Galería del sueño (2008), de Aleqs Garrigóz

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ALEQS GARRIGÓZ

GALERÍA DEL SUEÑO

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS. MÉXICO, 2008

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Durante el año 2007, sufrí de una crisis psiquiátrica por la que fui atendido en un hospital público. El analista me pidió, para mi estudio clínico, iniciar un diario donde anotara mis sueños. Incapaz de soñar debido a mi afección, me fue sustituida esta tarea por la de escribir de una bitácora donde volcara mis inquietudes mentales. El resultado fue esta obra. El autor

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A mi familia

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J'ouvre en moi-même un théâtre où se joue un faux sommeil Georges Bataille

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EPÍSTOLA Padre: quiero hablarte de mis veintiún años, que son como espuma arrebatada, como viento que anda solitario y sin memoria: hablarte de mí. ¿Recuerdas cuando yo era niño y abrazabas mi timidez sobre un suelo de aserrines y entre las olorosas maderas del taller casero mordías suavemente mi oreja? Tú tenias un calor que yo no sabía comprender, el calor que ahora busco darle a mis entrañas. Cuánto ha crecido mi talle desde entonces; mas no sé si creció también mi fortaleza. Mírame en la fotografía, reconoce en mí lo que no sabré darle al mundo: el hijo de carne en que se alarga y permanece. Pero sé escribir. Y mi oficio es de cuidado. Hay que luchar por él como lucha un soldado por su patria. Soy lo que da palabra a lo mudo, la boca por la que habla la piedra, el mar y hasta el éter. En verdad. Que si he tenido éxito… no lo sé definir. Es tan complicado a veces… saber. Las líneas de esto son invisibles; y el estrado donde me he parado se ha vuelto a la vez una zona infecciosa que un portal dimensional. ¿Que por qué sufro? No lo sé. Ando cabizbajo y aturdido como el ave que no aprendió a volar, como gallo de corral que intenta un torpe vuelo, ridículo, imposible. A veces pienso que no aprendí a ser y sólo soy a mi manera, como puedo. Yo sé que entiendes. Aquí todo sigue latiendo aún: el ansia por elevarme a las cumbres luminosas, el poema rojo consumiéndose en su propio fuego, la juventud desatada que dice a todo sí –también a la desazón y a la falta de gravedad – el ritmo extraño que conduce mi sangre, mi sangre que es la tuya y que no sé cómo honrar, 6


que no sé si es de verdad sólo mía y no de toda la gente, de toda esta gente que me circunda y que amo y que quiero abrazar aun sin conocerla y que al mismo tiempo odio por no saber entenderme. Mi salud es un poco frágil. Mi estado general no tanto de ruina por cuanto aún hay oportunidad. Creo. Te decía: mis veintiún años son como el viento o la espuma o tal vez como el mar atrapado en su propio poder o como un ciclón de ideas obscenas. No importa. ¡Tengo tantos disfraces en el armario! En fin, quería saludarte y enviarte este manuscrito como a un nieto, para que pudieras reconocerte en él. Mi madre te manda amistad. Está lloviendo muy fuerte, tanto que se ha desbordado el río y derribó el puente que conducía al siguiente municipio. Ya no hay hambruna en casa. Pero los pájaros caen del cielo intoxicados ¡y circula gente deforme por la pestilente avenida!

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VIAJE ASTRAL Salgo de mí, abandono la estatua de mi cuerpo; y soy entonces, no humano: ente universal. Huelo el sonido, su consistencia penetra mi visión, su forma es mi placer, dentro de él hay almendras de oro. Palpo el paisaje, me desbordo en estrellas de humo, se me licuan los sentidos en dones amorosos y regreso por la misma frontera transparente para incorporarme al tiempo y ser su misma esencia. No es peligroso el juego; no hay limitaciones ni zonas prohibidas. Saboreo el color, cada miligramo de piel, de nube. Todo es luminoso: hasta la oscuridad brilla. Hay fosforescencias, imágenes plateadas en cambio perpetuo, hebras de luz diamantina, ilusiones del porvenir; y hoy, mañana y ayer no tienen jamás sentido: completa confusión de dimensiones, de prisas: concierto indecible, caos en perfección, mundo donde el reloj está loco, nada es todo, menos es más y la materia no ocupa ningún lugar en el espacio. Puertas al más allá, ángeles de agua, bolas de sensualidad, sombras chocarreras, viento líquido, ondas de carmín, música lunar en estado de suspensión, tactos incendiarios, coloides ingrávidos: todo es posible. Presta atención: encuentra el taller de la infancia, el ansia de la adolescencia sexual, agujas con hilo, papel incendiándose, gritos de un primer orgasmo, caras, efigies, dedos, espumas, voces de fuego, flores de polvo, icosaedros de llanto, murmullos de sal, piedras de aroma, burbujas de carbón, climas de ternura, mandalas cruzando en bandadas frente a tu tercer ojo abierto ahora como la luz al final un túnel: sueño que se crea a sí mismo, pensamiento que se ve, capricho que toma forma, temor oscuro manifestado en forma de holograma, abolición de las fronteras de la percepción; puentes a la orilla del eco, glorias de arena fugaz, resbaladillas de yeso impalpable, roces metálicos, y más y sobre y hasta como en un cinescopio que gira y gira, encendido por siempre.

