1984,

SUSANA CRUZ ÁVILA
MARCO ANTONIO MONTES M.
ANDREA MELISSA OVERA
DANIEL ALEJANDRO P. ROMERO
SUSANA CRUZ ÁVILA
MARCO ANTONIO MONTES M.
ANDREA MELISSA OVERA
DANIEL ALEJANDRO P. ROMERO
ALBERTO PULIDO CUELLAR
SANTIAGO GARCÍA
Edición y maquetación: Adriana Del Castillo
Imagen portada: xxxxxxxxxxxxxxxxxx
Safe Creative: 2209041930149
Licencia: Creative Commons 4.0 CC-BY-NC-ND
Publicado originalmente: Octubre, 2022
“Sea este proyecto un vestigio de la autoexplotación en metadatos de una suspensión entre narcóticos y sombras. Que encuentren los ojos en el epitafio: aquí yace la intimidad anónima.
Ahedoné explora la contorsión de la sensibilidad y del tedio sintomático, a propósito del burnout. Registro de un naufragio, una caída al vacío: confesión del constante absurdo que los ojos del nómada revelan.
Efervescente testamento digital que nace de nuestro rabioso desencanto sobre la cultura digital. Apachurramos aquí nuestras manos para dejar huella en el cybermundo aunque sea una sombra nada más.
Nuestro testimonio parodia la constante suspensión del cibernauta. Somos lxs huérfanxs del Big Brother.”
El marco del proyecto Anhedoné para la plataforma Instagram presupone que nuestra sensibilidad entra en contorsión ante el uso constante de los dispositivos digitales. El preludio de la reflexión fluye por cuatro pilares categóricos: tiempo, aceleración, vigilancia y capitalismo. La ejecución es múltiple: videos, fotografías y textos comunales e individuales son la carne del esqueleto que articuló materialmente nuestra reflexión. Anhedoné es de corte experimental, no es definitivo. Ensaya rutas para proponer dinámicas lúdicas que planteen cómo desestigmatizar la tecnología y abordar sus fronteras por fuera de la academia pero desde la filosofía. Si el formato es electrónico, todas las miradas que puedan mirarlo, lo mirarán. La intención es inventar identidades, convocar usuarios, marcar trayectos y reflexionar en comunidad sobre nuestra manera de ser tan digital. El tsunami algorítmico en el que vivimos puede ser intervenido al contar con personajes creativos como los que conforman este proyecto: Susana (fotografía y manager), Melissa (edición y contenido), Daniel (diseño), Santiago (diseño y fotografía), Marco (diseño) y Alberto (vídeo) son los motores de este cadáver digital.
1984, final alternativo fue uno de los ejercicios que realizamos este semestre durante el proyecto y está articulado desde un conjunto de cajas textuales. Los fragmentos presentados a continuación ejercitan posibilidades narrativas desdobladas a través de lo distópico y decadente de un mundo en proceso de extinción. La vigilancia se respira en la propuesta: califica, clasifica y castiga. El alcance del Gran Hermano es infinito, proscrito desde miradas fugitivas pero también desde espacios arquitectónicos y recovecos íntimos.
Los siguiente ejercicios conviven con Michel Foucault y George Orwell pero ensayan rutas de salida, modos de desarticular la máquina: ¿podremos frenar los procesos en marcha? ¿Es posible construir otro horizonte? Aunque en Anhedoné no prometemos finales felices, los invitamos a conocer la propuesta y, sin más, hago manifiesto nuestro agradecimiento a Miguel Ángel por su trabajo de maquetación y a Filosofía en la Red por compartir estos pensamientos.
1984, final alternativo
Winston y Julia fueron torturados por O’Brian en la habitación 101, cada uno por separado; Winston fue obligado a reconocer que la única verdad es la que dicta el partido, lo que su razonamiento suponga o piense o incluso lo que pueda percibir mediante sus sentidos, no es real. El planteamiento indudablemente falso de que 2 + 2 = 5, es verdadero si así lo dicta el partido.
Después de largos días de tortura, Winston y Julia se reencontraron, se mostraron indiferentes el uno al otro. Winston había decidido entregarse totalmente al Gran Hermano, al final, se volvió parte de esa estructura que lo coaccionaba y contra la que había luchado tanto; abandonó por completo cualquier rastro de rebelión.
