Zaguán Literario 03

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dóname” seguía repitiendo. Estaba listo para mandar todo al infierno. De repente, alguien llamó a la puerta: “Domino’s Pizza” En su alienación y actitud de sonámbulo, Ignacio había olvidado que al llegar a su casa había pedido una pizza, sabía que fumarse el porro le generaría un hambre monstruosa. —Domino´s Pizza —repitió el repartidor del otro lado de la puerta. Después de unos minutos, y justo cuando el repartidor estaba a punto de irse, Ignacio abrió la puerta un tanto desconcertado, todavía en calzonci-

CUENTO

llos. —Domino´s Pizza —dijo el repartidor, encabronado, por vigésima sexta vez. Ignacio ni siquiera preguntó cuánto era, le entregó un billete de 500 pesos, le pidió perdón por la tardanza y le cerró la puerta en la cara. En serio tenía hambre y la pizza olía demasiado bien. Era la favorita de Ignacio: mitad pepperoni, mitad tres quesos. Nacho se dijo a sí mismo, de forma más serena, que comería la pizza y luego decidiría qué hacer con su vida. Después de todo, en serio tenía mucha hambre. Se sentía agotado por la combinación del alcohol con la marihuana. También estaba cansado de llorar como un bebé. Por otra parte el disco de Pink Floyd estaba por terminar, y tenía años que no escuchaba uno de sus discos favortios de principio a fin. Decidió guardar el revólver y encender la televisión, era la hora donde la mayoría de los canales solo trasmiten estúpidos infomerciales, donde se intentan vender soluciones a problemas que en realidad no existen. Ignacio seguía un poco ebrio y sonrió ante la estupidez ajena. Teminó de comer la pizza gustosamente y se fue a dormir. Ya sé, ya sé que esto podría parecer un final absurdo para esta historia, que las buenas historias concretan sus finales y que probablemente soy un maldito arrogante por contar una historia como esta. Sin embargo, así es la vida.

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