pues no es palpable su sueño en memorable materia ni ciñe al mundo sus deseos en letras creadas para la inmortalidad. El actor que se afana en quehacer de fantasmas, el que entreteje en su vida los hilos del fraude y la mentira, aquel cuya moneda común es de instintos tan bajos: engaño, seducción, cobarde hipocresía. Siempre viviendo a través de otros. Siempre muriendo por otros, en otros. Oscuro oficio de la fascinación, de los ademanes que embelesan y obsesionan, de las miradas incendiarias que intimidan. Como un ladrón a mitad de la noche, codiciosamente midiendo sus pasos, presto a probarse cualquier mascara, con semblante indefinido, helo allí tan alegre y tan triste como un payaso después de su jornada. Mi aplauso no basta a lo que quiero expresarle. Aprenda en él mi torpeza a construir el futuro controlando a otros, a salir airoso del asedio. En fin, a vivir, a habitar el mundo.

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EL FARSANTE Huele a leche agria y a perfume barato; y bajo la gruesa placa de maquillaje no hay pedazo de luz en su cara. Pero finge, finge con pretensión ingrata al no haber clima benigno en su alma. Se imagina especial en su pose y con vacío hablando de ideales que cuestan caro, de leyes, genios y artistas, haciendo burla de ritos paganos y mancias; pero su casa es la ruina del caos, nido de cucarachas donde ha pillado sus mañas. Y es esclavo de sus propias falacias. Dice que llueven semillas de oro en su techo y hablar con la felicidad a cualquier hora, mientras sus tripas con dolor se devoran. Y cada noche llora a solas. Llora sí, y de orín son sus lágrimas, pues siente el pesar de la vida sobre su espalda como tenedores clavándosele en la espina, deseando con todas sus fuerzas esconderse del mundo refugiándose en una vagina.

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FIGURACIÓN DE ESTADO COMATOSO Hace tantos días —que han sido un solo día largo y negro— que estoy conectado a esta maquina que respira por mí, que emite agudos chillidos y rojas alarmas luminosas. No es una comunión de amor este enlace a artefactos extraños, a la sonda que me extrae la orina, a las jeringas que irrigan en mis venas medicamentos, sustancias que no sé identificar. Escucho nítidamente el llanto desesperado de mi madre, el flirteo telefónico de la enfermera, los pronósticos de los hombres de bata que no pueden salvarme, las palabras hipócritas del sacerdote que viene a hablarme del reino de Dios, en el que no creo. Quisiera por lo menos gritar que lo odio, que odio todo, mover siquiera un dedo para apagarme la vida artificial. Es necesario que alguien entienda que no soy un objeto, que aún tengo conciencia. Que dentro de mí un hombre en la negrura de sus ojos cerrados se ahoga en un mar de imposibilidad. Lo veo hundido en una inmensidad en la que nada y nada, sin salir a flote. Acaso me estoy volviendo loco y nadie se da cuenta. Tengo ideas extrañas, impresiones que no puedo expresar. Un vegetal en estado de suspensión: eso soy. Quiero morir. O más que querer, me atrevo a decir que lo necesito. ¡Alguien venga a matarme! En verdad. Por favor… ¿Por favor? ¿Qué favor podría hacer?

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DE UN ABUSO DOMÉSTICO Ella no fue contigo más que un harapo envilecido. Sus ojos decían hambre cada vez que veía un rostro incendiado de dicha, alguna mano posarse sobre la espalda de un extraño, el calor mínimo, la paz accidental y secundaria. Impiadosas aves de rapiña eran los gritos ahogados en la inmensidad de su impotencia. Su cara lucía los golpes de tantos años encadenados por el miedo. Sentía la garganta constreñida por tu mano todo el día y, por la noche, no podía evitar soñarse libre, mariposa planeando sobre una pradera infinita. ¿Vale la pena permanecer así, en el tren de un destino incierto, si puedes tomar el control de tus días, tus acciones, y conducirte a un lugar de luces verdaderas? Ella conoció la respuesta; y fue como la oveja desobediente que renuncia al pastoreo para correr emancipada en las campiñas. No pudiste con su ánimo y la decisión perfectamente tomada, el paso siniestro pero certero. Y ahora vienes aquí, confundido y terco, burlado e incrédulo, queriendo explicarte el íntimo secreto de tu fracaso con ella. Y, además, te niegas a dar fe de que el coraje exista hasta en los más violentados. —Pobre tonto: hay caminos que nunca se cierran.— Pues fue que ella caminó con los pasos de un vigía y soltó los lastres y la lápida que cargó tantos días. Caminó sorteando muebles, evitando la sorpresa, temerosa aún del castigo, pero orgullosa y sabiéndose bella, directo a su baño. Fue allí que encontró la seguridad que aguardaba en un frasco y hoy, que es mujer segura, ya no podrás hacerle más daño.

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DE UN BREVE NOVIAZGO Compartimos sólo una incómoda borrasca. Te vi morir por mí, en todo; y aún me asusto, como ante lo natural mismo. Recuerdo nuestras citas furtivas, las tardes en que nos cansábamos frente al incesante crepitar del sol; los concurridos cafés donde tú pedías mi interés y yo pedía un vaso de agua, para ahogarme; esa tensa cuerda rompiéndose en las entrañas; el plato de vidrios rotos que apurábamos con idéntica saliva amarga, en silencio, frente a frente, con un enjambre de preguntas gravitando a nuestro alrededor, que jamás fueron expresadas: el miedo extendiéndose como una mortaja. Y yo, como un payaso en medio del caos, permaneciendo por no saber huir. Cada utensilio de mesa nos hacía un guiño; las servilletas y el mantel se deslizaban queriendo escapar, para no ser salpicados en sangre. La multitud a nuestro entorno, esperando el fin de la escena, reía o aplaudía, como ante un espectáculo barato. ¿Qué se hace en un momento así? ¿Cuál es el siguiente acto del sainete? ¿Qué cubierto utilizo? Huiste porque yo veía siempre el vaso a medio llenar, porque para mí las flores eran más bellas en la otra mesa. Desertaste y fue más que un duro tajo tu afrenta. Porque yo era pesimista y te daba poco, decías…

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DE UN EBRIO QUE CAYÓ DE SU AZOTEA Inundado de pensamientos raros, me balanceo en los bordes de la azotea. Bailo con las quimeras. Y es tan alegre mi danza que mi cara se desfigura en sonrisas. Beso la brisa, embriago a la luna y me envuelvo en mis delirios. He bebido el mar hecho licor. Seducido estoy por el olor de la tragedia y estos pasos de baile tan propios. La muerte con traje limpio me espera; me ha estado guiñando desde hace tantos años. Y bailo, bailo, bailo, bailo sin zapatos, desnudo de futuro. Cada movimiento osa y osa más... (Me acerco a la caída final.) Y bailo, bailo, feliz bailo... Yo bailo…

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OTRO CINE PORNO Habituales en toda ciudadela de hierro son los pornográficos cinemas, agazapados en callejas donde se ilumina el rojo. Puedes reconocerlos por sus fluorescentes luces, sus anuncios que son fotos de prostitutas en faldas de colegiala. Cuando te acerques un chistido te llamará para que pagues por sexo en algún motel con regaderas frías. (¿Conoces esos cuartos maltrechos que los adictos rentan para drogarse?) Si entras podrás comprar cigarrillos y gomas para mascar en su deficiente tienda de refrigerios. Son la diversión del obrero pobre que duerme en el mismo cuarto que su madre. Es frecuente que en sus pasillos o escaleras observes ojos buscando al que atiende las señales, manos que encuentran a un bulto pulsante o al botón que encarcela a ese falo que se erguirá en el circulo de jugadores que gana y pierde elementos. Algunas manos cambian a una boca sin rostro en la penumbra, pero no podrás reconocer a nadie afuera entre los que escupen la acera o fingen limpiar su nariz. Son el consuelo del renco. Al salir entenderás que los dueños del cine —que son la pareja de ancianos que te cobró la entrada— son cómplices de lo que acontece en los baños, donde residen los espectáculos mayores y un ojo husmea a través de un orifico estratégicamente colocado en las delgadas pareces que separan los pestilentes escusados. La entrada cuesta medio salario mínimo. Y puedes fumar adentro.

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SEX SHOP El aire se enrarece tras sus puertas prudentes. Vender ilusiones sexuales para la gente es tan emocionante como lavar la acera del lugar. Visitantes suspicaces acuden a pasear su escepticismo, su falta de mundo. Otros buscan la consolación de la materia. Extraña necesidad copular con un plástico: los dispositivos se alargan o recaman barrocamente; los colores fosforescentes y las formas animales dan un aire más bien ridículo. Más interesante es mirar, en pausas, la réplica del actor célebre con venas y surcos testiculares. Poco favorecería a algunas desventuras. Pero reúnes disfraces, afeites mágicos, instrumentos de dominación y baratijas como en una feria de rancho. Vendes según el protocolo pensando el asco de hacer una felación como un niño come un caramelo con la envoltura. El hombre finalmente ha podido pillarse los genitales esperando un estímulo en ti que eres el mozo; y, ya en confianza, inocente te preguntó por algún género pornográfico ilegal. Entonces sonríes un poco. Nadie puede probarse nada. Pero, si gustan, lo podrían llevar puesto. Ah y cuando el cliente finalmente se va, más sutil o más gravemente estafado (algunos desearán creer que todo los ofendió), algo rancio puede permanecer: rocías aromatizante.

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EL LAVAPLATOS De mucho pensar en murciélagos y cisnes, en el inicio del tiempo y la desaparición de la materia, ha creado frases magníficas en su mente que se abisma tanto y ríe al recordar otras sandeces. Se acumulan las vajillas siempre incompletas, los cacharros sarrosos, los cubiertos carroñeros. Pero él se deja jugar con el ratón de su cerebro, pues la mano jabonosa no descuida pericia. Come bocados desdeñados cuando no lo mandan a algún servicio ingrato que no le corresponde. Así espera pagar sus estudios universitarios. Así escribe algunos versos que corrige muy de noche y alguna vez olvidaría. No así la humillación de lavar la baba, los virus, los desperdicios de los pudientes. Ni el maltrato del compañero de turno que lo reconoce como el más bajo eslabón de la cadena empresarial (y alimenticia).

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OBESIDAD No es sólo un problema de salud pública: es también de orgullo, dignidad y estima. Es el exceso de sudor pudriéndose en las axilas, el cuello inexistente y el ombligo a punto de expulsarse a sí mismo. Es no poder mirarse los propios genitales, ni inclinarse por necesidad vital, por cortesía. (Esa que destrozas con la imagen que ofreces.) Es la poca gracia que engulle, vorazmente, la ridiculez. No podemos ser moles andando a duras penas, moviendo una nefanda condición de isla a la deriva. No es bueno tener el cerebro en el estómago, ni que las sillas se usen de a dos por persona. Eso dice la gente. Que, tristemente, somos todos.

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ACNÉ Al espejo. Al espejo otra vez. Tu otrora piel de durazno es ahora un lienzo grasoso donde cunden volcanes de sebo aquí y después. Su tersura ha cedido el paso a una rugosidad irritada, irritante, infecta y un tanto asquerosa donde quedarán poros abiertos como cráteres lunares. Eres un adolescente y te confunde esa envoltura invisible y asombrosa que es la edad de las vertiginosas permutas corporales; ese ajetreo incansable de hormonas y humores. Eres un adolescente y miras al espejo la deformación que sufre paulatinamente tu rostro: es ahora hábitat de bacterias lo mismo que un caldo de cultivo. Eres un adolescente al fin y adoleces.

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HALITOSIS Si bien no es el alma el aliento, sí es una insignia de aire que sale del cuerpo y actúa como palabra de identidad, como saludo. Lo mismo te hará conquistar el amor, seducir a alguien que con ojos cerrados se estremece, que habrá de señalarte como el viento a la fosa séptica, a la cercanía de un perro muerto. ¡El mal aliento es producido por residuos emparentados con la materia fecal y los cadáveres!

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PODOBROMIDROSIS No intentaré describir con palabras lo que no podrá describirse jamás: el olor. Las palabras —agradable, fuerte, picante, etc. — son inútiles cuando se intenta adjetivar lo inefable: no bastan, fallan, se proponen sin ajustar; porque lo que quieres nombrar es sólo un vago celaje en la memoria; porque el recuerdo es error. Pero diré que una vez un grupo de científicos investigó por qué algunos moscos son atraídos tanto al olor a queso como al olor humano de pies. Y aunque se llegó a una conclusión y se anotaron los resultados fue una de las investigaciones más inútiles de la historia.

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FUEGO LABIAL Es un hoyo siniestro que te impele a no hablar, no comer, no besar, con su escozor de charco contaminado. El niño masoquista le echa sal para sentir un placer que no imagina posible. Su mamá le dice: “Te falta vitamina C”. De grande, le avergonzará dar a sospechar la naturaleza sexual su herida.

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HIPOMANÍA Cuando una vida de desajuste te lleva —sin razón— hacia las altas cimas de la grandeza del sentimiento, eres solamente una sonrisa de bufón sin relación con nada. Produces entonces confusión, descrédito, miedo... Y la gente procede a apartarte, como a objeto indeseable. Pero a ti no te importa y vas rebotando y rebotando por los lugares, flotando sobre el mundo: mariposa henchida de milagros, sin precaución ni miramiento. Y es entonces evidente: ¡también la alegría es un peligro!

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DÉFICIT DE ATENCIÓN Es difícil este déficit. Cuando quieres leer y entender santo y señal hay una canción en tu cabeza que no puedes desechar, que te hace mover dedos de pies, y una conversación ensayándose y una lista de las cosas que querrías hacer pero no harás. Pon a calentar agua en la estufa: la vas a olvidar. Alguien toca a tu puerta y te conversa y, cuando vuelves la vista, la cocina está incendiada. A veces llega tu mejor fortuna y no le ves interés. Al chiste más simple no le escuchas el color. Es un tanto cómico para ti, para mí, para todos. Y no se puede comprender.

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UN ESQUIZOFRÉNICO I Se abre una voz a mitad de la noche. ¿Qué es ese lenguaje inconexo, ese decir “lejos” para decir “jamás”, ese torpe pensar que intenta trasparencias, ese nudo gutural de significados vacío? ¿Por qué su risa le viene en lo inoportuno? Su espejo no es tan imaginario para reflejar su imagen expandida o deformada. Un grito en él está contenido y siente que los ruidos lo agraden, que debe bailar con el acto y ganar. El miedo le crece hasta lo innombrable. (Miedo de ser borrado del umbral por el aleteo de una mosca.) Se encaja las uñas en la cara, escondido en el baño. Desesperado. II Sujeto replegado sobre sí, retraído como una ostra, como la flor que se cierra si la tocas. Desconcierto de ser uno mismo, y en el uno la multiplicidad, lo poliforme, la ausencia. Autodestrucción inconsciente del propio yo; porque no quiere vivir, pero tiene miedo hasta de morir. III Duda sobre su mano derecha y su mano izquierda en un mundo que le explota de delirios. Habla de lo que no está, dice que lo observa una conciencia perversa, que hay voces en su interior “jugando de él”. 53


Dice que esconde una idea suya el que no habla, el que calla en el sitio más hondo de su pecho. (Su corazón, su puño de papel arrugado.)

