Distopías

Distopía Claudia Rodríguez

s

EditorialĀ

Ágora

Distopías Claudia Rodríguez

Título opriginal: Distopías 1ra Edición en colección Ágora en México. Mayo de 2020.

Claudia Rodríguez, 2020 Ilustración de la cubierta: Distopías por Claudia Rodríguez.

Corrección de estilo: Saúl Medina.

Reservados todos los derechos de esta edición para Ágora Editores México, S.A. de C.V. www.agora-revista.com

Para los locos que extraĂąan su hogar

índice As Tech 15 ¿Quién? 25 sin rostro 33 Infancia 41 extraños 49

1

As Tech AsTech es la empresa que logró dominarlo casi todo, es el monopolio más grande del mundo. No puedes caminar por las calles sin ver un anuncio, un espectacular o un producto de ellos, todos consumen sus playeras, sus automóviles, artículos electrónicos; es casi imposible creer que han dominado la mayoría de los rubros del mercado moderno.

Pero no sólo poseen dinero, renombre y poder, sino aquello que la gente más desea: poder ver a sus seres amados una última vez.

Una nueva tecnología desarrollada por las mentes más brillantes de Estados Unidos, nadie sabe cómo funciona exactamente, pero lo que sí sabemos es que una vez que pones un pie dentro de aquel edificio de vidrios relucientes con más de 50 pisos, no sales jamás.

Mi nombre es Cooper y he trabajado más de 10 años para AsTech, no he logrado mucho en ese lapso, apenas un mínimo aumento de sueldo y un cubículo ligeramente más grande, pero la realidad es que sigo siendo un mediocre que pasa horas frente al computador vaciando datos que ni si quiera puedo comprender.

Lo único que alimenta mis días y los llena de felicidad es ella, Violeta, la mujer más bella que ha pisado la tierra, con sus cabellos negros, largos y rizados, sus ojos grisáceos brillantes y su piel aperlada con labios entintados naturalmente de un rojo escarlata. Cuento las horas recargando en el escritorio para poder ver aquel rostro que roba a muchos la respiración y acariciar el cuerpo que sólo los afortunados han podido.

15

Ella es el gran amor de mi vida y además una importante ejecutiva de AsTech, a veces siento vergüenza de no poder ser igual de exitoso que ella, no sé qué hice bien o porqué el destino me bendijo con tal amante.

Su padre, William, jamás me quiso y no lo culpo, yo tampoco he logrado comprender por qué está conmigo. Él está muerto ahora, se suicidó hace unos meses sin motivo aparente, un día apareció en el lobby del edificio central de AsTech, fue muy extraño pues él era el que estaba promoviendo y desarrollando la tecnología que ahora es todo un éxito, su cuerpo fue encontrado días antes del lanzamiento.

Las autoridades siguen investigando y la especulación entre la opinión pública ha aumentado. Muchos creen que su amigo, Peter, lo asesinó para quedarse con el proyecto, otros creen que fue un crimen pasional y que se acostaba con su secretaria, pero como haya sido, nadie cree que fue un suicidio.

Violeta lo extraña mucho y yo siento impotencia al verla llorar cada noche, al ver el estrés que la corroe por tanta responsabilidad que dejó en sus manos.

Casi no duerme y a veces ni si quiera come, llega de trabajar, duerme, despierta y continúa su labor; yo, yo la extraño a ella, siento que se irá en cualquier momento, ha estado tan distante y lejana que podría jurar que ya no vive a mi lado.

Quiero acercarme de nuevo, pero sólo recibo una cara que voltea al lado contrario, un gesto de disgusto y si tengo suerte, las buenas noches. Estoy harto de esto, la entiendo y no la juzgo, pero podría jurar que está viendo a alguien más, ¿cómo lo sé? Usa el teléfono a hurtadillas, de pronto sale mucho sin decirme adonde fue ni con quién y sé que no me debe explicaciones, pero sólo aumentan mis sospechas. Siempre he sido inseguro, pero está vez creo que he sobrepasado mis límites con tal de no perderla, porque me moriría si lo hiciera.

Los celos no te llevan a nada bueno jamás, lo sé porque me han hecho cometer tantas estupideces...como la que estoy a punto de cometer ahora, que compromete toda mi relación y hace que penda de un hilo, pero necesito saberlo, quiero entender por qué. Abro la computadora, conozco perfectamente la contraseña y la ingreso, comienzo a navegar, a revisar mensajes y archivos, pero ¡oh sorpresa!, encontré algo mucho peor de lo que esperaba.

Cientos y cientos de archivos confidenciales de la empresa que únicamente los ejecutivos más importantes tienen en sus ordenadores. Lo leo y no lo creo, no puedo creer que Violeta esté involucrada en tan atroz situación, ojalá fuera mentira, pero no lo es. Esto explicaría todo lo que anda mal con ella y el por qué nadie sale de aquel edificio reluciente de más de 50 pisos vivo.

¿Recuerdan la tecnología brillante que AsTech recientemente lanzó al público? Bueno, pues les explico, dentro de esas habitaciones brillan-

16

tes —y sobre todo frías para poder mantener funcionando toda la maquinaria—, pasa algo mágico: regresa la persona que más has amado en tu vida, la que tú eliges ver, pero ese ser querido que eliges ver debe estar muerto. Eso es algo público, todo el mundo lo sabe, vuelven en una especie de holograma, pero su esencia es muy real y vívida, la pregunta es: ¿cómo lo logran?

En los documentos que tenía Violeta guardados, vienen todos los procesos y prácticas que se realizaron para poder poner en marcha el proyecto. Prácticas ilegales en los que les pagaban a vagabundos para experimentar con su glándula pineal, es evidente que ellos nunca lograban cobrar el dinero prometido sino que morían durante las pruebas. Nadie sobrevivió, pero la tecnología funcionaba perfectamente.

AsTech tuvo que buscar la manera de sacar su tecnología porque, además de que ya la había promocionado por meses, habían invertido una cantidad increíble de dinero. La verdadera pregunta que ellos se plantearon fue: cómo matar personas sin cometer crimen alguno, imposible ¿no?