Han pasado 50 años de ese suceso, ya no se usa más la neolengua aunque se esperaba que reemplazara a la vieja lengua en algún momento; sin embargo, aún nos mantienen vigilados y han aprendido a mejorar sus tácticas.
Ahora existen nuevos dispositivos de control, es una tecnología desarrollada por el Ministerio de la verdad, nos vigilan a través de internet. Nuestras conversaciones, las cosas que compramos y vendemos, las interacciones con los demás, todo lo que hacemos y pensamos se almacena en ese lugar.
Los administradores de esta tecnología recopilan y monitorizan toda nuestra información, no hay nada que pueda eludir este control.
SUSANA CRUZ ÁVILA
No hace mucho tiempo se escuchaba que amar es como ir a la guerra y en esa frase (sin saber si era verdad o una mentira que se decía entre la prole) podemos abrir una brecha para visualizar que lo malo puede llegar a establecerse con el propósito de estar cerca de la mirada de esa persona amada. ¿Qué le podemos reprochar a Julia sí de ella fue la idea de mandarle las ratas al pobre de Winston? El estrés causado por las horrendas torturas infligidas a su pequeño cuerpo, aunado ellas, la tensión y el remordimiento por encontrarse lejos de la mirada de Winston le hizo desistir a la idea de que el castigo de la habitación 101 le fuera proporcionado a él, y así, a Julia le permitía emanar la mínima esperanza de que el Partido Interno tuviera compasión del amor que surgía entre una nación inundada de estrés y que las ratas solamente fueran la representación de lo lejos que pueden llegar las consecuencias para aquellas personas que decidan rebelarse ante el orden del Gran Hermano. El miedo se había hecho presente y era difícil que disminuyera, solamente pedía que la comprensión la acompañara y nunca más la dejara sola. Ella quería pensar que había actuado de la forma correcta, o, mejor dicho, de la única forma en que se había trazado su camino.
Winston, por su parte, decepcionado de sí mismo, pensó que en balde habían sido todas las aventuras que había vivido con Julia y todo el amor que destilaba hacia ella, si al final de cuentas había provocado, un sentimiento terrorífico y desbocado con la intención única de librarse de aquel castigo. Se sentía un verdadero cobarde, un mentiroso. Salía vivo, sí, pero con el alma un poco deshilada, tratando de cubrir las emociones que emergían de tan solo pensar que el Partido se había aprovechado de su debilidad: del amor que le procuraba a Julia. Ya no quería volver a ese sitio. Quería vivir bajo los principios del partido. Quería volver a fumar aquellos cigarrillos que no eran tan malos después de todo; tomar de ese café, que, sin saber, le tramitaba un poco más la vida; o de aquel ginebra que, después de todo el tiempo que pasó encerrado, le había hecho extrañar la sensación de fuego que le provocaba en su cuerpo. La única certeza que albergaba era que ya no volvería a hablar con extraños, pues
había entendido que podían convertirlo en calavera. Sin embargo, en el fondo (y eso era lo que quería reprimir para no volver a vivir una experiencia tan traumática) esperaba que Julia le silbara en el camino, esperando que ella hubiera desarrollado algún tipo de lengua para pasar desapercibida ante la telepantalla, quizás una lengua que en tiempos pasados se haya considerado materna. Pero todo eso quedaba atrás. Pensar en aquello era una verdadera locura. Habían quedado sepultadas por siempre las notas que escribía, las ganas de crecer, la probabilidad de derrocar a un ambiente plagado de mentiras.
