Número 15 Revista Ágora. Mayo 2017

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música

programada una obra suya y le pidió la cesión de sus derechos de autor, dadas las características del acto. Antonio accedió encantado. Unos meses más tarde Javier Comenge recibe una llamada, es la de mi hermano Toni. Nuestro padre llevaba varios meses luchando contra un tumor y falleció en diciembre de 2014. Revisando y guardando todo lo que había dejado en su mesa de trabajo, mi hermano encontró una partitura de un pasodoble titulado «Ejea de los Caballeros en fiestas», en la que había un post-it pegado donde rezaba el nombre y número de teléfono de Javier Comenge. Toni habló con mi madre, mi hermana y conmigo y todos le confirmamos que no conocíamos a Javier y que nuestro padre no nos había comentado nada acerca de dicho pasodoble. En este punto mi hermano marcó el número anotado en el post-it y habló con Javier, contándole todo lo que había sucedido. Javier estaba sorprendido por todo, ya que nos confirmó que su última conversación con mi padre fue el día en que le había solicitado la cesión de los derechos de autor y en ella Antonio nunca insinuó que estuviese componiendo un pasodoble dedicado a Ejea, que el tema de la conversación giró principalmente sobre el centenario de la banda y también confirmó que nadie en Ejea había realizado encargo alguno a Antonio, que es otro de los motivos habituales por los que se puede dedicar una pieza. Fue entonces cuando constatamos que mi padre, por su cuenta y desinteresadamente, quiso tener un detalle con esa efeméride que cualquier asociación alcanza con mucho orgullo: el centenario de su creación, al cual se llega después del esfuerzo y dedicación de muchas personas y tras varias generaciones disfrutando de buenos momentos, sorteando los malos y solucionando multitud de problemas. El regalo para todos ellos es este pasodoble que mi padre no llegó a escuchar; un pasodoble que mi hermano Toni completó con la instrumentación de algunas particellas que a mi padre no le dió tiempo a finalizar; un pasodoble con bonitas armonías y melodías pero, sobre todas las cosas, un pasodoble con una emotiva historia guardada entre sus pentagramas, que lo hace, si cabe, más singular. Un pasodoble, me permito una licencia personal, que me proporcionó la posibilidad de conocer buena gente y descubrir el gran corazón del pueblo aragonés, que colmó a mi familia de afecto y atenciones el día de su estreno. Un pasodoble que me volvió a reencontrar con un viejo amigo y colega que no veía desde hace más de veinte años y que (¿casualidades de la vida?) este mismo año era el pregonero de las

fiestas de la Virgen de la Oliva, el saxofonista Josemi Pérez Sagaste. Un pasodoble que despertó muchas emociones en todos los que estuvimos en su estreno; un pasodoble que es una obra póstuma. Un pasodoble del que podríamos decir mil cosas más, pero la más valiosa es su historia escondida, que lo hace especial y algo más que un pasodoble.

Antonio Carrillos

ágora n.º 15 — revista de cultura, ensayo y creación literaria

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