Yorokobu Marzo 2010

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¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe! POR OSCAR HORMIGOS

Es en estos tiempos de crisis cuando la incertidumbre sobre nuestro futuro está más presente que nunca. Es cuando más cuesta confiar que lo que pasa es lo que tiene que pasar. Es muy fácil confiar cuando todo va bien y muy natural dudar, desconfiar y quejarse cuando uno pierde su trabajo, sus clientes o no tiene dinero para seguir pagando a sus proveedores o el alquiler. Basta con leer cualquier cabecera de periódico o ver un informativo en televisión para que el miedo nos lime la confianza en que toda esta situación, en realidad, pueda convertirse en algo bueno para nosotros. Sólo un loco, un ignorante o un banquero podría pensar que esta crisis es, en realidad, un gran golpe de suerte. ¿Qué puede haber de bueno en el drama de millones de personas sin trabajo, el bochornoso espectáculo de los políticos o el resquebrajamiento de todo el sistema financiero? Preguntas similares me persiguen desde que tengo uso de razón y una misma historia se aparece en mi vida, una y otra vez en forma de respuesta. La encontré por primera vez en un libro de Antoni de Mello, cuando tenía 16 años. A lo largo de mi vida he seguido encontrándola y creo tener al menos cuatro versiones con la misma estructura, pero con más o menos detalle o retórica. Esta es la versión más simple que recuerdo.

24 / YOROKOBU / MARZO 2010

“Una antigua historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo se escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para darle sus condolencias y lamentar su desgracia, el labrador siempre les respondía: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”. Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”. Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una gran desgracia. Pero el labrador seguía diciéndoles: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”. Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. Y así podríamos seguir por toda la vida de nuestro protagonista y él seguiría diciendo... “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”. Y si no lo sabemos, para qué preocuparse, para qué quejarse. Las cosas pasan porque tienen que pasar, qué sentido tendrían si no. “Recuerda que no conseguir lo que quieres a veces significa un maravilloso golpe de suerte”, Anónimo.


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