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BIENESTAR PSICOLÓGICO.

Una herramienta para cultivar la salud.

En un mundo de agitación e incertidumbre, hoy más que nunca es importante hacer de la familia el centro de nuestras vidas y darle prioridad absoluta.

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La generación de mis padres, la mía y la de mis hijos, no tienen la misma jerarquía de valores. El comportamiento se regía en base a un fundamento religioso. El miedo, el chantaje y la culpa eran los puntos de apoyo de la conducta, nos recordaban a cada momento ¡“Dios te va a castigar”¡ Los maestros compartían la autoridad con los padres, Muchos sufrimos castigos injustos, los Derechos Humanos brillaban por su ausencia, el lema era: “la educación con sangre entra”, reglazos, pellizcos y burlas de los compañeros eran lo cotidiano.

En la actualidad Los Derechos humanos están en todas partes, sin embargo, nos fuimos al extremo, los hijos se han vuelto amos del espacio, la antigua concepción autoritaria se fue a la permisividad. Hay crisis en la familia, en la escuela y en el gobierno, los hijos conocen muy bien sus derechos, sin embargo, no aceptan sus obligaciones.

Ser madre es el más bello oficio del mundo; la misión es el ejemplo de todas las virtudes domésticas y sociales. En su entrega saben de la angustia, la fatiga, y en ocasiones el desencanto de criar a un hijo. Actualmente, ser madre es más difícil, con el temor de “traumarlos” la autoridad perdió fuerza, los hijos imponen su voluntad. En contadas ocasiones la madre recibe honores, si obtiene buenas calificaciones, la institución escolar es buena, si baja su rendimiento, la causa es qué la mamá no lo apoya.

El rol de la madre ha estado definido en la crianza y la educación de los hijos, hablando de una familia bien consolidada, con un padre proveedor, comprometido con la responsabilidad de una familia. Sin embargo, cada día más mujeres se incorporan a la fuerza laboral, según las estadísticas tres de cada diez mujeres son jefas de familia, es decir, son madres solteras o divorciadas. Los hijos pierden madre, ya que la mamá pasa a ocupar el rol del padre, los hijos al mes de nacidos pasan las horas en la guardería. Las madres al desempeñar los dos roles viven agotadas por la doble jornada de trabajo. El resultado, un alto índice de depresión femenina.

Anteriormente, las madres después del parto contaban con ciertos privilegios mientras se dedicaban a amamantar al bebé, como, servicio domésti- co, la cooperación de las vecinas o de familiares, hasta que se recuperaban. Las costumbres se transmitían de madres a hijas. En algunos pueblos criaban cuarenta gallinas con las que les preparaban caldo de pollo todos los días.

En las grandes ciudades las horas del día resultan insuficientes para realizar las labores cotidianas de una madre. Aun con el ahorro en tiempo de los pañales desechables, la comida preparada, por la falta de descanso, las madres están al borde de un ataque.

Durante nuestra vida, tomamos muy a la ligera el papel que tiene nuestra madre, no fijamos demasiado interés hacia el valor que realmente tiene, este ser maravilloso. Erróneamente, le damos importancia a otras cosas que realmente no la tienen, vamos haciendo a lado a mamá, que si la salida con los amigos, las llamadas telefónicas, la escuela, el trabajo, etc.

Las madres del siglo XXI tienen un deber enorme con los hijos, necesitan ser sensibles para expresar sentimientos y firmes para poner límites. Para esta labor son necesarias he- rramientas que se adquieren al prepararse, ya que los enemigos son bárbaros: la cultura desechable, el consumismo, y la permisividad, se nos han salido de las manos.

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