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Anna Font

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Sistemática de la Extrañeza Anna Font

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La historia del Archivo de Arquitectura de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella es una historia que solo ahora puede tomar sentido contar. Al inicio, en 2012, el Archivo se pone en funcionamiento con una inconsciencia de aquello que está inaugurando. Parecía, en aquel entonces, por la fuerza de la novedad que nos invadía a los que formábamos incipientemente parte del proyecto de Escuela que Ciro Najle iniciaba con su decanato, que era bueno grabar a los arquitectos que venían a contar sus modos de práctica, y que justamente eso era importante para trascender la simple descripción del hacer. Ese fue el primer ciclo, que todavía ahora está en funcionamiento dentro de las filas del Centro de Estudios de Arquitectura Contemporánea. La agenda del ciclo, y también su formato, nos inspiró una curiosidad que superaba el momento de la conferencia como tal, ya que nos tensaba a querer volver a revisar los contenidos, a contrastar entre sí los proyectos, a interpelar a los participantes, y a hacer preguntas subsecuentes en la siguiente noche de debates, abriendo de ese modo un primer hilo de movilización transversal que permeaba como un plano de encuentro entre profesores, y entre profesores y alumnos, que progresivamente se volvió un plano de consistencia. Es precisamente en este sentido que el Archivo tomó forma y adquirió un sentido anticipatorio, deviniendo, a lo largo de esta década, el plano sobre el cual registrar, y también dar sustrato, a la movilización cultural de la Escuela.

Nada de esto era un plan con objetivos, ni un programa predefinido. El Archivo de Arquitectura nació bastardo, y voló siempre conscientemente a ras del suelo, esperando no ser visto para no ser detenido ni definido, operando en un espacio liso, irreductible a cristalizaciones. Fue progresivamente que el Archivo abrió, por la inercia de su producción, un agujero que se propagó a través de las estructuras de una Escuela que le había invitado a existir como dispositivo de movilización. En los dos primeros años se grababan las conferencias con una máquina fotográfica cuya memoria podía almacenar clips de hasta 40 minutos. Esperábamos atentamente ese instante en el que volver a iniciar la grabación, tantas veces como la conferencia durara, intentando mantener el mismo encuadre entre tomas, y acotando al máximo los segundos de black out. En paralelo tomábamos fotografías con nuestros teléfonos, que no estaban dotados del performance al que estamos acostumbrados hoy. De estos registros hicimos transcripciones, que editamos y tomaron la forma del primer número de Archivos de Arquitectura, el ya legendario 01 Modos de Práctica, también posado sobre formatos recientemente desarrollados, que comenzaron a evolucionar y complejizarse para luego instalarse a través de los espacios de la Escuela. La secuencia entre registro de campo, transformación del material audiovisual en textual, edición y publicación se constituyó como el hilo conductor y la pulsión vital del Archivo. El Archivo devino un espacio de transformación de materiales.

La naturaleza del Archivo de Arquitectura es la del exceso. En ese exceso a veces hay simplemente mucho. Muchas imágenes, muchos minutos, muchos caracteres con espacios, muchos gigabytes. Pero también hay exceso de sentido, y ese exceso, al principio inversamente proporcional a los recursos con los que se contaba, progresivamente se fue agudizando y volviendo penetrante. Los graduados de la Carrera de Arquitectura se han incorporado al proyecto año tras año, expandiendo cada vez más la relojería interna y la