Quizá no tanto; hay una razón por la que nunca vuelves a salir del edificio, una simple y pequeña condición por una gran recompensa: tu vida.

Yo no lo podía creer, te hacen firmar un contrato donde aceptas que utilicen tu glándula pineal para traer la esencia de alguien más cuando sea requerido, una vida por otra, bastante justo creen ellos. Pero a mí me parece una atrocidad y estoy seguro de que al resto del mundo también, ahora que es una tecnología emergente sería un gran momento para difundir los papeles. Lo que me causa mucho conflicto es por qué en algún momento William deja de firmar en los acuerdos de confidencialidad y contratos con las personas experimentales muchos meses antes de su muerte.

Estoy seguro de que si alguien descubre lo que yo sé, incluso Violeta, estoy muerto porque esa información podría destruir por completo un monopolio gigantesco, ¿y quién gana en una batalla así? ¿El monopolio globalizado o el ingenuo oficinista? La respuesta es obvia, pero quizá alguna manera de poder comprender mejor lo que suceda es usar su propia tecnología en su contra y hacer que el mundo entero sepa lo que hacen.

He decidido entrar al edificio, tengo los planos y los horarios — gracias a mi indiscreta solución para encontrarle un supuesto amante a mi novia— para poder ejecutar la misión, sólo me queda hacerlo. Quizá ustedes se estén preguntando para qué quiero entrar; es simple, trataré de hablar con William y que él me explique la verdad o por lo menos, su verdad. Mientras tanto intentaré subir los documentos a la nube y programarlos para su publicación unas horas después de que abandone el edificio.

17

Estoy tranquilo de que Violeta estará bien, eliminé su nombre de los archivos por su propia seguridad y por supuesto que no se ha enterado de nada, espero; yo borré todo rastro que pudiese dejar una pista de lo sucedido y de que esos papeles estaban en mi poder. Pero esto es algo que debo hacer, porque trasciende mi relación y mi vida, podría salvar a muchas personas de ser consumidas por una empresa capitalista y fascista.

Las cámaras se apagan durante diez minutos en sincronía para hacer cierre de video, guardarlos automáticamente e iniciar nuevos, sin embargo, durante ese tiempo los guardias se colocan justo debajo de dichas cámaras, excepto en la única entrada libre para mi posibilidad de supervivencia: los ductos de basura. La basura se saca cada lunes y jueves a las 10 a.m., lo cual indica que estarán ocupados por el personal de limpieza, yo me mezclaré con ellos e ingresaré por el ducto justo cuando dejen las bolsas en el camión y el área esté despejada.

Una vez dentro el frío es mucho más intenso de lo que creía, el olor a muerte es lo único que recorre los pasillos y los más frívolos científicos que han pisado la tierra caminan tranquilos por estos, dispuestos a matar más personas. Y aunque el coraje me consume, no dejaré que afecte mi propósito...cada vez más cerca de ser cumplido.

Tengo más de veinte mensajes de Violeta, preguntando por mí y diciendo que está muy preocupada por saber dónde estoy; quizá lo sepa, pero ella sería incapaz de delatarme, no existe ninguna razón que pudiese quebrarla; a parte hay solamente cinco metros de distancia entre la verdad y yo, mi voluntad es tan fuerte que el miedo desaparece.

El cuarto está tan sólo que ni si quiera parece que vuelven “almas” a la vida, un espacio bastante amplio con vidrios polarizados, luces azules, pisos de un plateado perfecto y en medio un sillón reclinable negro de piel sintética con unos lentes de realidad aumentada en el centro. Justo frente a toda esta extravagancia, un encendedor eléctrico blanco con un botón al costado y un teclado virtual para buscar a esa persona que podrá salvarte por un momento de la vida.

William Ferrer —escribo letra por letra mientras el corazón se me sale del pecho— pero, algo raro sucede, no está en el sistema, no existe. De pronto pasos se acercan y el nudo de mi garganta se pasa directo al estómago dándole un vuelco completo, la respiración se agita, mis manos tiemblan y el sudor de mis manos me impide seguir tecleando.

La puerta se abre, estoy muerto ¿no creen? Quizá siempre lo estuve, cuando escuché lo mismo de la boca del genio detrás de toda esta operación: Ferrer; no podía creer sus palabras.

18

—¿Crees que nadie se iba a dar cuenta de todo lo que te enteraste? ¿De todos los documentos que descargaste? Sin importar qué decisión hubieras tomado ya estabas más que muerto, es sólo que decidí tomarme la molestia de asegurarme que lo supieras. Mi padre nunca murió, sólo fue una medida necesaria para distraer al público de lo que en realidad estaba pasando; la especulación, suposición y morbo es lo que mantiene más entretenido a la sociedad.

Adiós, supongo que el sistema no te deja muchas opciones y es claro que la vida sólo una: la muerte.

19

2

24

¿Quién?

Estaba caminando por la calle Guaymas, a punto de cruzar la avenida Chapultepec para poder llegar a la estación del metro más cercana; venía agitada, las piernas parecían ya no responder después de tanto correr, los muslos me quemaban. La angustia y tensión aumentaron cuando miré el reloj, era terriblemente tarde; la noche me abrazaba y el frío me adormecía, el metro cerraba en una hora y mi peor pesadilla sólo estaba comenzando.

Yo venía alucinada y ciertamente no tenía una completa noción de lo que pasaba alrededor de mí, aquella droga extraña que acababa de consumir cada vez se diluía más con mi sangre, trataba de concentrarme y caminaba más aprisa, movía mi cabeza tratando —sin éxito alguno— de poder enfocarme en el camino. Daba pasos más largos, pero mientras más me acercaba al metro más parecía alejarse y un mal augurio estrujaba mi corazón, sentía un vacío en el estómago.

De ninguna manera podía asegurar que mis presentimientos eran verdaderos o simplemente una tremenda paranoia por los efectos de la droga, sin embargo, no podía confiarme en que sólo estaba pasando por una ofuscación, la situación era peligrosa y tenía que estar alerta.

Decidí seguir mis instintos y mantuve una gran precaución en todo momento, pero la vibra negativa no cesaba, aumentaba progresivamente junto con la lluvia, los baches encharcados ocasionaban una filtración desagradable en mis pies, ahora empapados, congelándome hasta las heridas del alma.

