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Agustín Casalia
Agustin Casalia, Los Cuatro Ejes de la Arquitectura Contemporánea, 22 de abril de 2019. Fotografía: Juan Ignacio Palma. Archivo EAEU.
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El estudio, a partir de la filosofía del arte, de las formas en que espectadores, artistas, productores, e instituciones se relacionan hoy con el arte en general, da como resultado la identificación de cuatro modos o ejes fundamentales pertenecientes a la tradición estética occidental. Dichas formas de entrar en relación con la obra o el producto artístico definen en buena medida nuestras capacidades de percepción, experiencia, y comprensión. Este análisis del formalismo de Kant, del contenidismo de Hegel, de la relación de fuerzas como voluntad de poder en Nietzsche, y de la hermenéutica o la estética ontológica de Heidegger funciona analógicamente para pensar la arquitectura contemporánea en sus múltiples facetas.
Pensamiento Filosófico-Arquitectónico Hace unos años fui llamado por un estudio de arquitectura en el que empecé a dar clases, con lo que desde entonces trabajo la mitad de mi tiempo con arquitectos. Empecé así a conocer algo del modo de pensamiento arquitectónico. Los arquitectos piensan filosóficamente desde siempre, y los grandes arquitectos hacen filosofía cuando escriben. Esto lo podríamos criticar desde un punto de vista filosóficamente riguroso, pero forma parte del juego. Y resulta interesante el diálogo que se puede dar, pero lo que está claro es que el pensamiento filosófico y el pensamiento arquitectónico no pueden no dialogar de manera directa.
Teorías Estéticas
Estudio y doy seminarios en diferentes lugares sobre de filosofía y arte. En este proceso, empecé a construir una hipótesis. Más allá de las múltiples teorías estéticas entorno al producto artístico o al arte en general, identifiqué cuatro que están insistentemente presentes en el mundo contemporáneo, embebidas en nuestras diversas maneras de entrar en relación con la obra de arte. Esos cuatro ejes forman parte de la tradición de la filosofía del arte occidental. Las trato de poner en jaque todo el tiempo, pero es una evidencia que esas cuatro maneras se imponen, y nos determinan y definen nuestro pensamiento. Si reemplazamos la obra de arte por el proyecto arquitectónico, esta hipótesis sigue funcionando. Esto no es para encerrarnos en esquemas ya definidos, sino, por el contrario, para provocar pensamiento, relaciones, y diálogos más conscientes.
Grilla
Estoy produciendo esta grilla, que no está resuelta ni terminada, pero permite entender los cuatro ejes, y puede funcionar como un sustrato y una fuerza en el momento de pensar la arquitectura. Mi trabajo es entrar en diálogo con arquitectos para ver hasta qué punto cada una de estas celdas están definiendo nuestra capacidad de percibir. Las celdas no importan en tanto tales, pero sí como movimiento, como lenguaje que atraviesa la historia de occidente. Podemos creer que somos seres voluntarios y libres sin darnos cuenta de que hay estructuras de pensamiento que determinan a priori nuestra capacidad de palabra y de recepción.
Forma
Al primer eje lo podemos denominar formalismo ¿De qué se trata el formalismo? El formalismo (Kant) implica una manera de representar la obra como estructura enteramente formal. Nada desborda la obra, nada debe excederla. Nada debe estar fuera del marco que ella misma instala o instaura. Eso
es el formalismo. La obra se basta por sí misma. En arquitectura, el proyecto, para ser formalista, debería resumirse y acabarse en lo que él mismo propone. Una propuesta no puede exceder el marco de su concreción. Si explico la obra desde un afuera ya no es formalismo. El formalismo supone la representación de una obra en tanto ella misma se propone como ley. Una ley que no es explicable desde un afuera, una ley que no supera la obra.
Contenido
El segundo eje es el contenidismo. Sé que no existe la palabra. Es el eje del contenido, que se opone al formalismo. Una obra de arte, un proyecto arquitectónico, solamente se legitima y adquiere validez si trabaja, si se presenta, como un medio para llegar a una verdad: un pensamiento, una idea, un concepto que claramente desborda la obra. Este pensamiento está en el fondo de la obra, y le es previo. La obra es una excusa para mostrarnos cierta verdad, una cierta idea. Obviamente esa idea es espiritual, y tiene que ver con el sujeto. En Hegel, el exponente más radical, riguroso, sutil, fino, y genial de la modalidad del contenido, ese sujeto es el espíritu absoluto. El contenido de la obra de arte supone que hay obra porque ésta es un medio para hacernos ver.