Demasiadas vueltas. Demasiados días. Demasiadas guerras. Ya no se sabía quién era el enemigo del Partido. Winston había perdido su batalla y la brújula únicamente lo direccionaba a ser cómplice de aquel estrato al que tanto odiaba. Estaba roto, él lo reconocía. A pesar del café, de los cigarrillos, del ginebra, de los placeres que el Partido le procuraba una vez que salió del encierro, los días le sabían a muerte. La atmósfera que él habitaba se había vuelto fría y nubosa. Ya no podía identificar un sendero que lo hiciera regresar a aquellos días que compartía con Julia. Nunca más volvió a saber de ella y es que el Partido, después de numerosos eventos de la misma índole, decidió crear un artefacto capaz de proyectar la ruptura a la que se podrían enfrentar dos personas. Si buscaban conocerse, hablar, que averiguaran la forma de sembrar sentimientos prohibidos que nada tenían que ver con una necesidad fisiológica como la reproducción, se enfrentarían a la imagen mental del doloroso desenlace de la relación. Eso era demasiado sencillo: en cuánto comenzara el interés por establecer algo más que una relación de camaradería bastaba con ver a los ojos para frenar ese sentir. No importaba que la historia estuviera en incógnito, que no diera detalles del proceso de la relación, quedaba totalmente descartada la interacción y se seguía con la cotidianidad. No había forma de escapar de los intereses del partido. Ignoraban el desenvolvimiento de la historia, sin embargo, el impacto del dolor era tan vigoroso que se descartaba inmediatamente: se evitaban las mentiras, las cargas pesadas que el amor alguna vez llegó a representar, los inicios, la búsqueda de paz. Después de todo mantener la camaradería con el Gran Hermano no eran tan malo, ¿verdad?
Winston temblaba de exaltación, era extraño sentirse tan transparente: entre las cuatro paredes no había nada que ocultar. Era la misma tienda donde se había encontrado con Julia aquella vez y sin embargo parecía una habitación totalmente nueva. La luz del sol vespertino entibiecía el aire que los rodeaba y las partículas de polvo nadaban plácidamente entre secretos. Los ojos de McClarck saltaban entre los de Winston y Julia, contrastando su paranoica imagen revelada con la serena resignación que aparentaba dentro del Ministerio. Suspiró y dio apresurado: —Saben que caminamos sobre hielo fino, ¿verdad? Nosotros tres ya estamos muertos.
Ambos asintieron. Los ojos de Julia se humedecieron fugazmente, pensó en el duelo que viene con la muerte del ser amado, una tragedia que el afecto le había regalado a ella y a Winston. Una sonrisa irónica atravesaba su rostro, era ese semblante que lleva uno cuando sabe que ha cumplido con lo que debía hacer y está listo para morir en cualquier momento. Días atrás, ella y Winston habían llorado desconsoladamente la muerte del otro, anticipando el momento en el que fueran vaporizados y no quedaran más que cenizas y un gran espacio en blanco en los cuadernos. Ciertamente su dolor era incomparable con aquel de una época donde lazos como los de familia significaba algo y pasaban todo tipo de cosas tras cortinas cerradas. Pero era dolor genuino no obstante, la sangre les hervía y se les helaba en encuentros furtivos, la memoria en cada célula de sus cuerpos era mil veces más real que los signos arbitrarios que se transitaban cada día en el Ministerio de la Verdad.
McClarck había estado infiltrando mientras tanto información sobre los proles. Apostaba por el poder de las multitudes exorbitantes que ante una buena provocación podrían fácilmente invadir toda el área del Partido. Los miembros de la policía del pensamiento sólo bastaban para protegerla mientras no hubiera algún tipo de intimidad entre ellos: la falta de pantallas ofrecería lugar para el secreto, era más fácil para uno sentir que todo momento. Con el golpe de los hackers se esperaba la el espacio detrás de su rostro le pertenecía si no estaba siendo observado y escuchado en caída de no sólo los sistemas de
distribución de información, sino de todos los medios de vigilancia. Recuperarían entonces la privacidad. Aquellos ojos metálicos asfixiantes, al ser cerrados de una vez por todas, abrirían espacio para la cercanía. No resultaría en la unión de todo individuo como una gran masa uniforme, sino de la apertura a la diferencia, al recuerdo y la esperanza, a lo personal y lo compartido.
La brillantez de O’ Brien era indudable. No obstante, no era lógico que aquel y Goldstein fueran la misma persona. O’ Brien habría mentido. El libro en realidad existía. Había existido en realidad una tal Goldstein, diferente de O’ Brien, quien era el verdadero autor del libro. La realidad en realidad existía. 2+2 tenían que ser 4 cuatro y no 5.
Winston se quedó un momento mirando el problema de ajedrez. El ruido, proveniente de la telepantalla, y el alboroto general no lograban ya perturbarlo. Se había dado cuenta de algo. Aunque domines el tablero, siempre hay al menos una jugada que te puede poner en problemas y que no logras ver a tiempo. Ni siquiera si eres Kasparov o Fischer. Ni siquiera si eres O’Brien o el Gran Hermano.
El rey había olvidado que también los peones podían ponerlo en mate, y que en Oceanía el 85 por ciento de las piezas no eran reyes ni reinas. Casillas blancas y negras enrojecen con la novictoria del rey.
La única jugada posible era algún jaque por medio del lenguaje. Una jugada lenta y estratégica, con la que el oponente pensara estar ganando la partida, hasta que de pronto… Sí, quizá algún jaque del artista, probablemente del poeta, o el jaque del filósofo del lenguaje, o filósofo de la historia…
Antes de que Winston se reuniera con Julia en el Departamento, una extraña sensación inundó a nuestro protagonista. Después de su reunión con O’Brian, presentía que algo andaba mal por lo fácil que fue unirse a la Hermandad. Si era así de sencillo, ¿por qué nunca lo había hecho antes? Si fue porque jamás pudo conocer a un miembro de la Hermandad ¿por qué O’Brian, su vecino de cubículo y de toda la vida, resultó ser uno de ellos? Y no sólo eso, si no que lo aceptó a él y a Julia en la Hermandad tras una breve entrevista. Su noche de reposo se convirtió en una infernal laguna de dudas. Todo apuntaba a que O’Brian ocultaba algo. Que no forzosamente era sobre el movimiento rebelde. Pensó en la hipótesis de que todo era un plan del Partido para atraparlos al siguiente día en el Departamento. Partir de tal teoría, implicaba que todo había sido en vano, y que la pequeña lucha revolucionaria de Winston y Julia resultaría ser un fracaso imperceptible. Winston replanteó sus opciones. En el caso de que O’Brian sea un Policía del Pensamiento, no tenía más que esperar a que lo capturen mañana con Julia en el Departamento. Si fuese así, todo lo que podría hacer por el futuro estaba limitado por unas cuantas horas antes de que amaneciera. Lógicamente el Hermano Mayor siempre gana. La monstruosidad de su control es infalible. Se trata de un juego en el que se elige el fracaso más conveniente.
Winston, afligido por saber que cualquier intento en contra del Her mano Mayor acabaría en el olvido, recordó un momento la dedica toria de su Diario: “Al futuro o al pasado, a un tiempo en el que el pensamiento sea libre, en el que los hombres sean diferentes unos a otros y no vivan solos… Desde la época del Hermano Mayor: ¡Salu dos!”. Ahí estaba su respuesta: su revolución no era en el futuro, sino en el pasado.
En plena madrugada, Winston con la ropa que tenía, se levantó di recto al Ministerio de la Verdad. Hace unos años, antes de conocer a Julia, escuchó sobre un rumor dentro de las instalaciones donde los científicos del Partido habían desarrollado una máquina capaz de enviar mensajes al pasado. Lógicamente, lo único que puede detener al infalible Hermano Mayor, es actuar antes de que existiese. Ontológicamente, se trata de hacer algo para que no haya nada.
Al llegar al Ministerio, Winston utilizó sus tarjetas de acceso, alertan do al mismo tiempo al ejército del Partido. Al bajar a la sala de experimentos, le fue muy fácil reconocer la sala que clausuraron.
De inmediato notó que todo estaba apagado y lleno de polvo. Sin saber muy bien lo que hacía, Winston apretó todos los botones que se veían importantes. Consciente de saber que su intento de salvar la cordura de la humanidad dependía de unos cuantos segundos antes de que llegara la policía del Pensamiento, nuestro héroe se dispuso a lanzar su diario al pasado para que así 1984 jamás sea el 1984 que conoció. Una vez lanzado el Diario, sólo pensó en lo gratificante que sería para los demás decir que 2 + 2 es igual a 4 sin que te diag nostiquen de locura. Toda su vida tuvo sentido en ese momento. Se dio a sí mismo “Sólo puedo ganarle al Hermano Mayor antes de que existiese el Hermano Mayor. Si el Hermano Mayor siempre gana por controlar el pasado, yo le ganaré con la misma estrategia. Mi Diario cambiará el pasado”. En ese momento, la Policía del Pensamiento entró a detener todo lo que ocurría.Winston se encontraba tumbado por 4 guardias, aturdido por el gas y los golpes en su abdomen, no dejaba de repetir: “¡He gando, destruí al Hermano Mayor!”
Lo que no sabía nuestro revolucionario Winston, es que su Diario cayó en el lugar menos afortunado. Antes de que existiesen Eurasia, Oceanía y Estesia, era pleno siglo XX, dos días antes de las explosiones en Nagasaki y Hiroshima. El Diario de Winston apareció espontáneamente en frente de la Casa Blanca. El presidente Harry S. Truman leyó en las palabras de Wi ston no una advertencia, sino un consejo a seguir. Qué importaba si en las manos del presidente se encontraba la sangre de millones de personas. Si controlaba los archivos, los vídeos, los documentos y los textos, nadie se iba a acordar de su genocidio. El 6 de agosto el resto del mundo fue bombardeado con armas nucleares. Con el cuidado de no destruir el planeta, Truman se encargó de tan sólo subyugar a sus enemigos más formidables: Ni Rusia ni China, ni comunismo ni socialismo. El Mundo estaba a merced de la mente visionaria de Truman, y el resto es historia…
Tal vez, si tan sólo nuestro protagonista hubiese escuchado la razón por la cual el Ministerio, el Hermano Mayor jamás habría existido. Si tan sólo Winston hubiese escuchado la versión final del rumor. Lo que no alcanzó a saber, era que la sala fue clausurada cuando un empleado lanzó por accidente un panfleto de la Liga Juvenil Antisexo. De inmediato, al siguiente día alguien en la sección junto a Winston empezó a hablar sobre una manifestación católica del año 1945 que postulaba los mismos principios que la Liga Juvenil Antisexo creó. Los que trabajaban en tal empresa, reconocieron
que el panfleto alteró la línea temporal en la que vivían, dejando a varios con una única pregunta: ¿Ahora qué fue primero, nosotros o los del pasado? Dilema que Winston, por la euforia del momento, olvidó por completo. ¿Tanto pudo crear un Diario? Winston, como buen revolucionario, llevaba una gran ética de cuidado al futuro. Pero jamás pensó en una hacia el pasado, referente a los peligros sobre los viajes en el tiempo.
Al final, la inocente estrategia de Winston por salvar a la humandad, acabó siendo la tesis que creó su antítesis con el Hermano Mayor. Winston no ganó, ni jamás destruyó al Hermano Mayor. Sus palabras fueron sólo concilio para el espíritu despótico de quien lo leyó. Truman necesitaba saber de alguien más que pensará como él, y lo encontró en su Hermano Mayor quien le dio: “El objetivo de secuestrar, asesinar, torturar y esclavizar es secuestrar, asesinar, torturar y esclavizar. Eso es el poder absoluto”. El único ideal del progreso que salvaguarda el futuro es el dolor. Comprendido esto, la historia se pausó. Ya no existirán humanos para hacer la historia, ni problemas que superar. El Gran Relato de la Humanidad ahora es una narración sin comienzos y con un solo fin: 1984. Sólo este narrador puede constatar la gran paradoja que acaba de ocurrir: lógicamente nadie puede ganar ante el Hermano Mayor.
Esta historia sucedió en épocas de la dictadura del gran hermano, el tiempo de atmósfera cocinada de dióxido de carbono y ríos de desecho industrial. Lugar donde la información que se difundía estaba controlada por la central del poder mundial (gran hermano). Ahí vaporizarían a cualquiera que se atreviera a estudiar los libros, audios y videos prohibidos, pobre de aquel que se atreviera a estar en contra del tirano, pues en ese lugar uno siempre estaba observado. Si no era por las cámaras era por las personas que en su gran miedo al tirano te delatarían sin pensarlo. Por mucho se prefería eso antes que ser acusado de cómplice por haberlo sabido y callar. Este era el tiempo sin tiempo, porque los que estaban despiertos no estaban seguros de vivir el año en el que se suponía que estaban, había una muy clara alteración de los hechos históricos y sucesos actuales. Además de muchas pistas que no encajaban con la historia oficial.
