I32 B - Catedral Metropolitana de Santa Cruz 100 años

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el informe pero debió ser significativa como para asegurar su estabilidad, y también para la construcción del galpón y cuartos del mismo que servía de depósito de materiales y herramientas, como se puede deducir por los sucesivos arreglos de las chapas que se documentan. En general, y aparte de los problemas normales en obras de esta naturaleza (retrasos en la entrega, pérdidas, etc.), merece destacarse la rigurosidad contable y administrativa que caracteriza a todo este proceso inicial de obras, mostrando el celo de todos los involucrados en la misma. Luego de un año de obras, en julio de 1840, ya se había invertido un total de 5.592 pesos con 2 reales, disponiéndose en caja de 2.218 pesos.94 Durante un tiempo, coincidente con las dificultades para cruzar el río por la temporada de lluvias, la compra de piedra se redujo a una cantidad entre 30 y 40 carretadas mensuales. En agosto de 1840 se hizo un importante pago de 161 pesos por los trabajos de los cimientos de la primera torre, la del naciente. La complejidad de la obra demandaba distintas tareas de apoyo, y entre los artesanos y proveedores más requeridos para distintas tareas, estaban los carpinteros y herreros. Entre ellos, se tiene al maestro carpintero Mariano Justiniano, a quien el 22 de agosto se le pagó por la “encabadura de seis varilejos”, y al herrero José Mariano Zabala, contratado para el arreglo de palas, varilejos y azadón “quebrados”, y para la compostura de una chapa y llave del galpón. Por su parte, Santiago Soleto vendió “cuatro cueros grandes de novillos para remitirlos a la Calera del Rasete”.95 La cantidad de albañiles y peones en la obra exigió la compra permanente de tinajas de barro para atender la sed de los mismos y como depósitos para el agua requerida para formar la argamasa de cal y arena, para asentar las piedras y los ladrillos. La provisión de agua era asegurada por la “noria de la plaza”, según el informe de Bertrés, y para ello, regularmente se compraba “aros de hierro para hacer unos valdes (sic)”, que costaban un peso y cinco y medio reales.

CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

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El transporte de cal, arena y piedra, así como de nuevos ladrillos se mantuvo sostenidamente, incrementando la demanda de medios de transporte, y para no retrasar la obra, el 27 de agosto se compró dos carretones, enviados “por el cura de la Doctrina de Santa Rosa para el servicio de esta catedral”.96 Estos no debieron ser suficientes pues en octubre se decidió comprar otros cuatro carretones, esta vez fabricados en la Misión de Bibosi (actual población de Saavedra). Para diciembre de 1840 ya se había invertido 7.642 pesos y 1 real con 5/8.97 En 1841, con la época de lluvias superada, se reinició la compra de grandes volúmenes de piedra, contratándose 207 carretadas en mayo, además de un ligero incremento en las compras de ladrillo, arena y cal, cuya provisión en carretadas aumentó de un promedio de 10 a 15 carretadas a más de 30 por mes,

llegándose en un caso a recibir “cuarenta y cuatro carretadas de ambas caleras” en un solo mes. En abril de ese año ya se había utilizado 1.750 arrobas de cal en la obra. En este año empieza a recibirse cal de una tercera Calera, llamada “de Monteros”, asegurando el normal aprovisionamiento de este material. Para fin de año, con los primeros muros iniciados ya se había gastado 12.930 pesos y 3 reales, quedando disponibles en tesorería un total de 6.387 pesos, demostrándose que los recursos provenientes de los impuestos establecidos por Santa Cruz y Velasco fueron los suficientes.98 Luego de cuatro años exigentes, con la obra desarrollándose con normalidad y, al parecer, agobiado por dificultades con algunos canónicos, el Obispo Aguirre renuncia a su prelatura el 21 de diciembre de 1841, la cual es aceptada el 1 de enero del año siguiente. Luego de retirarse un tiempo a Vallegrande, terminó sus últimos años en Santiago de Chile. Con su brusca partida, quedó la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra sin prelado oficial durante tres años.99 Hito importante en la construcción es el inicio, en octubre de ese año, de los muros. Esto lo indica el pago de 207 pesos, realizado en noviembre, al “tabiquero” de la catedral, cifra que aumenta a 691 pesos en enero de 1842.100 El inicio de los trabajos de mampostería que levantan las hiladas de los muros de ladrillo y cal, señalan al mismo tiempo el fin de las obras de cimentación. Durante los meses siguientes, se avanzará casi exclusivamente en los muros, situación menos compleja que posiblemente facilitó a Bertrés viajar a La Paz, al ser convocado por el presidente José Ballivián, para crear la Escuela de Arquitectura Civil Militar, que empezó a ofrecer los cursos ese mismo año. Los documentos permiten conocer que hasta abril de 1842, cuando termina el informe de Bertrés, en coincidencia con su viaje a La Paz, ya se había invertido en las obras un total de 12.997 pesos con 3 reales y un cuarto, y quedaban disponibles en caja una cifra importante: 9.619 pesos.101 La partida de Bertrés no afectó en principio a los trabajos, por cuatro razones integradas. La primera es que el arquitecto francés dejó al personal capacitado, los cimientos concluidos y los muros en proceso; la segunda es que existían fondos disponibles para seguir levantando muros; la tercera es que la organización general de la obra se encontraba plenamente estructurada, y la cuarta, es que el sistema de aprovisionamiento de materiales estaba igualmente consolidado. Debido a ello, y a pesar de que la ciudad no tenía un obispo que empujara el proceso, se pudo avanzar con normalidad en los siguientes dos años, hasta que los muros alcanzaron el nivel superior del primer cuerpo de toda la estructura edilicia, es decir, los 5 metros de altura, coincidiendo con el entablamento que sirve de imposta al segundo cuerpo. A partir de 1944, la situación cambiaría.


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