Zapping magazine #25

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Mi nombre, mi marca

J.J. Abrams: el que está en todo

El caso de Jeffrey Jacob Abrams (Nueva York, 1966) es bastante peculiar. No hay noticia o tertulia sobre tele en la que surja el nombre de J.J., o ‘JeyJey’, donde no se le otorgue el título de “creador de Lost” como si la única gran proeza de su variado currículum consistiera en meter a unos tipos anónimos en un avión y hacer que se estrellen en una isla poblada de osos blancos, humos negros y otras cosas raras. Si la manida etiqueta ya denota cierto reduccionismo al retratar al director, guionista, productor y compositor (esto último, a tiempo parcial) de moda en Hollywood encima nos encontramos con que tal atribución de méritos ‘lostianos’ es cuanto menos dudosa. No es un fenómeno nuevo: a otra prolífica superestrella del siglo XVII, como lo era Peter Paul Rubens, le bastó pintar “Las Tres Gracias” para que se le recordara toda la vida por retratar la voluptuosidad femenina y sólo hacía falta que esbozara unas cuantas manos en los cuadros de sus discípulos de su taller para que se quedara con la eterna autoría de las obras. Hoy en día los maestros no lo tienen tan fácil para suprimir los méritos de los alumnos; en su lugar, son la prensa y el público los que hace el trabajo sucio. Cuando se habla de Lost de pasada, se suele silenciar el trabajo de Damon Lindelof y Carlton Cuse, los Van Dycks particulares de Abrams.

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En cualquier caso, Abrams, como le ocurre a Rubens, es mucho más que una de las series clave cambió el panorama televisivo del S.XXI, y al igual que el genio flamenco con su estudio, J.J. ha sido lo suficientemente listo para hacer de la productora Bad Robot una auténtica fábrica de ficción que, a base de unas marcas bien definidas y un calculadísimo uso del márketing viral, le ha valido un par de títulos nuevos, el de “heredero de Steven Spielberg” y el de “hombre franquicia”. No todos los días uno acaba llevando el timón de dos iconos de la cultura popular como Star Trek y Star Wars.

Talento precoz

Sin embargo, la entrada de Abrams por la puerta grande del cine no es sino una especie de vuelta a casa, ya que sus primeros pasos como profesional se dieron en este ámbito. De hecho, lo extraño hubiera sido que este padre de dos hijos no tuviera vocación alguna de emprender una carrera en el ‘showbiz’, teniendo unos padres productores que se mudaron a Los Ángeles cuando su hijo apenas gateaba. Contrario a lo que se suele pensar, el primer trabajo de J.J. de 16 años no fue escribir líneas de diálogo sino algunas partituras para Nightbeast, una película de terror de serie B. Tendría que esperar a salir de la universidad para vender su primera idea para un guión que, con el tiempo, se convertiría en Millonario al instante (1990), cinta protagonizada por James Belushi.

Los primeros noventa fueron años de puro romanticismo para Abrams, responsable de los libretos de dos grandes dramas del género como fueron A propósito de Henry (1991) y Eternamente joven (1992), con Harrison Ford y Mel Gibson a la cabeza, respectivamente. La carrera como guionista de J.J. ya estaba bien encaminada, y así continuó con Gone Fishin’ (1997), comedia protagonizada por Joe Pesci y Danny Glover, y Armaggedon, la megapelícula ‘made in’ Jerry Bruckheimer que, a ritmo de Aerosmith, sacudió las taquillas en 1998. Abrams formó parte del equipo que se dedicó a ponerle algo de sustancia a los movimientos de cámara de Michael Bay.


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