Autonomía
Formalismo y contenidismo. Kant siglo XVIII, Hegel siglo XIX. Si estamos en una perspectiva formalista, consideramos a la obra de arte desde su autonomía. Si no hay autonomía en el proyecto, no estamos en el formalismo. En el caso de Hegel solo hay no-autonomía, la obra es estrictamente no-autónoma. Los arquitectos hablan del uso, de la función, de la arquitectura como función, y de ese modo tienen una tendencia importante hacia Hegel. Son hegelianos en el momento en el que consideran ese fondo espiritual que hay que ir a buscar y que vamos a encontrar gracias a la convención material, o a la forma sensible de sus construcciones. Fuerzas
En los casos de Kant y Hegel, filosóficamente hablando, estamos frente a dos maneras de pensar que suponen todos los paradigmas de la modernidad. Cuando pasamos a Nietzsche, la cuestión empieza a ser más conflictiva, menos evidente. Creo que todos somos un poco kantianos y un poco hegelianos, a pesar nuestro obviamente. Pero en Nietzsche no hay más sujeto y no hay más fondo. La modernidad entera se pone entonces en juego. En Nietzsche se trata de cuerpo, de relación de fuerzas. La obra de arte es el campo de batalla de relaciones de fuerzas. Podemos hacer una lectura marxista y decir que son fuerzas materiales. Pero no es nietzscheano decir eso, porque para Nietzsche estas relaciones de fuerzas suponen una cualidad de la fuerza. ¿En qué consiste esta cualidad de las fuerzas? Consiste en cierta cualidad activa, creativa, ascendente, o bien una cualidad decadente o enferma.
Interpretación
El cuarto eje es el pensamiento de Martin Heidegger. Este eje trata la relación entre el espectador y la obra. Ya no se trata de forma, ni de contenido, ni de fuerzas en relación. Se trata de interpretar. Interpretar quiere decir comprender el lenguaje que la obra expone como mundo. Ese mundo es un mundo de significaciones, de referencias. El espectador entra cuando el mundo de la obra lo permite. Y la obra, al mismo tiempo que se expone como mundo, también se refugia, entra en sí, se aísla. Hay una dimensión de toda obra que permanece en el misterio, no en el enigma, sino en el misterio. Ese misterio no tiene nada que ver con el romanticismo. Este misterio es la materia. Hay una dimensión no humana. Para Heidegger no hay sujeto, porque siempre está en juego una dimensión material. Esa dimensión material es impenetrable.
Verdad
Cualquier artista formalista diría que el tema de la verdad de la obra de arte no tiene lugar. La verdad para Kant está afuera. No hay que
rendirle cuentas a nadie sobre la verdad del hecho artístico. Por esa razón, los seguidores del pensamiento hegeliano de hoy critican a los formalistas porque para ellos el arte es juego, un entretenimiento situado fuera de la realidad. Para un hegeliano la experiencia de la obra de arte está dirigida a la comprensión de la verdad. La obra de arte supone inteligencia, conocimiento, ciencia. La idea de verdad para Nietzsche, en cambio, es una fábula. Hablar de verdad es problemático, ya que supone un pensamiento metafísico. En Heidegger el sistema de referencias en el que entramos, leemos, hablamos, escuchamos, y decimos, entra en conflicto con la materialidad de la obra, con el misterio que ella misma está siendo. Produce una verdad a la griega, bien antigua, una verdad que fue abandonada desde Parménides.
Belleza
Para Kant la belleza es pureza, libertad. Solo hay formalismo cuando la relación que me une con la obra es absolutamente independiente de todo interés. Si hay algún tipo de interés, ya no podemos hablar de belleza. Para Hegel la belleza está ligada a la cuestión de la verdad. Hay belleza cuando la obra expresa de la manera más inmediata posible la verdad, el fondo espiritual: cuando la catedral gótica expresa el pensamiento de su época. Se hace cargo del devenir espiritual de la época. Toda obra de arte para Hegel es bella en la medida en que puede expresar o trabajar como soporte o como medio hacia ese fondo espiritual. Sin embargo, hay obras que tienen más éxito, que funcionan mejor que otras: aquellas en las que se manifieste de modo más evidente esa verdad. Nietzsche habla de belleza como fuerza. La belleza no es un concepto ni una idea. La belleza es interpretada como fuerza, y en algún punto empieza a sublimar la obra en el sentido de la ligereza. Cuanto más ligera es la obra, más bella es, porque se trata de una fuerza que no tiende a la pesadez, a un anclaje espiritual del contenido. Nietzsche es el enemigo número uno del contenido de Hegel, más enemigo que Kant. Por Heidegger, la belleza es entendida como un concepto metafísico de la tradición occidental que tenemos que repensar, y sobre todo que superar.
Marco de Referencia
No me interesa el saber enciclopédico. Lo que me interesa saber es cómo se están produciendo las políticas culturales, cómo se está produciendo arte hoy. Concretamente trabajo con artistas que son más o menos nietzscheanos, más o menos hermenéuticos. Trabajo para ver hasta donde quieren ir en esa veta en la que ellos se mueven y quieren explorar. No podemos salir de lo que nos es dado como posible, y estos ejes forman parte de lo que nos es dado como posible.
Extractos de la conferencia de Agustin Casalia, con introducción de Santiago Giusto, organizada por el Centro de Estudios de Arquitectura Contemporánea, el 22 de abril de 2019.