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Mundo donde las leyes son cosa de niños, coordinadas absurdas de un mapa sin término. Pero la magia implota absorbiendo el futuro y debes regresar al menos, entre, ante, desde, para, contra, luego, ahora a tu lugar de origen, a tu cuerpo en viva descomposición y seguir muriendo hasta tu vida después de la vida. Hasta que tu memoria eterna, bebida en el líquido amniótico del cosmos, se libere de su caja de hueso que la presiona y la hace olvidar. Y al fin no habrá ligaduras, no más cordones de plata para flotar: alcanzarás las esferas simplísimas del infinito, la plenitud del todo absoluto. Hablarás el idioma de Dios.

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TINTA NEGRA La soledad de mi cuarto esta noche o este día terrible de nubes cargadas de tormenta o esta tarde hueca como un túnel de asfixia y hollines, se ha hecho aún más oscura. En los rincones la locura va tejiendo una red espesa que atrapa mis sentidos apocados. De la calle llama una mujer desesperadamente con un grito espantoso que nadie más escucha. Ese grito, que es hondo como una herida de guerra y alto como la escalera que va de la cobardía al suicidio, retumba en la bóveda de mi dura cabeza. Un coro de demonios va arremedando los ecos, instalado en cada ventana que el viento frío desnuda, en cada cuadro colgado como un ahorcado, en la pared agrietada, manchada con la ceniza de la culpa, mirándome fijamente, como gárgolas de opaca cantera. Una parvada de cuervos revolotea tras las rejas de mi tórax, devorando mi indefenso corazón. Y es vano intentar huir de la cárcel del tormento. Si duermo las pesadillas se instalarán en mi frente, las sombras acecharán mi angosta morada, se llevarán la limosna de paz inalcanzable. Grito de pavor hasta quebrar cada espejo; hasta romper el hilo mi voz corriendo desde nunca hasta siempre.

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TE AMO Se extingue el canario, se abate el bosque y la niebla acaba de ofuscarnos el camino si tu mano no me confirma su presencia en el terror de sobrevivir al mundo que nos acosa con manos de exterminio. Se trastorna el tiempo y puede más que lo imposible. A veces, a solas con el agua, nuestra esperanza sueña o alucina. Grandes praderas parecen murmurarnos de ese misterio enterrado que es la vida; y es como si una alta campana de cristal anunciara el fin de la tribulación, que El Mal ha sido lavado de la faz del universo. Tristeza, tristeza derramada de ánforas como un aceite oscuro y espeso. La luna es un coágulo de leche en la noche, las estrellas caen de debilidad porque los árboles padecen mutismo. No debemos seguir respirando un minuto más un perfume que sabemos no perdurará. Quisiera ser la enredadera, para ultrajar tu tronco, y que si de ti me arrancaran de raíz fuera dañado. O que tú te convirtieras, súbitamente, en una hoguera para así arrojarme a tu melena y quemar mi pecado de existir. La garúa no bendecirá el alimento porque el crisol de todo hechizo está quebrado. Me recuesto en la era segada del hoy. Todo sufre un silencio que aturde. Aves de luto se posan como centinelas en la casa que edificó nuestra autocompasión. Y es que amar es así: un muerto junto a otro, cenizas sobre el viento. Y nada más.