capacidad de hacer públicos los registros, y contribuyendo a sofisticar los mecanismos de mediación y transformación, que paso a paso se constituyeron, como modos primero, y como sistemas después. Por un tiempo considerable, el Archivo almacenó mucho más de lo que mostró. Se elaboraron protocolos que condensaban la inteligencia de la experiencia cotidiana: dónde posicionarse dentro de un aula en relación a la organización del espacio y a la pantalla, cómo articular la doble grabación de audio y video para compaginarla luego digitalmente y tener nitidez en las voces, cómo editar los videos con carátulas para que pudieran ser efectivamente archivados como materiales no crudos, cómo seleccionar y tipificar fotografías para volverlas después mosaicos, posters, libros, o cómo subtitular videos cortos que se vuelven extractos de las ideas, proposiciones, y reflexiones de las conferencias que transcribimos y atesoramos. Estos materiales están organizados en una matriz, cuyo patrón figura en la tapa de esta edición: es la forma del Archivo. La vida de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos está ritmada por eventos públicos que suceden semana a semana, y por instancias académicas de presentación que dividen los semestres en mitades iguales. Las audiencias, espacios y materiales que se registran varían dentro de ese espectro de doble ritmo de lo académico y lo cultural. El archivo fotográfico organiza retratos que congelan instantes de la dinámica colectiva, revelando los materiales y los acontecimientos que con frecuencia naturalizamos por ser parte activa de ellos y por la rapidez con la que singularizamos nuestros intereses y devenires. El Archivo tiene la capacidad de generar una mirada retrospectiva del tiempo presente mientras se despliega: su agenda es, por lo tanto, proyectiva. Así como el registro se aproxima siempre de manera extensiva, cubriendo todos los eventos con al menos un tipo de formato (video y/o fotografía), la selección y el procesamiento de los contenidos ha seguido siempre una lógica de intensificación, tomando forma desde la intuición, y retroalimentándose de las fuerzas que despliegan las visitas, desde las más excepcionales a las más regulares. Si la Escuela se constituyó como polo cultural de carácter cosmopolita, poblado por las duraciones más diversas y los seres radicalmente más diferentes, el Archivo funciona como el medio de construcción de constelaciones culturales cuya contingencia y divergencia se vuelve consistencia disciplinar. El Archivo entrelaza y construye inercia, revela y constituye formas, y, en tiempos de madurez, se propone nombrarlas.

Y es que el Archivo registra fenómenos extraños, y cada vez que los formaliza y organiza, los decodifica y los recodifica. Esta sistemática de la extrañeza, caracterizada por su temeraria ética de racionalización de lo desconocido, es estimulada, sino proporcionada, por la geografía cultural. Operar desde un punto extremo en un mapa disciplinar que en principio aparece tejiendo relaciones culturales dominantes en otras latitudes, y simultáneamente estar en medio de ellas, mirándolas desde fuera y desde dentro a la vez, constituye una oportunidad única en la que se anudan manojos de linajes disciplinares desde un punto de fuga vuelto paradójicamente central. No debe olvidarse que nuestros visitantes viajan muchas horas, pasan de invierno a verano, del inglés al castellano, de lo uniforme a lo diferenciado, para internarse en la placentera ligereza de la lejanía radical. Su desplazamiento genera un extrañamiento que desencadena una fluidez inusitada en su discurso, una liberación respecto del marco contenedor (e inhibidor) de la política arquitectónica naturalizada de los circuitos del hemisferio norte. La remotidad atenta contra la pose e invita a enfocar en las razones mismas del juego de las convicciones y las disputas, y la descompresión del discurso oficial se abre inevitablemente a cuestiones fundamentales del estado general de la arquitectura contemporánea, los marcos de referencia, los intereses, los deseos, las urgencias, las críticas, las pérdidas, y las esperanzas. Esta apertura, personal en el mejor sentido de la palabra, impregna a todos de un sentido del hoy y del nosotros, del estar en el centro de los problemas que la arquitectura debe tratar.

Este Archivos de Arquitectura, número 11 de la serie, fue construyendo, a lo largo de estas líneas, su contexto de relevancia, impulsado por la hipótesis de que la particular coexistencia de contenidos radicalmente disímiles, muchas veces simplemente segregados en campos incomunicados y movimientos disciplinares divergentes, generan el sustrato para tejer relaciones insospechadas, coincidencias entre las discrepancias, desmantelamientos de acuerdos tácitos, y despliegues de referencias comunes que funcionan multivalentemente. Esa voluntad se vuelve un enrarecido sentido de lo común, que propone una mirada inescrupulosa sobre la arquitectura actual. Este número se organiza como una antología que se dispone a una lectura transversal, evitando cristalizar certezas estereotípicas, y en su lugar apuntando a construir tendencias de pensamiento no lineales, no por ello meramente inciertas, solo posibles desde la mirada lejana pero interna. La selección que se dispone en las siguientes páginas está, por lo tanto, estructuralmente restringida por idiosincrasias vitales insoslayables, y no debería ser entendida como una selección pulida sino como una investigación abierta, que toma, en esta edición, su primera forma.

En este sentido, y con este tono, esta antología austral de la arquitectura actual.

Audiencia en el Aula Magna durante la conferencia de Jesse Reiser, Projects and their Consequences. Fotografía: Juan Ignacio Palma. Archivo EAEU.

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