25

Después de una larga caminata por una ciudad inmensa en una noche tan profunda llegué por fin a la estación del transporte, que aquel día no parecía tan colectivo, lo que me hacía dudar aún más de la situación porque esa zona tan transitada parecía un pueblo fantasma; aún con el miedo que subía por mi espalda —sentía como se tensaban mis músculos, poro por poro los vellos se me ponían de punta y un gélido aire acariciaba todo mi cuerpo— tuve que continuar mi camino sin dejar que nada se interpusiera, no podía dejar inconcluso ese asunto.

Me decidí a bajar las escaleras oxidadas, con una neblina tan densa que ya descendía al subterráneo, y un olor peculiar a humedad invadía mis fosas nasales. El vaho salía por mi boca seca y la situación no podía tornarse más lúgubre.

De pronto una sombra me hizo soltar un suspiro, el pánico me asediaba el corazón, pero seguí avanzando; seguro sólo está pasando en mi mente, pensé. Cuando llegué al lado de la sombra podía sentir su respiración rozando mi cuello y de pronto su brazo estaba frente a mí sin permitirme bajar más, estaba jadeando y mi corazón se quería salir del pecho. Él estaba estático e inerte, sus suspiros eran tan lentos que parecía muerto, y a pesar de su apariencia indefensa, no podía moverme hacia ningún lado, estaba paralizada. De pronto acercó sus labios poco a poco al ombligo de mi oreja, su piel rasposa rozó la mía, provocándome un escalofrío que recorrió cada fibra de mi cuerpo.

— Están locos —dijo él en un susurro.

— ¿Locos? ¿Quiénes? —pregunté con la voz quebradiza, mientras pasaba un espeso y amargo trago de saliva por mi garganta reseca del miedo, pero no obtuve una respuesta.

Retiró su brazo y me permitió continuar con mi camino, volteé a verlo mientras descendía, pero no pude bajar 5 escalones más sin que otro hombre me detuviera, esta vez bruscamente me jaló de los hombros, me sacudió y me vio directo a los ojos como si tratara de hacerme daño a través de ellos. Esa mirada, esa mirada tan penetrante y esos ojos totalmente negros y abiertos, de ojeras profundas —que parecían de meses sin poder conciliar el sueño— y su cara tan pálida me hicieron gritar del miedo, di unos pasos hacia atrás y tropecé con el escalón superior.

Las lágrimas recorrían mis mejillas, mientras asustada trataba de subir las escaleras arrastrando mi cuerpo lentamente de espaldas, pero él se agachó violentamente hacia mí poniendo sus manos a lado de las mías pasando sus brazos por encima de mis hombros.

26

— No lo hagas, no hay salida—apenas pudo pronunciar el hombre mientras volvía a erguirse.

— ¿A qué te refieres? —dije, retrocediendo nuevamente hasta que mi cabeza golpeó con el barandal.

— No lo olvides—tartamudeó y desapareció entre el turbio ambiente.

Tenía miedo de que alguien lo hubiera descubierto, dos hombres parecían estar conscientes de lo que estaba a punto de hacer, si tan sólo pudiera saber quiénes eran ellos…Continúe mi camino desconcertada y comencé a escuchar voces repitiendo las mismas palabras: están locos, no hay salida, ecos insoportables que parecían acampanarle la entrada a mi muerte; la barahúnda me abrumaba y el miedo me consumía.

El silencio ensordecedor volvió y me adentré en la estación, las luces parpadeaban y para ese momento la taquilla había desaparecido, giré mi cabeza a todos lados para buscar a los policías que para ese momento ya no existían en el lugar; me decidí a pasar por debajo de los torniquetes, y justo cuando camino hacia ellos, tampoco están. Sólo había una especie de laberinto formado de barrotes, la condena encarnada: un sólo camino por seguir, pues de pronto la entrada del metro se había convertido en un cuarto hermético, sin más salidas, puro cemento.

Quedé estupefacta, pasmada ahí frente a la inevitable tortura que el destino me había deparado, respiraba fuertemente intentando contener más lágrimas, la quijada me dolía de tanto apretar los dientes, no podía creer lo que estaba pasando: lo sabían, todos lo sabían; di un paso para atrás y de pronto caí en algo que se sintió como un pozo profundo, perdí la conciencia por poco más de un minuto e inmediatamente al reaccionar una sensación de vacío me envolvía, una oscuridad que me causaba ceguera, sentí un golpe al hundirme por completo en el hoyo y al recuperar la visión estaba atrapada en una cárcel o algo más parecido a un burdel con los mismos barrotes del laberinto.

Mujeres vestidas con lencería rojinegra, corsés ajustados y medias de red recorriendo de aquí para allá la pequeña prisión en la que todo era hecho de cemento: las repisas para sus objetos personales —que eran muy pocos los que les permitían tener a cada una— y las bancas de los vestidores que tenían cortinas rotas en lugar de puertas, sin ventanas ni esperanza. Lo que me pareció más horrible fue que parecía que ninguna tenía alma, las habían olvidado y su vida se marchitó, sus ilusiones se disolvieron con el recuerdo que solía existir de ellas. Insoportable era la idea de que eventualmente las mías también se esfumarían; no tenía otra alternativa más que tratar de seguir con el maldito plan.

27

Desde hace meses sigo a Carlos Miramontes, presidente nacional de la empresa AsTech en México, he estado investigando su caso y él junto con un grupo de políticos —como Javier Gorostieta, un pelón frígido, Mario Aguilera, un bigotón pretencioso y claro, el presidente del país Héctor Zepeda, canoso y cínico con pinta de inocencia—, han estado en el negocio de la trata de blancas y la pederastia.

Hace unas cuantas semanas estuve muy cerca de poder publicar toda la información que había recopilado hasta entonces, pero recibí amenazas hacia mi persona y mis seres queridos, podía notar que alguien me estaba siguiendo, sabían exactamente lo mucho que sé y eso no les conviene; destruiría públicamente todo el emporio ilegal que han construido.

De pronto, en medio de toda la danza ilícita de mujeres que se peinan y maquillan frente a espejos medio rotos, entre fotos viejas y un olor de humedad terrible, entró el mismísimo Carlos Miramontes a hacer uno de sus chequeos semanales. Yo estaba sudando y pálida, pero busqué una peluca rosa mexicano de esas extravagantes que resguardaban en un pequeño baúl, me maquillé rápido y me escondí entre todas para que no lograra reconocerme. Finalmente, él se retiró sin decir mucho al respecto y sin poder verme.

Quizá este plan no vale la pena, pensé; pero ya había luchado tanto por liberar a las chicas, por matar a Carlos y destruir su macabro reinado de dolor. Cuando caí a este lugar perdí todas las armas de defensa que traía, estaba indefensa, sólo con un celular que tenía la pantalla quebrada en la mano y cinco pesos en mi bolsillo derecho. Quería conseguir algo para terminar aquella misión, en serio lo anhelaba como nunca había deseado nada en mi vida.

Intenté hablar con la única persona que tenía la posibilidad de hablar en español—muchas de las mujeres secuestradas y arrancadas de sus familias eran indígenas—, la mujer se parecía mucho a mí, pero todo lo que decía ella lo repetía con una voz mucho más grave: — ¿Dónde estamos? — preguntaba yo y — ¿dónde estamos? — repetía ella.

Fue un completo malgaste del tiempo, que para ese momento no sabía cuánto había transcurrido ya, podría jurar que horas enteras habían pasado sin descifrar lo que estaba sucediendo y por supuesto, sin poder hallar salida alguna. Lo único seguro era que, mujer que caía en garras de Carlos, mujer que no se volvía a ver viva.

28

Busqué rápidamente todas las entradas y salidas que había, sólo un pequeño tragaluz, la puerta completamente rota para el baño que tenía una pequeña ventana abarrotada para los malos olores, y por supuesto la pequeña puerta de hierro por la que entra y sale Miramontes junto con sus gorilas dispuestos a asesinar, golpear y hacer lo necesario para satisfacer a su jefe.

Pasaron días enteros en los que observé la rutina de Carlos y las chicas, en varias ocasiones tuve que ser prostituida para pasar desapercibida; lo más importante es que hay tantas mujeres y secuestran tantas a diario que ni si quiera se dieron cuenta de que había una más, pero les aseguro que si faltara alguna lo notarían al instante. En fin, gracias a el análisis que realicé pude ejecutar el plan.

Pedro Grijalva iba todos los miércoles a un servicio, como siempre me tocaba a mi atenderlo pues él lo solicitaba. Pero hoy yo me negué, dije que me sentía mal, que tenía una diarrea muy fuerte y necesitaba descansar; así que Carlos, como usualmente lo hace cuando las chicas están enfermas, manda a un doctor a asegurarse que en efecto tengan algún padecimiento y si es así, dependiendo de la gravedad, les da medicamento o simplemente las asesina —en casos fatídicos como enfermedades terminales—.

Yo sabía perfectamente que estaba en buen estado físico, pero cuando me dejaron a solas con el doctor, fingí retorcerme del dolor hasta que por “accidente” tiré la tabla donde estaba haciendo sus anotaciones. En cuanto él se agachó para recogerla tomé uno de los bisturíes y una jeringa con anestesia de la charola de operaciones, aparentemente no iban a hacer una revisión normal sino una lobotomía como solían hacerlo con todas las mujeres, fui muy poética y retórica cuando quise encontrar una explicación a su aparente falta de alma; sólo necesitaban que se sintieran enfermas para realizarles el procedimiento.

Cuando el doctor levantó la mirada, le inyecté la anestesia en el cuello y enseguida lo desgarré con el bisturí para que se desangrara. Coloqué la mayor cantidad de papel posible que absorbiera lo suficiente como para que no se regara hacia el área común. Con los instrumentos empecé a hacer ruidos en una pequeña ventana que había en aquella habitación para que entraran a ver qué pasaba.

Me escondí dentro de un armario pequeño, con las armas listas para atacar, ellos entraron como lo planeé, vieron el cuerpo del doctor.

—¡¿Qué carajos?! — exclamó con un odio cotidiano el guarura de Miramontes — ¡Búsquenla! — ordenó el jefe de seguridad a todos los guardaespaldas de Carlos.

29

Justo cuando abren las puertas rechinantes, brinco sin miedo y clavo las herramientas en el pecho a la altura del corazón al primero de 4 guardias, incluyendo al jefe, sigo con los otros tres con una extraña facilidad hasta que llegué con Carlos, me mira directamente a los ojos y simplemente dice: —¿Qué no te advirtieron? — con una risa burlona entre sus labios.

—¿Me advirtieron qué?

— Que estamos locos...

Mi corazón se detuvo un segundo y estoy segura de que no podía respirar, de pronto sólo siento un dolor muy fuerte en mi abdomen, toco y siento húmedo, veo mi mano y está empapada de sangre. El ambiente se torna negro y la silueta de Carlos Miramontes empieza a perder nitidez. Quizá he muerto, pero no se siente así. ...

Despierto en un cuarto de cemento, con muchas otras mujeres, entra una chica nueva muy asustada y desconcertada, se parece mucho a mí y me pregunta: —¿Dónde estamos?, a lo que y contesto exactamente lo mismo.

Ella nos veía como si ninguna tuviera alma o alguna señal de haber sentido algo antes, antes de llegar al infierno, antes de morir en vida.

Ahí, fue ahí cuando caí en cuenta que la droga sólo fue un medio para que llegaras a tal lugar, ese que nadie sabe cuál es, que parece escondido debajo de una estación del metro, pero que en realidad puede ser cualquier lugar, para que me extrajeran las ilusiones y terminara en un bucle sin salida, donde ya ganó el miedo, donde ya venció la injusticia y donde ya hemos perdido todo, hasta lo más importante: la libertad.

30

31

3

36

sin rostro Cada día camino a la parada del autobús, espero pacientemente a que llegue, aunque la neblina y el frío de la mañana me congelen hasta los pensamientos. Apenas y se alcanza a ver el sol saliendo de las montañas a lo lejos y ese es el único acercamiento que tengo con la naturaleza, mi dosis diaria de anhelo, el deseo de sentirme.

Me subo al transporte y las personas a mi al rededor se ven tan extrañas, tan ajenas a mi realidad, sus rostros se ven borrosos, casi no puedo distinguir las facciones y quizá sea eso lo que te da la sensación de lejanía, la pertenencia perdida del alma rota en una ciudad destrozada por las guerras, la hambruna y el dolor.

La única luz que refleja es la de los celulares en las casi desfiguradas caras de la gente, clic tras clic se les va la vida; si supieran cuánto lastima un corazón desolado por la pérdida de alguien, quizá si pudieran compartir ese sentimiento no desperdiciarían tanto tiempo enviando mensajes o consultando información que a los días se desaparecerá de su memoria. Aunque tampoco les quito crédito de su tristeza, a veces es tan inmensa que el único refugio es la soledad digital.

Han pasado casi cinco años desde que la guerra terminó y aún se siente en el ambiente los rezagos que dejó, la casi nula empatía, los restos de humanidad que dejamos atrás y el odio que se irrigó en nuestros corazones. Ya no somos y ya no pertenecemos, sin embargo, cada día tomamos el mismo camión y vamos a trabajar o a estudiar en un intento inútil por dejar de lado la insoportable existencia que nos acoge a diario, en una avidez por recuperar la normalidad que ahora es sólo una ilusión de algo que fue.

Pasamos por las mismas calles, pisamos los mismos adoquines, respiramos el mismo aire contaminado por las industrias que siguen dominando el sistema mercantil —a pesar de nuestros esfuerzos por librarnos de la esclavi-

37

tud que sólo nos ha dejado desigualdad social y humana—, y aunque todavía somos habitantes del mismo mundo, no parecemos pertenecer aquí.

Yo lo perdí todo en la guerra, mi familia, al amor de mi vida Mariana, mis amigos y todo lo que conocía, fui una de las pocas sobrevivientes en Madrid, gracias a un búnker que encontré por casualidad en el bosque, ahí permanecí días, tenía comida suficiente en los estantes y agua potable para sobrevivir al menos un mes. A pesar de que fue un encuentro fortuito, estoy segura de que no era el único pues pertenece a una de las empresas más grandes de la sociedad neoposmoderna: AsTech, aunque ahora no es el emporio que fue, sigue teniendo bastante influencia global.

He pasado los últimos cinco años de mi vida investigando sobre las consecuencias de la guerra y la ubicación de otros posibles búnkeres pues, desde entonces, algo ha cambiado en mí. Sueño con personas con rostros totalmente reconocibles, sus facciones me resultan familiares y siento que los conozco de toda la vida, algo inusual para la época actual. Además, he notado que mi corazón se debilita, el pálpito no es igual que antes, la respiración me falta y seguido tengo dolores de cabeza.

Sigo yendo a trabajar como ayudante de cocina en un pequeño restaurant cerca del centro de Valencia, pero en mis tiempos libres puedo dedicarme a buscar testimonios, leer libros e incluso he conseguido obtener copias de los mapas de las construcciones realizadas en toda España antes de la guerra, quizá lo menos importante es explicar cómo logré conseguirlos, digamos que conozco a alguien en las oficinas de la SGS. La guerra estalló el 18 de octubre en el año 2045, yo tenía apenas 25 años —ahora 36—, recuerdo la primer bomba detonada en Irak por parte de Estados Unidos, los bandos se habían declarado desde mucho tiempo antes y aunque una gran cantidad de países se rehusaban a participar en la atrocidad, no nos quedó otra opción.

La batalla era simple pero estúpida, la búsqueda por el poder y el dinero; lo único que querían los países “desarrollados” era la dominación total del mundo a partir del robo de tierras, de recursos y a costa de la muerte de millones de personas.

Pasaron seis largos años, que parecieron siglos enteros, para que terminara todo, ganaron los malos por supuesto, los sedientos de poder, los denominados “del centro”. Al parecer, de acuerdo con mi investigación, los

38

intereses económicos se veían influenciados por empresas gigantescas, una de ellas AsTech.

No era casualidad que los búnkeres estuvieran construidos en puntos claves de los países donde tenían sedes, es como si los hubieran puesto ahí sabiendo de antemano que una guerra devastadora se avecinaba. Lo que no sabían era que el ataque inminente a sus oficinas sería el fin para muchas personas que estaban destinadas a usar dichos refugios, quizá es por eso que el mío estaba vacío.

He logrado localizar a por lo menos tres personas que usaron algunos refugios ubicados en Medellín, Madrid y Barcelona respectivamente; he tratado de contactarlos sin éxito alguno. Por lo mientras sigo con la búsqueda, y cada vez encuentro cosas más turbias como miles de cuerpos enterrados bajo los búnkeres con los que experimentaban para crear sus tecnologías, algo completamente ilegal e inhumano.

Así también encontré pruebas del uso de materiales radioactivos como el cobalto 60 para la construcción de armas biológicas, probablemente usadas en la guerra.

Ahora caigo en cuenta que esa exposición a los desechos radioactivos son los que me han estado dando problemas de salud, es por eso que necesito darme prisa para poder encontrar a los demás, quizá eso logre llenar el vacío que siento ahora, quizá verlos sería como reencontrarme con una familia que no pedí, pero que justo ahora necesito.

El autobús sigue su camino, la luz del sol ya ha coloreado de dorado todas las paredes de las casas y edificios, poco a poco los sin rostro han abandonado el vehículo. Y de pronto pasa lo que había estado esperando, se sube al camión con un rostro completamente reconocible, con sus facciones perfectamente iluminadas por la luz de las ventanas, sus ojos fijos en la nada y así sin más nos vemos.

Probablemente ahora me arrepiento de todo lo que pude decir y no dije, de todo lo que quise hacer y no pude, quizá justo ahora no puedo dejar de pensar en todo el tiempo que gasté pensando en lo que fue esa guerra, en lo que podían ser esas personas conocidas en sueños en vez de concentrarme en la persona más importante de mi vida: yo.

