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La Olterra

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EL OLTERRA

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Surto en la bahía de Algeciras, el capitán del navío petrolero recibió la orden del Estado Mayor de la Marina Real (conocidos como la Supermarina y la Regia Marina) de inutilizar el barco, ante el temor de cayera en manos enemigas. Italia había declarado la guerra al Reino Unido y en el apresuramiento de la medida, no había tomado ninguna precaución para resguardar su marina mercante, dispersa por el mundo. El capitán del buque, respondiendo a la directiva, activa las calderas y dirige la proa hacia la costa con el propósito de embarrancarlo. Allí quedaría varado durante largos años, con una pequeña tripulación a bordo, para evitar su confiscación. Nada hacía pensar que se convertiría en una seria amenaza contra la marina inglesa. Tampoco lo entendieron los marinos de la Royal Navy, que jamás sospecharon de la capacidad de daño que podría albergar una nave mercante, encallada a unos cientos de metros del Peñón de Gibraltar. Esa imponente masa monolítica que cierra por el Este la Bahía de Algeciras y es el asiento de una poderosa base naval.

“El Italiano”

Arturo Pérez Reverte es el autor de la novela. En el marco de una historia de amor y como telón de fondo, aparecen los arriesgados ataques perpetrados por marinos italianos, contra los navíos de bandera inglesa, amarrados en la base naval de Gibraltar. En el contexto de las guerras por la sucesión española, se firmó el tratado de Utrecht en 1713. En esa oportunidad España entregó a perpetuidad a la Gran Bretaña el famoso peñón, extremo que ha motivado incesantes reclamos para lograr su devolución, que como bien suponemos, resultaron infructuosos. Huelga señalar la importancia estratégica que reviste el asentamiento británico, porque es la llave de acceso del Mar Mediterráneo al Océano Atlántico, particularmente luego de la apertura del canal de Suez.

La Flotilla Décima MAS

No bien encalló el Olterra, la Regia Marina advirtió bien pronto la importancia estratégica que podría llegar a tener una plataforma de observación cercana a Gibraltar y eventualmente, la posibilidad de emplearla para atacar, desde allí, al enemigo. Tales acciones de guerra solo podían asumirlas buzos entrenados e imbuidos de un elevado espíritu combatiente. Para cumplir esos fines, Italia contaba con un equipo altamente capacitado. Fueron los hombres de Junio Valerio Borghese, apodado el “Principe Negro” y Comandante de la “X MAS”, quienes desplegaron un sinnúmero de acciones en casi todos los escenarios bélicos, incluidas, desde luego, las que partieron del viejo buque carguero. Luego del armisticio de 1943, Borghese se une a la República Social Italiana, conocida como la República de Saló, para continuar la lucha.

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El Comandante de la Decima Flotiglia Mezzi d´Assalto, intervino en numerosos combates navales, empleando los que se denominaron “medios sutiles”. La mayoría de esos ataques fueron exitosos y tuvieron lugar en el Mar Negro, en el lago Ladoga y en los puertos de Alejandría, de Creta, Malta y diversos puntos que recoge la historia naval.

Posturas políticas

Pérez Reverte no considera que la descripción de las distintas acciones bélicas llevadas a cabo por la X MAS signifique de suyo una adhesión al régimen fascista. Sino que, por el contrario, se limita a narrar diversos episodios de una contienda que por sus proyecciones y dimensión, afectó las relaciones de todos los países del mundo. Desde luego y por nuestra parte, adscribimos a la postura que clarifica el autor de la novela.

Italia en guerra

Desde el balcón del Palacio Venecia que mira a la plaza homónima, ante el estupor y desconfianza del pueblo italiano, Mussolini declaró en junio de 1940, la guerra contra Gran Bretaña. Solo sus partidarios más acérrimos, celebraron la decisión y aclamaron al jefe de Gobierno.

