El hombre rebelde Albert Camus

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hombre debe actuar como si lo pudiera todo y resignarse como si no pudiera nada». Se encuentra en Marx la misma especie de fatalismo creador. Maistre justifica sin duda el orden establecido. Pero Marx justifica el orden que se establece en su tiempo. El elogio más elocuente del capitalismo fue hecho por su peor enemigo. Marx no es anticapitalista más que en la medida en que el capitalismo está caducado. Deberá establecerse otro orden que reclame, en nombre de la historia, un nuevo conformismo. En cuanto a los medios, son los mismos para Marx y para Maistre: el realismo político, la disciplina, la fuerza. Cuando Maistre recoge la gran idea de Bossuet, «el hereje es aquel que tiene ideas personales», dicho de otro modo ideas sin referencia a una tradición, social o religiosa, da la fórmula del más antiguo y más nuevo de los conformismos. El fiscal del Tribunal Supremo, chantre pesimista del verdugo, anuncia entonces a nuestros fiscales diplomáticos. Estas semejanzas, ni que decir tiene, no hacen de Maistre un marxista, ni de Marx un cristiano tradicional. El ateísmo marxista es absoluto. Pero restituye, con todo, el ser supremo al nivel del hombre. «La crítica de la religión conduce a la doctrina de que el hombre es para el hombre el ser supremo». Desde este punto de vista, el socialismo es así una empresa de divinización del hombre y ha tomado algunos caracteres de las religiones tradicionales[46]. Esta comparación, en todo caso, resulta instructiva en cuanto a los orígenes cristianos de todo mesianismo histórico, incluso revolucionario. La única diferencia reside en un cambio de indicio. En Maistre, como en Marx, el fin de los tiempos satisface el gran sueño de Vigny, la reconciliación del lobo y el cordero, la marcha del verdugo y la víctima al mismo altar, la reapertura, o la apertura, de un paraíso terrenal. Para Marx, las leyes de la historia reflejan la realidad material; para Maistre, reflejan la realidad divina. Pero para el primero la materia es la substancia; para el segundo la substancia de su dios se ha encarnado aquí abajo. La eternidad los separa al principio, pero la historicidad acaba reuniéndolos en una conclusión realista. Maistre odiaba Grecia (que molestaba a Marx, ajeno a toda belleza solar), de la que decía que había podrido a Europa legándole su espíritu de división. Hubiera sido más justo decir que el pensamiento griego era el de la unidad, precisamente porque no podía pasar sin intermediarios, y que ignoraba al contrario el espíritu histórico de totalidad que ha inventado el cristianismo y que, dividido de sus orígenes religiosos, corre hoy día el riesgo de matar a Europa. «¿Existe una fábula, una locura, un vicio que no tenga un nombre, un emblema, una máscara griega?». Olvidemos la furia del puritano. Este vehemente asco expresa realmente el espíritu de la modernidad en ruptura con todo el mundo antiguo y en continuidad estrecha, al contrario, con el socialismo autoritario, que va a desacralizar el cristianismo e incorporarlo a una Iglesia conquistadora.

El mesianismo científico de Marx es de origen burgués. El progreso, el porvenir de la www.lectulandia.com - Página 137


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