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DESDOBLAMIENTO DE DOS EN OTRO Estábamos juntos; unidos como hojas tiernas en una constelación de verdores: el nacimiento que en el vecino reconoce su querencia. Era la plenitud nuestra única señal. Y no necesitábamos hablar para comunicarlo. Todo estaba así dicho: la blandura de nuestros miembros aún en crecimiento, el aire que jugaba en nuestras vestiduras haciéndonos reír, una ligereza que llamábamos primavera, esa infancia de trinos y reflejos y la risa, siempre la risa, como única verdad evidente, inescrutable. Así fue el principio. Pero vino la rebeldía. Quisiste traicionarme, traicionándote. No, no era maldad. Era nuestra naturaleza. Esto que es tuyo, yo lo rechazo. Tu cuerpo que ya no es mío no sabrá darme cabida, alojamiento. Así conocimos la intemperie, desgajados de nuestro sustento primario, viciosos, probando cada uno astucias de animales que acechan, que persiguen. No. No supimos lo que hacíamos. No quisimos saber. Pero el vínculo, ese vínculo de los orígenes, nos hacía pensar en el otro; no como complemento ya, sino como escoria que había que hacer a un lado, para que el otro pudiera alzarse, lograr la claridad del cielo. Cada uno ha conocido a la vez la hosquedad de los pequeños despojos, la mentira como madrastra adoptiva, el sudor del que se adelanta primero a tender la trampa. Nuestra historia se va escribiendo día a día con una tinta más abyecta que el lodo. Y no sabemos cómo habrá de terminar. Pero si uno escucha de golpe en el fondo de la savia que transita por sus venas –como entre sueños – un sonido de agua que cae, una respiración de niño entrecortada, un murmullo apenas perceptible, no atiende, da la espalda y se va. No hay más. 12


EL PRIMO Desde siempre, hasta siempre hay alguien semejante a nosotros en vigilias, pulmones, agonĂ­a. En capacidad de exterminar... o pereza. Alguien que nos comparte su mirada para habitar en nosotros y que nosotros, asĂ­, le demos vida. Es un secreto a voces que todos sabemos. Pero si uno habla de ĂŠl, se nos vuelve una loza en la espalda que, si bien nos salva del acribillamiento, te curva de humillaciones.

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AMANTE NO NACIDO Eres lo que llena la oquedad de mi existencia. Yo apenas puedo adivinarte con temor, interpretar tu misterio como a una lámpara que se enciende desde allá –la orilla que mis sentidos no alcanzan– para que yo la vea, llamándome, no sin sentir tu intemperancia que me apresura, presiona levemente. Tu patrimonio de potestades es aún desconocido por mí. Mas sé que existes: en un trance te me revelas mientras sombras hacen extrañas oscilaciones, unas sombras que están hechas de sueño. Me hablas con tu lenguaje extranjero que estoy aprendiendo, alargas una mano invisible que me roza ligeramente, tan solo para extrañarme o hacerme flaquear. Saltas a la realidad mediante símbolos: a veces es la rama anormal de un árbol que crece hacia mi ventana o el galope de unos cascos que se van acercando –su jinete: un héroe que me raptaría a mitad de la novela–; otras el viento que se arrastra y languidece, el mismo viento que forma caprichosos remolinos de pétalos al ocaso. A veces es únicamente la noche. Quiero estar contigo, entregarme a tu juego de cartas invisibles apostando a perder. Me gusta cuando de día haces que las piedrecillas del regato canten al chocar murmurando secretamente mi nombre. (Me has enseñado que un día es sólo una isla entre dos noches, que la noche es lo que hay detrás de todos los días; que el día es sólo un accidente, una forma de la noche.) Te invoco agitando ramas de olor, dejo que tu viento entre a mi alcoba, duermo sin ropas para agradarte aún más. En alma te tengo. Pero buscarte en cuerpo es vano. Me lo has dejado saber: aún no has nacido.

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SENTIMENTAL Que el amor sea abismo entre nosotros. Que nuestra unión sea el cielo derribado, nuestro infierno en vida de todos los días. Déjame desmayarme en tus alfombras, mientras bailo al compás de la última música de la locura. Déjame fatigarme a tus pies, flagelar mi carne con el sudor de lo vulgar, bailar sobre las brazas ardientes de la herejía para que el dolor que despierte en mí sea mi mas grande felicidad. Abre las cortinas de tu corazón hacia ese salón de aroma crepuscular donde estamos tú y yo eternamente jóvenes, unidos al primer beso de sangre, al último aliento. Quiero rondar tus blancos balcones, llevar las cuerdas de mi voz en garantía de pacto irrevocable, hacer las correctas galanterías y esperarte de pie. Que la sed sea una unción de piadosas falsedades. Que nuestro hogar sea un paraíso de expulsiones. Que la dicha sea esta muerte segura de tus brazos. Que una mirada de Dios nos halle avergonzados. Desde hoy, y hasta que se levante el telón del más nuevo amanecer.

