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Abecedario
Guatemala, viernes 24 de febrero de 2017
Tanto en la literatura como en el cine, el feminismo ha encontrado en la ciencia ficción un espacio perfecto donde superar los roles clásicos y crear personajes femeninos complejos: mujeres activas y conscientes, heroínas que cambian el mundo y son imperfectas. El subgénero se ha enriquecido desde que ellas también son sus creadoras, consumidoras y protagonistas. Beatriz de Vera* n la barra de un bar del oeste americano, un feligrés ebrio recita mecánicamente “una rosa es una rosa es una rosa...”. Los espectadores de la serie de HBO Westworld saben que es un robot. Al otro lado de la barra, el camarero, creador de este androide hiperrealista, explica que no ha podido resistirse a añadir a su código de identidad el gusto por los versos de Gertrude Stein, pese a que esta activista y poeta feminista no había nacido en la época que recrean sus ropas. El robot forma parte de una suerte de parque de atracciones cuyos visitantes dan rienda suelta a sus instintos más violentos: vestidos de época, pagan por pelearse, matar o violar a máquinas con apariencia humana y cada vez más conscientes de sí mismas. Los versos de Stein destacan en una ficción cuya protagonista es una mujer y que pone en evidencia cómo la opresión acaba recayendo principalmente sobre el género femenino. Esta denuncia es uno de los pilares de la ciencia ficción feminista. “El elemento común de este tipo de literatura es la intención de subvertir los estereotipos”, cuenta Lola Robles, filóloga y escritora del libro En regiones extrañas: un mapa de la ciencia ficción, lo fantástico y lo maravilloso. El feminismo ha encontrado en este subgénero un espacio perfecto para desarrollarse. “La ciencia ficción constituye el ámbito ideal para verter las visiones especulativas del futuro, así como para explorar toda una serie de posibilidades políticas y personales; proporciona la oportunidad de imaginar a la mujer fuera de una cultura patriarcal, lo que permite cuestionar sus componentes”, explican en su ensayo Desde las fronteras de la mente femenina la escritora Jen Green y la profesora de Literatura inglesa de la Universidad de Bristol (Reino Unido) Sarah Lefanu.
Poder, sexo y desastres ambientales
Sus temas centrales son las identidades de género, las relaciones de poder y los lazos humanos, especialmente la sexualidad. “En muchas de estas obras, la violencia y la esclavitud sexual dominan las relaciones. Hay cientos de ejemplos en la ciencia ficción feminista. Uno reciente es el libro Por último, el corazón, de Margaret Atwood, que cuenta la historia de una pareja que, para sobrevivir, acepta formar parte de un proyecto en el que deben vivir interrumpidamente en prisión fabricando muñecas sexuales que cuesta distinguir de un ser humano real”, afirma Alba Varela Las Heras, del colectivo madrileño Librería de Mujeres. Precisamente de Atwood es uno de los libros más conocidos con esta temática, El cuento de la criada (1985), que pese a su importancia “está descatalogado, como muchos otros
clásicos de este género, por intereses editoriales. Incluso algunos libros de ciencia ficción de Doris Lessing, ganadora del Premio Nobel, son imposibles de encontrar en cualquier librería”, se lamenta Varela. El relato de Atwood es una distopía en el que los desastres medioambientales han dejado infértiles a las mujeres burguesas, por lo que las criadas, una categoría inferior en la jerarquía social, son esclavas sexuales y reproductivas, cuya única función es concebir. La protagonista, Offred (cuyo nombre significa en inglés “que pertenece a Fred”), narra cómo las mujeres tienen prohibido hablar, leer o realizar cualquier otra actividad que las humanice. La relación con el hábitat desempeña un papel importante en esta y otras obras de ciencia ficción feminista. “No tiene que ver con ningún vínculo especial entre la mujer y la naturaleza, pero una literatura que se preocupe de mirar alrededor y ver cuáles son los problemas de la sociedad no ignorará la opresión de la mujer ni el daño ambiental”, dice Robles. “Que la ciencia ficción sea o no sea feminista no depende del género del autor, sino de lo que cuenta y del contexto en el que está escrito”, dice Laura Wieve, especialista en estudios culturales e ingleses de la Universidad de McCaster (Reino Unido). Sin embargo, la filóloga Lola Robles cree que la presencia de autoras femeninas ha sido determinante para que una mirada feminista se cuele en un género cuyo consumo y producción durante la primera mitad del siglo XX fueron eminentemente masculinos y que reflejaba, sin denunciarlas, la desigualdad y el abuso sufridos por las mujeres.
Mujeres que ponen el mundo al revés
“No se puede decir que toda la literatura de ciencia ficción fuera machista intencionadamente, pero sí es cierto que seguía una inercia que recreaba sociedades estereotipadas, personajes femeninos ornamentales y planos e identidades rígidas”, opina Robles. El auge de las escritoras de ciencia ficción tuvo lugar durante la segunda ola del feminismo, en los 60 y los 70, con una literatura que amplió su vocación puramente tecnológica para ocuparse de asuntos sociales y especulaciones sobre el futuro. En esta época se rescataron obras escritas a principios del siglo XX que son precursoras de este subgénero. Uno de estos libros es Dellas, un mundo femenino, escrito por Charlotte Perkins Gilman en 1915, que cuenta la historia de un país donde no hay hombres, la sexualidad se ha abolido y las mujeres tienen hijos por partogénesis, una forma de reproducción en la que la segmentación del óvulo no precisa de fecundación. A este país llega una expedición de tres hombres que se enfrentan a una sociedad incomprensible a sus ojos.
Las mujere
rompen moldes en ciencia ficc
Casi un siglo antes del libro de Perkins, en 1818, nacía la que muchos consideran la primera novela de ciencia ficción: Frankenstein o el moderno Prometeo. Aunque no pretende ser ninguna crítica a los roles de género, está escrita por una mujer, Mary Shelley. También en el cine una mujer fue pionera: el guion de Metropolis (1927), la película muda dirigida por Fritz Lang, lo escribió su mujer, Thea von Harbou. En este caso, la dicotomía del estereotipo femenino es evidente: por un lado, María la virgen, la muchacha dulce que predica los buenos sentimientos y el amor; y, por el otro, el robot, su doble y su antítesis: una prostituta fría, destructora, despiadada. Ya en la década de los 70, una de las autoras que más destacó fue Ursula K. Le Guin, una de las dos únicas mujeres, junto a Andre Norton, galardonadas con el título de Gran Maestro de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de EE. UU. desde el año 1974. Wieve señala como su obra más importante La mano izquierda de la oscuridad . La autora inventa una sociedad en la que el sexo de sus integrantes no determina su identidad. Son hermafroditas la mayoría del tiempo hasta el momento del celo en el que, para concebir, se vuelven indistintamente hombres o mujeres. Ante la mirada perpleja de un visitante masculino, como pasaba en Dellas, se muestra una sociedad que no responde al estándar y en la que se pueden escuchar frases como su famoso