Narcisa Revisión 3

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HERRING PUBLISHERS MÉXICO HERRING PUBLISHERS

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Narcisa María Yolanda García

Narcisa María Yolanda García

Narcisa, 2021 María Yolanda García

Herring

ImpresoQuerétaro,PublishersQro.deMéxico / Printed in Mexico

Para esos peces de nuestro cuarto que nunca cierran los ojos...

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¿Bajo qué circunstancias las Narcisas nos desapropiamos en internet? Aquí hay ecos de voces. A veces es necesario un poco de silencio para que las palabras se junten y, ya reunidas, se atrevan a saltar al mismo tiempo.

Diagnóstico: autointoxicación de data.

Ocurre tan rápido que no puedo seguir el ritmo. Por más que me esfuerce no puedo ver encima del espejo negro, he aceptado su presencia en la costumbre. Desde los cincuentas, se advirtió que la innovación tecnológica nos altera, fueron presentadas evidencias para reconsiderar cómo los estatutos del funcionamiento tecnológico cambiaron el rumbo y trastocaron hábitos sensorios. Desde pequeñas modificaciones hasta profundos vórtices de pensamiento o acción, las computadoras secundan un amplio abanico de circunstancias: con mínimos recursos pueden procesar cantidades gigantescas de datos. El denominador máquina administra cada apetito, ordena lo real e impone mediaciones inéditas sin restricciones de formato o soporte. Internet no sólo es imágenes, datos u objetos, su galaxia opera sutilmente desde procedimientos invisibles.

Fuimos y somos reactivados. Dificilísimo funcionar desde la soberana decisión de ser indiferente al brillo infinito digital. Nos encanta el espejo, hemos superado el paradigma Orwelliano. El dulce ojo de la pantalla ya no es monstruoso, distrae fácilmente con su espectáculo, hoy el llamado al ser viene del software e invita a responder. Internet es mi lugar: espejo de códigos binarios para sentir el mundo. Parvadas de datos preparan la cama, duermo con fantasmas. A destajo, estoy anonadada, hablo sin parar para olvidar el día de ayer.

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¿Qué se esconde detrás de un mundo hipercomunicado? La tecnología crea opciones para elegir, depende de cómo la usemos, no es neutral, descoloca, acomoda a su gusto nuestra percepción; participación regular y comunidades de intereses personales modulan nuestros deseos. Yo entreno para promoverme, vivo desde tiempos congelados, sin aroma y consumibles. Byung-Chul escribe sobre cómo se han recortado distancias porque en la sagacidad de lo efíme ro redundan identidades también atomizadas: el espacio de la red no se transita paseando, caminando o marchando, sino surfeando o explorando. Estas formas de movimiento no tienen dirección. No siguen ningún camino. Cada participante convive desde su espacio personal del cual no necesita salir. Sí nos desplazamos, la inmovilidad es sólo física.

Quizá podemos definir nuestro tiempo en una palabra: aceleración. La velocidad en incremento es una mirilla por la cual entrever, pero para mí es difícil, más cuando la parafernalia en pantallas es portadora de accidentes difíciles de identificar. El tiempo aprieta, nada concluye ni respeta objetos o linealidades, sólo multilinealidad.

Tiempo sin aroma

para no estar. Escroleo y sigo. Soy series de fragmentos. Sondeo el pozo. Incapaz de quietud, me empacho. Estoy feliz con el azar en el pulgar. A veces, extraño la tele, aquel monolito instalado en la sala familiar que era posible de apagar. Hoy vivo de saltos ilimitados y dinamita de bits. Fronteras difuminadas. La información es capaz de acoplarse y ensancharse: oprimir un botón basta, ¡listo! estoy en muchos lugares. Voy de un discurso a otro, espeto realidades y si tengo suerte el entramado se alarga a meses sin intereses. Fragmentada ante el flujo de un tiempo sin olor, ando de prestado, desde transacciones o pensamientos extendidos y no puedo dormir acostada en mi telaraña de aparatos. Internet es caprichoso e impredecible, vuelve instantáneo el pasado desde presentes puntuales: cedo al destiempo, pierdo atención. En este tiempo desbocado camino voluntariamente al manicomio cuando intento pensarme Nodistinta.antes ni después. Es irrelevante, tengo prisa, dispersa pero conectada. Sin umbral, corte o transición voy dando tumbos. Internet necesita que no exista el aburrimiento, ofrece sensaciones que rápidamente desfilan histéricas. Mi percepción se abastece de novedades, no encuentro huellas iniciales, no sé hacia dónde ir, sueño con algoritmos lizos entre ventanas e hipervínculos. Renací en ligereza flotante,

ZappingDispersa

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Las olas de data murmuran: ya no sólo no hay espacio para los muertos en el Semefo de Guerrero en Chilpancingo o espacio en los panteones para inhumarlos; Rulfo escribió cómo la enfermedad oye cuando le hablas; investigadores analizan una ráfaga que se repite cada 157 días y que el veneno de los ornitorrincos puede quizá curar la diabetes.