En una de las calles de Nueva York vivía un tipo grandulón y robusto. Casi siempre estaba sudado y vestía camisas de manga corta para estar fresco. Tenía como seis cabellos en la parte superior de la cabeza que ya se le estaba quedando calva y su pelo de los costados era café oscuro. Se dedicaba a cargar costales de harina. Y siempre cruzaba media ciudad para ir a trabajar.
Un día John el grandulón se encontraba cruzando un barrio camino al trabajo. Todos llevaban mascarillas y tapabocas porque el aire olía a mierda y era toxico (en ocasiones hasta mortal) respirar a la intemperie por más de tres horas seguidas en un solo día. Ya que nuestro organismo carece de la capacidad de filtrar tanto dióxido de carbono. Un día en la caminata habitual John se encontró con un par de niños hambrientos, estaban sucios y desnutridos. Por lo general había muchos de ellos por las calles debido a la gran cantidad de personas que morían por la contaminación, vaporizados y de hambre. Esto no solo en su ciudad sino en el mundo entero, la guerra nuclear no había dejado nada. Él les habló cariñosamente y ellos resultaron extrañados pues por su aspecto, se esperaría una voz más brusca y tosca. Confiaron en él, no les quedaban muchas opciones y ese grandulón parecía ser buena persona. En seguida John les ofreció
una nueva mascarilla desechable con filtro de aire.
-Hola pequeñines. ¿Dónde están sus padres?
-Fueron vaporizados, delatados por un par de niños espías. Contestaron tristemente con una cara que reflejaba su situación de desamparo. John les invitó a comer y a darse una ducha Su casa. Ellos aceptaron la invitación pues no tenían a alguien más que les ayudará. Sus padres no tenían familia en la ciudad y los abuelos hace mucho también habían sido vaporizados.
Los jóvenes llegaron a la casa, comieron hasta saciarse. Parecía que tenían su hambre guardada desde hace semanas. Después se dieron una ducha de agua caliente, se pusieron ropa limpia que tenía John guardada desde su infancia, la camisa les llegaba hasta el suelo. John de inmediato lavó su ropa para el otro día. Después del baño los jóvenes se fueron a dormir al cuarto de huéspedes.
Al otro día bajaron los niños y para su sorpresa vieron que John tenía una computadora. Era increíble porque estaba prohibida para cualquiera que no trabajase en el gobierno. Asombrados se acer caron a ver que estaba pasando en aquella pantalla de la que sólo habían oído hablar.
-¡Wow¡ es una computadora (dio Messi)
Messi era el nombre de uno de los jóvenes
-Quiero ver videos de animales, es que nunca eh visto (dio Magui) Y Magui era la hermana de Messi. De 8 y 9 años respectivamente.
-Claro que si pequeños. Solo necesito que guarden el secreto, porque si Gran hermano se entera que les estoy educando podrían vaporizarme.
-Lo juramos con el meñique (dieron los pequeños)
En seguida John comenzó a enseñarles la verdadera historia, cómo es que gran hermano había falseado los registros del pasado y había creado el doble pensamiento para controlar las masas. Además, también les enseñó cultura universal, filosofía y arte. Poco a poco Messi y Magui comenzaron a volverse personas con un pensamiento crítico impresionante, al grado que ni John pudo seguir instruyén
doles. En su lugar tuvo que enseñarles técnicas de meditación an cestrales que les permitieron adquirir el discernimiento suficiente para ser sus propios maestros.
Ya habían pasado meses desde que John había comenzado a educar a Messi y Magui. Y ellos ya eran la mezcla perfecta entre sabios y eruditos. Eran una clase de Druidas tecnológicos. A John le impresionó lo rápido que se desarrolla la consciencia humana cuando es nutrida con ideas lo más cercanas a la verdad. Así que se sentía muy entusiasmado. Los niños también están con ánimos de seguir aprendiendo.