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EVANESCENCIA Soledad, muerte y amor son lo mismo. ¿Por qué dar triple nombre a lo que es uno y duele igual? Si la soledad nos hace la muerte amar, es porque en alguna región de la sustancia dichas formas se hermanan y confunden en una misma esencia aún no nombrada. Como el agua corriente, junto al hielo y el vapor.

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TODOS LOS AMANTES MUEREN JUNTOS Es verdad: todos los que aman mueren, están muriendo juntos. Cada respiro es el desgaste necesario a su caída. Los novios que van tomados de la mano estrechan un temprano o tardío cadáver. Con más o menos vigor se apresuran al final en que la muerte los une en santidad. No es necesario un pacto suicida ni apurar juntos el cianuro o el arsénico de la sabiduría, ni beber de la misma copa la cicuta o arrojarse a las vías del tren abrazados: basta salir a la calle, al sol, a la oxidación, ser traspasados por el haz aniquilante del tiempo que deberíamos llamar tempestad. Lo nuestro fue muerte a primera vista. Y cada día revivo rogando por más. Sin embargo, belleza, candidez, no hay fatalidad, no hay holocausto. Sólo la muerte permanece muerta. ¡El amor es inmortal!

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LA ESPERA DEL AMOR Un adolescente desgarra un vestido de novia en un recinto iluminado por enérgicos reflectores. En su cara escurre el sanguíneo sudor del mártir, su frente se inclina por el peso del más puro dolor. Y un coro demencial repite y repite y repite la misma canción: “Llora, resígnate sumiso a las disposiciones, como cabeza en el nudo de la horca, como niño que cae en un pozo de aguas pestilentes sin saber nadar, como hierba arrancada de raíz por un poderoso viento, quiébrate como un escuálido lápiz; pero no alargues más tu mano a la mesa donde no has de comer. Entrégate como rama a la ráfaga atroz de la tormenta; cae de rodillas, que el dueño de la bufanda que has tejido no vendrá jamás.” (Es la transmisión del pensamiento de una baja frecuencia de seres que se alimentan de miedo.) Un adolescente se estrella contra un vidrio que no cede, y patalea y eleva su cara implorando y empieza su actuación estelar: se arranca los cabellos, se golpea con puños tensos y grita y grita entablando un guión extraño donde no hay coherencia, sólo obscenas palabras de amor gritadas a nadie, hasta desmayarse y dar su mejilla al beso frío de la baldosa. –Un adolescente desgarra un vestido de novia. – Y el recinto y los reflectores y el espejo no son sino la sala de estudios de un cruel hospital psiquiátrico.

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VALS Contenme en el círculo perfecto de tu abrazo para que pueda perderme en las laberínticas promesas de la ciudad donde los espejos se trizan; y en el breve calor de tu vals mortecino recordar que sin cesar me llevas por las máscaras de ademanes caídos y sin cesar llegamos; que el cansancio es hermoso pues libera blancas palomas de nuestro pecho afligido: la antigua cripta de un funeral de escombros; recordar la distancia cada vez más fría que nos va separando de nosotros mismos, de nuestro amor contenido en una lágrima que tiembla y se precipita con la belleza de aquello que no vuelve. Quiero tenderme cobijado en una sábana sin orillas al final de la nota de esta vaporosa música que asciende y se estrella en la alta bóveda y condensa y escurre y en un mar de nostalgia nos envuelve.

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HECHOS Tu hermosura me destruye. Como una visión cegadora, me hace voltear violentamente y mirar hacia lo que se puede comprender. El amor me sostiene en éxtasis, me traspasa su luz dolorosa, me hiere su indecible verdad, me mueve en un giro de tan quieta plenitud. En vano te persigo. Tu sexo, tu aliento, tu nombre: trinidad de lo imposible. Un ejército de ángeles resguarda con espadas de fuego cada gruta dorada de tu cuerpo, vigila el milagroso acontecer de tu crecimiento, el sedoso tacto de tu revelación. Cruel parásito de mi conciencia, estrujas mis sentidos, pones en mi boca una palabra muerta, algún gesto de Cristo desfallecido. Pones a mis pies alas invisibles, me haces ser crucifijo andante. Te di mis brazos y los echaste a los perros, te di mi corazón y lo quemaste con la hierba, con mi cabeza has hecho una pelota tan dura como una piedra. Y ahora que nada tengo, todo aún te ofrezco: todo este amor palpitando sin recipiente, flotando por su propio peso. Si alguna vez muero como ahora, alguno entre la multitud habrá sido testigo. Allí, sólo allí, en su corazón, como vino escanciado en una copa, vivirá el resplandor, el ademán ausente.

