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Laberintos sobre laberintos
from La Sombra del Rincón
by ZellDa
A mis padres y hermanos que siempre me empujaron a perseguir mis sueños.
Autor de imagen: Juan Carlos Coronel
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Juan Carlos Coronel
Las hormigas surcaban mi piel, rozaban cada lugar de mi cuerpo y recorrían todo músculo y extremidad inmóvil. Intentar cambiar mi posición solo empeoraba mi
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sentir. Las únicas partes que no pasaban por eso eran mi cuello y rostro, lo que hacía incrementar el miedo que me carcomía por dentro. Seguía arrastrando mis brazos por las tablas astilladas del suelo, jalando mi cuerpo hacia la salida. Cada brazada se volvía más lenta y dolorosa, lo que calentaba mis pulmones como llamas al horno. Mientras menos centímetros quedaban entre la puerta y mi cuerpo, más podía sentir las miradas de eso, esa cosa que mató a mis amigos. No sabía cómo lo hizo o por qué, pero ya no importaba; tenía que salir de aquel lugar, de esa pesadilla. Mi cuerpo se desarmaba al seguir acercándome a la última esperanza que tenía. Giré el picaporte y caí por los pequeños escalones de la entrada. El mundo se apagó. Desperté en un cuarto blanco y brillante, con vendas y gasas manchadas por los fluidos que alcanzaban a escapar de mis heridas. Unos tubos salían de las lesiones en dirección a una bolsa que se encontraba a mi lado. Cuando entendí que probablemente estaba en un hospital, un hombre en traje entró en la habitación. No
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parecía un doctor, pero en su brazo traía una plantilla con papeles. Me preguntó cómo me sentía y si recordaba mi nombre. Le dije que me llamaba Alice. Por alguna razón, al pronunciar esa palabra sentí una insoportable presión en la cabeza. Procedió a preguntarme si sabía qué había pasado anoche. Intenté recordar; el dolor aumentó. Volteé a ver su cara, pero de inmediato regresé la vista a mis piernas. Su rostro no estaba ahí o no existía; el interrogador tenía nariz, ojos, y boca, mas las facciones cambiaban de forma y color sin adquirir un aspecto definido. Cuando se giró hacia mí para responderme una pregunta que le hice, vi algo detrás de su piel; se movía y reacomodaba. Era parecido a un disfraz; era similar a una máscara.
Perdí la noción mientras contestaba sus preguntas, todavía aterrada. El dolor se detuvo, aunque regresaba cada vez que trataba de recordar algo muy específico de esa cosa que rondó por la casa. Lo único que podía traer a mi memoria con claridad eran sus ojos que brillaban de rojo y verde. No tengo idea de cómo, pero ese aspecto era lo menos anormal de aquella… criatura. El resto de su
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cuerpo, si es que se puede llamar así, era una mezcla heterogénea entre partes de animales y un material que se asemejaba a la plastilina. Contesté lo mejor que pude, y el hombre me dijo que todo se trataba de una alucinación o un sueño. No le creí. Yo sabía que el terror que surgió en los ojos de Johnny al ser descuartizado por un par de garras fue real, y que los gritos que salieron de la garganta de Julia mientras la arrastraban al sótano no fueron producto de mi mente. Mi propia voz, lastimada por los alaridos, era testigo de eso. Luego de que la criatura se retirara, una enfermera entró a la habitación y revisó mis vendajes. No tuve el valor de mirarla después de lo qué pasó con el hombre, pero sí pude observar que sus manos eran de un tono verdoso bastante extraño. Sabía que, donde fuera que estuviera, mi seguridad corría peligro. Me quedé dormida al poco rato por más que quise evitarlo (tal vez por culpa de un tranquilizante administrado en contra de mi voluntad), esperando regresar a casa, suplicando que la criatura tuviera razón; deseando que la pesadilla fuera un sueño.
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—La capitana Alice parece haber sucumbido a los efectos de 43-E —reportó el agente que la entrevistó. —¿Cuándo será su recuperación? —preguntó uno de los miembros del consejo, revisando los resultados de la operación. —Es improbable. Daño psicológico y exposición al efecto mental de 43-E han dejado a la ex-capitana en un estado inexplorado —respondió la doctora Ross, la segunda al mando del experimento inicial. —Hmmm, duplique los protocolos de seguridad de 43-E y preparen contentamiento para la ex-agente Alice, categorizada 43-F con sistemas para agentes mentales posibles. Nadie más debe tener acceso a ella hasta obtener más información de las pruebas en animales —respondió una de las voces del consejo, y con ello la decisión fue tomada. Los agentes se retiraron a preparar 43-E y 43-F para proceder con la transferencia. Esta no sería la última escapada de 43-E, pero fue la primera vez que algún sobreviviente no perdía la cordura. Las filtraciones siempre dejaron un rastro de
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muerte y locura, volviendo su contención fácil de iniciar pero difícil de mantener. La mente de Alice estaba tan destruida que no percibió las fallas en su memoria, o los bloqueos intencionales que realizaron en su organismo. Las personas y recuerdos antes del incidente fueron retorcidos y mezclados de tal forma que ella jamás pudo huir del laberinto dentro de sí misma.
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