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Saluda nuestro Párroco

Ronaldo Laurenci

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

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Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el «agua viva» de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

En este itinerario que es la cuaresma somos iluminados para la Palabra de Dios que vamos escuchando todos los días. Decía San Geronimo, aquel que desconoce las Escrituras Sagradas desconoce a Jesucristo. En nuestro seguimiento a Cristo solo puede ser un verdadero seguir si escuchamos su Palabra y acogemos con nuestro corazón abierto para hacer la voluntad del Padre. San Ireneo lo dijo con singular claridad hacia finales del siglo II. La verdad revelada [Palabra de Dios], escribía el santo, es «como un licor precioso contenido en una vasija valiosa. Por obra del Espíritu Santo, ella [la verdad] siempre rejuvenece y rejuvenece incluso al jarrón que la contiene». Su Palabra es este frescor que renueva nuestro espíritu, renueva nuestra esperanza, y en los momentos de incertidumbre y dudas, renueva nuestra fe en el Hijo de Dios hecho carne para nuestra salvación, origen y fuente de nuestra esperanza. Al encontrar Jesus a la samaritana en el pozo de Samaria, le pide agua de beber. A esta pregunta la mujer se sorprende porque esta pensando en la agua material, entonces Jesús le contesta: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva»(Jn 4,10) . Pero Jesús no se refería 1 al agua material sino «al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: “Y al tercer día resucitará” (Mt 20,19)». Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.”

«En esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la “redención”, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar.»2 ¿de que esperanza hablamos? ¿que es la esperanza cristiana? Santa Josefina Bakhita que nació en Sudan, a los nueve años fue vendida como esclava, y desde entonces ella va conocer en su vida a muchos señores que la maltrataban hasta al punto de salir sangre. De este tiempo llevaba 144 cicatrices en su cuerpo. Cuando en su vida conoce a Jesucristo, encuentra la esperanza. No una esperanza de encontrar dueños que la tratasen bien, menos crueles, no una esperanza de mejorar de vida, no una esperanza de una casa mejor, no una esperanza inmediata y pasajera, sino una esperanza de «redimida», ya no se sentía esclava, ya era hija libre de Dios.

El itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda

yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera, este amor crucificado por mi. Por esto mi vida es hermosa, y por esta razón mi vida recobra otro sentido, el sentido de ser amado por Jesucristo

Santa Bakhita entendió que estar sin Dios es estar sin esperanza. Porque cuando ella conoce a Dios, conoce a un Señor distinto de todos los señores que había conocido en su vida, que le había creado, más aún, que la quería, la amaba. Que era amada por el Señor supremo, ante el cual todos los señores de este mundo son nada más que míseros siervos. Se sentía amada y esperada, y mucho más, que este Señor también había sufrido el ser maltratado, despreciado, humillado, el derramar su sangre y que ahora la esperaba junto a Dios Padre. Por esto, Santa Bakhita estaba llena de esperanza: `yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera, este amor crucificado por mí. Por esto mi vida es hermosa, y por esta razón mi vida recobra otro sentido, el sentido de ser amado por Jesucristo.´

Hermanos queridos que este tiempo de gracia que nos concede el Señor sea para todos nosotros el poner nuestra esperanza en la única esperanza que jamas nos defraudará. “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente” (Ap 21 6). Que en la sangre de Cristo, derramada por todos, encontremos la fuente de nuestra vida. Que la Gloriosísima Santa María os bendiga a todos.