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Caída Libre
from La Sombra del Rincón
by ZellDa
Para Luca, Dixie y Nabi por ser más que solo mis mascotas y acompañarme cuando siento que estoy cayendo. Autor de imagen: Tullio Crali
Karen Hernández
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Llevaba tres horas acostada en mi cama dándole
vueltas en mi cabeza a la misma frase. Si no vas, eres una perdedora. Ya había pensado en veinte excusas para evitar lo inevitable: me caí de las escaleras y se me rompió la
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pierna, me chocaron y no puedo ir, me surgió una emergencia en el trabajo, mi abuelita se murió… Luego recordé las malditas palabras. Si no vas, eres una perdedora, así que de golpe me paré de la cama y fui directo hacia el baño.
Mientras me bañaba, vi la ventana que se encontraba en la pared. Después de analizar si cabía en ella, me pregunté qué pasaría si perdiera el equilibrio y me cayera inesperadamente. ¿Qué más daba? Solo eran dos pisos de distancia entre el baño y el patio de mi casa; probablemente acabaría con un hueso roto, pero por lo menos no tendría que ir. Me puse mis pantalones más cómodos, una blusa de algodón rosa y unos tenis blancos, y me dirigí a la cocina a desayunar. Primero pensé en hacerme un sándwich de jamón y mayonesa, sin embargo, recordé lo que iba a ocurrir. Era preferible desayunar algo ligero, ya que había menos probabilidad de vomitar si mi estómago no estaba lleno. Así que agarré una manzana. Para distraerme, decidí armar el rompecabezas que había iniciado la noche anterior. Completé una esquina, y al poco tiempo recibí un mensaje de Azure que decía que
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llegaban en 5 minutos. Cinco minutos en los que accidentalmente podría quemarse mi cocina, entrar un ladrón y encerrarme en el baño, descargarse mi celular, quedarme dormida… Me acerqué al carro, el cual ya me esperaba en la entrada de la casa. Respiré profundamente y abrí la puerta de atrás. En cuanto lo hice, vi a Cela. —¿Lista? —fue lo primero que me dijo. —Claro que sí. —respondí con entusiasmo forzado y media sonrisa. Saludé a Ramsés que iba manejando y a Azure de copiloto. El carro arrancó y con ello sentí el golpe de mi decisión: mi corazón comenzó a palpitar a toda velocidad, mis manos empezaron a temblar y mi vista se volvió borrosa; de fondo oía la voz de Azure, mas no podía escucharla, no realmente; antes necesitaba sobrevivir al recorrido. Decidí recargar mi cabeza en la cabecera del asiento y descansar. Me desperté con el sonido de la puerta de Cela abriéndose. Nos bajamos del carro y fuimos a registrarnos. Nos recibió un instructor que nos explicó que, durante el tiempo de espera, debíamos tomar un curso intensivo
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donde nos darían a conocer sobre los riesgos y la historia de la actividad.
Una vez que llegó nuestro turno, nos pusimos los uniformes que nos proporcionaron. Todavía poseía un poco de calma, pero en el momento en el que me colgué el paracaídas en los hombros para ya subirnos al avión, el pánico empezó a incrementar al ritmo en el que ascendíamos. Para ese punto lo único en lo que podía pensar era en la frase: si no vas, eres una perdedora. Ramsés fue el primero en aventarse, luego le tocó a Azure y mientras se lanzaba Cela, el instructor me comentó que me engancharía a él para poder cargarme y arrojarnos del avión. Ya era mi turno; él empezó a contar. Uno: la mente se me puso en blanco y la sangre se me subió a la cabeza. Pues ya qué, pensé. Dos: cerré los ojos esperando a que dijera tres, pero en ese momento ocurrió. Lo primero que sentí fue cómo el aire abandonó mi cuerpo; unos segundos después, el tiempo se detuvo y pude disfrutar de la caída; en el descenso hicimos maniobras, y cada instante valió la pena. Me sentí orgullosa de haber saltado.
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Para quienes se cuestionan el futuro. Para mí en cualquier tiempo.

Autor de imagen: The DK Photography
Recorriendo notas
Karen Partida
Entonces, comienza. Las notas agudas llegan repentinas, golpeando cada cuarto tiempo y avanzando de
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manera más rápida, cada una impulsándome a dar un paso más. Se juntan las suficientes para llevarme a un escenario frente a una casa. Es de noche. Todo el camino desde
donde estoy hasta su entrada está compuesto por césped verde y largo, el cual roza con mis piernas, dándome un agradable sentimiento de cosquilleo y frescura. Miro hacia el cielo y aprecio cientos de estrellas y una luna llena grande y brillante, iluminando con belleza el lugar. La casa parece ser de madera. Anterior a la puerta principal hay unos cuatro escalones, dando la ligera sensación de una terraza en la parte de enfrente. Subo los escalones y alcanzo la puerta. Al girar la perilla la encuentro cerrada. De repente, la música para. Segundos después, justo en el momento en que vuelvo a girar la perilla, entra una suave y entonada voz que trae consigo las notas pasadas junto con otras nuevas. Esta vez se abre.
Me encuentro caminando por un pasillo que no parece tener un final visible. A mi derecha, puertas cerradas; a mi izquierda, más puertas cerradas. Siento temor de acercarme a una de ellas y verificar si se encuentran aseguradas, pero aun así lo hago tras toparme
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con la quinta puerta a mi derecha. La perilla gira, mas dudo en entrar al cuarto; no sé con qué podría toparme. A través de la ligera apertura escucho muchas voces, o más bien la misma voz, pero muchas veces. Hablan de un tema distinto. Entro.