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MENSAJE ABIERTO ¿Y dónde estarás ahora, príncipe de un país de milagros, donde los bicicletas cruzan los cielos en busca de los cabellos que osan desprenderse de ti, donde los árboles recitan poemas al mediodía y la lluvia de pétalos cae siempre al revés? ¿Dónde tus ojos de claro tabaco, temblorosos como ardillas? Déjame acercarme, tengo catarsis en las venas y una espuma quiere subir hasta mi boca. Estoy oliendo un ciprés; y llevo aún en las manos el recuerdo de aquellas sábanas incendiándose porque sí. Igual que zarza divina se consume la oportunidad. Quiero pararme frente a tu montaña enorme y sentir el viento de tus palabras sacudiendo mi pelo. Tus orillas se expanden mientras duermes. El desenfreno no cabe ya en las sienes. Y es tanto el poder del mundo que el amor se extermina a sí mismo. Doy fe.

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Y NOS HAN DE HABITAR LAS MISMAS CONTRADICCIONES No por mucho madrugar nuestra muerte está mas viva. Cada pequeño tropiezo es una gran batalla en la que sangramos para sentirnos a salvo, aliviados de este descenso que hemos decidido aceptar por gloria. Si me preguntas por dónde empezar, te diré que es mejor ser una estatua engalanada de besos y que tus manos me cubran la orfandad hasta reír. Has nacido para sufrirme en silencio: llevas el lenguaje del amor encerrado en el pecho. ¿Qué mana de tus ojos sino el rayo que me aniquila, salvándome de la gracia del suicidio? Pareces un vaso lleno a la mitad. Tu hermosura es comparable a un amanecer en el infierno, a una rosa de escarcha, a un paraíso de ruinas. Tu mano me anticipa su lejanía, pero mi corazón es ahora inhóspito como un continente de hielo. Tu tacto es una sábana blanca que me abriga la desnudez para llevarme al más allá. Y odio. Odio querer esta fe de palomares sumisos. Te amo. ¡Estoy enamorado de la muerte contigo!

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POEMA 14 Esta irrupción es una pista de luminosidad donde volvemos a patinar de la mano, bajo los fanales del aprecio, con el ritmo del candor. Vive, se revuelve aún en su torre dorada lo mejor de mi inclinación hacia ti: ese sabor a delicada enfermedad, el beso bajo el puente del último día de la adolescencia, tu destreza salvándome de pronto de mí mismo, mi anillo perdido y muchas veces encontrado en el baúl que compramos a la riqueza, puesto allí por ti con un gesto de tierna sabiduría. No saber si volvemos a estar juntos para quedarnos o si habrá que partir las raciones, decir adiós, viajar otra vez, hacer la guerra y olvidar traicionando la casa, el nombre, ese pálido fulgor que llamamos esperanza. No se me escapa, no, que el amor es una venda y que en labios del compromiso estamos pactados. Vienes desde tu nuevo bosque de floripondios hasta mi epicentro en el que en trompo estaba a punto de detenerse. Pero es menos que burbujas de jabón en el aire lo que pueda tener de objeción. Apareces y hemos de amarnos nuevamente. Con todas las aristas. Hasta la desgarradura.

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A GINA, EN SU LECHO Abre el libro de la mariposa emparedada y señala mi nacimiento: tus manos estrujando mi orfandad son mi destrucción más hermosa. Oh bella de las muñecas que sufren, de los jardines arrasados en lágrimas, llévame a ese rincón de las pétreas miradas donde mis anhelos ojivales alcancen la gloria en su intento. Nuestra fotografía en blanco y negro aleteó en la cercana iglesia, bajo la cruz, frente a la estatua del ángel. La lluvia torrencial abría como flores las lápidas del postrero solar. ¿Lo recuerdas tú también? He desgranado un rosario por tu nombre, mi hermosa distante, en su féretro de hielo. He puesto en un cuenco mi amor, he violentado con campanas el silencio, he gritado hasta ensordecer el mundo, he dibujado en los estrechos pasillos de las catacumbas dos corazones. ¿Hacia dónde huir? ¿A dónde?

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LAS COSAS QUE AMO DE TI Quisiera enumerarte, indolente belleza, las cosas que al mirarte me obligan a arrancarme los cabellos, entregado a un numen lumínico. Cuando te abres paso impaciente entre multitudes, es la sustancia de tu aura tan plena que los recién nacidos mueren debido a tan inusual radiación. Tus ojos son dos insensibles diamantes negros cuya única mirada vuelve niño al bravo y al débil obliga a suicidarse. Es tu olor amigo del éter divino, anticipándose como paraíso prometido; y su influjo es tal que la estepa erosionada se renueva en vastos rosales y límpidas charcas que presumen al lirio. Pero es, a mi insignificante parecer, tu altivez absoluta y dominante lo mas devastadoramente hermoso de ti pues ya volvió esclava a la honrosa casta de guerreros y el sacerdote te hizo al fin entrega del alto santuario de las deidades antiguas.

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DIÁLOGO —Creo en ti. Creo en tu mano firme y segura, que me lleva con paso medido. Creo en el paraguas que se abre como una flor protectora y en tu sombrero ostentando su breve centelleo de elegancia. Creo, también, en el encaje que me envuelve dócil a tus desgarros, en nuestro vino y en tu copa donde me vierto y expando. Creo en los paseos bajo el sol que muere al compás del reloj y en la tarde que llueve en saetas inclinadas. Creo en el instante en que los hombres huyen de la calle a refugiarse en las paradas del tranvía, que es obra del Diablo, y en el periódico que usan como techo a sus peinados. —Creo en eso yo también. Y en ti. Y en nosotros.

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NOTAS PARA UN POEMA QUE NUNCA TERMINARÉ Tu cercanía es un barco repleto de mercancías de contrabando y armas de fuego en un puerto libre de infecciones venéreas. Tu majestad es la de un portal recamado de arabescos en cuyo umbral descansara un niño muerto. Quiero mirar los días arder desde tu casa, refugiado, y ver cómo a otros hacen daño, saetas siempre dispuestas a regresar a quien creyó haberlas disparado lejos. Y, por las noches, encender juntos las lámparas y el vino, atentos a la música de lechuzas y cigarras, estrellas terrestres de los patios. Hace mucha hambre afuera del hostal donde encuentro, daño el agua que no bebo de tu boca. No me dejes nunca volver a escribir si no memorizo cada vello en tu piernas; ni caer en la tentación de huir para conocer el privilegio de entrañarte. Tengo mucho miedo de morir afuera de tus brazos.

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LSD I Sobre un mar estático me deslizo ingrávido, flotando sobre luminosos corceles de canto, y frente a mí las nubes ríen y se contraen y explotan en mil pedazos de sonido. Es el momento de lo bello, cuando los sentimientos sublimes se vierten entre sí y todas las líneas se confunden en espirales infinitas. Y sobre este mar los colores rebeldes de un caleidoscopio –trazos líquidos de magia – se agrupan en cúmulos de gozo por aquí y por allá. Y todas las formas de medición son inútiles. Melodías sin freno como cadencias íntimas. Aromas gratos como inciensos propios. II En un éxtasis de gracia me elevo al centro de las dimensiones. Y soy yo quien da nombre a lo sensible. Y es mi eje sustento de lo eterno. III Pero en algún lado hay penumbra. Y las criaturas en las aguas y en la tierra que se mueven sin fin también compiten y se devoran. Oh y es tan concebir la pierna rota de una criatura joven. Los circos de horror vienen y se imponen de lejanos dominios con sus recias criaturas desbordadas: las que se arrastran y las que torturan. Y la hierba nunca resiste la embestida de los fuertes. Y todas las cosas nombradas antes son vulnerables y temerosas. La luz y el movimiento conciben el amor. El estancamiento engendra la peste.

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IV El momento romántico no es el rasguño del albor a través de la vestidura cruel de la sombra ni la oscuridad dominando antiguos y débiles fuegos: es la entrega de los polos del universo dual en un abrazo. Sí, las formas se diluyen. Pero la memoria persiste.