Hoy el anhelo ha muerto junto con el deseo, pero así como el fuego se apaga, el dolor y tristeza también murieron. Jorge, Jorge, Jorge, el hombre de gabardina café, zapatos negros y camisa verde militar con un pequeño bolsillo que guarda-

39

ba un pañuelo. Jorge se acercó a mí y me llamó por mi nombre, Lidia, ¿cómo lo supo? pensaba; era obvio que él también me veía, me soñaba y me pensaba.

Me enseñó una libreta donde tenía apuntado todo lo que había investigado sobre lo sucedido, a diferencia de mí, él hizo una búsqueda más exhaustiva, tal vez el hecho de haber perdido hasta el alma lo motivó a encontrar una razón para seguir vivo. Encontró a los demás, Carlos, Carlota y otros tantos que yo ni si quiera pude rastrear, me explicó que la radiación se encontraba en todos los refugios y la posibilidad de morir era alta, a menos que obtuviera la sangre de todos los expuestos para hacerse una transfusión y así salvar su vida.

Creo que desde que lo vi lo supe, como un vampiro me extrajo toda la sangre de mi cuerpo, todo el dolor se lo llevó en sus hombros y de pronto me di cuenta que había perdido el rostro y que Jorge era sólo un peón más en el juego, era alguien a quien podían utilizar para encontrar a todos aquellos testigos u observadores de la guerra para chuparles el alma, para robarles el rostro y así, matar la posibilidad de que la historia sea contada por alguien más que no sean ellos, para así poseernos y nunca dejarnos libres.

40

41

4

46

Infancia No recuerdo muchas cosas de mi infancia, quizá porque mi mente ha bloqueado aquellas cosas que me lastimaron.

Quisiera poder ver atrás y decir lo feliz que fui, pero todo sería mentira.

Hubo momentos felices, estoy segura, puedo verlo en las fotos familiares y en las cartas que le escribía diario a mamá. Mamá. Mamá. Mamá.

Pero, qué pasó con todo aquello que no está ahí, esos momentos con todas las tonalidades de grises; me refugiaba en la lectura y en el dibujo, sin embargo, a veces no se puede escapar del dolor.

Tanto miedo. Hay veces, hay veces cuando cierro los ojos, los párpados bien pesados y apretados, hay veces cuando empiezo recordar y mi mente se pone en blanco, hay veces en que desearía volver a empezar.

Si tan sólo pudiera volver a comenzar, como diría Café Tacvba, si sobreviviera a los lamentos pediría fuerzas para decirme cuánto lo siento; lo siento por no haberlo impedido, por no haber hablado, por no haber hecho algo pero, sólo tenía 7 años.

La culpa no fue tuya, pero igual quiero pedirte perdón, por todo eso que pude hacer y no hice, por cómo tuviste que vivir un infierno durante años y años.

Quizá ahora que he podido perdonarme, quizá y sólo quizá sea momento de afrontarlo, que cuando sea el momento de cerrar los ojos sea capaz de ver, sin ignorar, sin irme a blancos.

47

Es duro, siempre es duro, pero a veces, apretar los ojos será la cosa más sencilla que hagas, voltear a un lado y guardarlo en el baúl.

Pero ya no quiero olvidarme, ya no quiero...

Respira.

Ahhhhh — suspira fuertemente Valeria mientras se levanta de golpe por una pesadilla—, no es real, se dice en voz baja.

Los sueños son cosa compleja, cosa tenebrosa y maravillosa, no siempre eres capaz de recordarlos y cuando lo haces pareciera un hallazgo extraordinario.

Valeria siempre fue al revés, ella nunca olvidaba un sueño, las excepciones eran muy pocas y siempre parecían tan reales que en ocasiones llegaba a confundirse. ¿Realidad o ficción?

Su vida ha sido un infierno, pobre Valeria, ni si quiera ella pudo prever todo lo que sucedería, si tan sólo hubiese habido una pequeña advertencia, una señal que la guardara ante todo el caos, ante todo el sufrimiento, ese que nadie debería vivir.

Paso, paso, paso, se sienta en la orilla del balcón alunatado, los barrotes empiezan a la altura de su pecho y uno de ellos se siente frío contra su frente.

Mira hacia abajo, seis pisos hacia el suelo, unos 20 metros o más o menos, todo está borroso. Valeria, ay Valeria, por qué nunca hablaste o dijiste algo, por qué tuvimos que llegar hasta aquí.

Una guitarra en el fondo, se escuchan ecos, respiraciones agitadas al rededor, las luces parpadean. Por dios, qué carajo es esto. SILENCIO. O no, sigue, todo sigue. ¿Quienes son? ¿Acaso soy yo? Pum, pum, pum, el humo sale por la puerta, las ventanas se empañan por el sudor de la gente, éxtasis. Los pies sueltos, las muñecas rotas y las botellas en el cielo.

Las cortinas vuelan, mis tímpanos duelen, ¿o son los suyos?, ¿serán los nuestros?, ¡carajo!, no de nuevo. No, por favor no, Valeria, ¿qué? No, no, no, no soy, no estoy, quizá no exista. No, todo esto no puede estar pasando, claxon, tintinean las luces y no puedo soportar lo brillantes que son, los autos se detienen, avanzan,

48

suena el motor, se calla el motor. Sal, sal, sal. ¡No puedo!, estoy atrapada, Valeria, ¿qué? No, cállate. Lamentos, se escuchan lamentos, son demonios, ¿o ángeles?, vienen por mí, están aquí.

Me ves, me ven, me veo. Sus ojos me persiguen por todos los pasillos, todo da vueltas, marea, aturde. Cállate chingada madre, ¡Valeria!, Puta madre, Valeria, quién es. No eres, no soy, estoy llorando. Me va a atrapar, auxilio.

Respiraciones agitadas, miro al cielo y no veo nada, me levanto, camino y todo se mueve, es imposible enfocar, ayuda, no te escucho, ¿me escuchan? ¿Hay alguien aquí? Por qué estoy sangrando de los labios, que chingados Valeria, no mames, me odio, me odio, me odio. Mamá, mamá, por favor, qué me está pasando, estoy atrapada en este maldito infierno, es una pesadilla, me pellizco, pero no despiertas. No me mires, aléjate, no, mejor no, quédate, cuídame.