Veo un salón con diferentes puertas abiertas. Tras cada puerta, un escenario con un ser; no distingo su cara, su cuerpo es solo una sombra. Son idénticos unos de los otros; no tengo claro si son la misma persona, pero eso aparentan. Me acerco a un punto central con vista hacia cada uno de los cuartos y entonces lo veo. Todos son una alternativa. Uno con el trabajo soñado. Otro ser con el trabajo menos pensado. Unos felices, unos tristes y unos cuantos indiferentes. Este salón gira en torno a la profesión, por lo que solo se muestran trabajos sin individuos. Lo único que pienso ahora es futuro, y al parecer lo estoy pensando tan fuerte que cada ser voltea a verme. Vuelven a lo suyo después de un rato. Es porque ellos son yo. Asustada, corro de vuelta al pasillo y rápidamente cierro la puerta detrás de mí. Me recargo en ella, procesando todas las posibilidades que vi.
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Las notas se vuelven más continuas, más desconcertantes. La casa empieza a temblar. En busca de refugio, entro a la siguiente puerta que veo. En lugar de un cuarto parece un espacio abierto, como un parque. Comienzo a caminar, tratando de no alejarme mucho de la puerta por la que ingresé. Veo personas. Conforme se acercan las reconozco. Amigos, familiares, seres queridos. Pasan uno por uno desfilando frente a mí. De alguna manera siento alivio al ver rostros conocidos. No puedo evitar saludar y acercarme a ellos. Pero algo anda mal. Me ignoran, no parecen conocerme y solo siguen adelante. Algunos incluso simplemente se desvanecen como si fueran una proyección de mi mente. Siento un nudo en la garganta, siento debilidad en el cuerpo, siento los ojos humedecerse. Tengo la realización de que he dejado de temblar, por lo que decido devolverme al pasillo. Espero que el siguiente cuarto no me altere como los pasados. Lo hace. La nueva puerta que cruzo muestra todos los elementos que tanto deseo. Al principio es tranquilizante, pero todo está quieto. Calmado. No hay nada sucediendo en él. Es como un museo, solo son exposiciones sin vida.
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Pero entonces, ¿quién debería admirarla? ¿Quién será el espectador? ¿Seré yo? Son como pinturas. En la pared, veo películas con mi nombre, inventos que he creado en mi mente anteriormente; veo a una familia, veo a mi perro, veo un retrato mío, sonriendo. Pero en ese mismo retrato, veo una flor junto a una nota que lee: pudiste haberlo logrado… con un poco más de tiempo. Va dedicado a mí, lo sé. Todo lo que me gusta en este salón es una demostración de lo que nunca alcancé. A falta de tiempo. A falta de vida. Así que me retiro. Corro por el pasillo y me topo con unas escaleras. Las subo.
Cuando voy por el séptimo escalón empieza a entrar más luz. Las notas han cambiado; combinan Fa Sostenido, Sol y Si; crean una melodía tranquilizante. Observo el segundo piso. En vez de pasillos y cuartos, ahora solo hay una sala sin divisiones, sin puertas. En la pared de al fondo están corriendo proyecciones del piso hasta el techo, del muro izquierdo al derecho, como si no hubiera pared, como si lo proyectado fuera lo que está sucediendo aquí. Logro reconocer lo que se muestra. Son mis propias experiencias.
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Hay escenas de preocupaciones pasadas. Estrés.
Ansiedad.
Tristeza.
Procuro no verlas. Cubro mi cara y, cuando estoy por tapar mis oídos, me detengo. Noto que hay algunas que ni siquiera recordaba. Sucedieron hace mucho. Entonces abro los ojos, pongo atención. Reconozco las diferentes perspectivas, el momento en que sucedieron y el tiempo después de ello. Ahora no parece ser tan malo, me digo a mí misma en voz alta. No lo es. He superado esos momentos.
La casa parece escuchar mi comentario. La pared se torna oscura, las notas paran. Estoy confundida. No sé qué pasará, no sé por qué se detuvo. Tengo miedo. Después de los demás cuartos y salones a los que he entrado, no sé qué esperar. El silencio empieza a ser interrumpido por mis latidos. De golpe,entran nuevas notas; unas rápidas y otras lentas al mismo tiempo. Y así empiezan. Buenas experiencias.
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Días felices. Demasiado felices.
Viajes, conciertos, convenciones, eventos, momentos con mi familia y amigos. Recuerdos.
Distintos escenarios: playas, bosques, desiertos. Cada que uno inicia, el cuarto cambia; siento como si lo viviera otra vez. Si había viento, se siente una corriente soplar; si había música, se escucha todo a mi alrededor como si la casa tuviera el mejor sistema de sonido; si llovía, si estaba sobre tierra o césped, si era de noche, de tarde o de día, todos estos factores eran tomados en cuenta por la misma sala y me traían consigo al lugar del suceso. Me veo de niña, jugando con perros ajenos. Veo a mi hermana y a mí, riéndonos sin poder parar, una y otra vez. Pasa muy seguido. Veo a mi mamá, sonriendo, disfrutando estar con nosotros y hacernos feliz. Veo a mi papá tomando fotos; a veces de nosotras, a veces del lugar, muchas otras de comida. Escucho la creación de chistes
internos, dándole sentido a todos los que vinieron después. Veo a mis primos, primas, tíos y tías rodeando una fogata; siento su calor. Nos veo cantando juntos alrededor de mi primo y su guitarra. Nos veo jugando cartas o brincando
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