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PERFECCIÓN DEL HUEVO En el concilio de sus muros se guarda como un cálido secreto el misterio de la vida, antes de ser sangre, mucho antes de ser carne. Está protegido por membranas viscosas y una corteza impenetrable para agua y aire destructivos: es El Huevo, donde se origina y perfecciona el ser antes de venir a arrastrarse, parir y asesinar a la naturaleza circundante. Está supuesto por las leyes naturales para romperse y entregarlo al mundo, unidad del cosmos viviente que respira, crece, se reproduce y abandona al morir el cuerpo de tres líneas rígidas que constituyó la fuente del mínimo calor de su breve existencia, el laberinto de sus duelos absurdos, la piedra inscrita de sus fracasos, la mina de sus sueños, el templo de su fe. El huevo atesora en su ojo y en su plasma el sigilo hermético de la creación, de la vida multiplicándose billones de veces, del aliento que anima inertes cadenas moleculares y las dota de recuerdos, angustia, necesidades bestiales e impulsos dañinos. En su interior se condensa el código sobre el cual el universo es, palpita, se ensancha o constriñe, gira o se detiene, se ilumina o se hunde en tiniebla. Añoramos todos, en lo más recóndito de nuestra memoria, esa cápsula que envolvió nuestro embrión en una cripta de seguridad, la marea contenida que nos abrigó y dio de beber alargando su manos sin forma ni color, de proteínas, medicamentos y elixires en exacta proporción. Lo añora el hombre que apartó, midió y pesó los huevos conocidos pues procede de uno, como el planeta donde habita de una mole ovalada que giraba. Nada sobra y nada falta en el huevo. Su estructura es severa donde debe,

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y también lo es blanda, suave y tierna. Gloria de la arquitectura natural, es inquebrantable por la mano prensil en sus polos que concentran energía protectora. Cáscara diseñada por un dios obstinado y solo, por un ingeniero astral cuyos planos deseara el hombre para, si le es posible, mejorarlos. Almendra de la sabiduría, recinto de magia a donde baja el bullicioso éter de las visiones. Si llega a romperse con la criatura de su interior malograda aún, –para mantener el equilibrio de un orden mayor– cada exquisita y fina hebra que la fuerza tejedora celeste unió regresaría a su regazo, sin culpa, vergüenza ni dolor. Huevo = perfección.

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LA ANGUSTIA ES NUESTRA ASFIXIA COTIDIANA Gravitando entre cuerpos como luciérnagas que en realidad son más o menos que cerillos de luz oscura consumiéndose dentro de una esfera de vidrio, no sé si la distancia no es ya igual al tiempo. Todo cambia.

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INCENDIO Las ganas de caer, el deseo de ser palabra de aire muerto, de ser otro a quien destruir: eso está en mi tuétano erizado, me llama por mi nombre para escupir mi cara, dice adiós y reaparece mañana. Y yo voy golpeándome en las paredes, lamiendo cada grieta por donde no podré escapar, delegando a la muerte mi responsabilidad; y no sé si, de tanto que me acuso, el martirio de saberme vivo se acrecienta en más sembradura de vidrios rotos. Ay, yo ya estuve aquí, gritando y gritando hacia un paraíso lunar, escuchado la sirena de los ladrones que vienen a saquear mi soledad; pero suelo amontonarme como basura en espera de una chispa aún más incomprensible. Es el momento de abrir las manos y soltar limaduras de cansancios, los restos de este absurdo tal vez, antes de que el cerebro estalle. Aunque venga lo que espero, será como si nada nunca hubiera existido. Y así, entre uno y otro fuego de inconexión, la locura me muerde los talones. Y yo volteo. Y consiento.

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FALSO DÉJÀ VU Yo escribía insomne en el cuaderno marchito y el corazón caía como una piedra en espiral hacia la nada. Y el poema me llamaba desde la tumba, enterrado vivo, pidiendo auxilio… Otra vez amanecía sobre la ciudad; pero yo sentía que en todo lo mío –maldito ya– latía un deseo de desintegración, de no ser más que sombra de las sombras. Hicieron su alboroto inútil los pájaros en los techos y yo no dejaba de rechazar lo escrito. Llegó ese otro recuerdo gris de infancia con su olor a naftalina y eucalipto para la tos; y tembló mi mano, sin querer, por un momento. Fue allí cuando pareció que algo como seda se rasgaba en el cerebro y que el tiempo se quebraba adentro del reloj. Entonces se posó sobre mí la mosca panteonera...