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DEPRESIÓN La vida es un crucifijo. Si extiendes los brazos abrazas sólo un limbo de pena y soledad. En los puños crispados aprietas dolor, dolor, más dolor. Cada cuerpo gravitando alrededor parece hecho en hierro zumbante de tensiones, mientras el tuyo se desmorona como pilar de arena rendida, al margen de los cauces. Y duermes para no saberlo, pero sufres al soñar. Basta abrir los ojos un instante. Pero despertar es tan difícil cuando quieres morir.

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BORDERLINE Como un vaso que se vierte en sí mismo me pruebo plenitudes y bajezas por intentar sorprender al vacío. No sé lo que quiero, pero lo quiero ahora mismo. Instantes me unen al mundo y me separan de él alternativamente. Espanto al contemplarme en mis propios espejos que me dañan tanto. Asco al saborear mi propia palabra que me sabe tan mal. Preso en el infierno de vivir al extremo, al borde de la locura, la emoción es mi exterminio.

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TLP La personalidad es un arco tensado de donde se disparan los mas insospechados asombros. Nos mueve de la risa al llanto doloroso y siempre nos acosa: nos aprieta unos contra otros, o nos abre a la vez, pĂŠtalos de una misma flor oscura. Pero aquel que no conoce lĂ­mites lo llena todo consigo.

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DESPERSONALIZACIÓN Existo; pero no soy, no estoy. Mi cuerpo, absorbido por sí mismo, irradia sólo energía oscura, que a nada es capaz de conmover. Nadie puede sentirme sino como a figura sin llenar, fantasma, sombra que se arrastra menesterosamente. Mi mente que no ancla aquí ni ahora se fragmenta, volátil, al flotar sobre las cosas armónicas. Me afano entonces en actuar con todos los gestos posibles de la voz y el movimiento; me finjo sustancial para que alguien así le otorgue sentido a mi presencia, materia al espacio que ocupo.

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ESTRÉS Se trastorna una respiración, se tensan nervios como clavos lacerando carne y alma. El mundo se afana en unas sienes, prensa a punto de reventar el cráneo. El gran mal ha invadido una vez más… Y entonces la madre azota a su hijo amado hasta sangrarlo; y el padre desconoce razón, paciencia, compromiso destruyendo en un instante —irremediablemente— el hogar. Y el amante se vuelve contra el amor. Y la diabólica pasión tiñe de púrpura la vida misma. Todo en un instante ciego que todos prefieren olvidar; pero que olvidan sin perdonar. Así la historia continúa dejando severas huellas en lo profundo. Todo inició con una sensación ajena crecida ahora hasta el infinito.

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SÍNDROME DE ESTOCOLMO Quiero a quien me hiere lo más, a quien me permite el mínimo respiro sólo para sobrevivir, a quien escupe al suelo mi alimento, a quien me cambia el grillete de tobillo para que la presión no cercene mi pie y pueda ir a él, siempre a él. Lo amo aunque en la espalda lleve el recuerdo imborrable de sus latigazos. Lo amo aunque me destruya. No importa. El juego del captor y la victima siempre estuvo así dispuesto a ser.

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SÍNDROME DE PETER PAN Porque el pensamiento incide en la materia, así deseamos tanto no envejecer que el cuerpo deja de madurar para la muerte. No es el pan el alimento favorito del hombre: es la juventud, su hermosura irrepetible. Déjanos pues, mundo, morir jóvenes o vivir para siempre volando sobre la fábula en la que nosotros seamos la maravilla: elasticidad de la esbeltez, risa imberbe embriagada de sí misma, manos amigables con el juego y una vestimenta verde para conocer mejor la vida que, como nosotros, produce lo que sueña.

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DÉJÀ VU Alguna vez tuve esto, tal vez en un sueño. Y estuve así vinculado a la misma percepción, a las mismas correspondencias e iguales asociaciones. O no lo tuve. Lo pareció por lo rutinario de la vida o por lo intrincado de la mente y su inquietante sistema fotográfico. O por nuestro hambre desmedido de un más allá. Fue el mismo instante frágil que se quiebra al pensarlo en su mínimo valor. O no lo fue. Da igual. En verdad siempre es así: la sensación llega y rápida se va. Y no da mucho de qué hablar.

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CENTRAL CAMIONERA Éste es el lugar de los andenes. Aquí despedir a la familia, a la ciudad natal, al amor verdadero: un adiós que a veces es nunca. Aquí la siesta incómoda de las horas desiertas, el ajetreo exasperante de las tardes pico, el hedor de los baños públicos. Mira los desvencijados camiones como al ejército de un mundo tercero, los empleados en verde seco o café. Recuerda —añora si puedes—: las vacaciones en playas atestadas y sucias, las visitas embarazosas de los parientes lejanos, los difíciles tiempos de estudiante, la edad de la pobre niñez cuando usabas una cajas de cartón como maleta. Nunca des mucha confianza a un extraño ni le aceptes un caramelo que puede endulzar tu vida. Pasajeros con destino al destino: favor de abordar.

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EL MIGRANTE Es un fantasma entre la noche que lo expulsa y la que no quiere recibirlo. Arrastrándose por baldíos y bajo murallas de hojalata, no hay tierra que lo reclame. Hambriento de futuro, expuesto y en fastidio, sufre todo por la quimera de mejores días. No la fuga romántica de las aves: la caminata exasperante por los desiertos, la persecución de las balas y los perros en el escarnio de la ley absurda. Cruces anónimas delatan la hosca cifra imprecisa que no será lavada por las lágrimas de los que quedan., Si el río lo devora será mártir sin gloria. Y ya en la boca del lobo: el subterfugio de la oscuridad que se esconde hasta que el regateo haga la medida. Porque en el otro lado ansiado, el destino sólo podría ser la humillación de esa vida que no tuvo patria verdadera.

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EL HUÉRFANO No importa lo mucho que escriba el novelista o divague el poeta. Nadie, sólo el huérfano sabe lo que pesa y dura hasta el último final la orfandad. El huérfano debe combatir solo y aparte contra el mundo, el dolor, la vida —esa pesadilla atestada de gentes y de ruidos, de befas e ironías de cuchillo—. Allí está, tan cerca del odio, del desprecio, del abuso. En sus ojos hay no sé cuánta muerte, cuánta soledad, cuánta pereza andada en desconfianza. Hay no sé cuánto. No sé cuánto… II —Respiro un solvente impregnado de sueños en el que se han vertido los juegos de color en movimiento que el desamparo, con la inocencia, me arrebató: esclavo de un de un de trapo roto. Y ese trapo roto soy yo. Entre ellos, una estopa es sólo eso. Para mí, media naranja es una máscara, pues en sus calles no quieren verme. Este hueco en el concreto es mi trinchera. Porque no tengo nada, porque para mí no hay mañana, hoy bajo el puente donde he vuelto a comer nada, el áspero vapor inhalo y me esfumo hasta no verme.

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PERRO DE LA CALLE Husmeando un basurero, con el hocico sucio, hay un perro sin amigo, sin nombre y sin hogar. Las costillas se pegan a su piel luciendo igual que un clavicordio primitivo: ¡es casi un esqueleto andante! Sus ojos enfermos supuran lagañas verdosas. Grandes garrapatas (lapas vampirícas, botones de sangre henchidos) le absorben los escasos nutrientes adheridas al pellejo por la sarna herido. Sus patas enlodadas por el errar nos traen ideas de lo que vivir sin tener a donde llegar es. Su cola, sus orejas mutiladas, nos revelan que alguien, alguna vez, creyó poseerlo y dispuso de él como de un juguete vivo. Sus patas arqueadas tiemblan ahora en el frío como lo harían dos carrizos en el légamo. Quisiera recordar su tierna indigencia, su infancia canina de la calle, su desasosiego en los dominios del mal, en este apretado y rojo cinturón de miseria. Hoy anda por aquí, saluda con una mirada lastimosa, quitado de toda la pena que es él mismo. Pero tal vez el exterminador, esta misma tarde, venga por él a aplicar con electrodos en su cabeza la nueva ley de “Cero tolerancia”. ¿A dónde van los perros de la calle cuando mueren? ¿Hay un cielo que los espera, abierto, por todo el martirio que realizaron en vida? Incapaz de llevarme su fotografía, dibujo con letras esta calcomanía adherida a este panfleto que el viento lleva de esquina a esquina, de mano al suelo. Estampa que, para cumplirse a sí misma,

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sรณlo la voluntad de la lectura salvadora espera.

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EL CONCIERTO UNDERGROUND En los suburbios tiene lugar un magnifico evento, fascinante como los motines de reclusorios y los malformaciones genéticas: el concierto underground. Jóvenes con mechones en pico salen de cloacas vestidos en cuero y rota mezclilla, adornados con cadenas, tachuelas y estoperoles vistosos. A cual más radical, la originalidad es su marca en la metrópoli. Sucios, bebedores empedernidos, rudos, violentos a veces, reclaman la anarquía como bandera, vistiendo un tartán rebelde aunado a la tosquedad de militares prendas en parodia. Son punks: creativos, desertores, insumisos ante toda autoridad, los artistas de la basura. Las insignias suelen confundirse en ellos, múltiples, tremendamente visuales, incluso contradictorias. Aunque sediciosos hasta límites extremos, la organización vibra en sus planes de tribu urbana. De otros caminos, delgados cuerpos salen a la luz moribunda de las sombras de fabricas abandonadas, hermosos, con ropas que evocan lo antiguo, lo solemne. Son los portadores del poder del arte antiguo, llevan como antorcha oral la tradición del vampiro, herederos de la poesía maldita, conocedores de la arquitectura gótica, silenciosos, con alta conciencia de la muerte y la belleza. Goths son llamados. Visten aristocráticos holanes, medievales faldas, terciopelo, gargantillas, argollas. A cual más excéntrico, se maquillan, perforan sus rostros, combinan lo sacro de la cruz cristiana con lo erótico y moderno del látex o la elegancia de la gabardina romántica. Para sus glamorosas reuniones prefieren cafés, bares de quinta, el exterior de las catedrales altas. Ambos se mezclarán. Y abrazarán nuevos intereses, dando origen a nuevos grupos que proclamarán su autonomía ante otras quiméricas sociedades nuevas. Vienen de todas direcciones a la redonda, solitarios, motorizados, en grupo, directo de sus casas okupadas, de sus centros sociales y comunas, prestos a volar con el humo del hachís o con el vapor del pegamento industrial, 68


a bailar frenéticamente en borracheras que terminan en vómito. Es el festival subterráneo de la insurrección civil, el encuentro del pensamiento radical y la moral alterna, del “el hoy por el hoy”, del “aquí y ahora” y de “el futuro está en nuestras manos”. En él se intercambian grabaciones, prensa, fluidos en encuentros sexuales fortuitos. Es el espectáculo de la extravagancia capitalina, de la muy normal juventud a mitad de los años ochenta.

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NECROFILIA Ambulancias, patrullas, mujeres que lloran desconsoladas, un hombre gordo que toma un papel y escribe un dato que permanecerá archivado hasta que una secretaria lo envié a incinerar. Los estudiantes que llegan, observan, y esperan el silbatazo. Una vez en ese cuarto frío, ellos abren sus maletines y sus loncheras: en una mano el acero afilado, en la otra mano otras entrañas, no tan frescas. Después, uno de ellos, el que usa lentes, el que habla poco y tartamudea debe permanecer para cuidar; tal vez alguien, el hombre gordo, venga a mitad de la noche. Cuando los pasos lejanos se extinguen y las puertas han sido debidamente cerradas, él se quita los guantes y se desabrocha el pantalón, sonríe, toca los pies helados, la cara y todas las zonas que no fueron cortadas. Sabe que sólo hoy puede hacer esto. Él solo vive el momento consigo mismo, sin arrepentimientos. Las mujeres que ya han regresado a su casa, destrozadas, duermen y tienen pesadillas; pero aun así, para ellas despertar es tan duro.

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ASFIXIA AUTOERÓTICA Digas lo que digas ya no es lo mismo; y debes usar otros modos a los que tu genitalidad, tu psicología, no estén acostumbrados al momento de hacerte justicia por tu propia mano. Pero ten cuidado cuando te enrollas un cable al cuello durante la masturbación; luego querrás pasar un segundo más de ese breve instante extático que es el límite del más acá. Pero en este caso, si llegas tal vez sólo un poco más allá, ya no podrás regresar. Te lo dice la experiencia criminológica.

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HOMOPEDOFILIA INCESTUOSA I Me llamo ******, tengo 14 años. Mi nombre suele evocar aquellos algodones en lo alto de luminosos cielos, acolchonados vellones donde los ángeles retozan. Pero mi nombre e imagen sólo me evocan culpa, vergüenza de manos sucias, de pensamientos comprometedores y tristes anocheceres sin estrellas. Mi existencia se ha visto nublada por un grisáceo recuerdo: el de la tarde en que mi padre manchó los algodones de sangre, desgarró los ingenuos vellones e hizo del cándido ángel receptáculo de pecados donde el crimen iza su bandera. II Recuerdo: aquella tarde la pubertad era aún en mí alegre como un sol, mis cabellos rubios vibraban en el aire lo mismo que un millar de abejas. Fue cuando él regresó de su taller. Estaba alcoholizado. El bulto de su pantalón era muy notorio; pero yo no sospechaba nada. Sus manos grandes y sucias de grasa sobaron las mías. Entonces supe lo que estaba pasando. Fue allí cuando sentí la cárcel del pánico que se cerraba ante mi cara, asegurando una condena de vitalicias cadenas. Cuando vi su pene firme cual mástil en su cuerpo desnudo recordé que mi fuerza era inútil al caso, que las puertas de la calle estaban cerradas con llave y que no teníamos vecinos. Él me estrujó la inocencia y su boca sabía horrendo cuando me besaba. Entonces me precipite en un doloroso sopor de minutos como centurias No deseo contar detalles de su trozo viril de carne en mi virginal garganta, de su estallido seminal en mi recto. Ustedes sabrán entenderlo. III Ha pasado apenas un año. Mi único consuelo es la certeza 72


de que mi padre supo despertar en mĂ­ los anales placeres y el delicado gusto por los falos adultos y definidos.

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TRATA DE UN CHICO QUE Espera en el crucero con pantalones justos y esa mirada en que cada pestaña es una antena. No es necesario un cartel. Todo en él invita: carne dispuesta, roja elasticidad. Los transeúntes en sus carros lo miran bajo sus gafas. Se ha aromado de dudoso perfume que, si no cautiva, le disimula el tufo a cigarro y sudor ajenos. Ha dejado lápices por un día de paga cada día. Ante el desfile de hombres, prefiere imaginar ser el astro de un orbe como aceitado, (en el que no sabe que resbala) hecho para el placer. Y en la complacencia siente el sacrificio golpeando en sus adentros. Astro roto, aparente, de lo que dura su noche. Al volver, el padrastro que le ha impuesto oficio, le arrebatará el metal cobrado. Apenas sí le ha dejado para una prenda nueva radiante. Si no, es la bofetada que no se discute, la vejación en que el hogar se hace infierno. Del que no escapa, porque asume, con todos, que no hay lugar mejor para recogerse que la casa familiar.

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COPROFAGIA Aquel que se lamenta de comer pan duro y agua como único sustento, que pruebe las materias con las que otros se deleitan: mierda, cagada, caca, popó, excrementos, heces, estiércol, bosta, boñiga, deyecciones. Otros. Es decir: algunos de nosotros.

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AUTOLACERACIÓN El adolescente en disforia entra a su habitación. Lava hirviendo es el interior de su cabeza. Quisiera no pensar, no ser, no sentir. Sufre, sufre el caos del mundo, el dolor vital. Su inocencia es estos días una flor de pétalos marchitos, pisoteados. (Abandono o rechazo: alternativamente perdido y perdedor: no poder más de lo que se puede). Toma la navaja guardada en su bota, —su amistad competencia ni traición— la aprieta en su mano como a un crucifijo y corta su pierna. No duele… ¡Cómo fluye sensualmente el ansia contenida! ¡Cómo se desliza la sangre sobando sus piernas y escurre calentándolo, ofreciéndole su benigno olor! Su placer se adivina en su lúcida sonrisa, en su aspecto tremendamente relajado. Finalmente abre de par en par las ventanas y ve lo que antes no veía: las palomas acurrucándose en un recoveco, el atardecer más hermoso que un sueño de amor donde viajan gaviotas haciendo formas juguetonas, ese cielo rosado y sublime como el suicidio. Y las nubes, las nubes, las nubes: las nubes que se embrazan fraternalmente. Acaso horroroso. Pero válido. Cada uno es dueño de su cuerpo y lo administra como le place

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BALADA DE LOS SUICIDAS Para honrar a los suicidas digo este canto derramado en papel como sangre en una sábana cualquiera: aquella en que el adolescente desilusionado dijo: “hasta aquí”, en que la enamorada y el anciano valeroso cortaron los nudos que los ataban a la vida que no ya no deseaban. Hasta aquí. Hasta aquí hemos llegado los que acunamos la muerte desde niños en una cavidad intima del cuerpo y, así, con sangre la nutrimos. Muertos desde siempre, anduvimos entre noches indagando en las sombras, buscando su negra lactescencia, desterrados del día, envueltos en una nebulosa que nos pedía caer, rompernos, ceder, negar con las entrañas lo que era nuestro, lo que nos defendía. Como una semilla maldita crecimos. Extendimos nuestra infelicidad como una imploración; miramos los surcos ya cavados, sin fijarnos a uno. Pusimos los pies en el viento del desinterés, de la huída. Como una semilla maldita maduramos. He aquí el pútrido fruto: la locura, hospitales luminosos como el más allá, encierros donde andamos con cabellos arrancados, cuerpos que laten pero sin respuesta sacudes, caminantes que van por aceras con una soga de angustia al cuello que luego truecan por una real. Lo hemos dicho: no queremos vivir. Y sellamos con un cadáver ésa, la última enunciación. Nos hemos probado innumerables adioses desde el inicio de la historia: vasos alzados de somníferos infalibles, cuchillas de una certeza irrevocable y afilada como la hoja final de un cuento que no puede ser regresada, lanzamientos a un vacío mejor que el vacío interior, drogas tan dulces que hasta un niño miraría con una sonrisa. No. Nadie levante la mano para señalarnos. Aquel que ama la vida no puede ofender a quien la aleja. Hay algo que viene desde las páginas de las constelaciones. Se llama Destino. Y por su principio fui un niño, y luego lo que fui… en fin… a su hora. ¿Quién dice que nos hemos amputado la posteridad? Es bueno decirlo para todos: permanecemos.

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Porque el dolor, el dolor —o algo que no sé ya diferenciar— nos ha hecho inmortales; porque nuestra vida fue digna en el arte de la autodestrucción. Permanecemos en la memoria de un hombre al que no vemos, en una fotografía pegada a un muro de lamentaciones, en una plática morbosa, en una carta iracunda, en un poema que brilla como una hebra de pensamiento astral. Nadie escriba sobre nuestra lapida una palabra de desprecio. Yo alargo la mano hacia ti desde acá, que quisiste, que pudiste ser.

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LAS MARAVILLOSAS COMPAÑÍAS

XTC Ves las luces de la noche y sabes lo que hacer. —Un paraguas gira bajo la llovizna. — Finuras al oído. El amor es algo químico. Acércate.

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COCAÍNA Dilatas mis pupilas para mirar el paraíso. Haces que mi corazón despierte y no quiera más dormir. Ensanchas mis límites. Arrebatas la sed, la fatiga. Pones una nota de claridad en el aire. Abres mis ojos para mirar la maravilla del mundo, polvo de las alas de Dios.

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HEROÍNA El cielo baja a la tierra. Cada pequeña cosa es mejor que nunca, estando igual que siempre. Como pluma en el aire vas por el suelo. Embelezados queremos tocar la magia rebosante: una eternidad, un infinito nos invita a su intimidad… Pero una vez nunca es suficiente. Escojo otra vena.

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2-CB La piel es membrana traspasada por la música. Y lo sientes. Energía del cuerpo que se goza a sí misma en un frotarse contra las materias. Derramarse es el anhelo. Alegría: eres como yo. Ven y bailemos.

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CRISTAL Vértigo de agrado: la piel y el sentimiento licúan. A la caricia de la palabra se distiende el ánimo ofrecido. La euforia insomne te consagra. El corazón se entusiasmado ha gustado bien su caramelo.

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MALVIAJE TRAS BEBER UN FRASCO DE JARABE PARA LA TOS Estaba adolorido y exhausto. Mi cuerpo se combó de aprensiones y fui, una noche entera, de la pesadumbre el ámbito oscuro. Estremecido en la sombra, la electricidad jugaba en mi cuerpo porque entidades espirituales me alargaban su poder, manipulando mis emociones, mirándome con lástima. Enfermo, mi frente se nublaba de agonía; sudorosa mi cara ardía en fiebre inconsolable. Al lecho me visitaban horrendos recuerdos; la conciencia de la soledad y la pobreza me recorrían como un escalofrío. Quería escapar de todo. Mi pensamiento atormentado volaba sobre la calle con últimas fuerzas, de sí mismo huyendo, perseguido por el fúnebre repique de los campanarios. Mi corazón fue un tambor de resonar lúgubre ahogado en la marea nocturnal. Flotaba en el ambiente un fuerte sentimiento de luto, un olor a bienes perdidos, un pavor al futuro, un resonar de pasos de auxilio cada vez más lejanos. Oí llantos de recién nacidos abandonados y la certeza de su muerte inminente me taladró el corazón. Y quise dormir, para soñar o morir. Y cuando se cerraron mis párpados abatidos, mi alma se desdobló. Un enemigo de otra dimensión, jaló mi pie etéreo; espectrales seres de mi tiraban, me doblaron el cuerpo sutil y contra la pared lo oprimieron. Incapaz de despertar, me asfixiaba sintiendo mi cuerpo entumecido tan lejos de mí. Tuve innumerables pesadillas; mis miedos se proyectaban sobre un fondo negro. La conciencia del mundo, de odio y maldad repleta, me hablaba una vez más de desesperanza y miseria, en un idioma que yo desde siempre a la perfección conocía.

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RECUERDO Y DELIBERACIÓN Los desesperanzados niños con encogidas piernas esperábamos —¿Esperábamos qué? No importa: sólo esperábamos— en el recinto sombrío. La noche había extendido ya su sábana de melancólico negro azulado cuando la jeringa punzante brilló a la luz de las débiles cerillas. El vagón vencido de la estación sin uso crujió lastimosamente cuando nos tiramos al piso y abrazamos nuestros cuerpos. La fiebre se aposentaría en nosotros por días. Pero todos estibábamos acostumbrados. Durante las siguientes nueve horas el vagón ascendió por el aire ligero, las estrellas se diluyeron en un cielo acuoso y algunos susurros salían de entre la neblina que nos rodeaba. Los árboles eran caracoles luminosos, y toda la visión un fosforescente sueño compartido. Podíamos ver las ternuras de la pasmosa noche a través de las ventanas radiantes, pasajeros de viajes perdurables, avecinados a nuestros cuerpos calientes, extasiados. Pobremente puedo tan sólo insinuar la armonía inexplicable que ante nosotros se desenvolvía, esos ritmos que eran de algún modo extracorpóreo aprehendidos, el sentido en expansión, el viento de formas envolviéndonos, sus mandalas descifrando la madeja absurda del presente. Lentamente cayeron fascinantes esféricos pétalos, copos de luz, pelusa, botones de fuego; y las líneas de todo se confundían, y los objetos se contraían. La risa traviesa de otros niños me hizo entender que nunca estuvimos solos. Había quienes entendían nuestros juegos en otro lado del mundo, y nos saludaban. Éramos inocentes y sinceros. Siempre lo hemos sido. II Con el boleto en mano, subo al tren de la ciudad parecido a un pesado gusano de hierro. Mi gastada gabardina abriga el vespertino diario

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en el que busco empleo. Algunos viajes siempre van a llevarte por monรณtonas venturas, de elegancia carentes, en cuya repeticiรณn reside la ordenaciรณn preciada de los hombres cuadrados y graves. Pero otros poseen el encanto de la gloria, de la magia expresรกndose: el ancestral encuentro de los que buscan con el maravilloso mundo de las visiones.

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TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS, MÉXICO, 2007

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ÍNDICE SOLILOQUIO DE UN POETA ROMÁNTICO / 5

MURO DE ESPEJOS UN NIÑO / 7 INICIO / 8 EL NIÑO ENFERMO / 9 JUVENTUD / 10 UN POEMA / 11 MI CABEZA ES EL PLOMO QUE PESA / 12 LA COLUMNA ROTA / 13 SOLO / 14

NATURALEZA AMARGA LA POESÍA / 15 LLORAR / 16 BALADA DEL ANGEL FUNERARIO / 17 VERDAD / 19 CALAMIDAD / 20 LA MINA / 21 ELEGÍA MARINA / 22 CANTAR DE LA GOLONDRINA DE LAS CAVERNAS / 23 PUERTO / 24

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MEDITACION DE MADRUGADA / 25 NADA NUNCA VUELVE A SER IGUAL / 26 DEL MAÑANA / 27 OTOÑO / 28 EL AMOR ES MAS FRÍO QUE LA MUERTE / 29 LA NORIA / 30 ASEVERACIÓN, PREGUNTA E INJURIA / 31 VIOLIN EN MEMORIA DE LAS VICTIMAS DEL HOLOCAUSTO / 32 CEMENTERIO EN LA NIEBLA / 33 CONGOJA / 34 DEL DESEO / 35 LA MALA SUERTE / 36 A MI HIJO EN EL REGAZO DEL COSMOS / 37 SI NO FUERA... / 39

*** RECONCILIACIÓN / 40

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Lo quisimos eterno, irrevocable. Como el infierno. Rosario Castellanos

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SOLILOQUIO DE UN POETA ROMÁNTICO Porque desde el principio cargamos un destino como lápida, la ficción se nos mezcla en la sustancia, tiñéndonos las hebras con el color de la sangre enfermiza. Nuestros días en la historia son como una ligera llovizna, como cuando la brisa arriba a la estepa desolada. Somos amigos del girasol y del crepúsculo. Caminamos inermes a la hora de los tardíos placeres. Bebemos solos. Y la melancolía de ser es en nuestras venas honda y permanente como los congelados mares. Rosas, cortinas, palomas, ventanas, sepulcros, horizontes donde la lividez vierte sus encantos, jardines gloriosos donde los pájaros mueren, fuentes, salones que son vacíos como la vida, nos circulan lo mismo que carruseles en la mente. Conocemos el encanto en la distancia, el sabor de las lágrimas, la textura de las cartas antiguas, el olor de las habitaciones viejas. Amamos la tibieza del hogar, la magia de los otoños cayentes, la somnolencia de la nieve. Y somos tanto cómplices de los amantes feraces y de su entrega indócil y plena como de la belleza que muere. Tiene el fruto de nuestros sobrios esfuerzos un encanto innegable, ligeramente amargo, que recuerda los vinos seductores y transitorios. (¿Compañero, como responderé a tu asentada certeza de que es el miedo a la vida lo que nos mantiene tan vivos?) Más que el teatro de nuestras subsistencias, deberá ser la obra nuestra acotación ante el hombre. En algunos, el ímpetu arde como un sol cercano; la fiesta los sonsaca con su olor a licor y sexo mezclados: su paso en la existencia es igual que una orgía sin término. Otros –los que lloramos aparentemente por nada, los enamorados de la lluvia en la ventana–, andamos caminos poco fecundos

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y, prensados en la mano de la nostalgia, terminamos aprendiendo el suicidio. Pues –se sabe– en nuestro pequeño círculo, de algún modo o de otro, se muere joven.

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MURO DE ESPEJOS

UN NIÑO Un niño es un poeta que canta las destrucciones del mundo o la risa del venero que nace del núcleo de la roca y el arco iris tendido como una mano de montaña a montaña y el amor de las aves que empollan un huevo. A veces como la nube que todo contempla. A veces como la hoja que el otoño desecha. Un niño dibujado con tiza blanca en un suelo terroso, bajo el galope bárbaro de los caballos: eso soy.

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INICIO Cada noche zurzo los harapos de mis alas –aquellas que no me harán volar–, recojo mis memorias inconclusas, mi juventud rota y dispersa, y cuento y recuento con creciente angustia las últimas cerillas de mi vida, los últimos días del calendario para cumplir una promesa descomunal. ¿Cómo he de continuar si el piso de desliza al presentir mis pasos y cada puerta se aleja cuando llamo? No sé si al andar esta vereda hacia el derrumbe, hacia el inapelable borde precipicio, no confundo con una distancia más hueca mi camino. Me remuerde mi palabra, mi lazo al mundo que no amo, mi estigma de arena, polvo y agua turbia con lo que no podré levantar un pilar. Lloro por lo que no tendré nunca: el cimiento fuerte de una casa, el pájaro de la vida asintiendo en la jaula de mi pecho, quedándose ya por el resto de lo que debió haber sido...

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EL NIÑO ENFERMO Lo confieso: mi corazón es un niño enfermo que en una casa de cartón mira a su angustiada madre y dice: “no soy feliz” Tose y tose el niño enfermo escuchando la música de una incesante lluvia que ningún otro escucha. Tose y tose el niño enfermo y a su madre dice: “quiero morir”. Su madre acaricia tiernamente su mejilla y lo arropa y lo duerme y le guarda el secreto. Y en sus sueños el niño enfermo sueña que tose y tose.

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JUVENTUD Es como abrir los ojos de las alas recién desplegadas, donde algo en lo alto dibujó la cara de la muerte (ver mariposa), para darte cuenta que el espacio es demasiado angosto para intentar el vuelo, que estás contenido en un frasco circular en el que se enrarece el aire, donde no hay rincones para llorar, donde todo es un andar en círculos mirándose los pies, hasta enloquecer. Juventud es la incomprensión que sufres bajo el árbol sin compañero. Allá, a lo lejos.

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UN POEMA Soy un poema de un solo verso escrito en la arena. El que pasa me huella. La marea ha hecho tal estrago en mí que ya no recuerdo mi origen. –¿Era la H muda o la O hueca? – Hurga en mis entrañas una gaviota y expone una lombriz de arena. ¿Qué significa esta palabra incompleta? Despegaría mis escasas letras del bajo relieve, si pudiera… ¡Soy este puñado de signos que ya el viento lleva y al mar ahogado arroja mis miembros y los dispersa!

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MI CABEZA ES EL PLOMO QUE PESA Mi cabeza es el plomo que pesa; acostumbrado estoy a perderla en cada declive. Es la rueda que desciende en cada cuesta, la piedra alucinada rodando la colina para caer entre los pies del fango e internarse en el matemático corazón de la tiniebla, donde tiene su origen la noche, donde la muerte muerde la ubre y se desarrolla con el mudo rumor del cáncer, de la duda. Resplandecen con algún brillo mortecino algunos guijarros en su interior, que se astillan y quiebran en las paredes lisas entretenidas en inmovilizar al mismísimo frío sin dejarlo salir: algunas ideas que tuve y me condenan, que pesaron en mí lo que el cemento pesa. Mi cabeza es el peso que cae y que cae.

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LA COLUMNA ROTA A mitad de un infecundo barbecho se levanta una columna rota. —¿En verdad se levanta? Nadie sabe qué hace en el mundo. Pero allí está. Y la gente pasa y la mira y en su contemplación le dedica serios estudios. Como si fuese el centro el planeta. Como si fuese... algo. La evado como a mi reflejo en un charco o en el remanso congelado de un cristal. Si el camino polvoroso siempre largo del cirquero, del vidente temido y del artista trashumante hacia ella me conduce... prefiero no mirar. Porque si la miro y nadie más nos mira, hacia ella corro, inevitablemente. Con amorosos brazos la mido y pego mis mejillas a sus burdas aristas y le canto madrigales y actúo que con ella bailo y que los dos en el mundo tenemos un lugar.

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SOLO Como gaviota herida que la bandada deja atrás. Como barco fantasma a la deriva que nunca alcanzará el horizonte. Como faro sin luz a medio derruir que, en un islote ignoto, recibe la atroz embestida de las olas. Como el océano ahogado en sí mismo. Como el silencio.

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NATURALEZA AMARGA

LA POESÍA La poesía es como el árbol de ancho follaje que crece a mitad del páramo desierto. La forman nostalgias y temores. Sus brazos se alargan para alcanzar el infinito; sus fuertes raíces se ahondan en tierra oscura; su ancho ramaje es ámbito de emociones contenidas; en él giran los vientos, se reordena el mundo. La Poesía es el Arte; que se nutre de sí mismo y sobre sí mismo reposa. Su ramaje es coro donde los ancestros cantan. Lo integran llamados distantes, del mañana que es el hoy muerto la voz ya sin sentido, resonancias de canciones perdidas y olvidadas, oscilaciones de brillo y sombra, elegías que son constelaciones de hojas muertas, palabras mustias de soledad y pena y crujidos que son su débil lamento. Para siempre. En su tallo se han grabado inscripciones nobilísimas. Su semilla es eterna. La poesía es el llanto desolado del sauce y el refugio vivo de la higuera. Aprenda yo a encontrar fuerza en sus frutos y descanse mi fatiga bajo su sombra hasta el último día.

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LLORAR Si a todos nos duele la vida; si a todos mata una duda, un amor, una alegría atroz. Si la fruta se pudre y el trigo se acaba y las rosas se agostan y el niño crece y se vuelve ermitaño y hostil... Quiero decir: si a doquier que volteamos un cadáver se trasmuta para generar más vida y la pezuña de la bestia va hollando la flor... ¿Qué somos junto al cielo al que no alcanzan las ansias o a la tierra que se abre para dar paso al magma? ¿Qué es la música que nos distrae? Nada. Nada valen ceremonias y concilios, ni los bosques intrincados de los textos, ni los empeños de la diligencia y la perseverancia, ni las máscaras que usamos para medir la maldad. Sólo nos queda llorar. Llorar hasta florecer el peñasco umbrío, hasta que el desierto vuelva a ser mar. Llorar hasta subir en una marea lacrimal y alcanzar la luna de hueso, los astros girando en su perfecta órbita de vidrio, y poder plegar en nuestro pecho la punta de una estrella azul. Hasta que peces multicolores jueguen en nuestros pies. Hasta romper las presas, los diques, los muros que separan y estancan las aguas inefables de Poesía. Hasta que la generación espontánea nos diseñe un hermoso hábitat de tréboles náuticos, anémonas radiantes, medusas con luz de neón, y seamos como el delfín que tiene memoria universal y alas para nadar.

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BALADA DEL ÁNGEL FUNERARIO Ángel funerario, eriges tu silencio mineral a mitad de un campo sembrado de osamentas. Estás solo, rodeado de un leve bosque artificial de álamos lóbregos de lastimosos chillidos. Un viento conocido tantea tus cabellos de piedra, sin mover uno solo, ángel. Ángel adolescente, detenido en un largo, largo e inquebrantable mirar sin mirar, ausente, posado en un lamento para siempre: tus ásperas y pétreas mejillas atesoran un ansia fría y muerta, que no late. Cae el polvo que te viste de un velo ligero, que el viento moldea sobre tu túnica gris, donde retozan las mariposas que te estudian con los ojos de sus alas y te acarician a veces, sólo a veces, ángel. Ángel guerrero, derrotado por el duelo, caída está tu espada en tierra fértil de amapolas, de rosas como corazones desgarrados en todo su esplendor, húmeda tierra de lentos caracoles, nutrida de cadáveres y ataúdes podridos. Ángel autista velando a la muerte, centinela, si escrutaras tu entorno hallarías no más que mármol, lozas cuadradas, antiguos epitafios tristes, cruces de grueso tallo, cruces celtas acaso, conteniendo en su centro el sol que te es vedado, sin piedad, por tener por ojos un bajo relieve tallado. Lejos resuena el fúnebre campanario... y las madres plañideras, ojerosas y enlutadas, arrastran su pie en la inminencia verde del prado. Cerca pasea el cuervo inteligente y se posa en tu hombro y grazna perversamente. Por su boca hablan demonios blasfemos y vuela en círculos sobre tu corona. Pero tú, hermosa efigie, nada haces, nada puedes hacer sino permanecer en la sombra, desgastarte deshojando monótonos días, centurias penosas que son años. Ángel moldeado por la mano un artista taciturno y cansado, tus brazos forman el ángulo de una ojiva, en tus manos escondes la cara abatida 17


sin lágrimas que la laven, sin sonrisa. Ángel concebido en una inspiración religiosa, logrado con el cincel y el sudor de un hijo de Adán. Ángel de mis pesares, de mis contemplaciones medidas, de mis vanas ambiciones de volverme como eres para hablar tu silencio y entender tus secretos. Ángel que me hace llorar versos que nadie escucha, perfección de estatua, amigo, te saludo.

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VERDAD No basta la noche para gritar: “¡no!”, para beber la asfixia quieta del ambiente y desentrañar una, sólo una buena razón. Nadie tiene a nadie. La vida no se hace repentinamente benigna. No por decir esperanza, alegría o futuro corrige sus leyes el mundo. (Las miradas rodarán aún de piedra en piedra, el horizonte seguirá fugándose, los pájaros partirán de nuevo hacia el sur. Mira la alondra: ¡ya no está!) Recuérdalo: nadie tiene a nadie. Cuando das la mano dices: “necesito”, cuando besas dices: “soy frágil”; y cuando a solas enciendes una lámpara es únicamente para acomodar tu mano en la hemorragia vitalicia de tu vientre.

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CALAMIDAD Todos tenemos algo que defender: una palabra absurda, una flor en las manos, un puñado de tierra; algo que hacer para ocuparnos de la vida: esperar, fingir que olvidamos, dormir a solas. Cuando en la alta fiesta alguien llama nuestro nombre no sabemos si queremos responder. Cuánta atrocidad se yergue sobre nuestro destino. Mañana es jamás. Y aunque como niños cerremos los ojos al miedo, al peligro, el enemigo continuará de pie en la habitación contigua. Basta para contentarnos estar aquí, pensar que no morimos.

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LA MINA La prisión de tu amor es semejante a una mina, amor. Lo confieso... Por una oscura grieta he bajado a ella, deseoso de beber en mi sed el agua y en mi delirio acariciar el musgo y en mi avaricia encontrar, en el centro de esta caverna de tu pecho, un palpitante corazón en un cáliz de oro. Te repito, amor: tu amor es la fría mina en la que el hombre que busca fortuna se interna con una lámpara de llama tambaleante, donde letales gases emergen de ranuras secretas, donde súbitamente aparecen prodigiosas cadenas de explosiones. Tu amor es la mina de silencio donde el hombre envejece rápido, donde pierde la vista como el topo. Y ahora que, a tientas, solo, torpe y ciego como un topo, tu corazón he hallado –un tosco carbón–, y que al tocarlo mis manos de culpa se han manchado, con el saco próximo a romperse, presuroso de encontrar la salida, siento el ensordecedor temblor de este lóbrego claustro tapiándome la oportunidad de sobrevivir, dentro, muy dentro, prisionero de tu amor, en la mina de tu pecho.

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ELEGÍA MARINA Vienes y te vas. Me golpeas obstinadamente y te humillas ya ante mí levantando espumas altas como roncas y funestas pronunciaciones. Yo escucho y atesoro el eco de tus lamentos como el caracol el susurro del mar, abandonado a la orilla. Vienes siempre a mí queriendo devastar el margen que me asila, lleno de tu cuerpo de agua estruendosa y amarga, presto a romper las riveras que te apresan. Te esparces en mi cercanía ahora muy lánguidamente sin alcanzar a arrancarme de mi anclaje y llevarme confundido entre lo tuyo. Me golpeas monótonamente... Y yo permanezco en mi sitio, pétreo, casi fosilizado, sin poder consentir o negar.

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CANTAR DE LA GOLONDRINA DE LAS CAVERNAS Con el ala te rozo al volar juntos, mi constructor. Voy silbando en tu oído cantos de significado sensual que los observadores de aves ignoran. Con tu saliva y tu pico minucioso y tu espíritu has moldeado, para formar nuestro nido, un cuenco de paja delicada, engomada al muro. ¿Cómo será el polluelo que nos hable en nuestro idioma sin antes habérselo enseñado? ¿Tendrá mi rapidez? ¿Tendrá el elegante moño rojo de tu cuello? Le has dado volumen material a mis ansias para empollar una esperanza cálida y segura en este sótano donde nos aferramos juntos, ala con ala, a un abismo de sombra, a esta caverna como la boca de un animal rocoso donde colgados hay millares de murciélagos que escupen y buscan niños para extraerles la sangre, asilo de pavor como el interior de una ballena yerta que, a veces, exhala letales vapores, humaredas de aniquilación desde las profundidades ignotas.

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PUERTO Melancólico recinto abierto naturalmente para recibir a la embarcación grande y a la pequeña, para dar hospitalidad a los extranjeros que traen enfermedades, costumbres extrañas y dejan un puñado de cobre a las sigilosas mujeres que en el suelo extienden sus muñecas de trapo, sus crucifijos toscos. ¡Qué algarabía de prosapias y tránsitos! ¡Qué ruido de silbatos y groserías de marino! Adversaria la marejada que azotará el muelle, desatará las lanchas que irán a zozobrar bajo un cielo gris de estrepitosas y cobardes gaviotas y dejará en las redes del paciente pescador pobre un pez globo boquiabierto de perturbadores ojos, un nudo de ponzoñosas algas. Enemiga la tormenta haciendo flaquear las palmeras, perdiendo los humildes tejidos de los techos en el océano como una boca voraz abierto. Áspero este lugar de los adioses, donde los amantes ondean pañuelos blancos y despiden los barcos que no vuelven.

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MEDITACIÓN DE MADRUGADA Si muriera en este momento, nada, nada en el mundo cambiaría. Las olas seguirían golpeando las playas amargas, la tormenta volvería a batir la selva oscura. El tornado se formará otra vez en la misma planicie abandonada. No alcanzo a ver el propósito en la grandeza de tanta destrucción. Repara en ello un momento, observa el comportamiento de los animales bellos: el lobo de la tundra, el cuervo elegante, el tigre mendaz, la diminuta viuda negra. ¡La flor más exquisita es la más venenosa! Con más rapidez que la débil progenie se reproduce el predador nuestro. Y no es suficiente la cueva a los que tienen miedo. Tampoco el fuego alcanza a tibiar a la pobre familia que un ojo inexorable, al acecho, vigila. La enfermedad nos circunda. Y el amor... –¿Qué es amor?– ¡Su alcance nos destruye! Después de su furia sólo quedan las ruinas, la huella de su pie sobre el frágil heno, el hocico de un cerdo que aún el corazón devora. Y, en verdad, una cierta nostalgia mortecina temblando entre los árboles, a mitad de la noche.

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NADA NUNCA VUELVE A SER IGUAL Cuando a veces en la alta noche sobresaltados no podemos el sueño volver a unir, los fantasmas interiores son tan reales que si abrimos la boca un instante exhalamos un vaho de inquietudes tan espeso que a la alcoba parece asfixiar. Y sabemos: no es lo mismo ya. La infancia no vuelve del pasado, los parientes de la muerte no regresan, un amor de verano es imposible en la vejez, la confianza en el futuro ha cesado de existir y nada bajo ningún sol ardiente o una luna apagada vuelve alguna vez a quedarse, a ser igual. Es entonces que un sueño, como una tumba profundo, desciende hasta nuestra frente, y al abandonarnos esta vez entre sus brazos, nos es difícil, muy difícil despertar.

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DEL MAÑANA ¿A qué hablar del mañana imposible si el hoy nos corroe con su lepra incurable? Si el ambiente es un cúmulo de sustancias mortales y sólo respiramos para oxidarnos más y más. Si siempre, para siempre, caerá la noche, sepultándonos, matando la ilusión, arrasando la esperanza. Es el hoy lo que se nos va tan lentamente; impotentes nos rendimos al naufragio. Es el hoy lo que toca a nuestra puerta exaltándonos, dejando una carta vacía, abatidos los ánimos; lo que cae como gotera en el sueño, como el cabello que se desprende cuando te estás peinando frente al espejo. Porque no hay futuro. Porque hablar de lo que vendrá es anticiparnos a querer asir la niebla, es señalar en el mapa un tesoro que no existe.

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OTOÑO ¡Llega el otoño a bosque! Como las esperanzas del hombre, caen ya de las altas florestas las secas hojas, antes lustrosas. Desnudándose al frescor de las tardes, ofrecerán a nuestros ojos de niño todo el memorable encanto de aquello que en círculos perece, para de nuevo en flor, aferrarse al mundo. Vayamos al pardo campanario, anunciemos a los grandes su llegada. Los viejos caminos quedarán sepultados de hojas amarillas tornándose cafés. Crujirán por nuestro paso consternadas, desintegrándose. Las tomaremos aún completas en nuestras manos y cual simple basura las abandonaremos, irremediablemente atrás. ¡Llega el otoño al bosque! El panorama se mustia. Preparados están el roble y el olmo, la ardilla nerviosa amontona piñones, la oruga se momifica en su hilo, dos castores organizan sus últimas labores. La gran cellisca de nieve caerá sobre ellos. Y habrá que emplear la pala y el rastrillo en este tuyo y mío vulnerable sueño de amor.

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EL AMOR ES MÁS FRÍO QUE LA MUERTE El amor es un viento que te quiebra como un golpe violento a un delgado cristal o una estalactita que se va clavando en tu pecho segundo a segundo a segundo a segundo. Es, también, un ronco metal que te aplasta o las vías de un tren que no conducen a ningún lado. Hay veces que buscas tu pulso y preguntas: “¿estoy vivo?”, porque el chasquido de los pasos más tibios va cruzando la distancia, tan lejos, tan lejos, donde el horizonte se vuelve un filo inapelable. Hay veces que, plegado en ti mismo como una flor asustada, piensas en una ternura inadmisible, en un beso o en un adiós que el ojo no lloró; y las ventanas se van tapiando de escarcha y la cama se erige en témpano de hielo humeante y la alcoba se torna en congelador de carniceros. Pero afuera se siguen abriendo las flores de primavera y los días trascurren para otros benignos, cálidos, aromados. Hay veces, muchas veces, suficientes veces. Y el corazón late ya a penas, endureciéndose o derritiéndose, lo mismo que un puñado de granizo. Frías son las incesantes búsquedas del ahínco y de la incertidumbre los laberintos abstrusos. Y es más frío aún el amor que la muerte.

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LA NORIA Como la bestia encadenada hemos andado, día tras día, siendo observados por el ojo del sol sin llegar nunca... ¡como en noria! Nuestro ámbito es un estrecho círculo de angustias, sofocos cotidianos y jadeos. Como la bestia hemos tropezado, muchas veces. Las heridas no nos dejan arrodillarnos a rezar por la hinchazón de nuestros pies. Como la yunta es esto; esto que verdaderamente es nuestro amor: dos animales lerdos, alienados y alineados. Date cuenta: hacemos un trabajo muy grande y no sabemos por qué, y si lo sabemos no lo comprendemos, y cuando al fin lo comprendemos lo olvidamos. Refrescamos los belfos en el lodo hecho con sudor. Una cuerda tensa contra el cuello: tal es el pacto, tal la alianza. Date cuenta, amor. Date cuenta...

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ASEVERACIÓN, PREGUNTA E INJURIA En un bosque de eucaliptos brillantes quiero dejar mi cuerpo más rendido que rendido, como el niño que olvida un suéter en un parque. Se sabe: la playa es amable para morir; pero yo, versador triste, amo el fresco olor que tiene, jubiloso en la armonía de la tarde, el aire aserrando las puntas floridas de los árboles. Y antes que ser lanzado por la patada de un asno o dejarme embestir por un carruaje, quisiera recoger las monedas de una fuente y dejarlas en los bolsillos de mi saco anchuroso cuando, decidido, vaya a tenderme en la sombra. ¡Que los hombres egoístas trabajen para mí, que yo, sin hogar, ni amigo, ni amiga, depuré con palabras, sin que ellos la vieran, una amigable comarca de esclarecidas huertas! Quiero un entierro modesto, sin plañideras farsantes. Yo, que detesté el lujo, podría conformarme con un leve montículo de tierra que perros raquíticos pudieran escarbar por sobrevivir o sino un rinconcito en la huesa común. Y aunque amo las cruces no pido para reposar más que ese claro al cual pueda descender gustoso el petirrojo a cantar mis amores malogrados. ¿Por qué todas las frases que en el tedio intento lograr parecen ser sólo el lúgubre eco de las voces de los poetas de antaño que jamás conocí? ¡Malditas sean!

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VIOLÍN EN MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO Del cuarto de cuerpos hacinados y paredes carcomidas de pobreza, a través de la ventana vencida lo miraba: un tierno jovencito de corto pantalón y boina sesgada que con la mejilla apoyada en el madero –como allegándose a alguien que le faltaba– tocaba su violín desafinado. Estaba asustado y no comprendía las cosas, pero nos ofrendaba, con inocencia, una música que nos era hiriente y nos recordaba. Mi corazón se estremecía en lágrimas y volaba libre junto a ese lastimero quejido. Los ancianos se miraban unos a otros cuando la música se volvía, poco a poco, menos terrible y alguno entonces acaso sonreía. Yo lo miraba y lo amaba en silencio. Amaba su valor, su posición erguida en el frío, su nombre tibio que no conocía, las melodías que improvisaba. Y deseo –incapaz de seguirlo– que su suerte haya sido mejor que la mía después que los hombres de uniforme con largas metrallas y el terrible verde camión lo arrebataran de la calle donde dormía sobre papel periódico marcado con una cruz gamada. Eran tiempos de penuria. Las tiendas habían sido saqueadas, madres e hijos comían nieve y tulipanes, los hombres masticaban correas de zapatos. Y, a pesar de la imparable nevisca, las viviendas ardían incendiadas.

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CEMENTERIO EN LA NIEBLA Sobre lápidas y mausoleos violentados, en el antiguo cementerio en bruma, la niebla desciende cada vez más. Un esqueleto ríe con dientes escasos en el suelo fecundo en limos y hierbas malas. Extrañas formaciones de vaho salen de bocas que tiritan y picos de ruda labor van desgarrando las gasas de niebla: son los saqueadores de tumbas que, con la nobleza de su oficio plebeyo, retribuyen al pobre en filigrana fúnebre y oro lo que el tirano robó. Dan las tres de la madrugada. Con la hora satánica, los bríos aterradores de los hermosos animales del mal su potencia aumentan, ocultos, prestos a servir con elegancia a su amo y señor. (No teman, hombres buenos de empeño. De trabajo su campo santo es.) Sigan andando sobre el cementerio en bruma como sobre una playa sembrada de tesoros preciosísimos, anden como niños en un huerto de frutos dorados. Pero, sobre todo, hagan haciendo estragos en lo nuevo: la simetría deslumbrante es capaz de cegarnos, la desolación es de la muerte buena compañera, la gloria de toda belleza reside en su propia destrucción. Destrocen. El cementerio, en ruinas, luce aún más hermoso. Y aún más: el alma que reposa en contemplación sólo en penumbra escabrosa y desierta encuentra el paisaje de sí misma.

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CONGOJA Por una y otra vez, nuestros ojos dirigen sus rayos al albor, y como un gas, la noche, parece disiparse a nuestra espalda. El sol inicia la lenta cabalgata que nos cansa. No importa cuánto intentemos: el miedo es el bosque monumental al que siempre volvemos, la oscura catedral por la que nunca dejaremos de ser culpables. El miedo vivifica la desconfianza, los vergonzosos errores del pasado, los monstruos de la infancia que hibernaban bajo la cama, la torpeza de la adultez a la que estamos resignados; más todo lo que nuestro nombre nos señala de pecado, de padecimiento, irrealidad y pereza: todo lo que nos pesa como trozos de hierro en los bolsillos y que llevamos como prendas más, no desprendibles. Tiembla nuestro pulso y todo el corazón sangrante se congela una y otra vez. Por eso la vida es hermosa. Y lo amamos.

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DEL DESEO Alguna vez dices: “quiero” y tu pecho se hincha de vehemencias, tu corazón redobla con más fuerza en las tinieblas, tus músculos se ensanchan apenas perceptiblemente y un benigno rubor se instala en tus mejillas. Tus pupilas aprenden las dimensiones de su plenitud. Alguna vez, alguna vez... (Y es como cuando se enciende un cerillo para intentar iluminar la tempestad y su estrago.) Nadie es tan fuerte para tolerar la fortuna. A nadie perdona la ley brutal del natural orden. Inútil exaltarse, hacer las danzas, los gestos, los ritos para atraer la prosperidad. Inútil convocar la magia. ¿Qué vas a desear? ¿Un antídoto para la congoja que te consume? ¿Un manual para sobrellevar más dignamente la existencia? ¿Una vida más corta? ¿Un miedo más soluble? Mira tus manos rezando ya hace tantas noches, tus rodillas hincadas sobre incómodos guijarros. Y ese rostro fatigado que envejece y envejece.

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LA MALA SUERTE No sé qué hay trazado en el mapa de mi destino, uncido a la palma de mi mano, que de ella resbalan las botellas de generoso licor, las manos de la pareja para el baile, las mazorcas doradas de sol, el manojo de las espigas esponjosas y dulces. No sé por qué en el hueco de mis dos manos juntas queriendo sostener el regalo esplendoroso del día mueren de hambre y frío las golondrinas. ¿De dónde proviene esa repentina nube que mosquitos? ¿Qué es ese remolino que se forma a espaldas de mi casa, presto a arrebatar mis rudimentarias posesiones? A doquier que voy va la escasez. A doquier que vuelvo la mirada un águila rapaz, un chacal, una rata, una serpiente, desenvainan entre relámpagos las garras y colmillos. El ámbito donde mi mano alza el vuelo para señalar algo que erróneamente creyera mío se torna súbitamente penumbra intraspasable. Las puertas se me tapian de gruesas maderas ¡y la leche se me vuelve fango en el vaso a medio llenar! ¿Soy el contenedor donde vierte su malevolencia el mundo? Momento. ¿Qué hago aquí recontando mis pérdidas, si en el espejo puedo leer –sin que nadie más pueda verlo– un rotulo de ceniza que dice: “Señor de la desgracia, Príncipe de infelices y cojos de alma”. ¿Qué hago lamentándome como ayer, como anteayer, si bien sé que el hombre es incapaz de desviar el rayo del destino? ¿Qué hago aquí? ¿Qué hago aquí?

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A MI HIJO EN EL REGAZO DEL COSMOS I No sé si algún día me arrepienta de mi verbo. En verdad, no sé. Hierve el mundo en mis sienes; en la frente se me agolpa el odio y embiste. Rompo el espejo por no ver el rostro de mi crimen. II No es un juego de niños esta vida. Vine a aprender que el destino no es la seda que se ciñe a la piel. ¿Y ahora qué? ¿Qué me queda? Yo, que en la infancia soñé con crecer y multiplicarme, vengo desde mi nacimiento hasta mi vejez prematura, con el mismo pie del errar, del error y del horror, a escupir en el rostro del mundo su blasfemia. No. Ahora lo sé. No hay apuesta posible en esta altura desde donde caigo en picada hacia el abismo, sin redes tendidas ni jergones: sólo una fuerza enorme que me aspira al final, que me hace vacilar, pensar aún todavía que yo quería trascender en un hijo, continuar como la plaga continúa en la infestación, sustentar mi progenie con la oleada de mi sangre presa, reconocerme en él, darle mi consejo, sentir su jugueteo a mi lado, entregarlo a los brazos del sueño, a esa pequeña muerte que tan maternalmente nos recrea. Quería, en fin, ensayar el papel de padre en madurez. Y no es posible. No es posible aquí. Ni lo será. No tengo entereza para luchar por otro. No conozco el valor ni el ímpetu. Fraude es la palabra en mi frente. Viéndome, la vergüenza se encoge de vergüenza. Tengo miedo de lo que mi semilla sea capaz. No podría soportar ver el horizonte roto en la esperanza de un niño, ni cómo su alegría va cediendo su lugar al desvelo, ni su espalda encorvada tan tempranamente de trabajos forzosos, destierros y culpas heredadas.

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¿Y ahora qué? ¿Qué me queda? ¿Seguir cayendo como bulto al sumidero, a esta ciénaga donde se pudren todos los paraísos prometidos? III Hijo, cierra tu oído a esta canción desconocida, mi gemido de árbol tronchado, mi crepitación de hoguera a punto de apagarse, mi lamento de campanario abandonado. Hijo, sigue tú en el regazo del cosmos, protegido. Trocito de ámbar, miel de la colmena, no bajes al mundo; sigue tú en lo tuyo. La leche más pura, el durazno más tibio, pequeñito, pequeñito, permanece al arrullo. No es la isla a la deriva capaz de contener un tesoro: no desciendas. Esta plataforma no basta a los seres que se aman; ni es la tierra lugar seguro para anidar: de ella sube una ancha onda de extinción. Este jardín exterior es el sitio de las emboscadas y las aniquilaciones. Puedo ver que el olor de la catástrofe ha inquietado a las bestias. Donde tú estás está la dicha. Hijo, donde tú estás temprano estaré.

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SI NO FUERA… Si no fuera esta gárgola de terror en la lluvia amparada a la sombra de horribles catedrales, si no fuera esta mudez mineral que congela un grito en sus adentros con los ojos perplejos y un gesto crispado y un ademán que arremeda la vida. ¿Qué sería, Señor dueño de todas las cosas, padre que quebrantas la perfección del huevo, que celebras los tristes nacimientos y abandonas a tus hijos a la piedad de la garra animal? Dime, Señor que llora la lluvia, dime. Dímelo si tú lo sabes.