Nuevamente el Olterra

Dada la excelente ubicación del navío encallado, se entendió que significaba un excelente puesto de observación de la base naval británica de Gibraltar. Solo utilizando un par de prismáticos podía tenerse un panorama claro de los movimientos de la base. Pero además de la ventaja descripta, se pensó que podía emplearse para atacar, desde allí, a los navíos enemigos. Resuelta favorablemente la cuestión, se comenzó por sustituir a los tripulantes que habían quedado a cargo del navío, por integrantes experimentados de la Decima MAS, especialistas en los ataques por medios no convencionales. Para cumplir con ese cometido se comenzó por acondicionar el interior del buque, para transformarlo en un verdadero taller. Además, bajo la línea de flotación se abrió una compuerta, que permitiera el ingreso y egreso de los artefactos ofensivos a emplear. Todas las acciones que se llevarían a cabo quedarían ocultas, porque no existían aún medios técnicos apropiados como para detectar cualquier movimiento inusual que se produjera en las entrañas del Olterra. Como la preparación del material detonante y de los vehículos submarinos que debían transportarlos requerían de un lapso considerable para ponerlos a punto, se concluyó que un equipo de buzos, podría ubicar pequeñas cargas explosivas en los cascos de los mercantes anclados en la base naval enemiga. La fuerza destructiva que se produciría de ese modo, resultaría a todas luces insuficiente para dañar los navíos de guerra, sin embargo, resultaban

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deletéreos para las embarcaciones mercantes. En el mes de julio de 1940, los buzos munidos de las pequeñas cargas explosivas nadaron hasta los cascos de los mercantes amarrados en puerto. Una vez fijadas y con el empleo de espoletas retardadas, que permitían alejarse lo suficiente para ponerse a salvo, comenzaron las detonaciones. El evento ocurrió durante la madrugada del 14 del mismo mes. Cuatro (4) explosiones simultáneas, lograron herir de muerte a sendos navíos al servicio de los ingleses. Los buzos, pudieron retornar a su base sin ser detectados. Los británicos, entre tanto, nunca comprendieron que había pasado, particularmente si los ataques sincronizados provenían de algún submarino, o en su caso, de medios aéreos. El interrogante y el desconcierto perduraron durante toda la contienda, hasta que finalmente, terminada la guerra mundial, el enigma fue revelado por los propios italianos. Luego del éxito inicial, los ataques se repetirán, siempre con las mismas consecuencias, contra barcos mercantes. Sin embargo, el propósito que animaba a los integrantes de la Décima MAS era el de hundir alguno de los poderosos navíos de guerra británicos. Aplicados a ese objetivo y una vez puestos a punto los torpedos, los marinos italianos se dirigieron nuevamente a la base naval de Gibraltar, pero esta vez la fortuna les fue adversa. Cabe aclarar que los tripulantes viajaban a horcajadas de tales artefactos y con sus equipos de buceo en funcionamiento. Mientras estaban concentrados en la tarea de perforar las redes de acero que protegían la rada, para permitir el paso de los “siluros”, los ingleses decidieron, en ese preciso momento, abrir el paso a un navío que ingresaba a puerto. La malla acerada cayó sobre los esforzados tripulantes de los pequeños vehículos subacuáticos. No obstante, las operaciones ofensivas continuaron hasta 1943, fecha en que Italia firma el armisticio y los integrantes de la Flotilla retornan a la península. Como saldo de esa arriesgada operación, fueron hundidos catorce barcos enemigos.

Los torpedos Humanos (siluro a lenta corsa)

Consistían en una suerte de cilindro de casi 8m. de longitud, provistos de un motor eléctrico para propulsarlo. En la primera sección se encontraba el explosivo que habría de fijarse al casco del barco elegido. Un mecanismo de relojería difería la detonación de la carga y permitir a los buzos alejarse. Los tripulantes se montaban sobre el torpedo con sus respectivos equipos de buceo, de modo que podían acercarse en inmersión al blanco designado. De la misma forma en que habían llegado, se alejaban antes de producirse la explosión.

Mario Maggi

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