Revista Ágora. nº 11

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marcelino cortés valenciano

«España sufre»: los diarios de guerra de Carlos Morla Lynch (1936-1939) Marcelino Cortés Valenciano Un testimonio único La copiosa literatura generada por la Guerra Civil española está distorsionada —salvo escasas excepciones— por dos sesgos que afectan por igual a los dos bandos contendientes y nos han impedido tener una adecuada intelección de lo que realmente sucedió: por un lado, aquellos testimonios que en el fragor de la guerra pusieron su pluma al servicio de la propaganda; por otro, las visiones retrospectivas que, finalizada la contienda, acomodaron los hechos a la historia y la maquillaron con el objeto de salir airosos de la misma.

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Frente a esta ingente masa bibliográfica se alzan por su singularidad los diarios que el diplomático chileno Carlos Morla Lynch (París, 1885-Madrid, 1969) escribió entre el 25 de julio de 1936 y el 29 de marzo de 1939. Dichos diarios, publicados por primera vez en 2008 bajo el título de España sufre [Renacimiento, Biblioteca de la Memoria, con prólogo de Andrés Trapiello], son una de las principales fuentes primarias para conocer cómo fue realmente la vida menuda en el Madrid de la Guerra Civil proporcionada por alguien ajeno a la contienda. Y dentro del marasmo del Madrid de aquel entonces, Carlos Morla nos sumerge en las vicisitudes que se sucedieron en la Embajada de Chile, organismo que acogió a más de dos mil asilados en distintas sedes diplomáticas y que se convirtió durante la contienda en uno de los asuntos institucionales más peliagudos con los que tuvo que lidiar el gobierno de la República. De París a Madrid Cuando a Carlos Morla lo trasladaron en 1928 de la embajada de París a la de Madrid, lo consideró como un

paso atrás en su carrera diplomática. En aquel momento no era consciente de que iba a ser testigo privilegiado de una época deslumbrante y de que esa ciudad le iba a atrapar para siempre, hasta el punto de que, tras su jubilación, se trasladó a vivir a esta ciudad, en donde falleció en 1969. Carlos Morla llegó a Madrid con su mujer María Manuela Vicuña, más conocida por el hipocorístico de Bebé, y su hijo Carlos, futuro estudiante de Medicina. Desde el primer momento la casa de los Morla en el barrio de Salamanca se convirtió en el lugar obligado donde se citaba la flor y nata de la intelectualidad de la Edad de Plata; más adelante sería testigo también de la llegada de Pablo Neruda montado a lomos del caballo verde de la poesía. De entre todas las amistades que Morla trabó durante esos años destacó la de Federico García Lorca, poeta que dedicó al matrimonio su libro Poeta en Nueva York. Ambos fueron compañeros de juergas, zambras y excursiones peligrosas a los bajos fondos de la Plaza Mayor y alrededores en busca de chicos de ojos verdes y cinturita de toreros. El testimonio de aquella amistad y de aquellos años previos a la Guerra Civil quedó recogido en su libro En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo. 1928-1936, que se publicó en 1957 convenientemente adecentado por la censura. De naturaleza hospitalaria, simpático y dicharachero, Carlos Morla tenía la costumbre de anotar en un cuaderno de hojas lineadas, como los que se usaban antaño en los organismos oficiales, las vicisitudes de cada día con el fin de elaborar posteriormente la memoria anual de actividades de la embajada. Sin embargo, el diplomático


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