Batalla de Tacna

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Regimiento 2º de Línea

Tacna, mayo 28 de 1880. Señor Comandante: En

cumplimiento

de

mi

deber

doy

cuenta

a

V.S.

de

la

participación que ha cabido al regimiento de mi accidental mando en la batalla del 26 del corriente. A las 7 A.M. del día indicado se nos presentó el enemigo y recibí orden de hacer salir al frente las 4ªs. compañías, a fin de que, desplegadas en guerrillas, protegiesen la marcha del regimiento que marchaba a la derecha de la división de su mando. Estas guerrillas tuvieron que soportar, por más de tres horas y con ligeros intervalos,

el

fuego

de

los

cañones

del

enemigo,

hasta

que

estuvieron a tiro de rifle y empeñaron combate. A las 11 A.M., nuestra línea se unió al ala de guerrilla y empeñamos la acción a una distancia de 800 metros del enemigo. Esta distancia se redujo a 30 o 40 metros, porque la tropa, hábilmente

dirigida

en

dos

batallones,

que

mandaban

respectivamente los sargentos mayores don Abel Garretón y don Miguel Arrate, y entusiasmada por sus valerosos capitanes y oficiales, no detuvo su marcha hasta obligar a los enemigos a abandonar sus atrincheramientos y formidables posiciones. Como las bajas que había experimentado el regimiento eran considerables despaché

y

avanzasen

sucesivamente

a

sobre mis

nosotros

dos

tropas

ayudantes,

de

refresco,

capitanes

don

Eleuterio Dañín y don Anacleto Valenzuela, para que fuesen a pedir refuerzo, con el fin de no abandonar las posiciones que tanto nos había costado tomar.


El refuerzo, compuesto de los bravos batallones Chacabuco y Coquimbo, llegó con la oportunidad necesaria y obligó al enemigo a proseguir en su completa derrota. Cuando esto sucedía, serían cerca de las 2 P.M., de manera que lo recio del ataque duró como dos horas y media. En nuestro poder han quedado 10 banderolas enemigas tomadas en sus mismas trincheras. De éstas son 5 peruanas, 3 bolivianas y 2 que, al parecer, servían para distinguir una división de otra. Los señores jefes y oficiales del regimiento, heridos gravemente en su orgullo por el cautiverio de la bandera, símbolo sagrado de la patria querida, habían jurado tomar a toda costa un estandarte enemigo, y para ello habían conquistado y empeñado la voluntad de la tropa de su mando; pero, desgraciadamente, el enemigo, prudente hasta la exageración, no desplegó banderas en el campo de batalla. Se han tomado también 171 rifles de los enemigos y de los sistemas que indica la relación adjunta. Los señores jefes y oficiales que, bajo mis inmediatas órdenes, tomaron parte en la batalla del 26 son los siguientes: Sargentos mayores: don Miguel Arrate y don Abel Garretón. Capitanes

ayudantes:

don

Eleuterio

Dañín

y

don

Anacleto

Valenzuela. Capitanes: don Joaquín Arce, don José de la Cruz Reyes Campos, don Francisco Olivos, don Daniel Aravena, don Salustio Ortíz, don Pedro Nolasco del Canto y don Roberto Concha. Tenientes: don Aron Maluenda, don Francisco Lagos Zúñiga, don Federico Aníbal Garretón, don Manuel Luis Olmedo, don Francisco Inostrosa y don Pedro N. Párraga.


Subtenientes: don Gabriel Aravena, don José Sabino Aguilera, don Alejandro Fuller, don Carlos Arrieta, don Guillermo Vigil, don Rosauro Echeverría, don Alejandro Gacitúa, don Emilio Penjean, don Filomeno Barahona, don Manuel Vinagre, don Guillermo Chaparro, don Adolfo R. Ramírez, don Manuel Jesús Necochea y el abanderado don Tomás Valverde. Cirujano 1º, don Juan Kidd. Id. 2º, don Julio Gutiérrez. Practicantes: don Vicente Soti y don Pantaleón Cristi. De éstos se ha tenido la desgracia de perder al capitán Olivos, y subteniente Echeverría, que como verdaderos chilenos supieron morir por la patria, siendo el reflejo de los verdaderos héroes. A los capitanes Concha y Canto, tenientes Olmedo y Párraga, y subtenientes Fuller, Aguilera, Arrieta, Vinagre, Ramírez, Valverde y Necochea, cúposle también la desgracia de ser heridos. El sargento mayor don Abel Garretón y los subtenientes Vigil y Gacitúa han salido contusos; de suerte, puesque de los 32 jefes y oficiales, ha quedado la mitad fuera de combate. De los 566 individuos de tropa del regimiento que tomaron parte en la acción, fueron muertos 32 y 185 heridos. De éstos morirán muchos a causa de la gravedad de sus heridas. Las bajas de los enemigos las conceptúo en el doble de las nuestras. He consignado en este parte, señor comandante, el nombre de los señores jefes y oficiales que se encontraron en la batalla con el exclusivo objeto de hacer la nomenclatura de los estos valientes; porque mi pluma es impotente para describir el grado de heroísmo que han alcanzado. La poderosa influencia de las armas modernas no fue obstáculo para que esos bravos, dignos discípulos de los héroes comandante Ramírez y Vivar, marchasen hasta cerca de 30


metros de las trincheras enemigas con la frente erguida y la tropa calando bayoneta al toque de la calacuerda que se repetía en toda la división. Si el comportamiento del regimiento, que accidentalmente he tenido

el

honor de

comandar,

ha

llenado

sus

aspiraciones,

quedarán también colmados los deseos del que suscribe. Dios guarde a V.S. E. del Canto. Al señor comandante de la segunda división don Francisco Barceló.


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