Y por mirarlo todo

Hay tanto que ver… nunca termina. Sigo, no importa si Jeff Bezos parece el anticristo o al menos uno de los cuatro jinetes, estoy en el hábitat liminar de dar clic y deslizar. Diario el dispositivo grita: ¡bienvenida a la era del vagabundeo! Narro el presente tan al mismo tiempo. Todo gusta, encanta, asombra, importa, entristece. Margo Glantz señala que, por tanto mirar nada ve, sólo un tsunami tras otro con olas de diferentes humores; ora trágicas, ora cómicas, conmovedoras o espeluznantes. Mi capullo de datos anuncia la extinción de las abejas, dice que mataron otra mujer porque iba sola de noche, detalla ese cuento de Felisberto Hernández llamado nadie apagaba las lámparas mien tras las luces de la Ciudad de México siguen perpetuamente encendidas y los elefantes duermen dos horas. Aquí abundan haters profesionales, renacen fascismos, los periodistas son espiados, jamás protegidos y uno de los hombres más ricos es dueño de Instagram.

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El personaje somos todos. Juntos, soñamos. Soy Narcisa. Con los años tendré que exhumar cada archivo e imagen, volver a los textos para descubrir que están silenciosos, desolados. Valdrá la pena describirlo si logro dejar de estar aquí y estoy allá, contigo.

Internet archiva mi colección de espejos, es un estado nervioso. Su dimensión temporal es el absoluto intemporal. Sé que vendrá la crisis, que mi caja negra puede colapsar. Ahí guardo secretos, anhelos, susurro pensamientos para no olvidar quien soy. El espejo construido de data me da identidad y rememora porque, ¿qué es el yo sino esa narración identitaria que construí desde imágenes sensibles, media les? Sobre ellas, reposo y de día, muy digna, me obsesiono conmigo, ahí te miro inmóvil, con los ojos apagados como fantasmas que se esfuman con el canto del gallo. Vivo enclaustrada en alguna parte del cráneo; hipervigilada, administrada y proscrita para ti en un rictus de brillo infinito en donde no estás.

Narcisa

Rivera Garza, que en México perdimos la guerra, que en el gobierno patriarcal de siempre ya sólo hay domingos larguísimos de escritura doliente. Si cualquier 28 de septiembre despierto con la imagen de dos cuerpos colgando desde un puente, es porque lo que los mexicanos de inicios del siglo XXI hemos sido obligados a ver –en las calles, en la televisión o en los periódicos– uno de los espectáculos más escalofriantes del horrorismo. Cuerpos sin muerte, inmersos en sustancias corrosivas, restos incapaces de reclamar sus maletas en las estaciones de autobuses a donde sí llegan sus pertenencias.

Perseguidos, chamuscados, sin voz y del Bulgaria Mexicalli en donde reina la muerte. Muertos bien muertos por todas esas formas de violencia que también son los muertos de Primo Levi cuando narra qué hacen los hombres antes de que se los trague la noche en esos trenes que no vuelven; antes de ir, algunos rezan o beben desmesuradamente mientras las madres con amoroso cuidado, preparan el equipaje sin olvidar ninguna de las cosas que conocen tan bien.

Suele ser difícil escribir sobre el dolor

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Transmisión de muertes a granel. Marcado por violencias de toda índole, mi timeline muestra un catálogo de miedos que se meten miedo recíprocamente: inventario de formas inéditas de violencia. Los temores como las violencias se combinan. El mundo contemporáneo digital es una madeja Dice,desteñida.Cristina

¿Qué dirías tú si tuvieras lengua?

Yo sólo amo la ausencia de tu lengua

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Le gustamos al miedo, insiste Cristina. Mexicanos boquiabiertos, con los vellos erizados sobre la piel de gallina, fríos como estatuas, paralizados realmente porque muchos no hemos hecho más que lo que se hace frente al horror: abrir la boca y morder el aire, igual que Catesby, sin lengua.

¿Eso te hace ser más fiel? ¿Eres amigo mío por miedo?

¿Cómo influye en ti no tener lengua?

