Si después de leer este diario hecho libro, te identificas o te ha recordado a alguna persona que quieres y que pueda estar en esta situación, por favor, pide ayuda. Sufrir una enfermedad mental, como puede ser un trastorno de la conducta alimentaria, no es nada de lo que avergonzarse o que haya que esconder. Nadie se rompe una pierna o padece un cáncer e intenta arreglarlo por su cuenta en casa y en silencio. Necesitar ayuda o antidepresivos es tan natural como ir al médico o tomar ibuprofenos. Desde aquí me gustaría pedir respeto y comprensión para quienes padecen estos dolores invisibles pero reales. Todas mis fuerzas y energías para esas personas, sobre todo mujeres, y desgraciadamente cada vez más adolescentes y niñas, que los combaten día a día. La vida va de amor, no de kilos. No somos la cifra de una báscula.