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***

RECONCILIACIÓN La vida es hermosa pues tenemos licores de excesiva melancolía, jardines donde admirar las estatuas, aposentos repletos de jirones de memoria, música y pinturas antiguas. Tenemos miedo y mejillas fáciles de ruborizar y dioses para ofrendar nuestros cantos primitivos y nostalgias y guitarras que amplifican la voz en su estómago vacío y un lago de sueño donde reposar nuestra muerte y un bosque intrincado de poesía. Ahora lo sé: la vida es también el plumón de los gansos caminando cómicamente, el vellón de la oveja y del zorro la benévola mirada, los campos sembrados amapolas, el manantial naciendo de grutas metálicas que expresa una música de invisibles cascabeles, el colibrí suspendido en pleno vuelo como un hada virtuosa, hongos, orquídeas, catarinas, la aurora boreal, el crisantemo que en cada pétalo dice: “sí”. ¿Qué más puedo pedir que este prodigio?, colmena de mieles agridulces, círculo de júbilo o desesperanza, cerrado siempre; escalera para subir y encontrar un abrazo confeccionado a la medida de nuestros brazos. Tenemos un reflejo donde nuestro espíritu se reconoce: el océano inmenso, bravío y vehemente, entre litorales preso, que viene y va murmurando sílabas de espuma. Y libros. Libros donde emparedar a la efímera mariposa. Y cuencos para las lágrimas y lunas de plata que se ensanchan. Y soledad y amor. Y claros amaneceres imantados de falsas –y a veces reales– esperanzas.

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Aleqs Garrigóz

LOS MUCHACHOS

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS, MÉXICO, 2007

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ÍNDICE ALEQS / 5 LA AMISTAD / 6 NIÑOS PERDIDOS EN UN BOSQUE / 7 PUBERTAD / 8 NARCISO / 9 CADA AMIGO TIENE UN GUSTO PARTICULAR / 10 DÍA DE CAMPO / 11 FIESTA / 12 EL ALBA SEXUAL / 13 LA PRIMERA VEZ / 14 SEMEN / 15 TE QUIERO MUCHO /16 MUY PRONTO / 17 ME GUSTAS MUCHO / 18 EL AMIGO / 19 AMARILLO / 20 OMAR / 21 LA SONRISA DE MOY / 22 SHUMING / 23 NOÉ / 24 GÜERITO / 25 CERCA Y LEJOS JORGE INTUÍA MI DRAGÓN / 26 XAVIER / 27 TRÉBOL DE CUATRO HOJAS / 28 FLORACIÓN / 29 OBSERVÁNDOTE TRAS LA REJA / 30 ALBINO / 31 CANTATA / 32 ADOLESCENTE EXQUISITO / 33 A UN MUCHACHO PELIRROJO / 34 EL BAILARÍN / 35 2


EL NUEVO AMIGO / 36 EL BUEN CONSEJO / 37 ROJO / 38 EL CAMPEÓN / 39 FANTASÍA / 40 AZUL OSCURO / 41 SOL DE CUALQUIER HORA / 42 CUANDO ME ABRAZABAS A LA ENTRADA DEL CALLEJÓN / 43 A UNA FOTOGRAFÍA DE EDDY ANTES DE SUS VEINTE AÑOS / 44 TEXTURA / 45 TE EXTRAÑO / 46 VUELVE / 47 DISTANCIA DEL AMIGO / 48

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I celebrate myself, and sing myself, and what I assume you shall assume, for every atom belonging to me as good belongs to you. Walt Whitman

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ALEQS Soy un muchacho cariñoso. Mi mano abierta esparce por un suelo calcinado las semillas que harán florecer mañana un mundo de asombros. Llevo en el pecho un agua clara como la luz al final de un túnel. Mi boca es una almendra que destila vinos, ungüentos y mieles agridulces en su perfección letales. Mis ojos son dos crisálidas de donde volarán mariposas negras cuando decidan hacerlo. Mi pecho es una almohada de plumas. En ella puedes recostarte tierna, funestamente. ¿Quién salvará mi memoria de la inundación, del beso destructivo del fuego? Soy un muchacho que comparte y habla de todo con todos. He visto a las gentes congregarse, llamarme desde la calle. Escucha: es el muchacho que habla. Abre las puertas... Convida a los paseantes a mirarme.

5


LA AMISTAD Amistad es la comuniĂłn en que sientes otra carne como tuya, la muerte que se comparte, el abrazo en que se restaura un momento el desequilibrio en que el pesado mundo nos exige nuestro doloroso tributo de soledad. Es la raciĂłn necesaria de otro para sobrevivirlo y sobrevivir al desastre de existir, dulce vino vertido en la copa de otros cuerpos. La amistad es un misterio indescifrable, religioso. Un amigo desearĂ­a ya, desde siempre, Atlas.

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NIÑOS PERDIDOS EN UN BOSQUE ¿Recuerdas los últimos instantes de lividez que tras la hierba monstruosa se fugaban más y más; el ocaso coagulado de sangres en que a igual tiempo nos miramos para compartir un presentimiento, un tembloroso temor? ¡Cuántos días han caído desde aquella aventura en que en la tierra buscamos una respuesta, una conciliación! Tengo tan presente aquel primer desamparo compartido. “¿Por qué el mundo es así?”, preguntamos. Hace ya tanto que esa noche cayó, inevitable, cargada de escalofríos. ¡Y no había lugar para estar, para ir! Tomé tu brazo. Fui el primero en flaquear. Los pies se hundían buscando suelo firme. Se hundían. Y teníamos sed y hambre y un ansia insobornable de encontrar dirección en la oscuridad. ¿Recuerdas todavía el grito, el llanto contenido? Dijimos: sea este extravío el pacto para no rechazarnos. La tiniebla divide las alianzas, produce locura en el débil, aturde la sangre con una ciega codicia de herir… ¡La noche cayó! Fue hace tantas tormentas, tantas humedades infestadas de sapos. No hubo alternativa: la noche cayó y nos encontró apretados de cuerpo, en abrazo más que fraternal, tan cerca, como crías de madriguera, compartiendo nuestro asustado calor. Tu aliento rozó mi cara. Vimos las constelaciones y creímos descubrir nuestro signo en ellas... Aún hoy, invadido por la lenta marea del recuerdo, me viene otra vez el ensueño de esa noche tan noche, negra, inexorable, en que aúlla el lobo y expone los colmillos. No encontramos más que un cielo electrizado y animales de horrible desamparo; pero esa noche mi pulso corrió a acurrucarse en ti y supo así del término de su orfandad. ¿No es verdad que aún seguimos tan juntos? Si bien, entonces al menos ahora sé que la respuesta al mundo es el amor... El amor.

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PUBERTAD La pubertad es un olor hipnótico; un ensanchamiento de músculos flexibles como juncos creciendo en la orilla más próxima, donde dos cuerpos se estrechan en un abrazo; un ansia latiendo con pulso acelerado asistiendo al ámbito de todos los goces, círculo que madura un fruto de embriagantes jugos. Lo sé ahora, habitante de un campo de verano revestido, sostenido en espejos de implacable hermosura, lagos extáticos donde dices para siempre “siempre”. Compañero que vienes diario a visitarme y que sientes esta misma comunión con el universo que nos llama: cubre aún más mi ombligo de salivas exactas, aprieta mis manos como hiciste ayer con esa fruta cuyo zumo exprimiste en nuestras bocas. Hay algo que flota en el ambiente como invisibles campanas: una melodía, un trino de pájaros y cristalinas aguas, un ímpetu sonriente de muchachos que dejan de jugar para mirarse en los ojos del otro y atender la atracción de sí mismos. Como plumaje de vuelo de garza, como río musical fluyendo armonioso, como cascada donde se desfragmenta la luz, como el amanecer de un amanecer, como el rocío. La pubertad es... en fin… ¡No sé qué es!

8


NARCISO Me miro al espejo laureado de miradas, reconozco en mis ojos la querencia: soy yo. Hay algo en mí, poderoso como rugir de leones, pero con la gracia del cisne, del ballet. Me miro nacer otra vez, transformarme como la oruga en mariposa, en vuelo fino, en polvo multicolor de alas etéreas, esplendor de primavera. Es abril, son mis miembros esbeltos como el bambú, mi cabello revuelto, ese leve vellocino de oro en mis mejillas y el beso vitalicio de los labios juntos que se abren para albergar una brizna de hierba, los dedos de un compañero que gime si te acercas cariñoso a él. Es mi cara hermosa como hortaliza fresca, mi figura de estatua griega, mis manos recorriéndome cuando tengo esa fiebre de hormigas en el pulso y me revuelvo entre las sabanas y sueño apretado a la almohada, humedecido. Son los hilos de sudor escurriendo entre mis piernas y esa explosión de dicha recién descubierta como el escondido resorte de un juguete que no nos cansamos de detonar. Es el despertar al mundo cada día vigoroso, agradecido. Soy yo: la juventud en persona, en carne propia. Desnuda de metáforas.

9


CADA AMIGO TIENE UN GUSTO PARTICULAR Cada amigo tiene un gusto particular, un tono del espectro de la luz. Lo sientes –y no podrías apalabrarlo– en la flor del corazón: nítidos placeres, distintos como los reflejos de la naturaleza. Son soles de seguro calor. Una asamblea de sangre viva convocan cuando los ves y sonríen para ti con la llave adecuada, y se anima, rejuvenecido, el espacio. Cada cual ama a su modo. Uno te cauteriza de rubor en su abrazo. Otro convoca la paz frente a la marea rompiente del océano. Éste enlaza las ganas de bailar y gritar y soñar bajo la música de los astros; se adormece en tu hombro. Aquél aprieta la mano con energía, despierta al guerrero interior; y te empuja, con mesura, a morder un pedacito del horizonte expectante. Todos te aleccionan simplemente existiendo. Reservorios de caridad, notarías aún mejor de cada uno matiz espiritual si te atreves a besarlos, inocente.

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DÍA DE CAMPO Dejemos las torres de metal, su nebulosa de esmog, para internarnos en el verde recién inaugurado. Brillando de esplendor los cerros cambian vestiduras, ostentan plenitud resurgida y lavada. Mira siempre hacia los campos floridos, los arroyos de barro que manan de fuentes tan íntimas, los taciturnos animales pastando dóciles, los pájaros que improvisan luminosas orquestas. La brisa que unge con leve vestido de joyas nos regala ahora un arco siete veces colorido: promesa paternal recordada. ¿Y quién dijo que nada florece porque sí, que Dios está ciego, que su voluntad no puede ser hermosura? Recoge un ramo de anís, un puñado de fresas silvestres; trae un diente de león para soplarle un secreto. Hoy es día de alabar la delicadeza de la espiga y aspirar en cada flor una nueva fragancia. Tu pelo sombrío huele a tierra mojada. Hoy es día para el amor –ese secreto a voces que todos debemos descubrir–. ¡Aleluya! Nuestro canto se desposa con el día.

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FIESTA De la mano vamos llevando botellas de licor, silbando felicidad en forma de himnos por un camino de letreros señalando hacia adelante. Mira bien. Ya cerca está la casa de par en par abierta, el jardín engalanado con papeles de color, las sillas para aquellos abúlicos y cansados y el rincón polvoroso sin iluminar para aquel que en la embriaguez medita irremediablemente a muerte. ¡Caluroso deleite de ser dos permaneciendo juntos después de la reunión! Toma mi brazo. Las miradas no van a herirnos. Mi juventud que se busca a sí misma, para tocarse, alarga la mano al vientre ajeno en el delirio. Las estrellas bailan con la música y los fanales se ensanchan protegiendo las danzas. Somos dos flechas incendiadas que cruzan sin temor los rudos campos una batalla. ¿Lo sientes? Somos la tierra fecunda de latencias que está haciendo florecer el ideal, la poesía esperada.

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EL ALBA SEXUAL Fluyen mis manos en tu tronco como dos ríos, mojándote, haciéndote reír. Es mi cuerpo de tierra, mi geografía de sangre, mi palabra de pájaros lo que amas de mí para que pueda acariciar tus cortinas de terciopelo, lamer tus bembos de cereza, abrirte como un telón, tocar tus paredes internas. Te abrazo en este mar de objetos al aire donde está todo suspenso. Eres lo que permanece: árbol al que me aferro, mástil que dirige mi barco a tierra firme, verga imantada de regresos. Te encuentro seguido de una cauda de polen, ámbares, sonidos corporizados y piedras preciosas, brillando como un follaje de fosforescentes algas: mi bosque de símbolos. Fluyo en ti exquisitamente, fuerza hermafrodita, confort del río en su cauce, cofre que resguarda el tesoro; medicina de glicerina, alcanfor, menta y alcohol. Me desnudo ante ti estremeciéndome entero, conteniendo tu sístole de ojos insomnes. Me hablas con signos que intuyo ofuscado, voz que me penetra con su luz, lumbre dignificante. Alba sexual: carne que se palpa, inocencia que se acaba.

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LA PRIMERA VEZ La primera vez eres barro dócil, fruto que se desgaja y ofrece, cirio que se inmola. Las hormigas de tu pulso encuentran su guarida abierta a todos los hurgamientos: las emancipaciones. El temblor en tus ojos: gelatina de hados cediendo al recoveco tibio en el ensueño donde caben dos ya sin mutilación. La primera vez das tu corazón para que el otro lo coma y exprima en ti un nuevo bautismo. Irás tras de él, unos días o años quizá, como sigue el recuerdo la estela de una estrella que cae al mar. ¿Hay permanencia? Te escondes; dejas actuar al hambre: succionas el pezón, viertes aquella sangre en labios trémulos, acaparando la delicia de romper una argolla de la privación. Eso que te quiere pulsó tus cuerdas. Te hará seguir las huellas, en ti, hacia otro, para que repitas esa satisfacción provisoria que exige de ti el sacrificio inmemorial en que el mozo crecido dispensa sus licores. Dos voluntades que se favorecen por apremio… Porque el amor es aún algo más extraño que quizá solo existió en los libros.

14


SEMEN Su sabor afrutado, ligeramente amargo, recuerda la vida.

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TE QUIERO MUCHO Cuando me tocaste con esas manos que robaron su flauta a los demonios, fui acaso aún más joven como tierra que hubiese sido mojada. Confiaría en ti como confían las nubes en el aire. Y sé muy bien que vivirás ya en mí como la luz en los cristales. Como acariciando a un niño, los filos del pensamiento forman aquí tus facciones, tus orejas que un día podría besar, tu halagueña aparición, el ensueño que nos hizo cosquillas unos minutos y luego nos abandonó. Es mi deseo herirme en tus dedos y guardarte en mi tórax abierto como una iglesia. Tenerte confiado, tirando de mi efusión como de un arco. Y el corazón se desboca porque sí, ensombreciendo las sábanas. Y mi regocijo sólo quiere volver a recaudar nuevas perlas de entre lo tuyo. No podría ser más para ti que el destino de vuelo en la pluma. Ni sabes lo que me significas. Impera ahora tratarte mejor… Convencerte.

