Viernes
Guatemala, viernes 16 de febrero de 2018
Guatemala su duración, el caso del Estudio Tuskegee sobre sífilis no tratada en varones negros —mejor conocido simplemente como el Experimento Tuskegee — es un cliché en todo curso de ética médica estadounidense. Se trata de un estudio que se desarrolló en 1932 en Tuskegee, Alabama, que estuvo a cargo de un grupo de científicos del Servicio de Salud Pública de los EE. UU., en el cual se investigaron cuáles eran los efectos de la sífilis en personas no tratadas. Casi 400 hombres de tez negra, analfabetos aparceros de origen afrodescendiente y contagiados de sífilis, fueron partícipes de este cruel y controversial experimento de forma involuntaria y sin consentimiento alguno. Los médicos diagnosticaron una falsa enfermedad que llamaron “mala sangre” y jamás fueron tratados, sino simplemente observados para entender cómo evolucionaba naturalmente la enfermedad cuando no se la trataba y si era de riesgo mortal. Cuando en 1947 se supo que la penicilina podía terminar con este mal, tampoco se utilizó y no fue hasta 1972 (exactamente 40 años después), cuando un periódico hizo pública la investigación, que las autoridades decidieron terminar con el experimento.
¿Un lado positivo?
Toda esta situación tuvo su lado positivo en los años posteriores a su culminación, en tanto provocó grandes cambios en la protección legal de los pacientes y en los participantes de estudios clínicos. Los pocos sobrevivientes de estos inhumanos experimentos recibieron las disculpas del expresidente Bill Clinton. Además del de Tuskegee, los insatisfechos científicos estadounidenses, liderados por John Charles Cutler, realizaron el expe-
rimento sobre sífilis en Guatemala entre 1946 y 1948, el cual constaba de una serie de estudios e intervenciones a cargo del Gobierno de Estados Unidos en tierras guatemaltecas. En este caso, de forma deliberada, los médicos infectaron un enorme número de ciudadanos, desde enfermos psiquiátricos a presos, prostitutas, soldados, ancianos e incluso hasta a niños de orfanato. Obviamente, las más de mil 500 víctimas no tenían la menor idea de qué era lo que los médicos les habían colocado mediante inoculación directa, siendo infectados con sífilis, una de las peores ETS. Una vez contagiadas, a estas se les suministró una serie de drogas y químicos para ver si así era posible evitar la propagación de la enfermedad. Existe evidencia de que, entre otros métodos aplicados para el contagio, los médicos pagaban a las víctimas para que mantuvieran relaciones sexuales con prostitutas infectadas, mientras que en otros casos, se provocaba una herida en el pene de la víctima y luego se rociaba con intensos cultivos de bacterias de sífilis. La enorme crueldad de este experimento, que así como el de Tuskegee, guarda sin dudas un profundo trasfondo racista, provocó un impacto tan grande en la sociedad guatemalteca que en 2010, EE. UU. presentó una disculpa pública volviendo a analizar la cuestión. Esto ocurrió el primer día de octubre de ese año, cuando la secretaria de Estado de los Estados Unidos de América, Hillary Clinton, junto con el secretario de Salud y Servicios Humanos, Kathleen Sebelius, emitieron una declaración conjunta pidiendo disculpas al pueblo guatemalteco y al mundo entero por los experimentos. Sin duda alguna, una de las manchas más oscuras en el historial de la ciencias.
*vix.com
15
Tuskegee, con una cuantiosa población afrodescendiente, en su mayoría de aparceros, fue un escenario experimental.
Muchos de los programas de colaboración intergubernamental contaban con un componente paralelo no explicitado.
En los experimentos intervinieron médicos e investigadores que sin reparos éticos buscaban respuestas a toda costa.
Mercurio, cadmio, plomo, arsénico y petróleo Un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en la revista Environmental Health, se propuso evaluar los niveles corporales de cuatro metales en las poblaciones de San Pedro y Cuninico (Loreto, Perú), comunidades indígenas de etnia kukama, que se vieron afectadas por dos vertidos importantes de petróleo en 2014 procedentes del oleoducto Norperuano. El análisis, que se realizó 13 y 16 meses después de los derrames, en un grupo de 130 personas, encontró que la mitad de la población estudiada tenía niveles de mercurio en la orina superiores a los recomendados por
el Ministerio de Salud del país. En el caso de los niños y niñas menores de 10 años, este porcentaje aumentaba hasta el 64 por ciento. Estos resultados “son preocupantes, ya que la exposición al mercurio se asocia con problemas neurológicos, psicológicos, renales, respiratorios y cardiovasculares”, señala el estudio. El petróleo crudo puede contener mercurio y otros metales, y se han reportado niveles elevados en el ambiente y organismos acuáticos alrededor de los sitios de extracción de petróleo y en áreas afectadas por vertidos. Por otro lado, el 17 por ciento de la población estudiada también presentó niveles de cadmio en la orina superiores a los
recomendados. La exposición al cadmio aumenta el riesgo de daño renal, incluida la insuficiencia renal crónica, y puede causar cáncer de pulmón, próstata y riñón. En referencia al plomo, aunque ningún valor en sangre se considera seguro, el 19 por ciento de los niños y niñas menores de 10 años tenían concentraciones en sangre con un riesgo alto para la salud, según los indicadores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, Estados Unidos). La exposición al plomo se relaciona con riesgos neurológicos y alteración del comportamiento, incluida la capacidad intelectual reducida. Sinc