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Leyendas Historias de nuestras raíces.

La Serpiente Infernal

16 Investigación Visiones

AenE

Diciembre DICIEMBRE 2012 2012

Hace muchos años, a finales del siglo pasado, cuando la región de los Lagos de Montebello era únicamente conocida por los dueños de las grandes fincas de esa zona y por los montañeses que tenían entre la selva virgen sus poblados, fue cuando se notó la pérdida de ganado vacuno y caballar sin dejar rastro. Después, empezaron a desaparecer vaqueros con todo y el caballo que montaban. Algunos habitantes de la zona sospechaban que algo raro y sobrenatural estaba atacando a gente y a animales y se pusieron de acuerdo para vigilar de día y de noche toda la zona de los lagos. Un día, cuando uno de los vaqueros hacía su recorrido habitual a la orilla de uno de los hermosos lagos de colores, vio como una víbora con cara de vaca y cuernos, abría sus espantosas fauces y se tragaba a una res grande. El vaquero espoleó a su caballo y entre grandes relinchos se alejó a galope. Al llegar a la casa grande (así se le llamaba a la casa del patrón de la finca), contó lo sucedido… Pero fue tal el susto del vaquero que enfermó y a los pocos meses murió. Como se decía, “fue de espanto”. Desde entonces, con mucha precaución, varios intrépidos empezaron a salir a la caza de este animal, pero nunca lo lograron porque nadie lo volvió a ver. Según la leyenda se sumergió en lo más profundo de los Lagos y por eso no se ha encontrado el cuerpo de muchas personas que se han ahogado en ellos. Algunos han aparecido trabados en raíces, pero otros no han sido localizados jamás, dicen los ancianos de esos lugares, que la serpiente infernal se los tragó y que no se sabe en qué lago esté porque todos tienen comunicación en lo más profundo de sus aguas.

El Sombrerón

Muchas veces lo vieron los viejos vaqueros. Uno de ellos relataba su aparición con irrefrenable emoción, contagiando el estupor a los jóvenes que lo escuchábamos. Como la aparición de un tenue relámpago que se pierde en corto espacio, una luz del fondo de la oscuridad de la noche reventaba en el aire antes de escucharse un silbido. Silbido hondo y melancólico seguido luego por la música de una armónica bocal, cuyas notas se fundían en el arpegio de todos los sonidos del campo, cuando la noche secuestra las figuras entenebrece. Tuxtla Gutiérrez, cuenta con su propio concepto del “Sombrerón”: era un hombre que vestía con ropa de cualquier clase, siempre portaba morral, machete y un sombrero de gran tamaño. Aparecía en lugares despoblados. A las personas siempre las llevaba al lugar contrario del que se dirigían. Y cuando consideraba que los había perdido, entonces se alejaba burlándose y haciendo contracciones en el rostro, para infundirles miedo, y hacerlos saber que él era “ El Sombrerón”. El lugar donde con más frecuencia aparecía, era al Sur de Tuxtla, atrás del Hospital Civil, antes “El Aguacate”.


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