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ÚLTIMOS APUNTES DEL DIARIO DE UN SOLDADO (En la espesura de una selva, sin fecha.) Resuena en mi cráneo el estallido del último obús. Hiede a gangrena y lentamente comprendo que se extinguen las numeradas provisiones. Monótonamente se encienden los últimos cigarrillos. Lejos resuena un río mojando mis pensamientos, refrescando heridas grandes como el cansancio; y mi sueños emigran a vivir a sus pacificas playas. Cantan las aves estridentes lamentos. Lejos resuena el río. –¿Es también de sangre?– Tengo visiones hermosas. De niños de ondulantes arias desnudas, de ciudades enteras y jardines sin orillas, de madres que no gritan la inminencia de la muerte, de hermanos felices que se abrazan. Y por momentos olvido los coágulos pulsantes y el terror de estar despierto y pensar. Este agujero en la tierra es mi morada. Monótonamente se encienden los últimos cigarrillos. De niño la ilusión de la guerra era ferviente como el amor. El licor escasea. Los cadáveres se apilan y monótonamente se encienden los últimos cigarrillos...

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ESPEJO DE DECEPCIONES El espejo es un cinescopio que proyecta diarias fotografías de mutilaciones, angustias y ansiedades rutinarias, sueños impedidos, máscaras de horror, ternuras y felicidades frustradas, gestos crispados y duros, gélidos ademanes de estatua, ojos abiertos como insomnes, labios de piedra que no dicen nada, manos grises que se alargan… para apresar el aire que falta.

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PESADEZ DE LA TARDE Tañen las campanas de la iglesia y las ancianas llevan su luto en la espalda encorvada. Hay monedas de plomo en la fuente sombría y papeles opacos volando al aire más ligero. Un haz de luz polvorienta muere en las aceras. Miente. Miente mientras conversas, mantén una distancia ante los vecinos, habla de dinero y serás respetado. Y serás al fin un hombre. Cuando alguien enferma de tosferina se procede a encerrarlo en un cuarto aparte. No evoques el acierto de otros. Hay un asilo de ancianos a dos cuadras. Tañen las campanas; y en la acera hay un huérfano que mira a tus ojos, que parece decir: "soy pobre", pero no habla; sus pies están enlodados en desconfianza. Hay estatuas de héroes de guerra en el parque porque en la vida es necesario creer en algo. La nación se hunde en bancarrota. Y si te quedas suspenso un instante, mirando los faroles que ya se encienden, las palomas excretando corrosivamente los frentes de la catedral, los globos volando en su viaje de helio, el kiosco donde bailan dos abuelos el ultimo danzón, te darás cuenta: es otra tarde, demasiada tarde para intentar siquiera una redención.

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OLANZAPINA 10 MG Tantas veces fui lo que fui: distraído, errático, agresivo, convulso, me sentía crecer a mis expensas, contra mi voluntad. Toqué a las puertas del vecino y éstas se cerraron como el ojo que no quiere ver, azotadas siempre delante de mí. Y allá estaba yo, atrapado en mi infantil senilidad, el desvalido que la manada deja atrás a la befa, a la intemperie, carroña de los abusivos. Pero la piedad por mí me hizo pararme a los pórticos de un hospital luminoso y entonces caí de bruces sobre mí mismo, arrepentido. El mundo se me ofreció en una hoja de papel, ordenado en una pastilla, químicamente estable. (Y ya me siento mejor.) ¿Entre tantas voces, cuál es la mía propia, tantas veces sepultada? ¿Debo callar ahora? ¿Debo seguir siendo… lo que era? ¿Si a mi edad fui algo asombroso, es lícito sacrificar la cordura por pasiones meramente literarias? ¿Es lícito ser como fui…?

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ENF ERMEDAD INCURABLE En el día borracho de luz, mi corazón sufre, bosteza y espera. Y mi amor ofende al hombre que amo. Estas campanadas no anuncian la salvación; y por doquier se esparce la ceniza de la muerte. Hay flores, sí, que dulcifican la mirada que aún se afana, mas en todo fue declarado lo dañino. Este día abre sus manos como un niño perdido en un jardín. Éste es el ovillo que poco a poco se desdevana, un lugar para ser traspasado por todas las saetas de los ángeles de Dios. Y el regreso al útero es inviable. Las lágrimas siempre lavan el ojo: pero algo debió haber sido resuelto en el álgebra del mundo. Quizá una taza bebida aún tibia; una suela que comienza a abrirse; un muchacho sentado solo en un puente que aún no tiembla de miedo.

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