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MUY PRONTO El día que me ames cada estatua lucirá una sonrisa y en la avenida habrá una mujer su maternidad cantando. Bajo el sopor de las fuentes daremos de comer a las palomas y los huérfanos se acercarán amistados. Haremos un círculo con gis blanco para jugar el juego de la infancia que todos conocemos. El día que me ames veremos la cara de un niño en el sol y él reirá con sus cabellos amarillos, sonrojado cuando nos acerquemos a lamernos los labios o corramos bajo la lluvia sin zapatos o nos encerremos en la alcoba a palparnos la esbeltez. Bajo el agua lacia cayendo como lágrimas del cielo nuestra ropa será innecesaria. Haremos barcas de papel para anunciarle a la ciudad nuestro amor. Las nubes formarán un remolino en el cielo limpiando, como a una mancha, el miedo. Eso será el día que me ames… ¿Me amarás?

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ME GUSTAS MUCHO Me gustas desde el vello más pequeño de tu rostro, al dedo meñique de tu pie izquierdo. Y, al ver tu belleza, comprendo que tu ángel de la guarda es muy poderoso. Ni el cielo más estrellado, visto a través de lágrimas, iguala a tu cuerpo grabado de lunares en los que dejaría cada día un beso como quien deja ofrendas en un altar. Bebería de tus manos el agua. Comería de tu boca. Respiraría el aire que exhalas. Sería un animal sumiso descansando entre tus piernas. Eres mi dicha culpable. Mas no puedo ni robarte un beso. Como el verano del inverno estamos separados por un silencioso no que como espada corta mi ilusión en dos. Y solo puedo soñarte despierto mientras tu imagen se diluye con el humo del cigarro. Mas seguirás iluminando este corazón donde has vivido tanto tiempo, como en un palacio. Y allí seguirás creciendo, si tú quieres. Mi ambición debe conformarse hoy con escribirte otro poema, inseguro y tardo como yo mismo. Recíbelo con ojos piadosos. Y déjalo que viva.

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EL AMIGO Mi amigo es una mano tibia y sostenida, un vaho persistente en la mejilla, el rumor de una espiga que crece junto a nuestra ventana cuando despertamos a tiempos idénticos, un enjambre de mariposas prisioneras aleteando en el umbral de la entraña profunda. Mi encuentro con él es como el de dos jóvenes cauces que se abrazan en un nudo de espumas donde la corriente choca con diminutas piedras. Somos el trabajo de los trazos formando la cúpula. En los hombros desnudos sostenemos al mundo. Nuestros brazos se alzan para tocar el infinito. ¡Con qué ojos lo miro cruzando mi jardín! En su piel acaricio la felpa de un membrillo, en su aliento sé lo que calla el silencio cuando la brisa se inclina a acariciarnos. Mis labios se aproximan a él y conocen el salobre sabor de los cuerpos que se buscan. ¡Es tal fácil ser amigo de mi amigo! Y no importa que a veces nos señalen o murmuren. De él no sólo aprendí la mirada del cómplice antes del crimen: aprendí también la fuerza de dos muchachos que están juntos.

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AMARILLO Como la ternura de la flor que crece sobre el cardo, igual que el oro que alumbra el corazón de la montaña despiadada y el maíz entregándose en forma de amor a los pueblos, amarillo eres. Y en tu bondad ocupas, tú solo, el caluroso nombre de tu género. Y cuando me siento en ti soy lo mismo que el desamparado que duerme en torno a la fogata: cercano y agradecido.

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OMAR El girasol de tus ojos, tus cabellos mojados, tu forma de decirme: "te quiero", susurraran en mi oído melancolía agridulce de otoño. Ay la timidez que no quiere escribir de las horas desposadas con el vago temor de no volverte a ver. Muñeco tangible para el goce, gemelo de mi anhelo, la cercanía de dos manos saludándose va adquiriendo en tu tibieza nuevas y más nobles dimensiones. Eres el encuentro viril de tu realidad y mi ensueño. Tienes la simpatía de una hoja de maple, el aroma del trigo madurando en las praderas, la apostura de un cervatillo. Y cada instante que vivo junto a ti es la plenitud de un capullo abriéndose al mediodía, de una abeja ebria de miel, de una carcajada. Como aquella vez bajo las luces del puente que bebíamos de la misma botella de cerveza y tu entrepierna despertaba a la honesta caricia de mi abrazo. Las letras de tu nombre, en otro orden, forman la palabra amor.

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LA SONRISA DE MOY Tus dientes son espléndidos cual caracolas y cascabeles en collar amado. Cuando ríes, el mundo adquiere un verdadero orden, un objetivo; se ilumina pleno y alumbra en el centro del más caro sentimiento. Así tú, entre los seres favoritos, das al día y a la noche escudo inquebrantable como luz que ennoblece los cristales, vida dulcificada que no necesita más ya que tu carisma en que ángel y diablo aconsejan un acto puntual: el que me hace humano a tu lado. Tu sonrisa es la clave mágica que recupera en mí paraíso feliz, sin mancha y sin pecado.

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SHUMING Te anuncias con una guitarra. Tu adolescencia es en mí como un exótico vaho de vida, leve goce apenas recordado. Despacio viertes en la alcoba exhalaciones de una infancia recobrada, alientos que son fragmentos azules de un anhelo desenvolviéndose en la realidad, sentencias de una misteriosa promesa vuelta hacia adelante, al lugar donde se experimentan los exquisitos roces, las voluptuosidades y aun las místicas asociaciones. Eres mi imán de carne y hueso, oloroso, saludable, palpitante, de cara a lo que está. Tus ojos como dos piedras pulidas atesorando toda posible oscuridad, ágiles en reconocer mi inquietud como a un gato que ha ya olfateado la sangre, mi estremecimiento de tardo despertar. Tu sonrisa como un arma más desenvainada que el relámpago. Te anuncias con una guitarra. Trasformas la quietud de la siesta vesperal en una convulsión concentrada de ansiedad entre las piernas. Tus manos como dos surtidores de espasmos eléctricos.

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NOÉ Eres tú. Sin decir más. Tu lugar exacto en el planeta azul –tu mano en mi hombro–, incandescente momento del alcohol arrasando la noche; bocanadas de humo junto al baile, la deshora modulando el hechizo: mi inquieta cabeza que busca su equilibrio en los vellos de tu vientre. Pero no es lo mejor. Lo mejor es la manía siempre crédula de ser niños de vuelta, enviándonos quásares, convites a descifrar al aliado que llama desde los laberintos en que deben perderse dos. (El pecho es para nosotros un atrio en expansión donde el afecto descubre que le place tocarse y en su ritmo encuentra su verdad.) El mundo ya se ahogó; no fueron buenos los hombres: no se amaron. Mas sobre nosotros no caerán maldiciones si… Mi prójimo cercano, de pan y agua dulce para bordear la única tierra habitable. Vivamos en tu música.

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GÜERITO Tu hermosura irradia afecciones que son pies vírgenes pisando blandos la arena; descansan sobre mi pecho y dejan una huella luminosa. Si tu plexo solar fuera una casa, yo quisiera ir a habitar a ella. Allí, sostenido en manos pródigas de bondad, comería en tu mesa los frutos de la alegría más despreocupada. Calentándome, querría meter siempre las manos al fuego. Dejaría de ser huérfano tan sólo mirándote repartir el pan. Haces que un minuto sea tan intenso como lanza que el corazón atravesara. Haces más ardientes las aguas de mi sangre. Eres el oro que me hace avaro. Pero si debiera recoger de tus manos la fortuna de mi vida, una sola moneda me bastaría.

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CERCA Y LEJOS JORGE INTUÍA MI DRAGÓN Tu cara era un charco de almíbar. Tus manos, dos ríos mansos sembrados de lirios. Todos tus dientes eran de leche. Y tu sangre y tu orina trasparente: agua. Tu voz, el reposar sobre sí mismo del centeno nuevo cuando duerme. Ojos de tabaco para fumar. La sonrisa, tímida: gracia de un amanecer que descubre –tras la diminuta ventana– el sexo y no lo encuentra culpable. Aún ahora, organizas tu habitación junto a la mía; y eyaculas –bien lo imagino– sobre una superficie que desconozco; y te duermes con una música de serafines rebeldes sin buscar motivos al afecto de la almohada, ni esperar la visita del íncubo que quizá una vez oprimió tu tórax como una duda. Eras el más guapo de los jóvenes de la vecindad; y, en el sueño, yo te dije: “eres hermoso”, y respondiste: “tú también”. En esa leyenda de voces amarillas, reconocidas desde los corredores sin macetas, pudiste aniquilar el dragón que extenuaba mi soledad. Entrar, sin avisar, en mi cuarto hacia las sábanas que te esperaban como un gato la caricia familiar. Para gemir, hasta desaparecer perdonados en el cansancio tibio, en la blandura muscular, que sobrevienen al llanto en que los amigos reconocen su pureza.

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XAVIER Imagino en tu pecho un maizal en donde el sol sonríe porque acaba de despertar: un sol niño con los cabellos despeinados. Alrededor, en el músculo rosado: un pueblo pisa descalzo la tierra. Sobre cada cabeza una nube cuya caricia algo tiene algo de fiesta. Palmeras mueven su cintura como mujeres y los pastizales altos desearían arder y elevarse como incienso. El horizonte tiene, como en la infancia, un arcoíris: las monedas doradas del sueño. La frente se purifica por el sudor. Es un orbe ancho como posible, donde los días dejan su marca que no siempre es de esclavitud. Y la distancia no es límite si el cariño ilumina como hoguera. Y cada palabra de un muchacho es una finísima gota de miel resbalando de lo eterno. Tu sonrisa, aquí, se detiene en un remanso para que alguien pueda beber un trago. Y al apurarlo bebe también lo mejor de sí mismo. Es un contacto simple, pero intenso. Parecido al del niño dormido que aprieta entre sus piernas una almohada. Un viento caluroso de poesía.

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TRÉBOL DE CUATO HOJAS Debo confesar que eres, ya, una esperanza que se bebe despacio por la sinrazón del caudal tibio y ancho en que fulgura un concierto de chispas y beldades. Lo siento como una fiesta tranquila de colores. Es leche que destila de tu rostro hace poco imberbe: una certeza de hacer el bien. Aspiración. Alegría. Un regalo encontrado que debe repartirse. (Estas palabras apenas sueltan el polen deseado en el despertar de simpatías reunidas para la manifestación de lo diáfano: el ser que comulga.) Por suerte acerté tus ojos: nobleza; su mirada como un campo que alguna vez se revuelve. Y estaría dispuesto a regalarte mi corazón en la confianza sin cláusula de quien participa del pan de las almas danzando en el viento suave, el buen vino de los días multiplicado en la sangre. Nada soy que no serías por ser humano. Te levanto en mi corazón para amarte más de cerca, profundamente agradecido por tan sólo haber figurado en el camino.

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FLORACIÓN Como una flor de primavera eres que entrega a los cuatro vientos su esencia sin esperar y sin pedir. Toda tu condición es de muelles sin término, de puertas que se abren y de promesas hechas. Como una estancia te expandes. Desgajas los ladrillos grises que sostienen la tarde; tienes la llave de la oscuridad cerrada, de la mismísima y hermética noche. Buscas en ti y encuentras un espejo. Y en él contemplas la ascensión del agua, la nutrición de la tierra, el crecimiento del lirio, la esperada renovación de la aurora. Levantas y sostienes el espejo donde habito, donde es posible sentarse y descansar.

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OBSERVANDOTE TRAS LA REJA Las gotas salinas, de vida, escurrían por tu cuerpo rocoso, accidentado como planeta viejo, duro como el diamante, brillante como plata recién lavada. Y allí estaba yo, del otro lado, tras la reja. Cubierto por el manto nocturno, te contraías y volvías a abrir, ofreciendo tu pecho, brindando tu imagen para ser adorada, arrodillando a las galaxias que giraban a tu alrededor. Y mis músculos se tensaban contigo y las gotas escurrían también en mí. –Yo te imitaba involuntariamente–. Luego te fuiste y contigo se fue el universo. Yo permanecí aislado, marginal, aferrándome a la reja, para no caer.

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ALBINO Leche espesa y gozosa brotando de manantiales presentidos eres tú, afecto natural y blanquecino, lactancia prolongada por mero deleite. Leche tu saliva difundiéndose tan pronto en la mía en ondas de perfección indecible. Palomas de leche tus manos, tus maneras. Bebo en mi sed una delicia regalada. Y es como si de repente me fueras dado entero en una expulsión espasmódica, briosa, como un potro que escupiera retando al viento.

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CANTATA Estoy en amor con mi mejor amigo y su respiración entrecortada que eriza ya mis vellos y su auscultación sorprendiéndome en sopor e inseguro. Con su boca del tamaño de mi beso y la huella de su pie oloroso sobre mi pecho y su estancia permanente en mi cerebro. Estoy en amor conmigo cuando estamos juntos, con mi ronroneo protegido bajo su brazo, con mi mocedad cosquilleándole la axila y mi energía difundiéndose en la suya, encendiéndolo, haciéndolo crecer. Cómplice mío, sedante de mi fiebre, a ratos nublado de nostalgia pienso en ti y me toco. Estamos unidos con algo más fuerte que un cordón de plata: el deseo que une más, cada vez más, que la necesidad y las lágrimas. No hay más que decir que no sepas cuando me miro en tus pupilas y te hablo sin palabras.

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ADOLESCENTE EXQUISITO Voy a cantarte mi poema así, del modo que te amo, ingenuamente, simple como el animal que mama por instinto, ángel venido de musicales constelaciones, ángel de pecho exaltado por la mano del viento. De tu lira se desprenden los ecos sexuales, las alucinaciones que estremecen mi cerebro, que juegan mi razón. Tu carne tensa las fuerzas de la más sana juventud, tu piel exhala aromas que me invitan a en tus brazos medirme sin recato. Tu abdomen es la llanura donde quiero mi muerte reposar. Cuando recuesto mi cansancio en tu pecho tu corazón late una música especial por mí; y en cada respiración tu cercanía me explora, me domina. Ah, no desertar nunca de esta excitación, de este recorrido de prisas en el tacto de quien siente las ganas de llevarte siempre adentro, de ser llenado por ti. Estas aquí: dictas mis sentimientos, produces mi turbación, ensanchas mi capacidad de sonreír y la mano de tu ausencia con delicada presión va guiando mi pluma sobre esta nostalgia de olor. Te llevo como a un asombro: si pudieras ver dentro de mi te sorprendería lo hermoso que eres.

