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Axel Cherniavsky y Manuel Mauer
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La filosofía no es una disciplina menos creativa que el arte. Simplemente, su especificidad consiste en crear conceptos. ¿Significa esto que es una actividad anárquica y arbitraria, que la creación de conceptos es el fruto de la libre decisión de un pensador? ¿Implica esto que todo sistema filosófico está en una relación de total ruptura con la tradición y la historia? ¿Debemos admitir que la creación se realiza a partir de la nada? El problema es que, si respondemos afirmativamente a estas preguntas, caemos en la ingenuidad humanista de creer que el filósofo puede ser una suerte de libertad desencarnada, auto constituida, que crea ex nihilo. Pero si respondemos por la negativa, el concepto de creación parece debilitarse. En efecto, si la creación no implica una ruptura radical con el pasado, ¿por qué decimos que hace aparecer algo nuevo? Y si obedece a un método, ¿no corresponde más bien hablar de producción o de fabricación? Es necesario examinar de cerca cuáles son los mecanismos, las condiciones y las implicancias de la creación en filosofía para escarpar a la falsa alternativa que nos obliga a abandonar la idea de creación, o bien a recaer en una noción candorosa del acto creativo. En el fondo, quizá se trate de someter el concepto mismo de creación a su propio movimiento, es decir, de volverlo el objeto de una recreación.
Antecedentes
Ocurre bastante tarde en la historia de la filosofía que se asuma como una disciplina creativa. Aparece esta formulación en 1991, cuando Gilles Deleuze escribe ¿Qué es la Filosofía?. Es ahí donde la filosofía se define como creación de conceptos. No quiere decir que esta definición irrumpa como una novedad, o que no haya antecedentes en la historia de la filosofía para esta postulación. Resuena la distinción que Kant establece en la teoría transcendental del método cuando diferencia el método filosófico del matemático, o como Bergson pensaba el ser en general, la naturaleza en general como creación. Esta ontología después se proyecta en la noción de sistema, en la noción de concepto, en su concepción de la filosofía. AC Herramientas y Objetos de Creación
Algo se abandona cuando Deleuze dice que la filosofía es igual a la creación de conceptos. Es cierta relación de subordinación de las otras actividades con las filosóficas, cierta relación jerárquica. Cuando Deleuze dice creación de conceptos es, en parte, para dar total singularidad a la disciplina y poder establecer conexiones con otras disciplinas con alto sentido de igualdad: todas las disciplinas crean, todas las disciplinas piensan, solo que con herramientas distintas, y con objetos distintos. AC
Método
El problema parece ser que si hay método, no puede haber creación, y si hay creación, no puede haber método. Pero esa alternativa se da solo cuando hay determinados presupuestos respecto de lo que es el método. Una definición moderna del método es aquello que permite distinguir lo verdadero de lo falso. Es la duda cartesiana, la deducción, un fundamento que garantiza verdad, sobre el cual toda la ciencia se puede construir, pues es seguro y cierto. La segunda acepción de método está supuesta cuando la hacemos excluyente de la creación. Es la concepción fordista del método, concepción que hace del método una función para reproducir lo mismo. Si dejamos de lado estas acepciones, es posible conciliar el método con la
creación. Se trata de conservar solo la idea de que el método es un conjunto de reglas. La filosofía deleuziana es ilustrativa de esto, no por lo que dice, sino por lo que hace. No hay un concepto de método como tal teorizado. Todo lo contrario, hay una toma de distancia. AC
Máquina
[Deleuze] Necesita una idea de sistema que no sea la de mecanicismo ni la de organismo, una idea en la cual los elementos sean heterogéneos, y no homogéneos como en el mecanicismo, y a la vez que no tengan el sentido de parte en función de la totalidad, como en el organicismo. Quiere que, cómo para la filosofía, el arte, y la ciencia, todo esté en igualdad y sea perfectamente singular, en conexión, pero sin una totalidad que gobierne la organización. De ahí que el sistema reciba el nombre de máquina. AC
La Creación y la Historia
Existe una compatibilidad entre la creación y la historia si pensamos la historia como caja de herramientas, como un lugar donde vamos a buscar material conceptual para crear conceptos nuevos. Esto no deja de generar un gran problema en la historiografía clásica: el de la fidelidad respecto de las fuentes, el de la imparcialidad del historiador, el de la objetividad de las proposiciones. ¿Estamos condenando a la historiografía a ser tendenciosa cuando la pensamos como caja de herramientas? Se trata de una falsa discusión excluyente. No hay exclusión entre historia y creación, sino compatibilidad. Dicho de otro modo, no se crean conceptos sin hacer historia de la filosofía, y no se hace historia de la filosofía sin que una determinada filosofía esté supuesta o implícita. AC
Episteme
Conviene recordar una obviedad, y es que no se puede decir cualquier cosa en cualquier momento. Somos, en gran medida, hijos de nuestro tiempo. En otras palabras, hay un cierto orden del discurso que define, para cada época histórica, el modo de ser de los objetos, las funciones que puede ocupar un sujeto, las reglas de construcción de los conceptos. Es lo que en Las Palabras y las Cosas Foucault denomina episteme, cuando describe y distingue la episteme renacentista, la episteme clásica, y la episteme moderna. Ciertamente, ese orden del discurso no es monolítico, no es inalterable. El propio Foucault lo caracteriza como un espacio de dispersión. Pero precisamente esa dispersión responde a una serie de regularidades que hacen que, en el marco de una episteme, la ruptura entre los discursos no sea total, y que, por ende, autores en apariencia tan opuestos como Kant y Bergson tengan más en común de lo que estarían dispuestos a admitir. MM
Autor
Cabe preguntarse si la noción de autor no es tal vez uno de los artilugios, una de las imposiciones del orden moderno del discurso que quedan aun pendientes de regular. No me refiero al autor como individuo físico, sino a la figura como principio de agrupación de un discurso, como ideal de origen de significaciones y como foco de su coherencia. El principal desafío al que se enfrenta esta filosofía, de Nietzsche a esta parte, es deshacerse de la idea tradicional del autor como interioridad que busca expresarse y reencontrarse a través de sus obras, por tratarse de una imagen circular espiralada de la creación, que acota su alcance. A eso apunta el concepto nietzscheano de voluntad de potencia, o el concepto foulcaultiano de subjetivación: a pensar fuera, a pensar la creación en términos distintos a aquellos que remite el concepto tradicional de autor. Cuestionar la figura del autor, mostrar que se trata de una función, más que de un fundamento originario, no implica renunciar a la idea de sujeto, pero sí pasar de la idea de sujeto como fundamento a la de un sujeto como afecto, y a la idea de proceso de subjetivación. MM
Acontecimiento
El concepto se crea, ciertamente, pero no
en cualquier circunstancia, y no en cualquier dirección. La creación conceptual está estrechamente ligada al contexto en el que el concepto se produce. Está ligada a la historia, o más bien, al acontecimiento, que es más que un hecho histórico. El concepto de acontecimiento remite a la idea de un quiebre inesperado, a partir del cual es posible dar cuenta del surgimiento de toda una serie de posibilidades históricas, por ejemplo, la legitimación de un nuevo orden de discursos, o del surgimiento de nuevas prácticas. En sí el acontecimiento no puede ser anticipado, y en cierta medida resulta inexplicable, en tanto desborda, por definición, las categorías conocidas. MM
Práctica Discursiva
El acontecimiento que sentencia la caducidad de cierta constelación conceptual e impone la necesidad de una nueva no determina la forma ni el contenido de los conceptos. La relación es fundamentalmente inversa. El acontecimiento termina de tomar forma en el ámbito del concepto. El concepto no es la mera representación de una realidad exterior a él, a la que se adecua en mayor o menos medida. El concepto constituye, en buena parte, la realidad. Si esto es así, invirtiendo la separación entre teoría y praxis, habría que admitir que la creación de conceptos es una forma de acción. Más precisamente, la creación conceptual es una práctica discursiva. Y en tanto tal posee una eficacia propia. MM Preguntas versus Problemas
A diferencia de la pregunta, el problema desfunda su propio suelo, pone en entredicho sus propios supuestos, está dispuesto a cortar la rama sobre la que está parado. Por otra parte, a diferencia de la pregunta, el problema contiene en sí buena parte de su solución, o al menos despeja, desde su formulación inicial, las falsas respuestas. En este sentido, como advierte Deleuze en su libro sobre Bergson, la dicotomía verdaderofalso no se aplica tanto a las soluciones y las respuestas tanto como a los problemas mismos. Para la filosofía, dice Deleuze, existen los falsos problemas, y despejarlos es uno de sus principales objetivos. MM
Fecundidad
Un buen concepto sería no tanto un concepto válido, en el sentido de ser adecuado a su objeto, sino un concepto valioso o fecundo, en el sentido de ser capaz de abrir el juego, de ramificarse en nuevas creaciones conceptuales, de lograr un nuevo campo de problemas, que a su vez permite el florecimiento de nuevas prácticas y nuevos sentidos. El criterio para determinar el valor de un concepto no es su verdad o su falsedad, sino su fecundidad. MM
Extractos de la conferencia de Axel Cherniavsky y Manuel Mauer, con introducción de Ciro Najle, organizada por el Centro de Estudios de Arquitectura Contemporánea, el 31 de agosto de 2012.