Tarde, novela de Laura Aliaga

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a pasar’. A veces el teatro llegaba a conmoverme a mí mismo. ¿Quién no juega con los sentimientos, ajenos y propios, a los veinte años? Logré reunir el valor de dos pasajes, y no más porque a las nueve de la noche debía estar de regreso en el Regimiento. El tren partió la noche siguiente. Mi equipaje era una pequeña valija con ropa necesaria para una semana y, por supuesto, mi uniforme de granadero. En la cartera llevaba una copia de mi trabajo sobre San Martín y el dinero que había recaudado. Frente a mí viajaba un matrimonio mayor con un niño de tres o cuatro años, quien me bombardeó con sus ‘por qué’. –¿Por qué tenés el pelo tan cortito? –Porque soy soldado. –¿Y andás en jeep? –No, ando a caballo. –¿Por qué? –Porque soy un granadero; el cuerpo de Granaderos fue creado hace muchos años por San Martín, para pelear contra los españoles en San Lorenzo... Así, tuve que contar la historia a los abuelos. –¿Pero nunca antes había escrito usted? –preguntaba ella–. Mire que para ganar un concurso así, habrá que tener experiencia, digo yo… A la hora de comer no tuve dudas de la simpatía que había despertado en esa buena gente: me invitaron a compartir su mesa. Más tarde pude retribuir la atención, y en una parada del tren bajé a comprar cigarrillos para el señor y caramelos para el changuito, con lo cual terminé de perfilar mis virtudes ante mis compañeros de viaje. Ellos descendieron en La Rioja. Nos despedimos como si hubiéramos sido conocidos de toda la vida. El tren volvió a partir; aun me quedaban varios kilómetros. Después de veinte horas y algo más, llegué ¡por fin! a Nonogasta. Eran las siete de la tarde y estaba anocheciendo. Como en casa Laura Aliaga | 62 | http://zonaliteratura.com


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