A pesar de la discreción con la que se habían estado moviendo los últimos meses la policía cibernética por fin dio con su paradero. John fue acusado por espías cibernéticos y la policía de Gran hermano llegó una noche, John tenía refuerzos en la puerta y vías de escape. Así que antes que la policía pudiera derribar la puerta logró dar la guía de escape a los niños y cubrir su rastro. Despertó a Magui y a Messi, les dio una mochila que contenía un respaldo de millones de tera-bites de información valiosa para la humanidad y salieron corriendo por los túneles ocultos en la casa. Por último desde los túneles de ventilación alcanzaron a ver lo que pasaba en la sala con los policías y John.
Los policías tiraron la puerta, todos traían máscaras de gas y venían armados hasta los dientes. John los detuvo por un instante, había algunas trampas explosivas en la entrada y cayeron como cuatro policías al entrar. Se escucharon las detonaciones y Magui y Messi desaparecieron de la escena. John esperó escondido tras un muro al siguiente elemento y lo derribó con una silla que estaba en la sala. En seguida salió y sacó sus únicas dos pistolas de electroshock y terminó con otros dos agentes. En seguida esquivó algunos golpes y noqueó a otro de un solo golpe. Después dio la media vuelta y tenía una pistola sobre su frente, ahí fue su final. Un dardo atravesó su cuello, cayó al suelo de madera rebotando y haciendo un gran estruendo. Ahí quedó inconsciente, después de todo eso lo único que pudo ver fue oscuridad.
Los niños lograron escapar y regresaron después por toda la tecnología de John. Encontraron también todos sus ahorros y con eso financiaron el principio de una resistencia que se mantiene oculta a la fecha, que va sumando más aliados despertándoles de ese sueño de la doble mente.
Estudiante de la Lic. en Filosofía de la UAQ. Sus temas de interés son acerca del lenguaje, la literatura, la epistemología, la ética y el cine. Es fotógrafa en su tiempo libre.
Es un cúmulo de átomos, de historias que convergen en idas y vueltas, en lágrimas derramadas. Nació en 1998 en el año del buey. Actualmente estudia la licenciatura en Filosofía.
Escribe poemas, estudia filosofía en la UAQ, hace tatuajes y sobreanaliza películas y series en su tiempo libre. Algunos de sus temas de interés son los feminismos, los sentimientos y la contracultura.
Tío de 3 de 2 patas y papá de otros 3 de 4. Alguna vez soñé con ser un gran filósofo, “pero el tiempo estranguló mi estrella”.
Estudiante de la Lic. en Filosofía, además de ser consejero académico en la UAQ, es Delegado de la COMEFI, sección Querétaro desde el 2021. Sus temas de interés giran en torno a las escuelas helenísticas, la ética aplicada, la filosofía de la Historia y teoría cultural.
Estudiante de la Lic. en Filosofía en la UAQ. Amante de la literatura, la poesía y las artes. Ha participado en procesos artísticos como la creación de la obra “Petroglifos” de Alonso Bravo, presentada en el MACQ y realizando la curaduría de la obra “Metarealidad Consciente” de Erick Rodríguez, presentada en la fundación Carol Rolland.
1984 me significó una analogía de nuestra sociedad amurallada por las herramientas del biopoder y del psicopoder, también del necropoder: pues, en ese contexto ni los muertos están a salvo. Una búsqueda escéptica de una salida de ese laberinto, una alternativa.
Es voltear la mirada a ese Gran Hermano que nos vigila, ser testigo de nuestro encierro y el anhelo de atravesar ese control.
Orwell noveliza la decadencia del hombre.
A modo de reflexión esto surgió como una descompresión del presente. Para sacaros de dudas, tratemos de visualizar los efectos del pasado: siglo XX. Reinterpretar 1984 es preguntarnos, ¿le podemos ganar al Hermano Mayor? Silencio. Resignación. Sólo queda responder a esto: ¿Para qué pensar el mundo si se duda de poder cambiarlo?
No hay escapatoria del Gran hermano, pero sería peor callar y perecer en una canción que incite a la revolución que morir desapercibidos.
Universidad Autónoma de Querétaro
Director del Depto. de Filosofía: Dr. José Salvador Arellano Rodríguez
Profesora Responsable del proyecto: Dra. Yolanda García Ibarra