2 minute read

Pompeya, las torres de agua

Next Article
La Olterra

La Olterra

Pompeya

Las Torres de Agua

Advertisement

Popea, la segunda esposa de Nerón, nació en la muy bella ciudad de Pompeya. En realidad en Oplontis, un suburbio también destruido por la intemperancia del Vesubio. Aún se conserva, restaurada por cierto, la Villa Popea o Villa Oplontis, residencia familiar de la que fuera su malograda consorte. Pero nuestro objetivo se aleja de los meros datos anecdóticos y apunta a referir los distintos sistemas utilizados para el abastecimiento de agua en Pompeya. Siempre ha llamado la atención el sofisticado método empleado para dotar de ese elemento a las residencias pompeyanas. En los comienzos, se cavaron profundos pozos en el suelo volcánico hasta llegar a las napas de agua subterránea, recurso complementado a través de una suerte de cisterna a cielo abierto: el “impluvium”. Allí se recogía el agua de lluvia, aprovechando la que se derramaba de los techos. Aquel se encontraba ubicado en el atrio de la domus y, como dijimos, allí se volcaba el agua de lluvia que caía por una abertura cuadrangular, en el centro del techo. Pero finalmente llegó a implementarse, durante la época de Augusto, un sistema novedoso y complejo para abastecer a la población. El acueducto, llamado “Aqua Augusta” proveía de agua todas las ciudades ubicadas en el Golfo de Nápoles, hasta culminar en el cabo Miseno, asiento de la flota romana. Conectada Pompeya con el acueducto, llegaba el agua hasta el punto más alto de la ciudad, donde se ubicaba un amplio depósito, conocido como “castellum aquae”. Desde allí, una red de cañerías la distribuían por toda la ciudad. Como se generaban problemas hidráulicos, consistentes en serios desequilibrios de presión, fue imprescindible construir una docena de artificios intermediarios, que se ubicaban en lugares estratégicos. Eran las famosas torres de agua que permitían que fluyese con la presión adecuada. Se trataba de torres elevadas, coronadas por un tanque de almacenamiento. A partir de allí, partían las cañerías de alimentación, sin generar problemas vinculados con el caudal de salida. Desde estos artificios secundarios o “castella” el agua se distribuía en las fuentes públicas, en las termas y en las importantes residencias particulares. En este caso, se abonaba un canon por el servicio y existía una compleja regulación normativa, para el aprovechamiento racional de ese recurso.

Red de distribución

Las cañerías eran mayoritariamente de plomo; si bien existían tuberías de terracota, su uso era más limitado. De acuerdo a lo narrado por el arquitecto Vitrubio (De Architectura, siglo I a.c.), el plomo derretido se vertía en un molde, formándose placas de longitud uniforme que luego se enrollaban. Una vez formado el cilindro, se soldaba en las uniones y luego cada tubo se encastraba con el siguiente. El fabricante imponía una suerte de sello sobre cada producto terminado, donde constaba su nombre, el del propietario y se añadía el del emperador o en su caso, los nombres de los cónsules en ejercicio. En suma, la ciudad de Pompeya contaba, a la época de su destrucción, con una red de distribución de agua, sólo comparable al utilizado en las ciudades contemporáneas.

This article is from: