nuevos conceptos dinámicos del diseño, empezando por la tipografía. Sin embargo, aún no hemos visto todo lo que un buen diseño puede hacer para que la lectura en los dispositivos electrónicos sea más placentera. Quizás ése es uno de los elementos que han propiciado la resistencia al cambio. Es decir, para pasar de la lectura de libros con soporte en papel a la lectura en dispositivos electrónicos no sólo hay que mejorar el dispositivo de lectura en sí, sino también los elementos de diseño editorial con los cuales se produzca el libro.
El dispositivo de lectura Una de las principales objeciones a la migración del soporte en papel al soporte electrónico había sido que el único dispositivo de lectura utilizable hasta hace poco era la computadora de escritorio o, en el mejor de los casos, una laptop o palmtop. Las cosas cambiaron un poco con la introducción del dispositivo Kindle de Amazon primero (con más de 80 mil títulos disponibles), y luego la del Sony Reader. Pero un tercer elemento entró en la arena de la reflexión: el iPhone de Apple. Pese a su diminuto tamaño, con una pantalla de 3.5 pulgadas en diagonal, el dispositivo no fue concebido prioritariamente para leer libros, pero… tiene la ventaja de que el usuario siempre lo lleva consigo. Un programa (Stanza) para leer libros en el iPhone tuvo alrededor de 400 mil descargas en 2008, mientras que Amazon vendió 380 mil dispositivos Kindle en el mismo año. De cualquier manera, así como han abundado las críticas, proliferan las reseñas entusiastas. Por lo pronto, ninguno de estos dispositivos amenaza aún seriamente al libro con soporte en papel, pero es un buen y sorprendente comienzo. El cambio está ocurriendo particularmente entre las nuevas generaciones, más propensas a tener el ojo pegado a pantallas para chatear o a buscar lecturas al alcance de sus bolsillos. Y con decenas de miles de títulos gratuitos disponibles en la red, quizá la elección no sea tan difícil.
La distribución y venta Uno de los grandes problemas que sufre la industria editorial en su conjunto, desde la más grande hasta la más pequeña entidad que la compone, es sin duda la distribución y venta. Las distribuidoras sólo se hacen cargo de los acervos de las grandes editoriales, cuando éstas mismas no crean su propio aparato. Nadie se hace cargo de la distribución de los títulos producidos por las editoriales pequeñas, de tal manera que éstas siguen teniendo que hacerse cargo del proceso. Pocas logran 4
LIBROS de MÉXICO 92 febrero-abril 2009
hacerlo con éxito por la carga administrativa que esto representa. La colocación a través de las distribuidoras estatales, como Educal, es de una inaudita ineficiencia. Así las cosas, gran parte (ciertamente incuantificable) de la producción editorial sigue acabando en las bodegas, y esto incluye, por supuesto, las ediciones académicas. La solución al dilema lo representaría la creación de librerías electrónicas en internet, pero aún no existe en México una cultura masificada de compra por esa vía. Éste sería un terreno en el que quizás el estado podría interceder al brindar un gran beneficio a editores y lectores por igual. Pero… ¿cómo solucionar el inefable burocratismo?
La librería Conocida es la falta de librerías en el país. No sólo la falta, sino la disminución de los puntos de venta. Adicional a esto, las librerías reproducen en su mayoría el mismo esquema: la puesta en venta de los mismos títulos, es decir, los que “sí venden”. El librero, siempre al borde de la insolvencia, salvo pocas excepciones, tiene que apostarle a las ventas, por lo que no se arriesga con acervos poco comerciales. La ley del libro y el precio único parecerían un salvavidas, aunque no pocos piensan que lo más probable es que las librerías que surjan reproduzcan a fin de cuentas el mismo esquema: venta de los mismos pocos títulos. El libro con soporte en papel requiere espacio, mucho espacio, pero pocas librerías disponen de suficiente. Así las cosas, ¿cómo dar cabida en los puntos de venta a la creciente producción editorial? ¿Seguirá siendo la rápida rotación que condena a los libros a una permanencia de sólo un par de meses en estantes la eterna constante del libro en México? Probablemente habrá que reinventar este segmento.
El librero Si la carencia de librerías es un problema cuya solución no se aprecia en el horizonte, la falta de libreros capacitados se suma al triste panorama. Pocos hay que sepan de libros, menos aún que sean realmente lectores y puedan orientar a sus clientes. En los últimos años los libreros se han organizado y se han convertido en un sector activo y propositivo. Sin embargo, no han logrado propiciar aún un crecimiento del sector a la medida de las necesidades. La profesionalización del librero en todos los ámbitos, la creación de planes, de esquemas viables de negocio, la generación de créditos para el sector, la diversificación de ofertas y el desarrollo de mecanismos de comunicación con los lectores son asignaturas pendientes y urgentes.
FUTURO DEL OFICIO EDITORIAL