Esto es real cariño, o quizá no lo sea imbécil. Grito ahogado. Paso torpe, vómito en la taza, ventana rota, mesa chueca, trapo mojado, YAAAA. No estoy aquí. Miro hacia abajo, me sostengo de los barrotes y jalo, estoy cayendo. Olvido.

Valeria murió esa noche, pero quizá seguiría viva si hubiera pedido ayuda, pero algunos sabios dicen que el hubiera no existe, bueno, en realidad no sé si lo dijeron sabios, pero para mí tiene mucha lógica, deja de lamentarte, no puedes cambiar nada, ¿verdad?

Tengo sangre en el labio, me miro al espejo y puedo verlo, un poco borroso por los efectos de las drogas y el alcohol, estoy mareada, un amigo vomitó la taza y sigue tirado a lado de mí. Aquí está Manuel, a lado de mí, sostiene mi cabeza mientras yo río desquiciadamente, mis dientes sobresalen llenos de sangre, mi lengua más roja. Me veo de nuevo, ¿qué carajo pasó?, pregunto.

— Wey, casi te avientas del balcón, te quisiste impulsar con los barrotes, por suerte yo estaba ahí pero, ¿tienes una idea del pedote en el que nos hubieras metido a todos? Claro que no, eres la misma egoísta de siempre, idiota —llora mientras aumenta el tono de voz—, te pudiste haber muerto y no puedo imaginarme mi vida sin ti, a parte de que probablemente estaría en la cárcel lamentándome ese momento — termina de hablar y calla por quince minutos.

Nos vemos a los ojos, o más bien, se ven a los ojos, durante esos quince minutos ninguno dice nada, ni una sola palabra, sólo se ven, serios, con las lágrimas cayendo por sus ojos. Toc, toc, quieren entrar.

— ¡No pueden coger ahí! —grita Melissa, no es mi casa wey, ya sálganse.

49

Punto y aparte.

Respiro, estoy en una litera llena de sudor, con un enorme charco de vómito a lado, no tengo playera, pero sí un labio roto que me punza, está muy abierto, duele. El cuarto tiene un hedor horrible y de pronto lo escucho.

Ah, sigue, que rico amor— dice Iván mientras gime.

Verga, que forma de despertar, ¿no? Paso saliva, pasa lentamente por lo espesa que está, la boca tan seca, desearía un poco de agua. Voy a la sala y encuentro una botella de alcohol. Valeria se la toma, sin dejar un solo trago para mí, para nadie. Creí que había muerto, quizá una alucinación; aún tengo la sensación de caer, estoy flotando antes de estrellarme.

Saco mi gotero, uno, dos, tres. Quizá no debería tomar tanto Rivotril después de haberme terminado el tequila yo sola a las 9am, pero no me dejaron otra opción, desperté y sentí que estaba en la cárcel. Una jaqueca espantosa, pero debemos irnos, Manuel y Alejandre tienen prisa, me hubiera gustado aceptar la invitación a desayunar barbacoa, pero estoy harta de que Valeria esté todo el tiempo diciéndome que hacer; obviamente ella no tiene un par de padres que están tras su espalda todo el tiempo.

A la mierda con Valeria, estoy bien yo sola, no la necesito ni ella a mí. ¿O sí?

Cuando despierto nunca la veo, creo que solo existe en mis sueños, pero a veces también siento que somos la misma persona, ¿no es eso raro? He ido con muchos psicólogos y ninguno tiene una explicación congruente a lo que pasa, me han hecho mil estudios, todos han salido bien por cierto, algunos rasgos esquizoides pero nada grave, no estoy loca ni cerca de estarlo. Su único diagnóstico es un trastorno de despersonalización y desrealización, a veces siento que no soy yo y nada es real, que alguien más posee mi cuerpo, Valeria.

Desconecta.

Hoy es un día muy diferente, más que cualquier otro tan extravagante que haya vivido, me siento muy confundida y apenas puedo recordar, todo lo qué pasó antes de hoy está muy borroso, ni si quiera mis sueños, esos que recuerdo siempre a la perfección, ahora es como si jamás hubiese tenido uno.

La sala en la que estoy es blanca con sillones grises, nuestros uniformes son overoles azules con mucho cuidado en las costuras dobles que tienen, para no

50

desgarrarse, el material se siente bastante resistente y nos han dicho que han obtenido los resultados de los estudios. ¿Qué estudios?, no sé de qué hablan.

Hay mucha gente que se ve igual de desconcertada, nos dan medicamentos de varios colores, no sé si la tonalidad tenga que ver de alguna forma con el efecto, pero los enfermeros no se van hasta que las tomemos. Puedo leer en sus uniformes blancos un resalte en negro intenso que dice AsTech; esa palabra tampoco significa nada para mí. Quisiera poder saber qué está pasando, no tener el control me da más ansiedad de la usual, siento un vacío y un dolor horrible en el pecho.

Pausa.

Bien, nos han dicho todo. Mi nombre es Valeria Álamos, tengo 25 años, fui programada con un abuso infantil para ver cómo se desarrollaba mi psique y mi comportamiento; cada persona en el cuarto fue inducida a algún tipo de evento traumático para observar su progreso. El trance es inducido durante 144 horas, nos daban 24 horas para descansar y de nuevo.

La vida falsa, la vida irreal, sólo era un medio. Me dijeron que era alguien más, me llamaban diferente, pero los eventos extraños me llevaron a sentir a Valeria, no estaba segura de quién era y por qué la sentía como parte de mí, ahora veo que es porque era yo buscándome.

Un día me hice una promesa, no olvidarme jamás, enfrentarlo todo, mirar al miedo a los ojos y resulta que el hacerlo no dejó que me desprendiera nunca de ella, de mí. Lo que buscaba la empresa era transformarnos en otras personas que sirvieran para ellos, manipulables y sumisas.

Las que estábamos dentro del cuarto eran las que tomaron la prueba por 10 años y aún así no pudieron olvidarse.

Que irónico que toda mi infancia ignoraba lo que me pasaba y lo bloqueaba, lo encerraba en una pequeña caja que nunca abría, no quería verme ni reconocerme y ahora, tanto tiempo después soy capaz de recordarme, recordar a Violeta Álvarez, a mí, a mi ser. Olvidar todo lo demás y sólo ser yo, esa persona que pudo pasar la prueba y no se dejó vencer por AsTech, tan fuerte y digna.

Estoy orgullosa de mí, espero no tener que volver a verte Valeria, hasta nunca, hasta la muerte.

51

5

56

extraños El sentimiento de extrañeza es recurrente. Por las noches, cuando trato de conciliar el sueño, llega como una bomba que explota en todo mi entorno, a donde sea que vea, en donde quiera que respire o cualquier cosa que escuche se siente diferente; es como si yo no perteneciera aquí, mi cuerpo no es mío y yo no me siento molesto con esa sensación. Han pasado exactamente 63 días y 54 minutos desde que estamos en aislamiento, las familias no pueden salir, las compras se hacen en línea y las empresas —sobre todo las más grandes— desarrollaron un método de entrega por drones y robots. Las pequeñas empresas quebraron, mi padre perdió su trabajo, mis hermanos dejaron la escuela porque las prioridades cambiaron, así como yo.

Ahora que no tenemos dinero, salimos por las noches, cuando todos están dormidos, a saquear los pequeños negocios que quebraron y abandonaron todo. Es muy extraño, pero en verdad nadie más sale, las pocas cosas que quedan se están vendiendo a precios exorbitantes y los que llegan a salir lamentablemente mueren, así sin más, incluso sus cuerpos son retirados en la madrugada por helicópteros militares.

Y nosotros cómo sobrevivimos, pues antes de perderlo casi todo, mi padre trabajaba para una empresa llamada AsTech —una de las líderes en entregas ahora y cuyas acciones están por los cie-

57

los— se encargaban, o por lo menos en uno de sus tantos departamentos, de crear trajes para los trabajadores de las mineras y extractoras de gas de la misma empresa. Así como unos trajes sumamente especiales, de un material que resistía la radiación y unas caretas con respiradores, pero él nunca supo para que se utilizaban. Como sea, él logró llevarse un par de trajes el último día de trabajo cuando escuchó que se avecinaba un virus mortal, pensó que probablemente servirían.

Y sí, al parecer AsTech planeó toda esta crisis para dominar completamente el mercado una vez que el virus fuera erradicado, así que probablemente ellos tenían la cura, por tanto, vendían cubrebocas, medicinas especiales que retrasaban el avance de la enfermedad, así como material de curación o cualquier cosa que se necesitara para sobrevivir. Quizá solo para eso crearon los trajes especiales, para ellos poder utilizarlos cuando todo esto sucediera.

Apenas descubrimos que uno de los dichosos trajes contiene un funcionamiento especial, se activa una protección mayor del exterior, también suministra vitaminas y todo lo que el cuerpo necesita, y muchas cosas más que no logramos descifrar. Tenemos un poco de miedo de tener algo que AsTech quiera pues han demostrado que no les importa matar, robar, despojar ni hacer cualquier cosa por obtener lo que quieren.

Hoy vamos a saquear una bodega que hemos estado checando desde hace unos días, al parecer entran y salen personas con suministros; justo cuando abren se pueden observar grandes pilas de comida, agua, ropa y más. Será una misión complicada porque obviamente tienen seguridad, cámaras, alarmas y por más loco y futurista que suene, tienen láseres.

Justo estamos afuera de la bodega, y algo me hace sentir que esto no está bien, que debemos parar. Sin embargo, seguimos y una vez dentro, quebrando todas las medidas de seguridad como maestros, descubrimos que al fondo hay una puerta con clave y en medio, claro que sí, el logo de AsTech. Cómo no lo vimos venir, nadie más es capaz de tener tantos suministros como ellos.

De pronto entro en trance, mis hermanos y padre me preguntan si estoy bien, yo no puedo contestar, aunque los escucho fuerte y claro, salgo de ese cuerpo que nunca ha sido mío, veo a mis alrededores túneles de nebulosas, estrellas, vacío. Veo números y veo una botella, es como una película en la que yo soy el narrador y observo todo lo que pasa y está por pasar. Salgo del trance e inmediatamente presiono la combinación adecuada de la puerta, sólo es una

58

habitación fría con otro código el cual nuevamente presiono correctamente y ahí está, la botella: la cura.

Quiero liberar a todos, es como si alguien me hubiera elegido a mí para ser el héroe de esta historia, me dieron las respuestas y la oportunidad de hacerlo.

Quizá por eso siempre me sentí extraño, como si no perteneciera al mundo, quizá en realidad vengo de otra dimensión o de otro mundo y fui enviado aquí a solucionar esto.

Suenan sirenas por todos lados, helicópteros militares sobre nuestras cabezas y rodeados por hombres armados. Nos descubrieron y cómo no iban a hacerlo si son la empresa más poderosa del mundo.

Disparo uno, mi hermano. Disparo dos, mi hermana. Disparo tres mi padre.

Disparo cuatro...

Como es imposible vencer al sistema, a los poderosos con sus intenciones manchadas de odio, egoísmo y deseo de poder. Maldita sea, lo teníamos y como siempre y como todos, un disparo y desapareces, nunca exististe, tus suspiros son callados por el viento y tus pensamientos disueltos en el agua.

Cómo es que siempre logran terminar todo lo que se proponen, haciéndonos sentir y ver como un par de extraños más, cuyo nombre olvidado no pondrán sobre una lápida y su cuerpo será ocultado en la fosa con el resto.

59

Este libro se terminó de imprimir el 10 de junio de 2020 en Claveles #38 Reservados todos los derechos de esta edición para Ágora Editores México, S.A. de C.V.

Distopías nos lleva de la mano por un crudo camino desde la óptica de una mente intranquila, que busca la manera de sobreponerse a una realidad donde las perversiones y el hambre de poder se han encargado de poner bajo tierra cualquier reminiscencia de humanidad en el mundo, real o ficticio.

Los relatos que encontraremos en este libro, son el resultado de un profundo viaje de introspección, confrontamiento y autoaceptación con el cual es fácil empatizar.