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A UN MUCHACHO PELIRROJO Tu cabello es la escarcha de fuego de no sé cuál lejanía. Quisiera sentarme a la sombra de tu cintura –palma apacible– a escribirte poemas con olor a naranja, robar los guantes de tus manos separándose de mí con una gracia que no tiene igual. Muero por desnudar tu pie, hincado ante su prohibida hermosura, como las comadronas en el templo ante el Niño Dios. Tus piernas me han recreado sueños de tan trémula avaricia. ¡Ah, no poder secuestrarte desmayado en mi abrazo para que despertaras en una realidad trasfigurada, de mejores y más bellos espejismos! Tus rizos solubles en mi deseo, tu cara de blanco sol, tus andares delgados; todo a lo que se fija a mi anhelo, todo lo que debo callar, todo está aquí, oculto y preso, en este corazón de obsidiana. Acaso sientes un tránsito de manos, un pudor infantil, si –hechicero vudú– me toco el tatuaje que llevo en el pecho, si escarbo la inicial de tu nombre con aguja cerca de mis pezones. Si escribo un poema de ti.

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EL BAILARÍN Cara iluminada por artificiales estrellas, torso sudando al vapor de cálidas emanaciones, cuerpo como un tallo que madura su deliciosa juventud que es ahora el centro de atracción de apetitos lascivos e intensos. La pista se dispone en su totalidad. ¡Acción! Y allí está él, astro que hace explosión de talentos, fama, flexibilidades, cadencia: gracia y sensualidad que se desatan como un demonio de una contorsionada botella de licor. Nadie mira a la multitud que fuma, aplaude, sonríe enardecida. Todo lo llena el bailarín, esclavo y amo imposible de una canción, héroe y semidiós creador de un instante en que espectador y artista se vuelven, más que partícipes, mártires de la codicia de una extraña dimensión mágica que es motivo y fin de la fiesta. Más el motivo que el fin; más un principio que no termina. Porque cada noche, en cada oportunidad, el bailarín se da a sí mismo en un momento en su grandeza inapelable, irrepetible.

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EL NUEVO AMIGO Vengas de donde vengas estas aquí, con toda la ofrenda de tu risa en movimiento. O no sé si yo fui hacia ti, atraído como el satélite al astro al que por vez primera se aproxima sin saber que ya en el principio había trazado su camino. Tu cercanía es como un barco henchido de promesas, como escalera para tocar la esfera más alta del alba. Y debes perdonarme primero, por no ofrecerte nada: tengo un puño de papel arrugado a mitad del pecho, idénticas cicatrices en ambos brazos y un miedo terrible como una devastación. Pero eso no se puede compartir. Me retas en un duelo de presunciones y apenas puedo tímidamente responder. Nadie me enseñó las reglas del juego, puso en mi mano la bandera de la conquista, me enseñó los apretones de la celebración. Pero aprenderé, pues la capacidad de aprender es de un muchacho la mayor virtud. En este juego –lo sé muy bien–, a veces me ganarás, y otras me perderé. Hoy es un tiempo nuevo, tupido de expectativas, lustroso como diamante. Me estremezco, como el monte presintiendo el verano.

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EL BUEN CONSEJO Rubio faro pescador de nostalgias; vas distraído, pensando no sé qué cosa ida o lejana. No pienses en lo irremediable: es temprano para toda desazón. Mira que amanece todavía en ti, girasol intacto, oro humilde, mazorca, tierra virgen o panal. No sabes que el sol que llevas en el pecho te guiará a la florida abundancia. Esa nube en tu frente es pasajera. Poema de carne e inocencia, un trigal en ti quiere arder tranquilamente. Pronto descubrirás que el mundo es el lienzo para pintar la fortuna con la sangre de labios y puños y una serpiente entre las piernas. Mira que tu voz es el hechizo con que alguien como tú escanciará el júbilo en que se sumerjan ambos buscando perlas. Te necesita y lo buscas ya, sin saberlo, para dejar en ligereza tu vida en su boca como el mar la espuma en pies desnudos. El mundo, su redondez, es tu regalo para compartir por ser joven y hermoso. Todo cabe en el hueco de tus manos… Y el mundo así es perfecto.

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ROJO Es un amanecer en que una prostituta de uñas pintadas fue asesinada. Sus zapatillas de tacón, sus entrañas sangrientas, están dispersas bajo la luz del semáforo como los pétalos de un clavel por el crimen deshojado. Es una zona de alerta donde hay hombres que visten de mujer y encienden cigarrillos a la espera de las sirenas de policía, la avenida de arrabal donde hay un bar de mala fama y canturrea un estudiante de pie ahora apenas salpicado por la tintura del morbo. Es todo. Para su plenitud, esta escena, sólo necesita terminar de suceder.

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EL CAMPEÓN Un muchacho mueve mis vibraciones internas como la mano de un fascinador los hilos de la sorpresa. Su boca es una cárdena fruta esperando ser mordida. Camina como queriendo tumbar a los otros chicos, que pasan junto a él lamiéndose los labios. Su hablar es el de los hampones: frases cortas, cargadas de significación, de autoridad. Si le veo venir no sé lo qué hacer: alargar mi mano y que duerma reposada en su entrepierna, o huir a donde nadie sepa su apellido, el persistente estribillo de sus canciones que repite al oído un coro de ángeles desnudos. Arrancar mi camisa y untarme brillantina para andarle cerca, como se anda, enamorado; o tenderle pleito en una emboscada de esquina. Su ombligo es el nudo de un regalo que quisiera mío. Cuando choca su imagen con la mía lo doy todo sin dar acaso nada. ¿Qué más da? ¡Si él me da todo sin siquiera mirarme!

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FANTASÍA Eres un niño que camina con pies desnudos por habitaciones lumínicas de mi mente: con una llave maestra abres los portales por donde se cuelan pájaros y arcoíris. Amigo dilecto, aunque nunca te he visto; y tu sonrisa no sea más que un cordón finísimo que tira de mí en un mundo de encanto privado en que despiertas un calor venturoso. Fantasía pura. Una olla de oro con galletas dulces para degustar con gula. Imagino ahora que chupo tus pies en adoración y meto entre cada dedo mi lengua por hacerte reír. Imagino estrecharte con mi abrazo hasta apretarte el alma misma. Que tus cabellos dorados se esperancen felices como los rayos del sol hasta incendiar las playas donde vives. Canto de ave tropical es la palabra pequeña que me regalas, que atesoro como un secreto de infancia. Fantasía: territorio que recreas en inocencia, en la distancia y el cariño compartidos: la huella que deja en ti este silencio…

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AZUL OSCURO A veces, cuando la mocedad va encontrando su propio mote, hay un arrebato nuevo moviendo un pecho febril que golpea contra todo, que retumba como un tambor de soldados de juguete frente a una infancia que se alarga en la añoranza. Hay, también, una constelación de himnos que nos llama donde hay otros iguales a uno que vienen y van con manos estrechadas. Y en ese sueño el sentir va reconociendo su sustancia, jugando con su propia virilidad, contemplando su belleza espejeado en aquel que baña sus pies en espumas de salivas y sílabas o se yergue en un duelo de envergaduras. Pero, si observas con atención, te darás cuenta: es, al parecer, un juego holográfico sobre una pantalla negra, donde un grupo de muchachos juega a pelear sin camisa en las calles de un barrio de hermanos. Te darás cuenta...

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SOL DE CUALQUIER HORA Eres pan solar para este corazón nervioso. Cuando me hablas, se inflaman las horas como ráfagas dichosas y la ansiedad se diluye en tus dulces palabras. Aun en la tiniebla, si tan sólo te pienso, conduces mis pasos de vuelta al hogar. Me duermo abrazado a tu recuerdo. Y, ay, si de nuevo amanezco afligido, buscando no sé qué cosa fuera de mí, tu luz desanuda los nudos de la garganta y traza en mí una sonrisa. Porque eres fuego familiar que sin quemar cauteriza. Astro de mis días, tiendo siempre a ti con manos alzadas. Tu indulgencia baja mi pecho, ensanchándolo; y allí cabes siempre, en toda tu formidable magia de muchacho amado. Tu belleza ilumina entonces La Creación entera y la sostiene. No dejes nunca a este niño que tanto te necesita vagando de vuelta en la oscuridad.

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CUANDO ME ABRAZABAS A LA ENTRADA DEL CALLEJÓN Al despedirnos, gustaba de poner mi cara cerca de tu corazón y de tus brazos sentía un calor que no me molestaba. Tu calor reposado que sé que también reserva sus denuedos. Era como el de un germinado que crecía con la amistad de los elementos. Un santiamén. Pero entre la infinitud lo destacaría incluso con palabas vedadas. La punta de un alfiler donde cabían más de los ángeles pensados, aleteando de dicha. Luego, me imaginaba contigo con mi cara en tu regazo, solos en un cuarto donde las paredes gimieran (pero ya no de dolor). Ese recuerdo gusta custodiarme como lazarillo cuando en oscuridad me desvanezco. Quizá ya nunca me abraces. Pero a lo mejor lo hagas una última vez. Y yo caiga en tu pecho como en un abismo sin fondo.

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A UNA FOTOGRAFÍA DE EDDY ANTES DE SUS VEINTE AÑOS Te veo ahora en esa cuna donde el rayo de Zeus golpeó el barro que forjó tu rostro, y así tu pavorosa belleza anómala, del mancebo de luces sombrías que serías. Obra de la tierra todavía divina, en ese tiempo bruñido de acasos ya inaccesible. (Todo eso es imaginación redonda, mas realística; que intuyo bien como el niño sus lágrimas.) Pero sí. Tiernas hierbas todavía desconocidas de aromas dulcísimos, estrelladas flores de matices versátiles y enredaderas de un apego inofensivo debían coronar ya tu frente. No el laurel de atletas, ni las hojas cárnicas y lujuriosas de los sátiros: una especie bisoña, recién rubricada por las selvas, que te señalara impar entre los nacidos, te delatara amado del mundo –mecido en el centro de sus manos– si no lo haría de mí.

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TEXTURA (El cariño también es incomprensible. Esa es la sabiduría de los ángeles. Cuando miran hacia lo Alto sus ojos pueden salir un instante cegados y el corazón es también herido por luz descomunal.) El sueño terrenal quiere, en tanto, el múltiple calendario de tus buenas palabras. El territorio, dulcificado, que recorres cuando alguien puede caminar junto a ti. Encontrar un agua sonriente en la mirada. Cordura: manos cálidas capaces de mecer una cabeza como degollada por el filo del destino. Te toco y eres suave como los sueños. Pero hay algo en ti que, en cualquier momento, podría dolerme: es la desconocida textura del cariño (si la rozas a velocidad es capaz de quemarte), hecha de estrellas, nubes, frutos y semillas de misteriosas germinaciones. Y arena que de pronto resbala y se desparrama, mi bien apenas atesorado, si una señal es equívoca, si una pequeña sombra cae sobre ti. O soy capaz de extrañarte aunque estés tan cerca que pudiera darte un abrazo si pudiera abrazar la fibra más delgada de mi pecho, allí donde desgranas todavía aquella noble palabra que podrías haber olvidado.

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TE EXTRAÑO Estás lejos; y mi mano no puede acariciar un segundo el fieltro de la tuya ni mi voz (ahora como un vidrio roto) resuena junto a ti como una queja que entre el ruido más grave de la vida se perdería. Estás lejos (te siento lejos); y he pensado en ti como un niño con gripe, apartado en su camastro, piensa en reunirse con los suyos. Y he querido rechazar, arrugar como a un papel inútil la desazón de no poder desanudar el laberinto de los días hasta encontrarte, llegando a un horizonte cercano, y mirarte como a un pequeño sol de los minutos llenando de colmenas el momento, certificando, con algo menor que una mirada cómplice, la risa ciega de lo que también siento mío: tu callada belleza de amigo. Es como una miel que se derrama desperdiciándose, pero que aún es dulce. Y clara. Y espesa: el brillo de un afecto puro hasta las lágrimas. Es el egoísmo piadoso. El miedo difuso de perderte, que me pierdas, como se pierde, olvidado en un pantalón, un billete, y luego se moja y ya no sirve. Y una como obligada necesidad de espejear el optimismo para demostrar su valor, viendo en ti, por los dos, lo hermoso que hay en mí. Y que puedas hacer, seguro, lo mismo. Una vez al menos, acaso, todavía.

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VUELVE Vuelve: no me encuentro ya más. Si me palpo sólo sorprendo mi desnudez estremecida y este vicio aturdido de plegamiento. Adonde miro sólo hay sombras que me arrastran y otros entes nacidos de mi insania. En cada rincón me siento a llorar; y la luna se ensancha de leche enferma. El sol entra por agujeros, consume las sabanas, me incendia. Sufro al presentir la dicha con que tu cuerpo se abandona en otros brazos. Vuelve. Difícil es el camino hacia exteriores. Los muebles han violado su acomodo y saltan de una pared a la contraria. Ha estallado la armonía. La gente en la calle soba mi espalda; pero no ve el infierno que en mis vísceras combustiona, que me hace regurgitar azufre, cenizas, carbón. Espantosa como novela romántica es tu ausencia. Ay, tu mirada aparece a veces entre tornillos y llaves que vuelan; pero no me dirige sus rayos: se cierra. En cada ventana hay un monstruo que me acecha. Y este instante parece ya un pozo, una dentadura que me come, una trampa que me enreda.

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DISTANCIA DEL AMIGO I Contenido en un redondel de inquietudes, en una soledad húmeda de sombras, como un huérfano a un muñeco ceniciento, me aferro a tu recuerdo que apenas ilumina el pasillo de jadeos en que sin tu mano me interno. Vislumbro en las paredes caras abyectas, ojos que me esculcan, dedos que me signan, lenguas animales que me escrutan. Y es tan pronta la asfixia de estos túneles como días y es tan lejos la salida que no sé, a mitad de la confusión de este caos de tu ausencia que me hace girar de pie como un tornillo –el que se perdió en mi cabeza y que unía la entereza al coraje–, si al andar no retrocedo. II Si tus palabras cruzaran la vastedad de la distancia y llegaran a mí por un camino presentido, me encontrarían sobando un cojín acolchonado que uso como fetiche de tu pecho. Si vinieras como ayer, coronado en tu nimbo, con el generoso trigal de tu cabello que aprendí de memoria, entero de fiesta como un sol, me encontrarías hincado ante tu fotografía que conservo como reliquia. Si desde el lejano claustro que te encarcela me enviaras una sola paloma como saludo, todo mi ser henchido de añoranzas se combaría de goces, beatificaciones y gracias.

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Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, México; 1986)


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