¿Qué ha sido capaz el hombre de hacer con el hombre si lo humano no es más que un envoltorio?

Miedos que son las mismas de María Rivera, a las que les partieron el coxis, esas que vienen con ojos vendados y manos atadas, baleadas entre las sienes, que violaron entre todos antes de matar. Miedos que son esos cuñados, yernos o vecinos que se perdieron por Tamaulipas. Mientras, allá vienen los ya muertos tan solitos, tan mudos, tan nuestros. Muertos sin género que ahora se llaman restos, cadáveres, occisos.

¿Si te pidiera un caballo en mitad de la batalla me lo traerías? Pero yo no te quiero, Catesby

–Yo sólo amo la ausencia de tu lengua Catesby, recita un Ricardo III ficticio en aquella obra de Angélica Liddell: Y tú, ¿Catesby?

Sin embargo, suele ser difícil escribir sobre el dolor. El campo de concentración es el paradigma extendido hasta el mundo contemporáneo; cada muerto es reflejo de aquello

se secretosllamande sicarios, secretos de matanzas, secretos de policías, se llaman llanto, se llaman neblina, se llaman cuerpo, se llaman piel, se llaman tibieza, se llaman beso, se llaman abrazo, se llaman risa, se llaman personas, se llaman súplicas, se llamaban yo, se llamaban tú, se llamaban nosotros, Se llaman se muere siempre afuera como dice Minerva Reynosa en ese poema de candiles, quirófanos donde algo se quebró por dentro y la muerte ajustó la marcha, lanzó sus flechas. Se llaman Antígona González porque donde antes tú ahora el vacío. Y se llaman así porque –dirá Brenda Ríos–hemos visto demasiado y es necesario contar los trozos de un país que es fosa común, tierra de panteón.

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Las últimas cosas

Anne Blume cuenta que en su país las últimas cosas desaparecen una a una y no vuelven. Cierras los ojos un momento o te das la vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenías delante desaparece. Nada perdura, ni siquiera los pensamientos en tu interior. No vale la pena perder tiempo buscando, mi artefacto también parece invisible, aquí sólo pueden vivir los ciegos. La verdad tiende a volverse turbia rápidamente, surgen leyendas en cuestión de horas y circulan historias increíbles mientras los hechos pronto quedan enterrados. El timeline se arremolina de sucesos inconexos, desde un cataclismo tras otro. Aprendí a no hacer pregun tas, cada relieve reluce por igual, el aire mismo es un débil resplandor. La luz se plasma de tal forma que los colores se vuelven más distorsionados a medida que uno se acerca. Sombras y colores se desdibujan con movimientos fortuitos, agitados. Debo tener cuidado, si abro demasiado los ojos pierdo el equilibrio.

Mi lugar se consume sin descanso y según Anne, en su país, también la gente escondida habla de cualquier cosa, más de aquellas de las que no sabe. Es igual aquí: no es que todo se esté derrumbando sino la gran cantidad de cosas que siguen en pie a pesar del distanciamiento. Anne aconseja intentar salvar lo salvable y conservar el resto porque al gobierno no le gusta que la gente invente historias, es malo para la moral. Debo permanecer embobada. Comprendo que las cosas irán volviéndose lisas e iguales y que cuando lo hagan, su

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Cerca del final tienes más que decir. El final es imaginario, sólo un destino inventado para seguir andando, de pronto, adviertes que nunca llegarás. Quizá debas detenerte y será porque ha faltado tiempo. No quiere decir que ha llegado el fin. Las palabras pueden hacerse más pequeñas, tanto que tal vez resulten ilegibles, pero aún no es el final.

Casi feliz

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Bibliografía

Auster, P., El país de las últimas cosas, Ed. Anagrama, Barcelona, 2006.Glantz, M., Y por mirarlo todo nada veía, Ed. Sexto Piso, 2019.

Han, Byung, C., El aroma del tiempo, Ed. Herder, España, 2015.

Levi, P., Si esto es un hombre, Ed. Austral, España, 2019.

Montalbetti, M., Llantos Eliseos, Ed. El virrey, Lima, 2002.

Rivera, M., Hay batallas, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes,Uribe,2005.S., Antígona González, Ed. SUR+, Oaxaca, 2012.

Ríos, B., Raras, Turner, México, 2019.

Rivera Garza, C., Dolorse: textos de un país herido, Ed. SUR+, México, 2015.

Reynosa, M., Mamut & Jinba-Ittai, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2019.

Narcisa de MaríaYolandaGarcía seterminódeimprimiren noviembrede2021 enlarisode GoldRain enQuerétaro,Qro

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